sábado, 25 de diciembre de 2021

MUSICALES

 

 

(el mejor número de la nueva versión de West Side Story)

West Side Story de Steven Spielberg

Entiendo y comparto la fascinación de Spielberg por West Side Story. Para los adolescentes que en 1961 tenían entre 10 y 20 años, el musical de Jerome Robbins, Leonard Bernstein y Stephen Sondheim que Robert Wise convirtió en película mítica, fue un acontecimiento. No sé dónde la vio Spielberg, pero para mí, entrar en el recién inaugurado Cine Aribau para ver una película de mayores, fue algo extraordinario. Nunca he sido mitómana ni fetichista, pero las canciones y los bailes de esos chicos en las calles del West Side se me quedaron grabadas para siempre. Por eso no solo no cuestiono su derecho sino que aplaudo que Spielberg haya querido jugar con ese recuerdo para dotarlo de una segunda vida que fascine a las nuevas generaciones de adolescentes, al mismo tiempo que atraiga a las viejas generaciones que la recuerdan como algo importante en sus vidas. Conociendo al director de tantas historias inolvidable, estaba claro que no iba a hacer un simple remake, ni del musical original de 1957, ni de la película de 1961. Spielberg iba a hacer su West Side Story jugando con la ventaja del tiempo transcurrido. Cuando Wise filmó su versión del éxito de Broadway, los barrios del West End aun existían; filmarlos ahora, sabiendo que desaparecieron por completo para dar paso a nuevos espacios como el Lincoln Center, le da a Spielberg un margen para hablar de fin de una época, o mejor aún, la muerte de una forma de vida. La gran aportación latina en la cultura de Estados Unidos es otro de los elementos que Spielberg utiliza a su favor. Wise recurrió a actores americanos (menos Rita Moreno) para representar a los puertorriqueños de los Sharks, con un Bernardo interpretado por el actor de origen griego George Chakiris. Steven Spielberg, en cambio, cuenta con un espléndido grupo de actores latinos que dan credibilidad a la historia hablando en una mezcla constante de inglés y español que el director ha mantenido sin subtitular en el estreno norteamericano y que puede ser una de las razones de porque allí no ha funcionado lo bien que debería: la América de Trump no habla español, pero él apuesta por el bilingüismo en la sociedad. Darle a una Rita Moreno de casi 90 años un papel importante, no un simple cameo, es otra de las apuestas ganadoras de Spielberg. La inolvidable Anita del 61, es aquí Valentina, viuda de Doc, el dueño de la tienda donde trabaja Toni y auténtica voz de la conciencia del barrio en el que los Sharks y los Jets se enfrentan continuamente. Regalarle a Rita Moreno la preciosa canción Somewhere es uno de los mejores momentos de la nueva versión. Hay otros cambios musicales que Spielberg se ha permitido introducir, unos sin duda para mejorar el original. Sacar América a las calles de la ciudad en una coreografía espléndida, es uno de ellos; mover la dura Cool de casi el final donde la cantaba Ice y la bailaban los Jets, a un momento crucial de la trama cantada por Rif, también funciona muy bien, Hay otros que no encajan como debían en el crescendo de la tragedia, pero esos ya los descubrirán cuando vean la película. Un aplauso para el casting del nuevo West Side. David Álvarez como Bernardo y Mike Faist como Rif están impecables, pero para mí la auténtica revelación del film no es la jovencísima Rachel Zegler como María, ni el alto y guapo Ansel Elgort como Toni, el gran descubrimiento de este nuevo West Side Story es Ariane DeBose como Anita. Verla bailar con el vestido amarillo en las calles del West Side o brillar en el espectacular baile del gimnasio, es una maravilla. Mucho más política que la del 1961, también un tanto más sórdida en su recreación de un mundo que muere, toda la película es un regalo que Spielberg ha hecho al niño de 10 años que descubrió los musicales con este Romeo y Julieta neoyorquino. Y yo se lo agradezco a pesar de tener una o dos pegas que ponerle. Pero ¿qué obra maestra no tiene una o dos pegas?

Una recomendación: por favor véanla en Versión Original. Todo el juego de pasar del inglés al español se pierde y desvirtúa en la versión doblada.

 

(los dos Larson, el real y su versión cinematográfica)

tick tick… Boom¡, de Lin Manuel Miranda, Netflix

“Jonathan Larson decía que lo contrario de la guerra no es la paz, sino la creación. ¿Qué hacemos cada día para crear paz en el mundo? Eso debería comenzar por un diálogo. Hay muchas cosas que nos separan y dividen, y con las redes sociales esas divisiones son muy públicas, nos fuerzan a tomar posición antes de saber si estamos defendiendo u ofendiendo. El diálogo es la respuesta. Nos dividen una miríada de cosas y lo importante es que seamos capaces de hablar de lo que nos hace diferentes. Y de lo que nos hace similares.” Son palabras de Rachel Zegler, María en el nuevo West Side Story, que me permiten enlazar directamente con tick, tick... Boom! de Lin Manuel Miranda, estrenado en Netflix hace poco más de un mes. Basado en el musical autobiográfico de Jonathan Larson, protagonizado por un estupendo Andrew Garfield, el film sigue la historia de un aspirante a compositor de musicales, camarero en Nueva York, presionado por llegar a los 30 años sin haber triunfado. Larsson tenía un año cuando se estrenó West Side Story y casi 30 cuando se estrenó tick tick… Boom¡ en el off Broadway. Entre ambas obras hay un nexo de comunicación en la figura de Stephen Sondheim, autor de las letras de West Side Story y personaje inspirador de Larsson al que apoyó desde el principio. El propio Sondheim es un personaje en esta versión de Miranda que sigue muy fielmente la obra original. tick tick… Boom¡ es un musical distinto. Planteado como una confesión autobiográfica en un escenario, el film nos coloca en un Nueva York muy distinto del de Wise/Spielberg. El Nueva York de los 90, con el auge de los yuppies cabalgando el dinero fácil y el SIDA desbocado diezmando a una juventud que no estaba preparada para su envite. Musicalmente es preciosa, aunque tengo que reconocer que no tararearé sus canciones como si hago con las de West Side Story. Hay dos momentos muy interesantes en este film: uno, ver cómo nace una obra en un taller de lectura al que asisten productores que, como los emperadores romanos y los gladiadores, al final levantan o bajan el pulgar determinando el futuro de la obra. Es ahí donde Sondheim jugó un papel destacado en la vida de Larsson. El otro es el consejo que le da Ira Weitzman a Larsson después de presentar su musical futurista Suburbia: escribe sobre algo que conozcas, escribe sobre la gente que te rodea. Un consejo que llevó al compositor a hacer primero este tick.. tick.. Boom¡ y luego Rent, dos musicales imprescindibles de los noventa. Un buen consejo que, por cierto, es útil para cualquier escritor: incluso haciendo novelas de ciencia ficción, intenta escribir de lo que conoces. Larsson murió prematuramente a los 36 años truncando una carrera que podía haber sido espléndida. Ahora lo podemos recuperar en este film que hará las delicias de los amantes del musical, pero también puede interesar a todos aquellos que no entienden que de repente la gente se ponga a cantar en medio de una frase.

Dos musicales para la última semana de un año que no ha tenido nada de musical. Si alguien hiciera una obra sobre lo que el mundo está viviendo estos dos últimos años, sería tan deprimente y descorazonadora que creo que habría que desoír el consejo de escribir de lo que conoces: mejor escribir, cantar o soñar con un mundo imaginario donde no haya covid ni políticos.

(Aprovecho para recomendar los programas de radio que está dedicando Alex Gorina a la figura de Stephen Sondheim en L’Audiovisual de Catalunya Radio bajo el título de Un Nadal amb Stephen Sondheim (1930-2021). Son muy buenos. https://www.ccma.cat/catradio/audiovisual/)

 El regalo de esta semana podría ser un ciervo del trineo de Santa Claus, descansando tras su noche de trabajo. Ojala nos haya traído a todos un poco de esperanza en que las cosas mejorarán. ¡Feliz Navidad!

 


 

viernes, 17 de diciembre de 2021

ISRAEL

 


Esta semana comí con uno de mis mejores amigos en un restaurante judío de Barcelona. Seguramente no es el único, pero sí es el único que yo conozco. La comida me gustó mucho, no se parecía a ninguna otra. Es una especie de fusión europea y oriental con unos sabores y sobre todo texturas muy diferentes. Fue un descubrimiento. Yo no lo escogí, fue una elección de mi amigo. Por eso me resultó mucho más curioso que coincidiera en el tiempo con una especie de inmersión en series israelís que llevo haciendo desde hace un par de semanas. He visto seguidas las tres temporadas de Fauda en Netflix y la primera de Los policías en Filmin. Un baño de una realidad –siempre tamizada por la ficción– que me resulta muy desconocida. No porque no haya noticias de esa parte del mundo que comparten y disputan judíos y palestinos, sino porque lo que deja ver la serie tras la trama narrativa, es un contexto muy desconocido.

 


 Fauda, Netflix, tres temporadas 2015-2018

Lo primero que se dice en todas las reseñas de la serie es que Fauda quiere decir Caos en árabe. Yo también lo digo para dejar claro que esta serie adrenalínica se mueve en el terreno del caos. Los protagonistas de las tres temporadas son un grupo de militares judíos que operan de manera encubierta en territorios palestinos. Por eso se habla indistintamente árabe y hebreo. Las dos primeras temporadas están ambientadas en Cisjordania, West Bank para los israelitas, en escenarios reales; la tercera pasa en Gaza y está rodada en una ciudad costera israelí ante la evidente dificultad de hacerlo en la franja de Gaza. Las tres están bien, pero por distintos motivos. En la primera temporada, no sé si la mejor, pero si la más sorprendente por lo que deja traslucir de la vida tanto en Israel como en Ramala o Nablus, conocemos a los protagonistas, Doron, Steve, Noar, Avihar Nurit, la única mujer del equipo, y los comandantes Eli, Gabi y Moreno. Este es el núcleo duro de la unidad que se infiltra en medios palestinos de los territorios ocupados para acabar con un terrorista al que se creía muerto. En la segunda temporada, se incorpora al equipo Sagi y en la tercera Noar ha desaparecido. Protagonizada de forma principal por Lior Raz, que encarna al malhumorado Doron, la serie está basada en sus propias experiencias cuando formaba parte de la Unidad Duvdevan de la fuerza de operaciones especiales del Estado de Israel. El actor y exsoldado, concibió la serie con la colaboración del periodista Avi Issacharoff, especializado en temas palestinos. Quizás sea ese punto de partida en la realidad lo que le da a Fauda, al menos en sus dos primeras temporadas, una verosimilitud que la diferencia de las clásicas series de espionaje o de terrorismo americanas o inglesas. Incluso las situaciones menos posibles parecen creíbles y la falta de maniqueísmo en los personajes, (los judíos no son precisamente simpáticos o inteligentes y los palestinos no son precisamente odiosos o estúpidos) hace que Fauda resulte adictiva y al mismo tiempo instructiva. Confieso que al empezar la segunda temporada, pensé, “malo, esta va a ser más de lo mismo”, pero no. A partir del tercer capítulo la temporada da un giro y se adentra en un terreno nuevo al poner en el centro de la historia la presencia de ISIS en Palestina, una injerencia que ni Hamas ni los israelitas pueden aceptar. La colaboración entre los servicios de inteligencia de Israel y los palestinos es una de las sorpresas narrativas de Fauda. Pero lo que la hace distinta es el tono narrativo de thriller y atreverse a eliminar (matar) personajes principales de la trama de una manera que las series más convencionales nunca harían. La tercera temporada y de momento la última, es quizás la más floja. Pero no porque no sea adictiva como las otras dos o interesante en su retrato. El problema de esta tercera entrega es que es Ficción pura. A ver, las dos anteriores también son ficción, pero basadas en hechos y en acciones que sus creadores conocen muy bien. En cambio, la tercera, ambientada en Gaza, donde las fuerzas especiales no suelen operar, el desconocimiento de primera mano va a la contra de la historia. En esta temporada la trama se centra en la liberación de una pareja de jóvenes israelitas secuestrados por los palestinos. Todo es mucho más elaborado, tiene menos frescura y deja ver algunos trucos de guión. Aunque el final es, como mínimo, impactante. No creo que ningún showrunner americano se atreviera a plantearlo.


Los policías, Filmin, una temporada, 2021

No sé si fue buena o mala idea ver Los policías justo al acabar Fauda. Al principio pensé que me equivocaba, que tenía que haber dejado más tiempo entre una y otra. Pero a partir del tercer capítulo ya no me plantee ninguna comparación. Y me enganchó. Aquí no hay conflicto con los árabes, se trata de un grupo de detectives de una pequeña comisaria en una ciudad costera enfrentados a un mafioso local que controla todo el territorio. Para vencerle y acabar con él, este pequeño equipo de cuatro policías encabezados por Alon, el actor Tsahi Halevi, que en Fauda encarnaba a Naor, no duda en utilizar toda clase de métodos, legales o ilegales, morales o inmorales, aunque eso signifique enfrentarse a los mandos de la policía y correr serios peligros. Lo mejor es la absoluta cotidianidad tanto de estos policías nada heroicos como de unos criminales más bien torpes. La corrupción de los políticos (esa es una lacra universal), el miedo de la gente a las extorsiones de los malos, una cierta incompetencia colectiva, son el caldo de cultivo donde los policías traman un plan para acabar con el poder del desagradable y gordo Maor Ezra. El dilema moral al que tiene que enfrentarse Alon, el policía al mando de esta pequeña unidad, es el corazón de una serie que parece acabar en el sexto episodio, tras el cual el espectador se pregunta por donde irán los dos capítulos que quedan pendientes. Pero ahí los israelitas vuelven a demostrar que su instinto narrativo es muy diferente del americano o europeo y dan un giro de guión inesperado.

Las dos series son esencialmente masculinas, pero en las dos, las mujeres juegan un papel muy importante. No solo Nurit, la única mujer de la unidad de elite de Fauda, también Gali, la mujer de Doron y sobre todo, la doctora Shirin en las dos primeras temporadas. Y en Los policías, la mujer de Alon, Miki, tiene un rol determinante y decisivo. Con unos físicos muy poco habituales, tanto de los protagonistas masculinos como de las mujeres que les acompañan, y unos paisajes exóticos para un espectador europeo, estas dos series resultan muy atractivas. Se ha acusado a ambas de ser sionistas, pero ¿qué iban a ser si no sionistas? También de racistas respecto a los palestinos, en eso no estoy de acuerdo, hay palestinos inteligentes y palestinos fanatizados, como entre los hebreos. En todo caso, recomiendo que se deje de lado cualquier valoración política y se disfruten como lo que son, dos buenos trhillers de espionaje y de policías.

 

EL RINCÓN DEL ESTRENO

Cerca de ti, Uberto Pasolini

Solo unas líneas para destacar un estreno de la semana. Cerca de ti, de Uberto Pasolini es una película pequeña, llena de ternura, en ningún momento sensiblera o cursi, dos peligros del argumento que sortea con inteligencia gracias al actor protagonista, un estupendo James Norton. Con un humor dulce y triste a la vez, la historia de este padre y su hijo de cinco años es un auténtico regalo. Salir con los ojos llorosos no es en absoluto un reproche, al contrario, es reconocerle la capacidad de emocionar con muy poco o con mucho, según se vea. Vale la pena verla.

 

El regalo de esta semana es una casita que bien podría estar en Palestino o  Israel.



 

 

 

 

 

 

 

sábado, 11 de diciembre de 2021

LA VIDA


La vida era ESO. En ese ESO está comprendido todo lo que la vida ha sido y es y no se sabe si será. La vida era eso, es el título de una película española de David Martín de los Santos que se estrena esta semana y que junto con Josefina de Javier Marco y Espíritu sagrado, de Chema García Ibarra, integra el mejor trío de debuts interesantes del cine español en este 2021. Los tres son muy diferentes entre sí, aunque la película de Javier Marco y la de David Martín de los Santos tienen en común ser retratos de gentes sin historia, personajes que simplemente “viven”, mientras que el espíritu de García Ibarra se adentra en territorios más estrambóticos, aunque igualmente reales.

 



La vida era eso, de David Martín de los Santos

La vida era eso cuenta la historia de una mujer, o mejor dicho de una mujer y el recuerdo, la promesa, y el deseo cumplido, de otra. Empieza en un hospital azul y frio de Gante en Bélgica y acaba en un anaranjado y cálido paisaje almeriense. Entre medio, un viaje interior acompañado de un viaje físico, el que hace María, la mujer mayor, cumpliendo el deseo de Verónica, la mujer joven. Ambas se encuentran en un momento crítico de sus vidas, nadie ingresa en un hospital por unas vacaciones. Su primer contacto no puede ser más duro, pero la convivencia en esa habitación de hospital belga las llevará a hacerse confidencias y acabar siendo amigas a pesar de la diferencia de edad. María, es decir la excelente Petra Martínez, tiene más de setenta años y lleva tanto tiempo viviendo en Bélgica que casi no recuerda como era su León natal; Verónica, una contenida Ana Castillo, tiene poco más de veinte y está trabajando allí como temporera. Las dos salieron de su pueblo y de su país por razones económicas, las dos desean volver de alguna manera. La inteligencia y el principal atractivo de la historia de María y de Verónica es el giro que da el film al entrar es su segundo acto. Es ahí donde descubriremos ese ESO que lleva a María a emprender su viaje de recuperación del tiempo pasado y de conquista del tiempo futuro. Ambientada en el año 2011, en plena crisis económica, La vida era eso pasa de oler a mejillones y cloroformo a oler a higuera y a sal. Emocionante sin caer nunca en la sensiblería, con personajes positivos y luminosos, La vida era eso es un canto a la posibilidad de transformar el ESO en cualquier momento y a cualquier edad. Martín de los Santos nos regala un pedacito de vidas y nos permite pensar que la vida es ESO que cada uno quiere, y puede, conseguir que sea. “Cuando te mueves y vas a muchos sitios, el tiempo te pasa rápido y luego, cuando lo recuerdas, te das cuenta de que en realidad pasó más lento. ¿A ti no te pasa?”

 



No mires arriba de Adam McKay

También podrían pensar que la vida era eso los protagonistas de esta comedia apocalíptica del fin del mundo: para ellos la vida era definitivamente eso. Porque, y no hago ningún spoiler, no tendrán jamás un podrá ser. No hay futuro. Cuajada de estrellas, Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, esta película de catástrofes dirigida por Adam McKay, nos enfrenta al auténtico meteorito destructor de la humanidad: la estupidez y la avaricia. Todos en este film son estúpidos, desde la ingenua astrónoma que descubre el cometa al que darán su nombre (Lawrence), hasta la impresentable presentadora de televisión prepotente y sin escrúpulos (Blanchett), pasando por el profesor enredado en su propia telaraña de ignorancia (DiCaprio) y una presidenta trumpiana que le permite a Meryl Streep reírse de ella y de su personaje mientras piensa como enriquecerse un poco más. La verdad, acabas pensando que para que el mundo esté en manos de estos tipos, mejor que se acabe de una vez. No mires arriba no quiere ser una película política, pero lo es. Aunque nos reímos con ella y de ellos, no puedes dejar de pensar que el meteorito Covid19 ha hecho reaccionar a los mandamases del mundo de manera muy parecida a la de esta presidenta prepotente y analfabeta, que los medios de comunicación se han comportado de forma tan irresponsable y banal como los presentadores de ese programa tan reconocible en cualquier televisión, los supuestos especialistas que deberían vigilar el cielo, o los virus, no han sido muchas veces mejores que el pobre profesor Mindy y que detrás de todo hay alguien acumulando riqueza como el famoso y un poco olvidado Tío Gilito, el rico tío del Pato Donald, al que el odioso Peter Isherwell se parece mucho. No mires arriba lleva implícita una orden NO MIRES, ni arriba ni a ningún otro sitio, no sea que veas lo que está pasando y empieces a darte cuenta de que la vida ya no es eso que creías. Sin ser la mejor película de Adam McKay, este film que se estrena en cines y se podrá ver desde el 24 de diciembre en Netflix, es una comedia negra que provoca risas congeladas.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES


Succession, HBO

El hecho que Adam McKay sea el productor, en colaboración con Will Ferrell, de la serie de HBO Succession, me ha llevado a pensar en hablar de ella. Creada por Jesse Armstrong en el 2018, Succession tiene ya tres temporadas, la última aun  no se ha emitido completa y por eso no la he visto. No me gusta ver las series semana a semana, prefiero esperar y verlas seguidas. Por tanto, no sé si la historia sigue bien o se estropea. En todo caso, sí puedo hablar de las temporadas una y dos. El resumen argumental dice. “Serie que sigue a la disfuncional familia de Logan Roy y sus cuatro hijos, que controlan una de las empresas de medios de comunicación y entretenimiento más importantes del mundo. Los problemas llegan cuando se plantea quién será el sucesor del patriarca.” La figura de Logan Roy, el padre, el amo, el jefe de todo eso, interpretado por un Brian Cox que se crece de capítulo a capítulo a medida que sus cuatro hijos decrecen en la misma proporción, es muy reconocible. Me vienen a la cabeza algunos poderosos patriarcas de los medios de comunicación locales cuyas vidas darían para series tan inmorales y maquiavélicas como ésta. Pero estamos en Estados Unidos, en el seno de la familia de alacranes humanos que son los Roy. Comedia negra, hilarante tanto como irritante, feroz y adictiva, una vez que empiezas, con esa secuencia magistral del viejo Logan, donde queda clara no solo su demencia, sino su poder, no puedes dejar de verla, quieres saber más de lo que les pasa al mediocre Kendall, almiserable Roman, a la manipuladora Siobhan y al medio atrasado Connor, sin olvidarnos de dos personajes nada secundarios, el oportunista Greg y el desgraciado Tom, Ah y la fuerza en la sombra que es la maquiavélica Marcia. Succession es una serie política en el mejor sentido del término, ya que deja muy claro quién controla el auténtico poder: el dinero y los medios de comunicación. Es una lección de capitalismo salvaje que sirve de perfecto complemento al No mires arriba, una frase que los hermanos Logan aprenderán a aplicar en sus propias vidas.


El regalo de esta semana es un bonito jarrón resquebrajado, como las vidas que eran ESO.

 



 

 

sábado, 4 de diciembre de 2021

PUENTE

 

Comienza una semana llena de acueductos festivos que se pueden aprovechar para muchas cosas: desconectar de los telediarios de todo tipo; pasear por la ciudad o el campo; comer tranquilamente; ver amigos de uno en uno; ir al cine,–la oferta de la cartelera sigue siendo apetitosa y hay muchas pelis que valen la pena–; o quedarse en casa viendo series, –hay tantas que no habrá días para verlas todas–. Esta semana de puentes prenavideños tengo dos recomendaciones de estrenos y dos recomendaciones de series. Allá van.

 


(el famoso gol de Maradona)

Fue la mano de Dios, de Paolo Sorrentino

Ésta es una película personal, un film autobiográfico donde el director recuerda y en cierto modo asume, el dolor de un trauma que cambió su vida. La mano de Dios es la de Maradona en un gol inolvidable por fraudulento, pero también es la mano de Dios la que, gracias a Maradona, salvó la vida del adolescente Fabietto, alter ego de Sorrentino, de una muerte segura. Fue la mano de Dios no es la mejor película del director de La gran belleza, pero es la más sentida, la más emocionante. La cercanía del tema y la implicación personal en lo que cuenta pesan demasiado en el último tercio del film donde se nota que le cuesta encontrar un final apropiado para dejar a Fabietto encarrilado en su vida. Quizás porque en realidad su historia no tiene final, sino un continuará que sigue y seguirá. Momentos espléndidos típicamente sorrentinianos, la primera secuencia como es habitual en él, es toda una declaración de intenciones, homenajes a Fellini, esa familia de tías de todas las gorduras, y a Antonio Capuano un director mucho menos conocido pero fundamental en su vida,hacen de  Fue la mano de Dios un poema de amor a su familia y a Nápoles. Sorrentino ha encontrado una manera de devolverle al cine todo lo que el cine ha hecho por él. (Fue la mano de Dios se podrá ver en Netflix a partir del 15 de diciembre)




(no he podido dejar de recordar los entrañables Pepe Gotera y Otilio, que Francisco Ibáñez creó en 1966)

Seis días corrientes, de Neus Ballús

El viernes 3 de diciembre Astrid Meseguer publicó una entrevista con Paolo Sorrentino en La Vanguardia. Una frase del director italiano en esa entrevista me sirve para enlazar con el otro estreno destacado de la semana: “Cuando a veces me encuentro con un dentista me dice que por qué no cuento la historia de un dentista y si hablo con un fontanero me dice que por qué no cuento la de un fontanero. No puedo contarles la verdad porque en realidad no hay nada que contar de la historia de un dentista o un fontanero. Al menos no se puede contar cómo ellos se ven a sí mismos.” Neus Ballús con Seis días corrientes desmiente por completo esta frase de Sorrentino: la vida de un fontanero, o de tres mejor dicho, es tan interesante y “contable” como la de un director de cine. Lo importante es cómo se cuenta. Seis días corrientes es una de las grandes olvidadas de las nominaciones de los premios Goya –no es la única, porque este año en que el cine español es francamente bueno hay muchos olvidos en estos Goya, se puede decir más que nunca que son todas las que están pero no ESTÁN todas las que SON–. Seis días corrientes es un experimento de ficción documental que sigue durante una semana a tres trabajadores, fontaneros o lampistas como se llaman en Catalunya en su trabajo cotidiano. Libre y sencilla, feliz y crítica, Ballús sabe que hacer cine social no significa necesariamente hablar de desgracias y que hacer  un retrato de la sociedad de ahora mismo no implica categorizar de buenos o malos a la gente según su posición social. La solidaridad, pero también el racismo, la responsabilidad, pero también el pasar de todo, la vida que no se ve pero está ahí, la complejidad de las relaciones, la mezcla de idiomas, en definitiva el vivir de cada día corriente hace de estos humanísimos personajes, seres muy cercanos y creíbles. El gran acierto de Neus Ballús es utilizar tres fontaneros reales Valero, el jefe, Moha, el aprendiz, Pep el viejo a punto de jubilarse y construir con ellos y a partir de ellos una ficción llena de humor, ternura y vida. Pequeño, divertido, muy complejo en su realización, Seis días corrientes es una película que demuestra que Sorrentino no tiene razón.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES

Esta semana en la que el tema de las lenguas y los idiomas ha acaparado tantos titulares, vale la pena fijarse en dos series que sin ser obras maestras demuestran que las plataformas son útiles para conocer distintos paisajes, distintas historias, distintos idiomas y distintas culturas. Una es alemana, otra es polaca, las dos se pueden ver en Filmin.

 


La alemana: Nuestros maravillosos años, 6 episodios

Uno de los grandes éxitos de la televisión alemana, esta miniserie que adapta una novela de Peter Prange, cuenta la vida de Altena, un pequeño pueblo industrial en la Alemania ocupada por los británicos, donde la fábrica de la familia Wolf es una de las principales fuentes de trabajo. Ambientada en la posguerra, la historia comienza el histórico 20 de junio de 1948 cuando se introdujo el nuevo marco como moneda legal, considerado el momento en que comienza una recuperación económica que se conoce como “el milagro alemán”. A lo largo de ocho años, la serie sigue la vida de las tres hijas de la familia Wolf, Ulla, Gundel y Margot. Sus deseos, sus ambiciones, sus fracasos, sus amores, se desarrollan con el paisaje de fondo de una Alemania muy desconocida. Luminosa y llena de vida, en realidad no deja de ser un culebrón con fondo económico. Pero las buenas interpretaciones de todos los actores, capaces de mostrar cambios sutiles en muy poco tiempo, una excelente ambientación y un cuidado en no poner el acento en heridas abiertas, pero no por eso dejar de mostrar la realidad de un duro pasado, un presente complicado según en que Alemania te ha tocado vivir y un futuro donde el horizonte no es un final sino un principio, hacen de esta serie una muy buena opción para entender un poco más de la historia. 


La polaca Klangor, 8 episodios

Un thriller clásico. Una adolescente desaparece una noche. Su padre la busca mientras la policía intenta averiguar qué ha pasado con ella. Hasta aquí nada nuevo ni distinto. Lo diferente surge del paisaje, un pequeño pueblo en la frontera polaca con Alemania; los personajes, un psicólogo de la cárcel convertido en  implacable padre coraje, una familia destrozada y un país que no solo muestra sus carencias afectivas, también deja ver profundas heridas morales. Klangor da muchos giros en la historia, cuando parece llegar a un callejón sin salida o a una posible explicación, todo cambia y abre otra línea de narración. Sin ser una gran serie, Klangor tiene la gracia de provocar el deseo de seguir, para averiguar qué pasó realmente esa noche. El padre, protagonista principal, no es un personaje con el que puedas empatizar abiertamente, pero no dejas de ponerte de su parte aunque meta la pata y cometa errores tremendos. Es un thriller, pero no un thriller como tantos otros.  Saber que los productores son los responsables de Cold War es una garantía de que no estamos ante un producto en absoluto banal.

 El regalo de esta semana estaba cantado: la mano de Dios.