No cabe duda que las familias
son una base de la sociedad. Las familias de toda la vida o las que se construyen
con amigos. La familia es algo que te condiciona para bien y para mal. Esta
semana se han estrenado dos películas on line que hablan de familias. Una buena
y una mala, familias, se entiende, las películas a mí me gustan las dos por
distintas razones.
(la Lizzie verdadera)
La familia mala: Lizzie de Craig William Macneill. Filmin
Del encuentro entre Ruth
Rendell y Claude Chabrol, nació La
ceremonia; del encuentro entre el pintor danés Vilhelm Hammershøi y Carl Th. Dreyer surgió la iconografía dreyerana. Del
cruce entre Chabrol y Hammershøi nace esta Lizzie
siniestra, terrible, hermosa y deslumbrante en su melancolía. Lizzie es Lizzie
Borden, la conocida como “la asesina del hacha”, una mujer acusada del
asesinato de su padre y su madrasta, absuelta por la justicia pero condenada
por la sociedad que la convirtió en un icono del folklore norteamericano. Hay
canciones sobre ella, hay cuentos, libros, alguna película y muchas leyendas.
Volver a Lizzie era algo cantado. Pero los tiempos cambian y si en el
imaginario colectivo esta mujer de 32 años mató a su padre por un problema mental
y un desequilibrio, ahora el director, Craig William Macneill con la ayuda y
colaboración imprescindible de Chloë Sevigny y Kristen Stewart, plantea un
nuevo enfoque. La nueva Lizzie es una mujer atrapada por las convenciones
victorianas en una pequeña ciudad, con un padre autoritario y una madrastra
malvada. Lizzie en el rostro y sobre todo el cuerpo de Chloë Sevigny, se
convierte en una víctima con derecho a venganza. La fuerza para ejecutar esa
venganza la obtiene Lizzie de la joven criada irlandesa que llega a trabajar a
la casa a principios del año 1892, interpretada como un pajarito herido por Kristen
Stewart. Entre la hija acorralada y la criada Bridget o Maggie como decide
llamarla la madrastra para igualarla con el resto de criadas que han pasado por
la casa en un intento de invisibilizarla, se establece primero una corriente de
simpatía, luego una amistad y finalmente una relación lésbica que ninguna de
ellas acaban de entender. Las dos, pero no juntas, planean los asesinatos. Y así
llegamos al 4 de agosto de 1892 momento en que Lizzie da la voz de alarma: han
matado a su padre y a su madrastra. Ahí empieza la película. Chabrol flota en
el ambiente casi como un fantasma protector y Hammershøi brilla en la fotografía de momentos sublimes en un film que no
es en absoluto complaciente.
(The
Dickens, el tender bar)
La buena. The Tender Bar, El bar de las grandes esperanzas. Amazon
Esta familia que George
Clooney pone en imágenes, es buena sin duda, o al menos parte de ella. George
Clooney en su faceta de director ha demostrado ser un digno heredero de la
corriente más humanista del cine americano. Salvando distancias y sin pensar en
los argumentos, su cine está en la estela de Frank Capra o de John Ford. En este
tierno bar, Clooney adapta el libro de memorias de J.R. Moehringer en el que el
escritor recuerda su vida en casa de su abuelo, su intensa e imprescindible amistad
con su tío Charlie, su conflictiva relación con un padre ausente y con una
madre a la que siempre intenta comprender y ayudar. Tender Bar no es una gran película, quizás no es la mejor de Clooney como director, pero tiene
algo especial que la hace particularmente agradable y casi necesaria de ver en
estos tiempos de desencuentros, aislamientos, miedos e incertidumbres. Es un
canto a algo sólido a lo que el protagonista se puede agarrar como ancla para
construir su vida. La historia se divide en dos pates muy claras, la de J.R.
niño y la de J.R. joven estudiante y promesa de escritor. Las dos son suaves
relatos sin estridencias, sin violencia, sin dramas. La vida no está hecha de
dramas, está hecha de momentos felices, momentos menos felices y momentos
tristes. Pero eso es la vida y Clooney, con un ritmo tranquilo, la deja
discurrir y nos invita a compartirla con él y con J.R. La historia está
ambientada en los años setenta y ochenta en Manhasset, una pequeña localidad de
la costa de Long Island, con centro vital en el Bar Dickens donde reina el tío Charlie
y los clientes habituales son el modelo que encuentra J.R. en su vocación de
escritor, El título castellano, El bar de
las grandes esperanzas, es un juego de palabras dickensiano que funciona
muy bien. Pero si este bar es lo que es en la vida de J.R. es gracias a su tío
y su tío es como es gracias a un Ben Affleck espléndido que llena de humanidad
y humor al personaje. Su actuación ha sido reconocida por todos los críticos
americanos como una de las mejores de su carrera. Yo me sumo a esa valoración y
aprovecho para reivindicar a Ben Affleck como actor y director con una
trayectoria impecable desde que se dio a conocer como guionista en El
indomable Will Hunting de Gus Van Sant en 1997. Ty Sheridan
actor de moda después de su aparición en El
contador de cartas, encarna a J.R. adolescente y adulto, pero queda
relativamente apagado por el descubrimiento de Daniel Ranieri. Viendo a Daniel
en el film me volví a preguntar cómo consiguen los americanos (y los ingleses)
que los niños que salen en las películas sean tan buenos. En el cine español
esa es una asignatura pendiente que algún agente o coach de actores debería
plantearse afrontar para conseguir niños creíbles. Ranieri lo es.
EL RINCÓN DEL LIBRO
Infierno, Purgatorio Paraíso, Jordi Ibáñez Fanés
Esta semana he terminado uno
de los mejores libros que he leído en mucho tiempo. Se llama Infierno, Purgatorio, Paraíso y su autor
es Jordi Ibáñez Fanés. Por un momento he pensado que no ligaba hablar de este
libro en una entrada de familias, pero luego he pensado que sí, que liga. Por
un lado porque Jordi Ibáñez forma parte de nuestra familia, no la natural, la
otra, la que se construye con los amigos. Pero, además, el libro habla de una extraña
familia, aunque en realidad, esta novela inclasificable es una historia de amor
bajo la apariencia de ser un libro político. Una definición rápida y
reduccionista de la novela seria decir que es La Novela Del Procés (el
catalán se entiende), con figuras fundamentales y reconocibles como Capgràs,
alter ego nada disimulado del viejo Pujol, auténtico demiurgo de la bajada a
los infiernos que ha llevado a Catalunya a la
práctica desaparición. Pero si solo fuera esto, quizás no estaría
hablando de la novela. En realidad su vertiente política es lo que menos me
interesa, no solo porque estoy cansada y harta de esta realidad mediocre que nos
rodea, sobre todo porque creo que si solo fuera eso, el libro tendría una
duración muy corta. Y estoy convencida que esta novela quedará como una de las
mejores que se han publicado en castellano y en catalán (las dos versiones
escritas por Jordi) al margen de que el contexto y los personajes pasen al
basurero de la historia sin dejar huella. El libro se divide en tres partes. La
primera, El Infierno que tiene como
título El futuro anterior, es un
viaje de pesadilla entre Murakami y Kafka a un país del futuro que ha caído en la
inoperancia y la indigencia moral y económica. Con cambios de narrador, con
roturas de ritmo, con alucinaciones y ensueños, nos sumergimos en esta
Catatonia de la mano de Jordi, el conductor (y solo a veces el narrador) en su
vuelta a Bellesguard, el refugio perdido, su particular Camelot. La segunda
parte, El Purgatorio, se llama Un cuento navideño y está contada de
forma muy distinta. Aquí lo que domina es la novela negra con un subinspector
de policía que investiga el suicidio del periodista Alfons Quintà en diciembre
del 2016 después de asesinar a su mujer. Estamos en una Barcelona reconocible y
oscura, sumergida ya en la turbulencia que la llevaría a los desmanes del 2017
con todas sus consecuencias. La riqueza literaria del primer tramo, en este se transforma
en un lenguaje más cotidiano, hasta que se produce uno de los momentos claves
de la historia: el encuentro entre el policía y el propio Capgràs, encuentro
que constituye el centro vital de la novela, su corazón por así decirlo. La
tercera parte El Paraíso, es decir Viaje a Citera, sucede toda en un solo
día, el 25 de julio del 2014 cuando Jordi Pujol publicó su famosa carta de
confesión donde reconocía haber defraudado a Hacienda y hablaba sobre el dinero
que tenía en Andorra. Ese día, todos los personajes viven una experiencia nueva
que los transforma en paralelo a la confesión de Capgràs que transformó el
país. Aquí los narradores cambian de persona sin previo aviso, pero eso no
significa que se pierda el hilo, al contrario. También cambia el tono y los
elementos narrativos enriqueciendo una prosa que ya era apasionante antes de
llegar a esta tercera parte. Todo aquí es fluido, discurre con armonía. Pero
para mí lo más importante es que en este tercer capítulo donde nos damos cuenta
de que la novela nos está contando una
historia de amor.
Han salido pocas críticas del
libro. Lo entiendo. Es un libro, un “artefacto literario” lo definía una de las
pocas que se han publicado, muy complejo, incluso incómodo. Pero esa es la
prueba de su enorme capacidad de provocación en los dos niveles, el de la
política y el del lenguaje. A mí me enganchó desde la primera página y ya no
pude parar. Hay que dejarse arrastrar en la corriente de la narración, aceptar
las no convenciones narrativas, dejar de lado cualquier apriorismo (tanto
literario como político). Hay que disfrutarlo porque, además, esta es una
historia con mucho humor. Un humor extraño sí, pero humor. Pocas veces se tiene
la sensación de estar leyendo un libro “que quedará”. Y esto me lleva a tres
conclusiones:
Infierno,
Purgatorio Paraíso se puede leer y disfrutar sin saber nada del
contexto histórico.
Infierno,
Purgatorio Paraíso se puede leer hoy pero se podrá seguir leyendo
dentro de diez años, treinta años….
Infierno,
Purgatorio Paraíso puede interesar, gustar o entusiasmar o puede
no interesar, no gustar o no entusiasmar, pero sin duda no se olvidará.
(Infierno,
Purgatorio, Paraíso está publicado
por Tusquets y se puede leer en castellano y en catalán, las dos versiones son
originales, escritas ambas por el propio Jordi con todo lo que eso implica de
riqueza de lenguaje).
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