sábado, 25 de abril de 2020

LA (S) LÍNEA (S) INVISIBLE (S)



( el regalo de hoy son fotos de Ramon de la primera rosa del año)
Estas semanas que se alargan como un eterno día de la marmota, tan solo alterado por si hay sol o llueve, si hemos podido dormir o no, si tenemos esperanza en que esto acabe pronto o por el contrario nos puede el desánimo, me doy cuenta de que he (hemos) atravesado algunas líneas invisibles, que, por suerte, no tienen nada que ver con la excelente serie de Mariano Barroso de la que hablo un poco mas adelante. En realidad las líneas invisibles se parecen mucho a los anticuerpos que comentaba la semana pasada: la línea entre solidaridad o individualismo; la línea entre confianza y desconfianza; la línea entre una ética colectiva y una falta de moral. Lo mismo con otras palabras.
Pero hay una línea invisible y tenue que no me había dado cuenta que estoy (estamos) muy cerca de atravesar: la del miedo a salir otra vez a la calle. No miedo a la enfermedad o el contagio, para nada. Miedo a volver a la normalidad de ir a un trabajo a una hora fija, sin la ventaja de hacerlo a la hora que queremos; miedo a tener que volver a luchar contra viento y marea para abrirte un espacio en el horizonte; miedo a perder ese contacto inesperado con tus gentes mas cercanas que sabes que no volverá a producirse cuando cada uno vuelva a hacer su vida (Carlos Zanón hablaba de eso en LV del día 21); miedo, simplemente, a vivir como antes. Miedo que se cruza con otra línea invisible, la del deseo de hacer y no hacer todo eso. Volver a levantarte a una hora fija para ir a trabajar; tener la esperanza de conseguir algo en la vida; recuperar a las gentes que quieres y están lejos y hace un montón que no ves ni abrazas. Son un miedo y un deseo irracionales que el encierro potencia y hay ratos que te domina uno (el miedo) y hay ratos que no aguantas el dolor del otro (deseo).


En fin dejemos esta metafísica del comportamiento para los que sean capaces de entender cuáles serán sus secuelas en nuestro ánimo y vamos a hablar de la estupenda serie de Mariano Barroso que se ha estrenado hace pocos días en Movistar +, en dura batalla contra la acumulación de oferta cultural que es imposible abarcar. La línea invisible se puede considerar el segundo capítulo de la revisión de la historia de España que está haciendo el director y que comenzó con la excelente El día de mañana. Barroso, presidente de la Academia y hombre inteligente y muy preocupado por la sociedad que le ha tocado vivir, sabe que la historia no hay que olvidarla ni meterla debajo de la alfombra. Al contrario, hay que volver a ella y explicarla para entender el presente que es, en cierto modo, resultado del pasado. En El día de mañana se fijaba en la Barcelona de los años sesenta para contar como una generación nacida después de la guerra, se enfrentaba al futuro incierto que le ofrecía la dictadura. Ahora, con La línea invisible, se fija en los jóvenes vascos que a mediados de los años sesenta, decidieron traspasar la línea invisible del asesinato en nombre de unos supuestos ideales nacionalistas.
Es curioso comprobar que ni Mariano Barroso, ni ninguno de los dos guionistas, Mitxel Gaztambide y Alejandro Hernández, o el autor de la idea, Abel García Roures, tienen edad para haber vivido en directo la historia que cuentan. Pero si tienen edad para haber vivido y sufrido la terrible y asesina carrera de ETA que llegó a matar 853 personas entre el 7 de junio de 1968 y el último atentado mortal del año 2010. Es lógico que a ellos les interese mirar ese momento para intentar comprender que impulsó a estos jóvenes a convertirse en una maquinaria mortal. Y es ahí donde la serie se hace completamente contemporánea y necesaria para recordar a los que ahora tienen veinte años y que no saben nada de ETA, que volver a caer en los mismos errores es tremendamente fácil. “Las peores pesadillas comienzan como sueños”, ha dicho Mariano Barroso. Por eso empieza su historia contando como el movimiento dejó atrás lo que era colectivo y común con todos los antifascistas de España que luchaban contra la dictadura, para hacer de ETA un movimiento ultracatólico, muy vinculado al carlismo y con una clara intención nacionalista. Una especie de nacionalcatolicismo abertzale, especular del nacionalcatolicismo español. Los jóvenes idealistas que querían combatir a Franco fueron presa fácil para los grandes manipuladores de su ingenuidad revolucionaria. Son estos dirigentes quienes, desde la comodidad de sus casas y su posición de poder les empujan al precipicio sin mancharse las manos ni arrugarse la raya del pantalón, les hacen cruzar las líneas que ellos mismos se cuidan mucho de no traspasar. El personaje del Inglés, que interpreta Asier Etxeandia, le dice a Maxi, uno de los dos jóvenes que intervino en el asesinato del comisario Melitón Manzanas, “Apretar, hay que apretar”, palabras que nos recuerdan un momento que el dichoso bicho ha dejado un poco en suspenso y que desearía que no volviera a reaparecer, aunque haya políticos que se empeñan en no olvidar cual es su misión en esta vida y no dejan de insistir una y otra y vez en la misma idea, como si se tratara de otra clase de día de la marmota. Mostrar que abertzales y policías eran seres humanos con sueños, debilidades, errores, resulta realmente sorprendente. Que se dibuje a Txabi Etxebarrieta, considerado el primer mártir del movimiento, como un chico inteligente, poeta y escritor, capaz de caer en una especie de fanatismo religioso/nacional que le lleva a cometer el innecesario e inconsciente asesinato del joven guardia civil José Antonio Pardines, producto de una mezcla de miedo, pánico, pérdida de sentido de la realidad y anfetaminas, es algo que seguramente no gustará a los que han glorificado su figura. Como tampoco les gustará que se enseñe al comisario Manzanas, como un vasco que hablaba euskera y nunca se desprendía de su boina, cariñoso con su hija, aunque autoritario e implacable en la lucha contra esa hidra de la que, como nos ha pasado ahora con el bicho, al principio pensó que no era nada importante. Indispensable y necesaria, La línea invisible, junto con Patria, libro y serie y ETA, el final del silencio, de Jon Sistiaga, se deberían enseñar en todas las universidades, incluso en todas las escuelas –cuando se pueda volver a ellas–, donde se está forjando una nueva generación sin memoria del pasado, ni siquiera del mas reciente. Hace ya diez años que ETA dejó de matar, los que ahora están apretando por orden de los políticos que siguen sin mancharse las manos ni arrugarse el pantalón, casi ni la recuerdan. Está bien que alguien les diga ¡cuidado!, es muy fácil pasar la línea y una vez cruzada, ya no hay marcha atrás. 



La corte de Ana
También de historia de este país habla un documental que vi hace unos días en Movistar +. Un documental de Fernando Méndez Leite sobre Ana Belén. Se llama La corte de Ana y se estructura en dos largas entrevistas con ella complementada con testimonios de  amigos, directores y compañeros de su larga trayectoria. Es un trabajo riguroso pero muy entretenido, con anécdotas desconocidas y momentos emocionantes. Los fragmentos de películas o de actuaciones ilustran las respuestas de Ana y de los demás. El resultado es muy estimulante por varias cosas. Primero, porque nos descubre o nos confirma, la calidad humana de Ana Belén. Segundo, porque su recorrido vital es el de una generación que nació en los años 50, se formó en la dictadura y eclosionó en la transición (la misma de las dos series de Mariano Barroso). Es un documento sobre el país tanto como sobre ella misma. Y en tercer lugar porque provoca el deseo de ver sus películas de escuchar sus canciones. Para cumplir ese deseo busqué en Youtube que había de ella y me encontré con uno de los conciertos de la gira El gusto es nuestro en diciembre de 1997 en Buenos Aires. Lo escuché y además de disfrutar con su alegría, descubrí que algunas de esas canciones describían nuestra actual y claustrofóbica situación. Así que hice un experimento: este es el resultado.

(deseo)
Hoy puede ser un gran día
Plantéatelo así
Aprovecharlo o que pase de largo
Depende en parte de ti
Hoy puede ser un gran día
Date una oportunidad

(ahora mismo)
Si te jode que un experto en bombardeos (pandemias)
Te lo explique y tú no entiendas de qué va el juego
Levanta el dedo, levanta el dedo
No es tu guerra, no es tu guerra
Pero piensas que estos meses que te han robado
Son tan largos, son tan largos
No hay mejor defensa que cruzar los brazos

(los pactos imposibles)
España camisa blanca de mi esperanza
Reseca historia que nos abraza con acercarse
Solo a mirarla
Paloma buscando cielos mas estrellados
Donde encontrarnos sin destrozarnos
Donde sentarnos y conversar

(una contaminación deseada)
Contamíname, contamíname
Contamíname pero no con el humo que asfixia el aire
Pero si con tus ojos y con tus bailes
Pero no con la rabia y los malos sueños
Pero si con tus labios que anuncian besos
Conamíname, mézclame contigo
Que bajo mi rama tendrás abrigo

(esperanza)
Escucha hermano, la canción de la alegría
El canto alegre del que espera un nuevo día
Ven canta sueña cantando, vive soñando el nuevo sol
En que los hombres volverán a ser hermanos

(en san Juan lo celebraremos)
Gloria a Dios en las alturas,
recogieron las basuras de mi calle, ayer a oscuras
y hoy cuajada de bombillas.
Y pusieron un cartel con la foto de los tres
y banderas de papel verdes, rojas y amarillas.
Y al darles el sol la espalda,
revolotean las faldas
bajo un manto de guirnaldas
para que el cielo no vea,
en la noche de San Juan,
cómo comparten su pan, su mujer y su galán,
gentes de cien mil raleas.
Apurad que allí os espero
si queréis venir pues cae la noche
y ya se van nuestras miserias a dormir.

La corte de Ana en Movistar+
El gusto es nuestro, 10 de diciembre de 1997 en Buenos Aires


sábado, 18 de abril de 2020

ANTICUERPOS



(mi regalo semanal de una obra de Ramon)
Esta semana he descubierto en textos de algunos especialistas de esta maldita cosa del bicho, una idea que han repetido en distintas ocasiones y que me ha llamado mucho la atención. Una de las causas de la muerte por coronavirus, es la lucha sin cuartel de los anticuerpos contra el invasor. Este párrafo de un artículo de eldiario.es, lo resume muy bien:
“En realidad, síntomas como la fiebre o el dolor de cabeza no están provocados por el virus, sino por la respuesta inmunitaria del cuerpo humano para luchar contra éste. Algo similar ocurre con la muerte, no es solo el coronavirus el que provoca el fallecimiento (a los parásitos no les suele interesar matar a sus hospedadores), sino que, en algunos casos, está también causado por una respuesta inmunitaria descontrolada (llamada "tormenta de citoquinas") que puede provocar fallo multiorgánico. Aunque aún no se sabe cómo, el coronavirus puede desencadenar una inflamación desproporcionada que causa más daño que beneficio en el paciente.”
La idea de que los que tienen que luchar contra el mal, se conviertan sin quererlo en agentes potenciadores del propio mal, me ha hecho pensar y extrapolar la actuación de los anticuerpos a la realidad que nos rodea. No sé hasta que punto, las medidas de confinamiento y aislamiento (que no discuto ni cuestiono) nos están haciendo en cierto modo de anticuerpos descontrolados contra el cuerpo de la sociedad. Me gustaría saber si combatir el bicho (lo prioritario) no ha provocado que los anticuerpos desatados provoquen el colapso económico, social, psicológico y emocional del cuerpo que lo padece. Ojala el mundo sea capaz de que sus anticuerpos, como en el caso de los muchos recuperados de la enfermedad, ganen la batalla sin dejar demasiadas secuelas. Lo veremos cuando esto acabe y empecemos la convalecencia. Mientras tanto, los únicos anticuerpos válidos que tenemos a mano, son los de la solidaridad (malditos los que atacan a sus vecinos por ser miembros de los colectivos que se están dejando la piel para que ellos estén atendidos, o coman o no les roben); los de la confianza (malditos los políticos que siguen utilizando esta crisis como arma contra los contrarios, aunque esas armas sean algunas veces ridículas y de vergüenza ajena (véase al conseller Buch) o simplemente desleales (véase la CUP o cualquier militante de VOX); los de la cultura (benditos los que han puesto al alcance de todos los que disponen de medios electrónicos sus libros, sus películas, sus músicas).

Mi pequeña aportación de anticuerpos que espero sean de los buenos, es esta:


Un libro. Nunca le oímos llorar, de Aarón Rodríguez Serrano,
Editado por Shangrila en su colección Materiales, el libro está disponible gratuitamente en la web de la editorial. Nunca le oímos llorar es antes que nada un análisis fílmico de la película Joker, pero en este caso, enriqueciendo el estudio con aportaciones desde otras disciplinas como el psicoanálisis, la antropología y sobre todo, completándolo con las digresiones del pensamiento del autor mientras escribe sobre el personaje. Enunciado así, podría parecer que Nunca le oímos llorar es un libro denso para especialistas. Pero en realidad es todo lo contrario. Se trata de una aproximación al film escrita con una ligereza y sencillez que facilita su lectura. El libro sobre Joker nace de una serie de notas tomadas en el cine en los múltiples visionados de la película que el autor realizó en distintas salas en los meses de octubre y noviembre del 2019. Lo que empezó como un experimento personal y hasta cierto punto lúdico, acabó convirtiéndose en un texto que él mismo reconoce como mucho mas oscuro, incómodo, confesional e incluso político. El libro no tiene una conclusión ética, pero si política. Una lectura muy contemporánea que concluye como la crisis del 2008 nos convirtió a todos en un poco jokers. Publicado de forma gratuita en Internet, el libro permite preguntarse que tipo de personaje surgirá después de la crisis del 2020 que estamos viviendo. Pero hay esperanzas, la propia existencia del libro en las redes es la prueba.
En esta dirección se puede descargar el PDf del libro gratuitamente
En este enlace encontrarán una entrevista con el autor, publicada en la web de La Cartellera de BTV


Una película inesperada: Rumbo al Sol de la Amazonía, de Josecho de Linares. Disponible gratuitamente en https://youtu.be/G7TAAD1zVw8
Antes que nada debo explicar quién es Josecho de Linares. Josecho fue alumno mio el año 2010 cuando él cursaba cuarto de carrera y yo daba clases de crítica. Desde entonces, hemos seguido en contacto. Me ha ido contando todo lo que hacía, sus proyectos, sus ideas. Después de mucho tiempo sin saber nada de él,  en septiembre del 2018 me llegó un email desde Ecuador. Llevaba varios meses viajando por Latinoamérica, y se disponía a emprender un largo viaje por la selva amazónica. Antes de partir me escribía y me contaba que estaba viviendo en Ecuador desde hacía cuatro meses donde estaba trabajando en una escuela de cine. De ese trabajo había salido un documental rodado “a las bravas” con un equipo prestado y con unos pocos, muy pocos colaboradores. Me mandaba el link que ahora, año y medio después y ya en España, quiere compartir con todo el mundo. Rumbo al Sol de la Amazonía es un documento mas que un documental, un Herzog pequeño, me dijo un amigo que vio la película. Cuenta el traslado de una gran barca desde un poblado del interior hasta el río. Josecho se convierte en uno mas de los indígenas que viven ese viaje épico por las condiciones en que se realiza, místico, por sus implicaciones espirituales (alcanzar el agua), aventurero (hay un suspense que tiene premio al final) y con mucho humor. Es un film que ahora, en estos momentos de encierro a veces claustrofóbico, puede ser una ventana al aire libre y la libertad de la naturaleza. Una hazaña, la de arrastrar la barca, impresionante que merece ser descubierta. Rumbo al Sol de la Amazonía, es una película humana en todos los sentidos, en sus dimensiones, en su manera de hacerse y en lo que cuenta. Ya es mucho.


Una distribuidora: a contracorriente films crea una sala virtual
El aislamiento y el cierre de los cines, ha obligado a las distribuidoras a pensar en formas alternativas para dar salida a sus películas. a contracorriente films ha sido una de las primeras en ponerse las pilas y ha puesto en marcha la plataforma
salavirtualdecine.com, un espacio creado para que el público, de forma online, pueda ver los estrenos programados para las salas de cine convencional que de momento no se podrán ver en esas salas. De momento ha estrenado tres películas en esta sala virtual: Vivarium, de Lorcan Finnegan, la inquietante historia de una pareja encerrada en una urbanización absurda que sinceramente no es lo mas adecuado para ver en estos momentos, aunque no deja de tener interés; La alegría de las pequeñas cosas, del italiano Daniel Luchetti, una comedia sencilla y agradable y Los profesores de Saint-Denis, de los directores franceses Grand Corps Malade y Mehdi Idir, un interesante film que cuenta un año de la vida en un instituto de extrarradio de París, una historia que desde la situación en que estamos, casi parece de ciencia ficción. Las películas se pueden ver al precio de de 6,95 €, pero también en plataformas como Movistar + o Rakuten. A esta iniciativa se han sumado diferentes salas y circuitos de exhibición, como los Cines Verdi o los Girona de Barcelona. Además de los estrenos, la sala virtual de a contracorriente ofrece semanalmente visionado gratuito de series y películas de su amplio e interesante catálogo. Un buen anticuerpo sin duda.
Y de momento nada más. La semana que viene espero que haya más anticuerpos para recomendar.


sábado, 11 de abril de 2020

CARMEN





(Carmen y su retrato. La foto es de Rosa Feliu)


En el mes de marzo del 2014, tuve una charla con Carmen Vives. La idea era hacer un libro que se llamaba Cuadros en casa, donde gente que tiene cuadros de Ramon, hablaba de cómo vivía con ellos. El libro nunca se ha llegado a escribir, pero ahora, en estos momentos de tristeza, me alegro mucho de conservar esta entrevista en la que reconozco su propia voz. Este es mi homenaje y mi recuerdo para ella.

“¿Desde cuándo tengo el retrato? No lo sé… espera, creo que lo pone en el cuadro. Es del 2004. La época del año no la recuerdo, pero supongo que debería ser en invierno, porque no soy consciente de haber ido al estudio de Ramón con calor. Claro que en ese estudio ¡nunca hacia calor!
         Hace diez años que lo tengo y siempre ha estado en la entrada de la casa. Yo tenía un cuadro precioso de Ramón, de la época abstracta, colgado en la sala. Pero nunca me imaginé poner el retrato allí, no los veía uno enfrente del otro. Y en cambio, no sé porqué, pensé en la entrada. Hay una luz especial y produce una sensación muy agradable llegar a casa y ver algo que te gusta. Me gustan los cuadros bajos, no me gustan las cosas altas. Así que aproveché los ganchos de una litografía que tenía antes y lo probé. Quedaba perfecto, a la altura que yo quería, con la mesita que estaba debajo. Y ahí se quedó. El cuadro llena el espacio y creo que no sabría estar sin él.
         El cuadro es lo primero que veo cuando me levanto por la mañana y salgo de la habitación. También es lo último que veo al irme a dormir por la noche. Realmente, creo que en otro sitio de la casa no lo viviría tanto. Aquí lo veo cada vez que entro o salgo, o voy de una punta a otra del pasillo. Es un movimiento en cruz: entro o salgo de casa, y lo veo; circulo por el pasillo, y lo veo. Nunca se me ha ocurrido ponerlo en otro lugar. Además, creo que es bonito que haya una imagen de la persona que vive en la casa en la entrada, recibiendo. Recibiéndome a mí y a los que vienen a verme. Cuando alguien entra es lo primero que ve. Aunque quizás la gente lo ve más cuando sale. A lo mejor al entrar no se fijan tanto, pero al despedirse, lo ven y es cuando me comentan “¿eres tú verdad?”. El cuadro no es fotográfico, y sin embargo lo relacionan conmigo enseguida. Por la expresión, por algo. Nadie me ha preguntado nunca “¿Quién es?” O no dicen nada, o me preguntan, afirmando, eres tú.
         El cuadro es muy bonito de día, pero también es muy bonito de noche porque la lamparita que hay al lado da una luz muy tenue. Siempre tengo flores para acompañarlo. Dependiendo de la época, pongo simplemente unas hojas verdes de eucalipto, o ramas de almendros en flor, que le dan una calidez oriental. Me gustan mucho las mimosas, con el amarillo. Los cuadros piden compañía, seguro. Como yo no tengo gatos que le acompañen, tengo objetos y flores. Siempre tengo objetos que me gustan cerca de él. Sería incapaz de poner algo ahí solo porque fuera útil. Por ejemplo, nunca dejo una bolsa de plástico cuando vengo de la compra. No se me ocurre. Hay un recipiente de madera y un atril donde suele haber algún catálogo que yo haya hecho. Es un lugar muy especial. Tiene un punto de altar, aunque suene raro.
         Me reconozco mucho, la verdad es que sí. Ramón me dio la opción de elegir entre dos cuadros. El pintó dos retratos y fue tan generoso que me dejó elegir el que más me gustara. Quizás en el otro me parecía más. Pero en éste,  me atrajo la composición, los colores, el rojo tan potente que tiene en la espalda, la expresión de la cara. Claro que no soy yo a nivel realista o hiperrealista, pero me identifico y me reconozco. Es un cuadro con mucho color y mucha luz.


         El retrato, si te planteas hacerlo de personas que conoces, es muy sugerente porque estableces un trato y un contrato con la persona que se deja retratar. Recuerdo el posado como un momento muy tranquilo. Eran horas, quizás tres o cuatro, que estabas inmóvil, bueno, quieta. Mientras tanto conversábamos. Era muy agradable estar en ese estado de relax y oír el carboncillo, como iba trazado el dibujo. Hacia un ruido especial sobre la tela. Yo creo que hicimos dos o tres sesiones. Una primera de planteamiento, cuando volví la segunda vez, él ya lo tenia bastante avanzado y quizás volví una tercera sesión. Pero no más. Y luego la sorpresa de verlo pintado ¡y que hubiera dos! y además la acuarela preparatoria, que me regaló. Cuando hizo la exposición en la Fundación Vila Casas, colgó los dos cuadros, el que me quedé yo y el otro.


(Carmen feliz con sus dos retratos en la exposición de la Fundación Vila Casas)

         Me acuerdo la primera vez que fui consciente de cuanto me gustaban los retratos. Fue en la galería de los Uffizi en Florencia, debía tener diecisiete años. Aquellos retratos florentinos, de personajes del mundo del comercio y el poder político. Con aquellos tocados, las caras. Fue de verdad un choque. Los retratos son muy emocionantes. Cuando voy a ver exposiciones o en los museos, siempre los busco. Cuentan mucho de la gente. Siempre hay algún atributo en un segundo plano que te dice cosas de esa persona. Su estola, su peinado, su tocado… A veces es un paisaje o una ciudad al fondo muy pequeña.
         En mi retrato no hay ningún elemento que complete la composición. Es el rostro puro con unas manchas de colores. Lo que si es sorprendente es la dimensión de la figura en el cuadro. Es muy fuerte, porque es mucho más grande que la realidad. Esto pasa también con la escultura. La escultura es siempre mucho más grande. Por eso, cuando ves una escultura a tamaño, tienes la sensación de que es pequeña. En el otro retrato, yo estoy más pequeña. Es una visión más frontal y estoy enmarcada con unos recuadros que me dejan como al fondo. No es que yo quisiera ser más grande, pero éste me daba mas presencia que el otro. Ramón hace bien en hacer los retratos más grandes porque el ojo se encarga de ajustarlos.
         Hace diez años que tengo el cuadro, pero hace muchos más que conozco a Ramón. Creo que le conocí a través de América Sánchez. Hace poco encontré una foto de una exposición de Ramón en la Galería Ciento en la que estamos América y yo visitándola. Eso debía ser el 1984. Empecé a tratarlo con más continuidad y nos hicimos amigos un poco más tarde. Desde entonces siempre hemos estado en contacto. A veces pasamos meses sin vernos, pero sabes que está ahí. Cuando vuelves a encontrarte, parece que no ha pasado el tiempo. Conectas enseguida."
(Barcelona, 21 de marzo, 2014)

Seis años después, el 25 de marzo del 2020, Carmen entró en un hospital. Estuvo luchando por su vida durante dos semanas. Pero al final el maldito virus pudo con ella. Murió el 9 de abril. Su recuerdo y su presencia estarán ahí, sin que pase el tiempo. Un beso Carmen.


(una de las imágenes mas felices de Carmen, en el cumpleaños de Ramon el año 2017.
 Sentada al lado de Ramon, su pelo blanco y su elegancia son inconfundibles)







sábado, 4 de abril de 2020

INSIDE-OUT/DEL REVÉS



He pensado mucho en esta película estos días de aislamiento generalizado. He pensado en Inside Out porque creo que en estos momentos estamos completamente Del revés. Nuestras cinco emociones internas deben estar absolutamente trastornadas por lo que nos está pasando. Y he recordado que utilicé la película cuando hice una charla en marzo del 2018 (una eternidad y ¡solo hace dos años!) sobre Cerebro y cine, organizada por la Fundació Pasqual Maragall. Recojo aquí algunas de las cosas que dije, antes de continuar con el post.
“Antes de seguir me van a permitir una pequeña digresión personal: Cuando yo era pequeña, mi madre, que era una gran narradora de historias inventadas, me contaba que dentro de nuestro cuerpo había unos enanitos que se ocupaban de que todo funcionara bien. Había enanitos que recibían la comida, otros se encargaban de que la sangre no se perdiera entre los miles de caminos que tenía que recorrer, los enanitos se cuidaban de que no me doliera nada. Cuando me dolía algo yo le preguntaba por qué y me decía: los enanitos están tristes o enfadados, tenemos que contentarlos, vamos a curarte. No sé que me imaginaba yo entonces, pero la idea de que mi cuerpo estaba habitado por esos enanitos buenos que nunca dejaban de trabajar me gustaba mucho. Cuando vi Del revés, sentí que los cuentos de mi madre se hacían realidad. Ahí estaban los enanitos en forma de cinco emociones de colores: alegría, tristeza, asco, ira y miedo. La película de Pixar concebida por John Lasseter y Peter Docter, es extraordinaria y me sumergió en un largo viaje a la infancia, a uno de esos recuerdos dorados de alegría en que estaba sentada al lado de mi madre con dos o tres años, escuchando sus cuentos de Flor de Pan y Raspa, los nombres que mi madre daba respectivamente a la Alegría y a la Ira. No había nombres para Tristeza ni para Asco, tampoco para el Miedo que mi madre intentaba que no sintiera por nada. Acabo esta digresión personal y cuento la película. La historia es la de Riley, una niña desde su nacimiento hasta que deja de ser niña. Pero no es la historia de esa niña desde fuera, sino desde dentro: el inside del título original. Lo que vemos es como las emociones en forma de personajes personalizados en colores, se mueven por el complicado entramado de la mente de Riley: la dorada Alegría, la azul Tristeza, el morado Miedo, la verde Asco y el rojo Ira. Lo más interesante de la aventura mental de estas cinco emociones, es que no solo deben regir los comportamientos y reacciones de Riley en su vida cotidiana, sino que deben ocuparse de almacenar ordenadamente los recuerdos y conseguir un equilibrio en su estado mental, no dejando que ninguna de ellas domine de forma abusiva las demás. Decidir lo que hay que recordar y lo que se puede olvidar, aprender a compensar la felicidad con la tristeza en un balance indispensable para vivir, controlar la ira, pero no apagarla, moldear el asco para saber apreciar las cosas que pueden ser desagradables en una época, pero que pueden serlo menos en otra y sobre todo, y es lo más importante, entender el miedo sin dejar de sentirlo, pero sin darle un lugar dominante en el cerebro.”
Hoy, 1 de abril en que escribo esta entrada, creo más que nunca que hay que pararse a pensar en las cinco emociones. En estos momentos la que domina mi vida es sin duda la tristeza.Tristeza de no ver a la gente que quiero; tristeza de asistir impotente al derrumbe de una forma de vida, imperfecta seguro, pero que permitía la esperanza de salir adelante; tristeza de la gente enferma y que muere sola. Tristeza de mirar por la ventana y ver la lluvia gris y monótona cayendo en unas calles vacías, tristeza y añoranza del mar. Sí, el azul me domina estos días.
Pero antes he pasado por algunas de las otras emociones. He pasado por el verde Asco. Asco hacia la política en general y los políticos en concreto, que intentan manipular la situación en su favor, con intereses inconfesables en aras de ideas absurdas. Asco de algunos medios de comunicación, (no todos, ni mucho menos) que han convertido la pandemia en espectáculo. Asco de algunos comportamientos incívicos y antisolidarios que hacen aflorar lo peor de cada uno (los que acaparan innecesariamente, los que no respetan la cuarentena, los que inisten en irse de fin de semana como si el encierro solo fuera en jornada laboral, los que creen que son superiores a los demás simplemente por que sí y tantos otros). Asco que me acompaña en un segundo plano con la tristeza.
He pasado (y paso aún) por el rojo de la Ira cada vez que leo o escucho las estupideces y fake news que se están difundiendo por las redes sociales y eso que ¡no tengo twitter! Incluso proyecto esta Ira contra mi misma porque minusvaloré durante demasiado tiempo la importancia de la enfermedad, pensando que no era para tanto. Ira que me lleva a pensar en teorías conspirativas de todo tipo (desde la guerra comercial entre China y Estados Unidos, que sin duda está ganando China) hasta la de que el virus se inventó en un laboratorio (¿a quién beneficia esta situación mundial? La verdad es que no lo sé). Ira roja contra la incomprensión, el abuso, el caos. Ira que se confunde con el Asco y que se diferencia tan solo en que me impulsa a actuar (en una mala dirección, seguro) y que debo contener. Sobre todo cuando veo algún telediario (ni que decir tiene que no veo TV3 desde hace mucho tiempo, pero ahora menos) o cuando leo lo que dicen Trump o Torra, Maduro o Buch, Boris Johnson o Abascal, pasando por algunos holandeses “repugnantes”, Bolsonaro, el presidente de Hungría, Puigdemont o la Consellera de Sanitat de la Generalitat, Pablo Iglesias o García-Page. Ira y Asco juntos, un mal cóctel para sobrellevar estos días
Y llego al morado Miedo, el miedo que se extiende sobre el horizonte como una niebla espesa. Miedo a todo. Al contagio, al aislamiento, curiosamente no a la muerte que es algo natural en el ciclo de la vida, pero si a la soledad de la muerte, a no tener a alguien cerca. Miedo a salir de casa, miedo al vecino, al extraño, al que se cruza por la calle con una mascarilla. Miedo al presente y mas miedo aún al futuro. Miedo a que el después sea mas terrible que el ahora, miedo a un panorama que no acabo de entender. Miedo. Algo terrible, que cuando se apodera de uno, puede con todo lo demás.
Por eso, busco en mi misma la dorada Alegría que es la única que puede contrarrestar todas las otras emociones, puede equilibrarlas. No hacerlas desaparecer, ya lo decía antes que es importante que haya un equilibrio entre todas ellas. Pero sí me gustaría que Alegría se convirtiera en la líder de mis emociones. Alegría de saber que casi todos los que quiero están bien (casi todos, porque tengo gente cercana con el bicho). Alegría de saber que cuento con Ramon y con amigos que, sin vernos, sé que están ahí, alegría de poder celebrar un cumpleaños en la distancia y de forma virtual, pero muy cálida, gracias a la tecnología. Alegría de ver que los mismos que acaparan son capaces de salir al balcón a aplaudir todas las noches en un ejercicio catártico de solidaridad. Alegría de vivir en un país donde los derechos de los ciudadanos todavía existen y se respetan (de momento, aunque están seriamente amenazados) y donde tenemos unos profesionales de la sanidad a los que nunca agradeceremos bastante lo que están haciendo. Alegría de poder ir al super y que haya gente que se ha encargado que no falte nada o a la farmacia donde siempre tienen una sonrisa detrás de la mampara. Alegría de poder seguir escribiendo, leyendo. Alegría dorada que busco y encuentro. Como Pollyanna (película que por cierto se puede ver en el nuevo canal Disney) que intentaba encontrar en todas las situaciones el lado dorado. Alguno hay en todo esto, y seguro que de esta crsisis sanitaria, económica, política, social, cultural, saldrá algo bueno. Estoy segura que el color dorado podrá con todo.
Inside Out se puede ver en el nuevo Canal Disney
(Reviso este texto el sábado 4 por la mañana, con un día de sol y luz que me hace ser un poco mas optimista. Pero lo que me ha hecho gracia al releerlo es la asimilación de los colores a los Partidos Políticos. El PP está teñido del azul de la tristeza;  Vox asume el verde del asco; el PSOE provoca el rojo de la ira; Podemos encarna el morado del miedo. Queda el dorado que me resisto a asimilar al naranja de Ciudadanos. De momento, al menos, no merecen ese color. Nos falta un Partido Dorado.)

EL RINCÓN DE LAS SERIES
(el regalo semanal de una obra de Ramon)

Esta semana quiero recomendar una de las mejores series estrenadas en Netflix. Se titula Giri/Haji que quiere decir algo así como Deber/Deshonor. Es una serie inglesa con protagonistas japoneses, rodada en Japón y en Londres. Definirla rápidamente es fácil: un thriller negro negrísimo en el que un policía japonés, Kenzo, viaja a Londres para encontrar a su hermano Yuto, un yakuza que ha huido de una doble persecución. En esencia, esto es la serie, Pero en realidad es mucho más. El contraste entre los dos mundos, el japonés y el londinense, se extiende a las relaciones de Kenzo con Sarah, una detective escocesa muy poco convencional que investiga una serie de asesinatos de los que se acusa a Yuto. La vida privada de los personajes se va colando en el relato de distintas formas, desde la cotidianidad del policía en su casa con su mujer, su madre y su hija, hasta la extraña relación de la irlandesa con un ex policía; del amor románticamente fou del hermano yakuza, al descubrimiento de su propia sexualidad de Taki, la hija del policía que se fuga de Japón y llega a Londres en busca de su padre. Poco a poco, se va formando una nueva familia con la incorporación de un personaje fundamental, Rodney, un homosexual extrovertido y atormentado, que de alguna manera cohesiona a todos los personajes de la serie. La misma manera de filmar es un sincretismo oriente/occidente, que introduce elementos experimentales, con cambios de formato, de color, de texturas e incluso con alguna secuencia musical completamente fuera de la realidad que al mismo tiempo que distancia, curiosamente permite una mayor empatía con la historia. La serie, hablada en inglés y japonés, tiene un tema central, la redención de ese sentimiento de deber y deshonor en el que se mueven todos los personajes, Giri/Haji es sin duda una de las mas estimulantes series del año pasado y merece ser descubierta en estos dias de aislamiento colectivo.

Una aclaración al post de la semana pasada
El libro de Jaume Figueras y Gemma Nierga SI TIENE traducción al castellano. Se llama El cine que nos abrió los ojos y lo ha publicado la editorial Me gusta leer. Gracias a los que me avisaron de que existía la traducción.