Belfast, Kenneth Branagh
Esta semana se ha estrenado
una película magnifica. Al menos para mí. Se trata de Belfast, el homenaje que Kanneth Branagh hace a su infancia pasada
en un barrio obrero de la capital de Irlanda del Norte. Tras unas impresionantes
vistas aéreas de la Belfast actual, el film se adentra en blanco y negro en la
calle donde el 15 de agosto de 1969 tuvo lugar una violenta agresión a los
católicos por parte de milicias protestantes. En esa calle vive Buddy, un niño
de familia protestante, con su hermano su madre y un padre que trabaja en
Inglaterra y viene algunos fines de semana. Para Buddy, esa calle, sus amigos
del colegio, la niña que le gusta y sobre todo sus maravillosos abuelos, son
todo el mundo. Pero ese paraíso se ve de pronto trastocado. ¿Por qué nuestros
vecinos católicos son ahora enemigo a los que hay que expulsar de nuestro
barrio? Buddy no lo entiende. Su madre y su hermano sí, pero no lo aceptan y su
padre se posiciona decididamente en contra de esa actitud sectaria, excluyente
y supremacista de las milicias protestantes. Esto ha sido para mí lo más
sorprendente de toda la película. En la larga, larguísima filmografía que
existe sobre el conflicto de Irlanda, nunca había visto que se hablara de un enfrentamiento
tan violento y coercitivo, que acaba obligando a Buddy y su familia a abandonar
Belfast, entre protestantes “buenos patriotas” y protestantes “malos patriotas”,
es decir entre los protestantes que quieren echar del país a los irlandeses
católicos y los protestantes que quieren convivir con ellos como han hecho
siempre. El paralelismo con lo que pasa en muchos pueblos y pequeñas ciudades
de Catalunya ahora mismo me pareció tan evidente que casi me hizo daño. Pero Belfast no es una gran película solo por
esta lectura política. Belfast es muy
buena por muchas otras razones. La narración nunca pierde de vista el punto de
vista del niño, el pequeño Jude Hill, todo un descubrimiento. Los actores que
interpretan a sus padres y abuelos son sencillamente espléndidos, de la
deslumbrante Caitriona Balfe, protagonista de Outlander, a la impresionante Judi Dench con un rostro que llena la
pantalla de emoción; del clásico Jamie Dornan al imponente Ciarán Hinds. El
blanco y negro evoca el Free Cinema y la inteligente y muy bien pensada
utilización del color y la música funcionan perfectamente. Belfast no deja de ser la historia de iniciación y de crecimiento
en un contexto muy complicado de un hombre de cine. Por eso las películas que
aparecen tienen un significado especial: el humanismo de El hombre que mató a Liberty Valance o Solo ante el peligro, el divertimento de los dinosaurios y Rachel Welch
en Hace un millón de años, no están
puesto porque sí. Con Belfast,
Branagh ha realizado su mejor película en mucho, mucho tiempo.
Los
paralelismos aquí se imponen desde el primer momento. Con una puesta en escena
clásica y sobria y con actores que funcionan muy bien, la importancia de la
película se me hizo evidente mientras la veía y me dejó realmente muy
preocupada. A ver si me explico. El resumen argumental de Munich en
vísperas de una guerra dice. “Otoño de 1938. Europa se encuentra al
borde de la guerra. Mientras Hilter se prepara para invadir Checoslovaquia, el
primer ministro británico Neville Chamberlain busca desesperadamente una
solución pacífica reuniéndose con Hitler en Munich en una
conferencia de emergencia destinada a conseguir parar la invasión a los Sudetes
y firmar un compromiso de paz con Hitler.” La historia está contada desde el
punto de vista de dos amigos, un diplomático inglés y otro alemán, que intentan
hacer llegar a Chamberlain un documento donde se demuestra claramente las
intenciones de Hitler para Europa, intenciones muy alejadas de cualquier
tratado de paz que pueda firmar el Fürher. Lo que sucedió un año después todos
lo sabemos. La reunión no sirvió para detener a Hitler en su ansia
expansionista pero si para que los aliados ganaran algo de tiempo y pudieran
prepararse mejor para la guerra. Los paralelismos con la situación que está
viviendo el mundo en estos días, son tan evidentes que da miedo. Si cambiamos Hitler
por Putin, Chamberlain por Biden, Munich por Ginebra, los sudetes checos por el
Donbás ucraniano, tenemos un paisaje muy parecido al que estamos viendo esta
semana. Incluso todos los discursos estériles a favor de la paz por parte de
distintas fuerzas pacifistas, se parecen en sus argumentos a los que hay ahora.
No me gusta nada la idea de una guerra, creo que sería una catástrofe para
todos incluso aunque fuera una guerra híbrida. Tampoco creo que la situación
internacional ahora mismo sea la de los años 30, China juega un papel que aun
no se ha acabado de definir. Pero el peligro está ahí, muy presente y aquí
estamos, en vísperas de no se sabe bien el qué. Mientras tanto vale la pena
ver Munich en vísperas de una guerra, un estupendo film de
Christian Schwochow con Jeremy Irons y dos espléndidos actores, uno inglés,
George MacKay y otro alemán, Jannis Niewöhner.
Dos
frases como complemento: En un momento del film, Paul, el diplomático alemán le
dice a Chamberlain: “No puede creer en la palabra de alguien que detesta y odia
todo lo que usted representa”. Ese es otro paralelismo, Putin no está
enfrentado a Europa solo políticamente, Putin
combate a Europa por sus libertades y por sus hábitos democráticos, por muy
imperfectos que éstos sean.
Otra
frase, ésta atribuida a Franklin D. Roosevelt en Atlantic Crossing, una interesante serie que se puede ver en
Movistar ambientada en Washington entre
1940 y 1945. En un momento del año 1940, el presidente, consciente de que no
podrá mantener la neutralidad de Estados Unidos, reflexiona: “Como tanta gente
de mi edad, había hecho planes para mi, planes para una vida privada escogida
por mí. Estos planes, como tantos otros, tenían que pasar en un mundo que ahora
queda tan lejos como otro planeta.” Entre el bicho y Putin, todos podemos
pensar algo parecido.
El regalo de esta semana es un deseo de que la situación no se complique
No hay comentarios:
Publicar un comentario