Esta semana hay dos estrenos
gordos: Sin tiempo para morir, el
desencantado, melancólico y crepuscular nuevo James Bond y Benedetta, el divertimento de Paul Verhoeven con una monja del
siglo XVII como protagonista. Pero en esta primera entrada de octubre, lo que
me apetece es hablar de dos buenas series españolas.
Ha sido una gran sorpresa
reencontrarme con la mejor Maribel Verdú en mucho tiempo, y también volver a
disfrutar del trabajo de dos directores que me gustan, Gracia Querejeta y
Salvador García Ruiz. Ha sido estupendo encontrarse con una serie española de
abogados, juicios y adicciones que podría firmar cualquiera en Europa. Porque Ana Tramel es una serie europea, no
americana. Es europea por su ritmo, por sus escenarios, por sus personajes. A
los americanos les costaría mucho hacer una serie entera basada en un personaje
desagradable (las han hecho, pero no es lo habitual) como el de Ana Tramel, es
decir Maribel Verdú. Ana Tramel es arisca, seca, le cuesta demostrar sus
emociones, no le importa dejar por el camino lo que haya que dejar. Tiene sus
razones, como iremos descubriendo a lo largo de los seis capítulos, pero eso no
impide que no sea empática con nadie, ni siquiera con ella misma. Y sin
embargo, y ahí entra en juego el juego de la interpretación de Maribel, no
puedes dejar de quererla, de mirarla, de ponerte de su lado, aunque de vez en
cuando te de un bufido, aunque ponga entre ella y nosotros una máscara que,
literalmente, esconde sus sentimientos. Ana
Tramel es un gran personaje femenino basado en una novela del director de
cine Roberto Santiago. El Tema con mayúsculas de la serie es el Juego, la
ludopatía como una enfermedad, el auge de una industria de casas de apuestas que
corrompe y destruye a los que caen en sus garras. El tema con minúsculas, es el
de una mujer/David luchando contra un casino/Goliat mientras combate sus
propios lobos. Pero Ana no está sola, tiene un pequeño grupo de incondicionales
que la ayudan, la apoyan, la acompañan. Una especie de extraña familia de seres
desubicados, como ella. Su mejor amiga y socia, Concha en el cuerpo y rostro de
Natalia Verbeque; su ángel de la guardia Eme, un Luis Bermejo contenido; su
ayudante Sofía, la joven María Zabala; sin olvidarnos de esa inesperada cuñada
y ese inesperado sobrino que le caen del cielo. Un poco al margen, pero muy
importante, está el personaje que hace Víctor Clavijo, secundario
imprescindible que se anuncia protagonista si es que hay una segunda entrega de
Ana Tramel. Naturalmente en una serie que es un thriller hay malos, unos malos
evidentes, otros malos mas escondidos y unos falsos malos. Y como escenario
Madrid y sus calles. No busquen acción trepidante, no busquen intrigas
complicadas. Es una historia de personajes y a ellos hay que agarrase.
La Fortuna Movistar+
En un festival de cine siempre
tienes prisa. Tienes que ir de una película otra, de una entrevista a otra…
Casi nunca hay tiempo para relajarse, a no ser en una buena cena, si es
posible. Pero en este último San Sebastián me hice un regalo a mi misma en
forma de tiempo: tiempo para ver los seis capítulos de La Fortuna de Amenábar seguidos, en una sala de cine, sin moverme
de la butaca durante cinco horas. Fue estupendo. Volví a sentir el placer de
ver una película larga, larguísima, sin cortes, sin créditos entre capítulos.
Una experiencia que me devolvía a los tiempos de la infancia, cuando veía La conquista del Oeste o Lawrence de Arabia. La Fortuna es una serie de televisión y lo sabe, pero ya he dicho
muchas veces que las series que se hacen ahora no están hechas para ver un
capitulo cada semana (a pesar de que algunas plataformas se empeñan en hacerlo así
supongo que para fidelizar al espectador). Las series de seis o siete capítulos
están hechas para verlas seguidas, una tarde noche o un fin de semana, porque
esa es la mejor manera de disfrutarlas. Del pase de La
Fortuna en el festival, saqué una conclusión en la que nunca había pensado:
las series se pueden y se deberían ver en pantallas de cine. Me imagino que
para los exhibidores puede ser una ruina pasar una serie de cinco horas en una
única sesión, pero creo que habría mucha gente, yo incluida, que irían a verla
en un cine, sobre todo si es tan espectacular, vibrante, divertida y
entretenida como La Fortuna. Un poco
más arriba he dicho que Ana Tramel es
una serie europea. La Fortuna, en
cambio, es una serie americana. Amenábar sabe hacer cine americano como nadie y
La Fortuna le debe mucho a Spielberg,
Zemeckis, Cameron… Es cine de aventuras en el mejor estilo, con unos
protagonistas que no son héroes y un malo carismático y magnifico. La Fortuna se inspira en el comic de
Paco Roca y Guillermo Corral, El tesoro
del Cisne Negro, que a su vez se inspira en el caso real del Oddyssey, el
buque pirata norte americana que en el 2007 encontró un tesoro de monedas de
oro en el fondo del estrecho de Gibraltar. Ambas historias están detrás de la
serie, pero Amenábar las ha llevado a su terreno, el cine de aventuras, usando
dos protagonistas contrapuestos que establecen entre ellos una guerra de sexos
digna de Katherine Hepburn, Ana Polvorosa es pelirroja, y Cary Grant, Álvaro
Mel siempre con traje y casi sin despeinarse. Los dos son funcionarios y están
orgullosos de serlo. Me alegra que Amenábar reivindique a los funcionarios que
se dejan la piel trabajando, frente a la idea generalizada que se pasan la vida
toando café con leche en el bar. Lucía es impulsiva, directa, libre, y de ideas
progresistas, votante de Podemos casi seguro. Alex es diplomático, conservador,
inteligente y con las ideas muy claras, militante del PP menos voxiano o el
PSOE más conservador.. Juntos forman un tándem arrollador en el que el
espectador oscila de uno a otro sin perderlos nunca de vista. A su lado tienen
a Karra Elejalde, a medio camino de Javier Solana y Antonio Muñoz Molina, como
un ministro de cultura más que creíble, Manolo Solo que encarna a un entrañable
legionario obsesionado con los piratas, y Clarke Peters, un abogado idealista
dispuesto a ayudarlos a recuperar el tesoro robado. Y al otro lado, un malo al
que Stanley Tucci dota de inteligencia, encanto y ambición y una enigmática y
misteriosa Blanca Portillo. En medio, el tesoro del barco La Fortuna y un
enfrentamiento entre dos culturas, la americana y la española, dos maneras de
entender el mundo, la de Lucia y la de Alex; y un director que se divierte como
un niño con un barco en el mar, para delicia de todos. Cine de aventuras de
despachos, sin demasiados efectos especiales, sin carreras ni persecuciones,
juego de inteligencias. Tin Tin para el siglo XXI.
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