Ha
sido completamente involuntario, pero en la misma semana que acabo una novela
de un Trueba (David), se estrena la película de otro Trueba (Jonás). ¡Solo me
falta algo de Fernando para acabar de hacer el pleno de los Truebas creadores!
Lo más curioso de todo es que, siendo muy distintos, tanto el libro como la
película son extrañas cartas de amor y los dos son “una primera vez” para cada
uno de ellos.
Empiezo
por la película
Quién
lo impide, de Jonás Trueba
¿Por
qué pienso que es una carta de amor? Porque es una carta de amor a una
generación que no ha tenido ni tiene las cosas fáciles. Quién lo impide da voz a los nacidos a principios del siglo XXI,
los que tenían, ocho años cuando sus padres se vieron sumergidos en la crisis
económica más bestia e inesperada, los que tenían 15 años en el 2016, cuando
parecía que por fin el mundo les iba a sonreír, los que tenían 18 o 20 cuando la pandemia y el confinamiento
les arrancó definitivamente el porvenir en el que creían iban a poder vivir. Esta
generación, tan olvidada durante meses y tan maltratada muchas veces, es uno de
los segmentos de la sociedad que más ha sufrido las consecuencias devastadoras
de estos casi dos años de maldad covidense. Se vieron obligados a encerrarse
cuando mas contacto necesitaban, a comunicarse de forma virtual cuando más
necesario era el roce personal, a estudiar sin la complicidad del profesor ni
de los compañeros. No es extraño que hayan salido en tromba cuando han podido,
aunque tampoco es extraño que sus trombas se haya aprovechado tanto para
acusarlos de irresponsables, como para utilizarlos como caldo de cultivo de la
inestabilidad permanente en la que sectores de ese mundo en la sombra quiere
que todos vivamos, Pero dejemos ya las generalizaciones para hablar de este estupendo
trabajo. Quien lo impide se presenta
como un documental, pero no estoy segura que lo sea. O en todo caso, es otra
clase de documental. Sus protagonistas son un grupo de chicos y chicas que se
interpretan, si podemos decirlo, a sí mismos, tanto cuando lo vemos en su
cotidianidad, como cuando representan pequeñas ficciones muy truebianas.
Después de rodar La reconquista en el
2016, Jonás se quedó fascinado por Candela Recio y Pablo Hoyos, los dos
adolescentes que interpretaban sus personajes cuando eran pequeños. Y decidió
seguir con ellos de una manera inusual. Pero no solo con ellos, también con
algunos de los chicos que salían en la película y por extensión con sus amigos
y compañeros. Y así nació un proyecto sin nombre ni objetivo claro: seguirlos
en su crecimiento durante cinco años, en momentos puntuales, cuando se podía,
cuando ellos tenían ganas, cuando él tenía ganas. Poco a poco se fue haciendo
el film con ellos y para ellos. Jonás los veía crecer delante de las cámaras,
los veía hacerse adultos, y los veía despuntar en distintas direcciones. Y de
vez en cuando, les construía pequeñas ficciones de amor, que ellos asumían
desde su propia vida, como si de verdad les estuviera pasando aquello que se
contaba. La canción de Rafael Berrio que se escucha en La reconquista acabó siendo el titulo de un film generacional que lanza
ese grito de libertad: quién lo impide. Nada impide que los chicos de Jonás
sigan adelante. Esto en cuanto a la carta de amor, en cuanto a la primera vez,
hay varias cosas curiosas. Con los antecedentes de su padre Fernando y su tío
David, Jonás no tenia fácil hacerse un nombre propio en el cine español. Poco a
poco, fue encontrando su propia voz a partir de una premisa no enunciada:
hablar de su gente, de sus coetáneos, de los que crecían con él. Desde Todas las canciones hablan de mi del
2010 hasta La virgen de agosto en
2019, siempre ha mirado a su alrededor, incluso geográficamente ya que casi no
se ha movido del barrio de los Austrias en Madrid. Pero con Quien lo impide, Jonás mira a otra
generación más joven, no pueden ser sus hijos, a no ser que fuera tremendamente
precoz, Jonás nació en 1981, tampoco sus hermanos pequeños, demasiada
diferencia. Eso le aleja emocionalmente de ellos y eso precisamente es lo que
despertó su curiosidad por saber que les pasa, como son, que quieren. En
realidad Jonás acabó por descubrir que lo que les pasa, lo que son y lo que quieren, no es muy distinto de lo que le
ha podido pasar a cualquiera entre los 15 y los 20 años en cualquier época. Eso
le permite sentirse cerca, pero no igual, Jonás nunca cae en esa falsa idea de “somos
iguales”. Quien lo impide también es
una primera vez por su formato, el documental más o menos ficcionado, por sus
escenarios, la historia se descentraliza en distintos barrios de la ciudad que
nunca antes había utilizado, por su duración, casi cuatro horas magnéticas en
las que no puedes dejar de mirar, y por su estructura en tres partes distintas,
separadas por dos entreactos que actúan como puntos y aparte entre los tres
segmentos del film ,que yo me atrevo a nombrar por mi cuenta y riesgo como Todo
es posible; Todo es imaginable, Todo es difícil. Quien lo impide empieza en el final, empieza con una pantalla
compartida con los ocho chicos principales confinados en sus casas durante la
dichosa pandemia y a partir de ahí, viaja a un pasado de cinco años atrás que
parece de otra era y se proyecta a un futuro que ahora mismo es casi de ciencia
ficción. Sin duda un experimento a todos los niveles. En el pase en San Sebastián,
donde no hay tiempo para nada y la idea de estar cuatro horas en el cine se
hacia difícil, los que asistimos a su primera proyección comentábamos antes de
empezar, “veo un rato y me salgo, ya la veré entera cuando se estrene”. Pero no
se salió nadie, no se movió ni una mosca, casi ni en los entreactos de 5
minutos. No se fue nadie. Y esa es la mejor prueba de su fascinación.
Queridos
niños, David Trueba
La
nueva novela de David Trueba es una carta de amor extrañísima. Es la carta de
amor que le escribe un gordo y alcohólico periodista, ácrata y descreído a una
candidata a presidenta por un partido de derechas. En este enunciado se
encierra también lo de la primera vez. Porque por primera vez, creo, David
Trueba no habla ni de sus gentes o amigos o compañeros, ni siquiera habla de sí
mismo. Es imposible reconocer en el gordo Basilio ni un solo rasgo de David,
(al menos en apariencia). Y tampoco es fácil imaginarse a David siguiendo una
campaña electoral como la que conforma este libro, entre el diario de campaña y
la reflexión política, entre un retrato costumbrista del folklore multiregional
y la cínica crónica de cómo se construye un personaje. La candidata Amelia
Torres, elegida por un partido conservador por ser la única o casi que no tiene
manchas de corrupción, escoge como asesor para que le escriba sus discursos a
Basilio, un hombre de una gordura descomunal y una falta de corrección política
legendaria. A lo largo de las tres semanas que transcurren en un autobús
recorriendo España de punta a punta, Basilio se irá enamorando cada vez más de
esa candidata absurda y es la carta que le escribe recordando su periplo lo que
da cuerpo a la novela escrita en primera persona con un destinatario claro: de
Basilio a Amelia. La novela es satírica, mordaz, cínica y aleccionadora, no
deja títere con cabeza en el mundo de la política y aprovecha para hacer un
retrato colectivo de eso que se llama la España de las autonomías y sobre todo,
la España vaciada. David escribe un libro importante y diría que necesario.
Además de muy divertido.
Un apunte imprescindible
Solo unas líneas para recordar que esta semana se ha repuesto cono honores de estreno El extraño viaje de Fernando Fernán Gómez, la película más inclasificable de un hombre inclasificable. Cine de terror, cine costumbrista, cine transgresor y muy moderno a pesar de sus casi 60 años, El extraño viaje es una sorpresa incluso si la has visto mil veces. Nadie se puede quedar indiferente ante Carlos Larrañaga desfilando ante Tota Alba. Un clásico indispensable. No se la pierdan.
Esta
semana el regalo está dedicado a los Truebas. Una silla destinada a la
candidata de David que seguramente rompería Basilio al sentarse; una silla
donde nadie les puede impedir sentarse a los chicos de Jonás y encarar su
futuro.
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