sábado, 29 de enero de 2022

PARALELISMOS

 


Belfast, Kenneth Branagh

Esta semana se ha estrenado una película magnifica. Al menos para mí. Se trata de Belfast, el homenaje que Kanneth Branagh hace a su infancia pasada en un barrio obrero de la capital de Irlanda del Norte. Tras unas impresionantes vistas aéreas de la Belfast actual, el film se adentra en blanco y negro en la calle donde el 15 de agosto de 1969 tuvo lugar una violenta agresión a los católicos por parte de milicias protestantes. En esa calle vive Buddy, un niño de familia protestante, con su hermano su madre y un padre que trabaja en Inglaterra y viene algunos fines de semana. Para Buddy, esa calle, sus amigos del colegio, la niña que le gusta y sobre todo sus maravillosos abuelos, son todo el mundo. Pero ese paraíso se ve de pronto trastocado. ¿Por qué nuestros vecinos católicos son ahora enemigo a los que hay que expulsar de nuestro barrio? Buddy no lo entiende. Su madre y su hermano sí, pero no lo aceptan y su padre se posiciona decididamente en contra de esa actitud sectaria, excluyente y supremacista de las milicias protestantes. Esto ha sido para mí lo más sorprendente de toda la película. En la larga, larguísima filmografía que existe sobre el conflicto de Irlanda, nunca había visto que se hablara de un enfrentamiento tan violento y coercitivo, que acaba obligando a Buddy y su familia a abandonar Belfast, entre protestantes “buenos patriotas” y protestantes “malos patriotas”, es decir entre los protestantes que quieren echar del país a los irlandeses católicos y los protestantes que quieren convivir con ellos como han hecho siempre. El paralelismo con lo que pasa en muchos pueblos y pequeñas ciudades de Catalunya ahora mismo me pareció tan evidente que casi me hizo daño. Pero Belfast no es una gran película solo por esta lectura política. Belfast es muy buena por muchas otras razones. La narración nunca pierde de vista el punto de vista del niño, el pequeño Jude Hill, todo un descubrimiento. Los actores que interpretan a sus padres y abuelos son sencillamente espléndidos, de la deslumbrante Caitriona Balfe, protagonista de Outlander, a la impresionante Judi Dench con un rostro que llena la pantalla de emoción; del clásico Jamie Dornan al imponente Ciarán Hinds. El blanco y negro evoca el Free Cinema y la inteligente y muy bien pensada utilización del color y la música funcionan perfectamente. Belfast no deja de ser la historia de iniciación y de crecimiento en un contexto muy complicado de un hombre de cine. Por eso las películas que aparecen tienen un significado especial: el humanismo de El hombre que mató a Liberty Valance o Solo ante el peligro, el divertimento de los dinosaurios y Rachel Welch en Hace un millón de años, no están puesto porque sí. Con Belfast, Branagh ha realizado su mejor película en mucho, mucho tiempo.

 


 Munich en vísperas de una guerra, Christian Schwochow Netflix

Los paralelismos aquí se imponen desde el primer momento. Con una puesta en escena clásica y sobria y con actores que funcionan muy bien, la importancia de la película se me hizo evidente mientras la veía y me dejó realmente muy preocupada. A ver si me explico. El resumen argumental de Munich en vísperas de una guerra dice. “Otoño de 1938. Europa se encuentra al borde de la guerra. Mientras Hilter se prepara para invadir Checoslovaquia, el primer ministro británico Neville Chamberlain busca desesperadamente una solución pacífica reuniéndose con Hitler en Munich en  una conferencia de emergencia destinada a conseguir parar la invasión a los Sudetes y firmar un compromiso de paz con Hitler.” La historia está contada desde el punto de vista de dos amigos, un diplomático inglés y otro alemán, que intentan hacer llegar a Chamberlain un documento donde se demuestra claramente las intenciones de Hitler para Europa, intenciones muy alejadas de cualquier tratado de paz que pueda firmar el Fürher. Lo que sucedió un año después todos lo sabemos. La reunión no sirvió para detener a Hitler en su ansia expansionista pero si para que los aliados ganaran algo de tiempo y pudieran prepararse mejor para la guerra. Los paralelismos con la situación que está viviendo el mundo en estos días, son tan evidentes que da miedo. Si cambiamos Hitler por Putin, Chamberlain por Biden, Munich por Ginebra, los sudetes checos por el Donbás ucraniano, tenemos un paisaje muy parecido al que estamos viendo esta semana. Incluso todos los discursos estériles a favor de la paz por parte de distintas fuerzas pacifistas, se parecen en sus argumentos a los que hay ahora. No me gusta nada la idea de una guerra, creo que sería una catástrofe para todos incluso aunque fuera una guerra híbrida. Tampoco creo que la situación internacional ahora mismo sea la de los años 30, China juega un papel que aun no se ha acabado de definir. Pero el peligro está ahí, muy presente y aquí estamos, en vísperas de no se sabe bien el qué. Mientras tanto vale la pena ver Munich en vísperas de una guerra, un estupendo film de Christian Schwochow con Jeremy Irons y dos espléndidos actores, uno inglés, George MacKay y otro alemán, Jannis Niewöhner.

Dos frases como complemento: En un momento del film, Paul, el diplomático alemán le dice a Chamberlain: “No puede creer en la palabra de alguien que detesta y odia todo lo que usted representa”. Ese es otro paralelismo, Putin no está enfrentado a Europa solo políticamente,  Putin combate a Europa por sus libertades y por sus hábitos democráticos, por muy imperfectos que éstos sean. 

Otra frase, ésta atribuida a Franklin D. Roosevelt en Atlantic Crossing, una interesante serie que se puede ver en Movistar ambientada en Washington  entre 1940 y 1945. En un momento del año 1940, el presidente, consciente de que no podrá mantener la neutralidad de Estados Unidos, reflexiona: “Como tanta gente de mi edad, había hecho planes para mi, planes para una vida privada escogida por mí. Estos planes, como tantos otros, tenían que pasar en un mundo que ahora queda tan lejos como otro planeta.” Entre el bicho y Putin, todos podemos pensar algo parecido. 

 El regalo de esta semana es un deseo de que la situación no se complique



sábado, 22 de enero de 2022

FAMILIAS

 

No cabe duda que las familias son una base de la sociedad. Las familias de toda la vida o las que se construyen con amigos. La familia es algo que te condiciona para bien y para mal. Esta semana se han estrenado dos películas on line que hablan de familias. Una buena y una mala, familias, se entiende, las películas a mí me gustan las dos por distintas razones.

 


(la Lizzie verdadera)

La familia mala: Lizzie de Craig William Macneill. Filmin

Del encuentro entre Ruth Rendell y Claude Chabrol, nació La ceremonia; del encuentro entre el pintor danés Vilhelm Hammershøi y Carl Th. Dreyer surgió la iconografía dreyerana. Del cruce entre Chabrol y Hammershøi nace esta Lizzie siniestra, terrible, hermosa y deslumbrante en su melancolía. Lizzie es Lizzie Borden, la conocida como “la asesina del hacha”, una mujer acusada del asesinato de su padre y su madrasta, absuelta por la justicia pero condenada por la sociedad que la convirtió en un icono del folklore norteamericano. Hay canciones sobre ella, hay cuentos, libros, alguna película y muchas leyendas. Volver a Lizzie era algo cantado. Pero los tiempos cambian y si en el imaginario colectivo esta mujer de 32 años mató a su padre por un problema mental y un desequilibrio, ahora el director, Craig William Macneill con la ayuda y colaboración imprescindible de Chloë Sevigny y Kristen Stewart, plantea un nuevo enfoque. La nueva Lizzie es una mujer atrapada por las convenciones victorianas en una pequeña ciudad, con un padre autoritario y una madrastra malvada. Lizzie en el rostro y sobre todo el cuerpo de Chloë Sevigny, se convierte en una víctima con derecho a venganza. La fuerza para ejecutar esa venganza la obtiene Lizzie de la joven criada irlandesa que llega a trabajar a la casa a principios del año 1892, interpretada como un pajarito herido por Kristen Stewart. Entre la hija acorralada y la criada Bridget o Maggie como decide llamarla la madrastra para igualarla con el resto de criadas que han pasado por la casa en un intento de invisibilizarla, se establece primero una corriente de simpatía, luego una amistad y finalmente una relación lésbica que ninguna de ellas acaban de entender. Las dos, pero no juntas, planean los asesinatos. Y así llegamos al 4 de agosto de 1892 momento en que Lizzie da la voz de alarma: han matado a su padre y a su madrastra. Ahí empieza la película. Chabrol flota en el ambiente casi como un fantasma protector y Hammershøi brilla en la fotografía de momentos sublimes en un film que no es en absoluto complaciente.

 


(The Dickens, el tender bar)

La buena. The Tender Bar, El bar de las grandes esperanzas. Amazon

Esta familia que George Clooney pone en imágenes, es buena sin duda, o al menos parte de ella. George Clooney en su faceta de director ha demostrado ser un digno heredero de la corriente más humanista del cine americano. Salvando distancias y sin pensar en los argumentos, su cine está en la estela de Frank Capra o de John Ford. En este tierno bar, Clooney adapta el libro de memorias de J.R. Moehringer en el que el escritor recuerda su vida en casa de su abuelo, su intensa e imprescindible amistad con su tío Charlie, su conflictiva relación con un padre ausente y con una madre a la que siempre intenta comprender y ayudar. Tender Bar no es una gran película, quizás no es  la mejor de Clooney como director, pero tiene algo especial que la hace particularmente agradable y casi necesaria de ver en estos tiempos de desencuentros, aislamientos, miedos e incertidumbres. Es un canto a algo sólido a lo que el protagonista se puede agarrar como ancla para construir su vida. La historia se divide en dos pates muy claras, la de J.R. niño y la de J.R. joven estudiante y promesa de escritor. Las dos son suaves relatos sin estridencias, sin violencia, sin dramas. La vida no está hecha de dramas, está hecha de momentos felices, momentos menos felices y momentos tristes. Pero eso es la vida y Clooney, con un ritmo tranquilo, la deja discurrir y nos invita a compartirla con él y con J.R. La historia está ambientada en los años setenta y ochenta en Manhasset, una pequeña localidad de la costa de Long Island, con centro vital en el Bar Dickens donde reina el tío Charlie y los clientes habituales son el modelo que encuentra J.R. en su vocación de escritor, El título castellano, El bar de las grandes esperanzas, es un juego de palabras dickensiano que funciona muy bien. Pero si este bar es lo que es en la vida de J.R. es gracias a su tío y su tío es como es gracias a un Ben Affleck espléndido que llena de humanidad y humor al personaje. Su actuación ha sido reconocida por todos los críticos americanos como una de las mejores de su carrera. Yo me sumo a esa valoración y aprovecho para reivindicar a Ben Affleck como actor y director con una trayectoria impecable desde que se dio a conocer como guionista en El indomable Will Hunting de Gus Van Sant en 1997. Ty Sheridan actor de moda después de su aparición en El contador de cartas, encarna a J.R. adolescente y adulto, pero queda relativamente apagado por el descubrimiento de Daniel Ranieri. Viendo a Daniel en el film me volví a preguntar cómo consiguen los americanos (y los ingleses) que los niños que salen en las películas sean tan buenos. En el cine español esa es una asignatura pendiente que algún agente o coach de actores debería plantearse afrontar para conseguir niños creíbles. Ranieri lo es.

 

EL RINCÓN DEL LIBRO



Infierno, Purgatorio Paraíso, Jordi Ibáñez Fanés

Esta semana he terminado uno de los mejores libros que he leído en mucho tiempo. Se llama Infierno, Purgatorio, Paraíso y su autor es Jordi Ibáñez Fanés. Por un momento he pensado que no ligaba hablar de este libro en una entrada de familias, pero luego he pensado que sí, que liga. Por un lado porque Jordi Ibáñez forma parte de nuestra familia, no la natural, la otra, la que se construye con los amigos. Pero, además, el libro habla de una extraña familia, aunque en realidad, esta novela inclasificable es una historia de amor bajo la apariencia de ser un libro político. Una definición rápida y reduccionista de la novela seria decir que es La Novela Del Procés (el catalán se entiende), con figuras fundamentales y reconocibles como Capgràs, alter ego nada disimulado del viejo Pujol, auténtico demiurgo de la bajada a los infiernos que ha llevado a Catalunya a la  práctica desaparición. Pero si solo fuera esto, quizás no estaría hablando de la novela. En realidad su vertiente política es lo que menos me interesa, no solo porque estoy cansada y harta de esta realidad mediocre que nos rodea, sobre todo porque creo que si solo fuera eso, el libro tendría una duración muy corta. Y estoy convencida que esta novela quedará como una de las mejores que se han publicado en castellano y en catalán (las dos versiones escritas por Jordi) al margen de que el contexto y los personajes pasen al basurero de la historia sin dejar huella. El libro se divide en tres partes. La primera, El Infierno que tiene como título El futuro anterior, es un viaje de pesadilla entre Murakami y Kafka a un país del futuro que ha caído en la inoperancia y la indigencia moral y económica. Con cambios de narrador, con roturas de ritmo, con alucinaciones y ensueños, nos sumergimos en esta Catatonia de la mano de Jordi, el conductor (y solo a veces el narrador) en su vuelta a Bellesguard, el refugio perdido, su particular Camelot. La segunda parte, El Purgatorio, se llama Un cuento navideño y está contada de forma muy distinta. Aquí lo que domina es la novela negra con un subinspector de policía que investiga el suicidio del periodista Alfons Quintà en diciembre del 2016 después de asesinar a su mujer. Estamos en una Barcelona reconocible y oscura, sumergida ya en la turbulencia que la llevaría a los desmanes del 2017 con todas sus consecuencias. La riqueza literaria del primer tramo, en este se transforma en un lenguaje más cotidiano, hasta que se produce uno de los momentos claves de la historia: el encuentro entre el policía y el propio Capgràs, encuentro que constituye el centro vital de la novela, su corazón por así decirlo. La tercera parte El Paraíso, es decir Viaje a Citera, sucede toda en un solo día, el 25 de julio del 2014 cuando Jordi Pujol publicó su famosa carta de confesión donde reconocía haber defraudado a Hacienda y hablaba sobre el dinero que tenía en Andorra. Ese día, todos los personajes viven una experiencia nueva que los transforma en paralelo a la confesión de Capgràs que transformó el país. Aquí los narradores cambian de persona sin previo aviso, pero eso no significa que se pierda el hilo, al contrario. También cambia el tono y los elementos narrativos enriqueciendo una prosa que ya era apasionante antes de llegar a esta tercera parte. Todo aquí es fluido, discurre con armonía. Pero para mí lo más importante es que en este tercer capítulo donde nos damos cuenta de que  la novela nos está contando una historia de amor. 

Han salido pocas críticas del libro. Lo entiendo. Es un libro, un “artefacto literario” lo definía una de las pocas que se han publicado, muy complejo, incluso incómodo. Pero esa es la prueba de su enorme capacidad de provocación en los dos niveles, el de la política y el del lenguaje. A mí me enganchó desde la primera página y ya no pude parar. Hay que dejarse arrastrar en la corriente de la narración, aceptar las no convenciones narrativas, dejar de lado cualquier apriorismo (tanto literario como político). Hay que disfrutarlo porque, además, esta es una historia con mucho humor. Un humor extraño sí, pero humor. Pocas veces se tiene la sensación de estar leyendo un libro “que quedará”. Y esto me lleva a tres conclusiones:

Infierno, Purgatorio Paraíso se puede leer y disfrutar sin saber nada del contexto histórico.

Infierno, Purgatorio Paraíso se puede leer hoy pero se podrá seguir leyendo dentro de diez años, treinta años….

Infierno, Purgatorio Paraíso puede interesar, gustar o entusiasmar o puede no interesar, no gustar o no entusiasmar, pero sin duda no se olvidará. 

 (Infierno, Purgatorio, Paraíso  está publicado por Tusquets y se puede leer en castellano y en catalán, las dos versiones son originales, escritas ambas por el propio Jordi con todo lo que eso implica de riqueza de lenguaje).


(Jordi Ibáñez entre dos cuadros de Ramon)

 El regalo de esta semana es uno de esos dos cuadros



 

 

sábado, 15 de enero de 2022

UN CLÁSICO, UN AMIGO, UNA SORPRESA

 


Un clásico: Macbeth de Joel Coen

Semana un poco tonta de estrenos. En realidad, lo más importante es el Macbeth de Joel Coen que se estrena en algunos cines, muy pocos, y el día 14 en la plataforma AppleTV. No deja de ser curioso y muy interesante, comprobar que una película tan radical, tan abstracta, tan clásica como esta nueva y rigurosa adaptación de Macbeth tenga su máxima difusión en una plataforma. Los cines convencionales, donde brillaría en su espectacular blanco y negro, no están para experimentos. O si, a lo mejor los experimentos es lo que mejor funciona en estos tiempos de desconcierto. Este Macbeth coeniano tiene varias cosas que lo distinguen. Es la primera vez que los hermanos más famosos del cine, con perdón de otras parejas fraternales, no trabajan juntos. Ethan prefiere dedicarse a la literatura y Joel quiere seguir haciendo cine, pero no el mismo cine que hacía con Ethan. Macbeth es una declaración de intenciones: “yo solo, voy a hacer otra cosa”. Aunque en realidad Joel no está solo. Este Macbeth más que adulto, le debe mucho a Frances MacDormand, una lady Macbeth implacable y una lady Coen muy inteligente. Juntos han construido un film que es vanguardia y es poesía, que es teatro y es cine, el de Welles, el de Kurosawa. Pero sobre todo, el matrimonio Coen, con la impagable aportación de un cansado y envejecido Denzel Washington, empujado por las brujas en su ambición  de poder, han hecho un film poderoso, de una belleza abstracta y minimalista en la que se mantiene con toda su crudeza la corrupción de los políticos, (no solo en el siglo XVII) con su reguero de asesinatos, culpa, remordimientos, expiación y finalmente destrucción. Un espectáculo impresionante en el cine, que gracias a AppleTV se podrá ver en muchos más lugares.

 


(Chema Prado hizo esta foto “histórica” del comité de dirección del Festival de San Sebastián en el año 2000. Tres de los que salimos en esta foto ya no están: Diego Galán, José María Riba y ahora Notario.)

Un amigo: El “Notario”

Hay personas que son como los árboles. Están ahí, en tu paisaje. A veces los ves, otras no te das cuenta que siguen en el horizonte. Hay personas que son arboles de hoja perenne, siempre acogedores y dispuestos a darte cobijo de sombra, protegerte de la lluvia o acompañarte una tarde de primavera. Hay otras que son árboles que cambian. Hay temporadas que tienen las ramas desnudas, secas y no invitan a acercarse mucho, pero cuando empiezan a brotar son una alegría para todos y en pleno verano y otoño unas fiesta de colores. José Ángel Herrero Velarde, “El Notario” era de este tipo de árboles. Conocí a Notario en 1985, la primera vez que fui al Festival de San Sebastián. Era un señor muy serio que hacia unas presentaciones en Zabaltegi llenas de un extraño humor. A diferencia de Diego Galán o José María Riba, nunca fui amiga del Notario. Hasta que empecé a trabajar en el festival. Entonces sí, entonces descubrí que detrás de sus ramas más bien secas había un árbol frondoso. No creo que a Notario le gustara mucho esta comparación. Es conocido su desprecio hacia lo verde, “forraje” lo llamaba cuando nos veía comer ensaladas o verduras. Notario era una institución en el festival, no se puede entender Zabaltegi sin él, (ni sin Riba). Durante los diez años que estuve en el comité de dirección de San Sebastián compartimos de todo. Comidas y cenas, festivales y reuniones, un viaje muy especial a Nueva York, discusiones sobre cine, enfrentamientos y aceptaciones. Respeto mutuo y cariño. Desde que dejé el festival le veía poco, pero cada vez que volvía a San Sebastián tomábamos un vino juntos y hablábamos de cine, casi siempre acompañados de su mujer, Carmen. La última vez que le vi fue en el 2019, Carmen había muerto y él estaba muy apagado. Ya no le vi más. El 2020, año borrado, no fui al festival y este 2021, él ya estaba mal y no salía de casa. Gracias a eso mi recuerdo puede ser el del árbol verde o sin hojas, pero un árbol que siempre estaba ahí.

 


Una sorpresa: Los tres caballeros

Empiezo a estar un poco cansada de las series, por lo que he decidió dejar de verlas durante unos días, hay que poner un poco de distancia para que vuelvan a tener sentido e interés. Pero en las plataformas hay muchas cosas por descubrir. Ramon es especialista en encontrar rarezas escondidas. Y fue él el que dio en Disney con Los tres caballeros. Calificar de rareza a una película de Disney puede parecer un contrasentido. Mejor decir que fue una sorpresa. Estos pájaros caballeros son realmente un prodigio de imaginación, vanguardia, surrealismo y canto hacia América Latina. Tres pájaros humanos: el yanqui Pato Donald, José Carioca el loro brasileño y el mexicano gallito Panchito, recorren América Latina y hacen un auténtico spot publicitario de lo mejor de cada país. Todo empieza con un regalo de cumpleaños para Donald. El primer regalo es un proyector de cine con una película en la que Donald ve la historia del Pingüino Pinguie, que sueña con vivir en los trópicos. Después disfruta de la aventura del gauchito argentino y su burrito volador y descubre la enorme variedad de pájaros que hay en la selva amazónica. El segundo regalo es un libro sobre Brasil en el que, de la mano de José Carioca y su eterno puro encendido, Donald viaja a la ciudad de Bahía. Allí convive con Aurora Miranda en un prodigio de combinación de animación y seres humanos. El tercer regalo es una piñata de la que sale todo el color, la alegría y la belleza de un México que recorren siempre guiados por Panchito y acompañados por una gran bailarina. Esto es a groso modo el resumen argumental, pero la capacidad de sorprender de estos caballeros nace de la imaginación, la exuberancia, el atreverse a todo sin límites, en una animación vanguardista y fantástica que recuerda a los títulos de crédito de Mullholland Drive de Lynch (¿o será al revés, que los créditos de Lynch recuerdan a los tres caballeros?). Realizada en 1945, en plena guerra mundial, Los tres caballeros no disimula su objetivo propagandístico, conseguir que los públicos de América Latina se sintieran representados en el cine al mismo tiempo que hacer que el público norteamericano mirara con menos prejuicios a sus vecinos de sur. En este sentido, Los tres caballeros es ahora mismo casi transgresora. No creo que a los trumpistas irredentos les gustara mucho ver como en Latinoamérica se disfruta de la vida. Si tienen Disney, les recomiendo verla, si no tienen Disney, les recomiendo imaginarla a partir del tráiler.

https://www.youtube.com/watch?v=BD0AX97HNx8

 El regalo de esta semana es un árbol para Notario



 

sábado, 8 de enero de 2022

CUENTOS

 

Esta semana de reyes, alargada e interminable, el cine me ha regalado dos estrenos que me gustan. Pero antes de seguir, aprovecho para contestar a lo que algunos amigos me han comentado: “después de leer tus textos no estoy seguro de si tengo que ver la película o no”. Supongo que es lógico tener dudas, yo no hago proselitismo. Lo único que puedo decir es que cuando escojo hablar de algo en el blog es porque encuentro que tiene algo, que lo distingue, al menos para mí. A veces es su historia, otras veces su director, o lo que me evoca, o los ecos que me sugiere. Pero siempre tiene algo que la hace especial. Por eso suelen ser textos amables. Pero no doctrinales. Nada me horroriza más que la doctrina de esto sí, esto no. Mi elección pasa por hablar de esa película, esa serie, ese libro. Luego, la decisión de verla o leerlo es del lector. .Bien, aclarado esto voy a los cuentos de esta semana, porque son dos cuentos aunque de tono muy distinto

 


(¿es el  cielo, es el suelo? es lo que queramos ver)

¿Qué vemos cuando miramos al cielo? de Alexandre Koberidze.

Este es un cuento de hadas para adultos, o para niños, o para perros a los que les gusta el futbol. En todo caso es una película para dejarse llevar en el río de un relato contado como el de “erase una vez…” Erase una vez un chico y una chica que se cruzan en la calle y se enamoran. Deciden reunirse al día siguiente en un café al lado de un puente, pero caen bajo un hechizo maligno que hace que a la mañana siguiente amanezcan transformados en otra persona. Incapaces de reconocerse, sin saber su nombre, ambos se buscan y se esperan mientras transcurre un verano de futbol, terrazas, y vida tranquila. Todo esto sucede en una pequeña ciudad georgiana, con un parque, un río y pequeños cafés donde los perros deciden ver el mundial de futbol. En realidad no pasa nada mas en los 150 minutos que dura la narración de una voz en off que nos va contando lo que sucede con Lisa y Giorgi transformados en una nueva Lisa y un nuevo Giorgi. La ciudad se convierte en el tercer protagonista con sus gentes y sus costumbres y su folklore. Ligera, divertida, alegre, feliz y al mismo tiempo profundamente melancólica, este cuento de hadas maravilloso se disfruta mucho si eres capaz de entrar en las convenciones narrativas del joven director georgiano en las que casi nunca mira al cielo del título, ya que la mayor parte del tiempo los personajes, a medio camino de Keaton y Tati, de Ioselliani y Rohmer, están mirando el suelo. A mí me enganchó desde el momento en el que la pantalla se llena con una imagen del suelo convertido en un fragmento de cielo en su abstracción, cruzado por los pies de un chico y una chica que tropiezan. El segundo encuentro de Lisa y Giorgi se produce en un cruce donde los vemos de lejos y desde arriba en una imagen nocturna en la que ambos parecen estrellas fugaces, otra vez el suelo como cielo. Y poco después, cuando los amigos de Lisa, el arbusto, la cámara y la cañería, le advierten del peligro que corre, una luz amarilla de semáforo vuelve a ser una imagen de la luna en el cielo nocturno. Ya no cuento mas, porque lo que viene después es un dejar pasar el tiempo, mientras Lisa y Giorgi se buscan y los habitantes de esa hermosa y tranquila ciudad viven su vida, los perros miran el futbol y los niños, esos que abren y cierran la película nos recuerdan que estamos ante un cuento mágico.

 


(el delicioso pastelito Delicioso)

Delicioso, de Eric Besnard

Este es un cuento de hadas del bosque con cocinero. En realidad este delicioso film lo que cuenta es el nacimiento del primer restaurante en Francia, lo que quiere decir en el mundo, pocos meses antes del estallido de la revolución el 14 de julio de 1789. Hasta entonces, los cocineros estaban la servicio de las grandes casas y de los nobles, el pueblo se limitaba a ir a las tabernas y a comer lo que podían. Pero, y ahí empieza el Erase una vez… en el castillo de Chamfort había un cocinero famoso que un día decidió inventarse un nuevo plato, los pastelitos Deliciosos de patata y trufa. La novedad no fue del agrado de su noble amo y Manceron, el chef, acabó abandonando el castillo. Como en tantos cuentos, el protagonista acompañado de su hijo, encuentra refugio en una cabaña en el bosque hasta la que llega un hada en forma de supuesta aprendiza de cocina y ahí empieza todo. Así nace el primer restaurante para todo el mundo, la buena cocina al alcance del pueblo llano, la revolución antes de la revolución. Delicioso es un film delicioso de ver, casi de oler, con sus hermoso y elaborados platos, tan bonitos como apetitosos, hermosos bodegones llenos de frutas, flores y plumas. Pero sobre todo es una película que nos recuerda lo agradable que es ir a un restaurante, comer acompañado, apreciar los manjares y las bebidas sin mascarillas, sin miedos, sin mamparas, sin restricciones. En estos momentos, Delicioso es un avanzado revolucionario: volvamos a los restaurantes, volvamos a esos lugares privilegiados donde se puede disfrutar compartiendo una buena comida. El cuento acabará bien si conseguimos quitarnos el miedo y nos atrevemos a hacer la pequeña revolución de ir a un restaurante, sentarnos a una mesa bien puesta, pedir la carta y disfrutar del ambiente, la compañía y la comida, sea un chuletón, una merluza o unas alcachofas. ¡Un propósito que es un deseo!

 

(las estrellas de un cielo de Giotto, que me ha mandado un buen amigo, me sirven para ilustrar las listas de este año en que todas las películas se han merecido esas estrellas)

LISTAS

Como cada enero, revistas y programas nos piden a los críticos la lista de los diez mejores films del año. Yo he hecho los deberes. No sé si son las mejores, en todo caso éstas son las que me han dejado huella este año que afortunadamente ya ha terminado y que en realidad no deja tan mala cosecha cinematográfica. Las listas están en orden alfabético para evitar prioridades.

Mis extranjeras

El contador de cartas, Paul Schrader

Dune, Denis Villeneuve

First Cow, Kelly Reichardt

Madres verdaderas, Naomi Kawase

La mujer que escapó, Hong Sang-soo

Nomadland, Chloe Zhao

Otra ronda, Thomas Vinterberg

Petite Maman, Celine Sciamma

El  poder del perro, Jane Campion

Quo vadis Aida, Jasmila Zbanic

La ruleta de la fortuna, Ryûsuke Hamaguchi

El teléfono del viento, Nobuhiro Suwa

El último duelo, Ridley Scott

Un segundo, Zhang Yimou

West Side Story, Steven Spielberg

 Mis españolas

Destello bravío, Ainhoa Rodríguez

España, la primera globalización, José Luis López Linares

Espíritu sagrado, Chema García Ibarra

Josefina Javier Marco

Maixabel, Icíar Bollaín

Quién lo impide, Jonás Trueba

Sis dies corrents, Neus Ballús

Tres, Juanjo Giménez

La vida era eso, David Martín de los Santos

El vientre del mar, Agustí Villaronga

 Mis estrenos On Line

The Assistant, Kitty Green

Collective, Alexander Nanau

La excavación, Simon Stone

Fragmentos de una mujer, Kornél Mundruczó

Lo que el pulpo me enseñó, Pippa Ehrlic y James Reed

Shiva Baby, Emma Seligman

Velvet Underground, Todd Haynes

Mis series

Ana Tramel, El juego, Roberto Santiago
La asistenta, Molly Smith Merzier

Los Bridgerton Chris Van Dusen

Los Durrell, Simon Nye

La Fortuna, Alejandro Amenábar

Hierro, Jorge Coira

It’s a sin, Russell T. Davis

The Loomig Tower, Dan Futterman

Mare os Easttown, Brad Ingelsby

Supongamos que Nueva York es una ciudad, Martin Scorsese

The White Lotus, Mike White

 El regalo de la semana son dos copas azules para que Lisa y Giorgi brinden por su encuentro, dos copas que muy bien podían estar en una mesa del restaurante de Manceron.

 


 

 

sábado, 1 de enero de 2022

CLAROSCURO

 


No sé si debo hablar de la última semana del año 2021 o de la primera del 2022. Creo que es igual, no van a cambiar mucho las cosas porque pongamos tres doses en el número. El claroscuro que ha dominado nuestra vida desde hace un montón de tiempo (arrastrábamos casi diez años de procés y casi catorce de crisis económica, antes de caer en el pozo sin fondo de estos dos últimos años, particularmente tenebrosos) seguirá una temporada larga. Más vale que nos vayamos acostumbrando a vivir en este paisaje entre perro y lobo, como se denomina ese momento del atardecer en el que no es ni de día ni de noche. Claroscuro, unos días claro, otros días oscuro. Pero sin perder nunca de vista que al final la luz siempre acaba volviendo a iluminarnos.

En fin, después de esta entrada poético/existencial explico el motivo del nombre de esta primera entrada del año. Claroscuro es como se ha titulado en su estreno en Netflix una película de Rebecca Hall que en original se llama Passing. La he visto la misma semana en la que me he reconciliado con Paul Schrader y su contador de cartas, otra historia de claroscuros constantes. Pero lo más curioso es que ambas películas me han producido un eco de otras películas. Por eso en realidad esta entrada debería llamarse ECOS

 

(El contador de cartas  arriba y su eco Pickpocket abajo)



 El contador de cartas, Paul Schrader

El eco del último film de Schrader es sin ninguna duda el Pickpocket de Robert Bresson. Que una nos cuente la historia de un ex militar atormentado por su pasado como interrogador en una cárcel iraquí, y la otra se centre en un hombre que no encuentra sentido a su vida, no es un problema para darse cuenta que en realidad las dos películas nos están hablando de lo mismo. El peso de la culpa, la incapacidad de perdonarse, el nihilismo anestesiante que permite sobrevivir en un mundo que no se entiende. Y la redención final gracias al descubrimiento del amor. La última secuencia de El contador de cartas es exactamente igual a la última secuencia de Pickpocket. Schrader, teórico del cine de la trascendencia de Dreyer, Ozu y Bresson, no solo no disimula su admiración sino que la pone de manifiesto. Oscar Isaac presta su rostro imperturbable al personaje de William Tell, ex convicto, jugador profesional de póker, alma en pena en los fríos casino solitario interestatales y visitante de moteles de carretera en los que solo puede dormir acolchando antes todo el entorno; la estupenda Tiffany Haddish es La Linda, una mujer fuerte, llena de energía que será la tabla de salvación de Tell; Tye Sheridan, como el vengador y obsesivo Cirk, es un joven tan perdido como Tell, pero con una misión que consigue sacar al jugador de su zona de entumecimiento emocional. El cuarto en discordia es un Willem Dafoe en un papel desquiciado. En realidad, al pensar en Dafoe me doy cuenta de que El contador de cartas no es solo un eco de Pickpocket, también lo es de una de las mejores películas de Schrader, protagonizada por Dafoe, The Lightsleeper que aquí se estrenó como Posibilidad de escape. Una excelente cadena Michel (Pickpocket) John LaTour (Posibilidad de escape) William Tell (El contador de cartas).

(Claroscuro arriba y su eco Imitación a la vida abajo)

 

Claroscuro/Passing  Rebecca Hall Netflix

“En sociología, el passing es la capacidad de una persona para ser considerada como miembro de un grupo o categoría de identidad diferente del suyo, que puede incluir identidad racialetniacastaclase socialorientación sexualgéneroreligiónedad o estado de discapacidad. Esta asimilación puede conllevar privilegios, recompensas o un aumento de la aceptación social, o puede utilizarse para hacer frente a la estigmatización, en cuyo caso, el passing puede servir como una forma de autoconservación o autoprotección en los casos en que expresar la identidad propia puede ser peligroso.” La definición de la wikipedia se puede aplicar a muchas realidades muy cercanas de passings continuos, pero en el caso de este interesante debut de una actriz a la que recordamos como la Vicki del film barcelonés de Woody Allen, el eco al que me remite es Imitación a la vida, uno de los mejores melodramas de Douglas Sirk. Y el punto en común entre el film de Hall y su eco, es precisamente ese passing al que hace referencia el título: mujeres negras que se hacen pasar por blancas para tener una vida social mejor. La película de Hall está basada en una novela de 1929 escrita por Nella Larsen, hija de una holandesa y un negro, marginada en su propia familia por su color oscuro. Lo que llevó a Hall a interesarse en esta historia fue descubrir que en su propia familia había un passing, su abuelo negro que siempre pasó por blanco. El punto de conexión con el melodrama sirkiano es el personaje de Sarah Jane, la hija mulata de Annie empeñada en ocultar su relación con su madre negra para poder pasar por blanca. La historia de Imitación a la vida en realidad es otra, pero en el fondo del escenario está el tema del passing en el que vive Sarah Jane muy bien descrito en la novela original de Fannie Hurst, publicada en 1933 y convertida en film por John Stahl en 1934. Pero Claroscuro no es interesante o recomendable solo por la relación de amistad y celos entre dos mujeres mulatas que pueden pasar por blancas. Irene, la mujer negra que ha decidido ser negra y Clare, la mujer negra que ha decidido ser blanca, son en realidad dos personajes frustrados, insatisfechas, que creen ver en la de la otra una posibilidad de escapar de una realidad que no les gusta. Pero a medida que sus vidas se entretejen, la aparente estabilidad de ambas acaba por destruirse. Lo mejor de esta película ambientada en un Harlem de clases medias en el Nueva York de finales de la década de los veinte, son las decisiones estéticas y conceptuales que ha tomado la directora. Con la colaboración del director de fotografía Eduard  Grau, Rebecca Hall filma la película en un formato cuadrado y en un blanco y negro exquisito potenciado por el vestuario y los escenarios. Hall, a diferencia de Sirk, rehúye el melodrama y se centra en el retrato en claroscuro de dos personajes femeninos muy complejos y atractivos. No es una película fácil, pero si es una película importante.

 (El contador de cartas está en las salas; Claroscuro   está en Netflix; Imitación a la vida y Pickpocket están en Filmin)

 Con el nuevo año sigo la buena costumbre de regalar un cuadro o un dibujo de Ramon. En esta primera entrega, un cuadro que es una perfecta ilustración de Claroscuro.

 ¡Feliz año nuevo!