sábado, 11 de abril de 2020

CARMEN





(Carmen y su retrato. La foto es de Rosa Feliu)


En el mes de marzo del 2014, tuve una charla con Carmen Vives. La idea era hacer un libro que se llamaba Cuadros en casa, donde gente que tiene cuadros de Ramon, hablaba de cómo vivía con ellos. El libro nunca se ha llegado a escribir, pero ahora, en estos momentos de tristeza, me alegro mucho de conservar esta entrevista en la que reconozco su propia voz. Este es mi homenaje y mi recuerdo para ella.

“¿Desde cuándo tengo el retrato? No lo sé… espera, creo que lo pone en el cuadro. Es del 2004. La época del año no la recuerdo, pero supongo que debería ser en invierno, porque no soy consciente de haber ido al estudio de Ramón con calor. Claro que en ese estudio ¡nunca hacia calor!
         Hace diez años que lo tengo y siempre ha estado en la entrada de la casa. Yo tenía un cuadro precioso de Ramón, de la época abstracta, colgado en la sala. Pero nunca me imaginé poner el retrato allí, no los veía uno enfrente del otro. Y en cambio, no sé porqué, pensé en la entrada. Hay una luz especial y produce una sensación muy agradable llegar a casa y ver algo que te gusta. Me gustan los cuadros bajos, no me gustan las cosas altas. Así que aproveché los ganchos de una litografía que tenía antes y lo probé. Quedaba perfecto, a la altura que yo quería, con la mesita que estaba debajo. Y ahí se quedó. El cuadro llena el espacio y creo que no sabría estar sin él.
         El cuadro es lo primero que veo cuando me levanto por la mañana y salgo de la habitación. También es lo último que veo al irme a dormir por la noche. Realmente, creo que en otro sitio de la casa no lo viviría tanto. Aquí lo veo cada vez que entro o salgo, o voy de una punta a otra del pasillo. Es un movimiento en cruz: entro o salgo de casa, y lo veo; circulo por el pasillo, y lo veo. Nunca se me ha ocurrido ponerlo en otro lugar. Además, creo que es bonito que haya una imagen de la persona que vive en la casa en la entrada, recibiendo. Recibiéndome a mí y a los que vienen a verme. Cuando alguien entra es lo primero que ve. Aunque quizás la gente lo ve más cuando sale. A lo mejor al entrar no se fijan tanto, pero al despedirse, lo ven y es cuando me comentan “¿eres tú verdad?”. El cuadro no es fotográfico, y sin embargo lo relacionan conmigo enseguida. Por la expresión, por algo. Nadie me ha preguntado nunca “¿Quién es?” O no dicen nada, o me preguntan, afirmando, eres tú.
         El cuadro es muy bonito de día, pero también es muy bonito de noche porque la lamparita que hay al lado da una luz muy tenue. Siempre tengo flores para acompañarlo. Dependiendo de la época, pongo simplemente unas hojas verdes de eucalipto, o ramas de almendros en flor, que le dan una calidez oriental. Me gustan mucho las mimosas, con el amarillo. Los cuadros piden compañía, seguro. Como yo no tengo gatos que le acompañen, tengo objetos y flores. Siempre tengo objetos que me gustan cerca de él. Sería incapaz de poner algo ahí solo porque fuera útil. Por ejemplo, nunca dejo una bolsa de plástico cuando vengo de la compra. No se me ocurre. Hay un recipiente de madera y un atril donde suele haber algún catálogo que yo haya hecho. Es un lugar muy especial. Tiene un punto de altar, aunque suene raro.
         Me reconozco mucho, la verdad es que sí. Ramón me dio la opción de elegir entre dos cuadros. El pintó dos retratos y fue tan generoso que me dejó elegir el que más me gustara. Quizás en el otro me parecía más. Pero en éste,  me atrajo la composición, los colores, el rojo tan potente que tiene en la espalda, la expresión de la cara. Claro que no soy yo a nivel realista o hiperrealista, pero me identifico y me reconozco. Es un cuadro con mucho color y mucha luz.


         El retrato, si te planteas hacerlo de personas que conoces, es muy sugerente porque estableces un trato y un contrato con la persona que se deja retratar. Recuerdo el posado como un momento muy tranquilo. Eran horas, quizás tres o cuatro, que estabas inmóvil, bueno, quieta. Mientras tanto conversábamos. Era muy agradable estar en ese estado de relax y oír el carboncillo, como iba trazado el dibujo. Hacia un ruido especial sobre la tela. Yo creo que hicimos dos o tres sesiones. Una primera de planteamiento, cuando volví la segunda vez, él ya lo tenia bastante avanzado y quizás volví una tercera sesión. Pero no más. Y luego la sorpresa de verlo pintado ¡y que hubiera dos! y además la acuarela preparatoria, que me regaló. Cuando hizo la exposición en la Fundación Vila Casas, colgó los dos cuadros, el que me quedé yo y el otro.


(Carmen feliz con sus dos retratos en la exposición de la Fundación Vila Casas)

         Me acuerdo la primera vez que fui consciente de cuanto me gustaban los retratos. Fue en la galería de los Uffizi en Florencia, debía tener diecisiete años. Aquellos retratos florentinos, de personajes del mundo del comercio y el poder político. Con aquellos tocados, las caras. Fue de verdad un choque. Los retratos son muy emocionantes. Cuando voy a ver exposiciones o en los museos, siempre los busco. Cuentan mucho de la gente. Siempre hay algún atributo en un segundo plano que te dice cosas de esa persona. Su estola, su peinado, su tocado… A veces es un paisaje o una ciudad al fondo muy pequeña.
         En mi retrato no hay ningún elemento que complete la composición. Es el rostro puro con unas manchas de colores. Lo que si es sorprendente es la dimensión de la figura en el cuadro. Es muy fuerte, porque es mucho más grande que la realidad. Esto pasa también con la escultura. La escultura es siempre mucho más grande. Por eso, cuando ves una escultura a tamaño, tienes la sensación de que es pequeña. En el otro retrato, yo estoy más pequeña. Es una visión más frontal y estoy enmarcada con unos recuadros que me dejan como al fondo. No es que yo quisiera ser más grande, pero éste me daba mas presencia que el otro. Ramón hace bien en hacer los retratos más grandes porque el ojo se encarga de ajustarlos.
         Hace diez años que tengo el cuadro, pero hace muchos más que conozco a Ramón. Creo que le conocí a través de América Sánchez. Hace poco encontré una foto de una exposición de Ramón en la Galería Ciento en la que estamos América y yo visitándola. Eso debía ser el 1984. Empecé a tratarlo con más continuidad y nos hicimos amigos un poco más tarde. Desde entonces siempre hemos estado en contacto. A veces pasamos meses sin vernos, pero sabes que está ahí. Cuando vuelves a encontrarte, parece que no ha pasado el tiempo. Conectas enseguida."
(Barcelona, 21 de marzo, 2014)

Seis años después, el 25 de marzo del 2020, Carmen entró en un hospital. Estuvo luchando por su vida durante dos semanas. Pero al final el maldito virus pudo con ella. Murió el 9 de abril. Su recuerdo y su presencia estarán ahí, sin que pase el tiempo. Un beso Carmen.


(una de las imágenes mas felices de Carmen, en el cumpleaños de Ramon el año 2017.
 Sentada al lado de Ramon, su pelo blanco y su elegancia son inconfundibles)







1 comentario:

  1. Querida Nuria, que precioso artículo y qué hermoso homenaje a vuestra amiga. Días de tristeza y también de amistad. Un abrazo.

    ResponderEliminar