sábado, 25 de diciembre de 2021

MUSICALES

 

 

(el mejor número de la nueva versión de West Side Story)

West Side Story de Steven Spielberg

Entiendo y comparto la fascinación de Spielberg por West Side Story. Para los adolescentes que en 1961 tenían entre 10 y 20 años, el musical de Jerome Robbins, Leonard Bernstein y Stephen Sondheim que Robert Wise convirtió en película mítica, fue un acontecimiento. No sé dónde la vio Spielberg, pero para mí, entrar en el recién inaugurado Cine Aribau para ver una película de mayores, fue algo extraordinario. Nunca he sido mitómana ni fetichista, pero las canciones y los bailes de esos chicos en las calles del West Side se me quedaron grabadas para siempre. Por eso no solo no cuestiono su derecho sino que aplaudo que Spielberg haya querido jugar con ese recuerdo para dotarlo de una segunda vida que fascine a las nuevas generaciones de adolescentes, al mismo tiempo que atraiga a las viejas generaciones que la recuerdan como algo importante en sus vidas. Conociendo al director de tantas historias inolvidable, estaba claro que no iba a hacer un simple remake, ni del musical original de 1957, ni de la película de 1961. Spielberg iba a hacer su West Side Story jugando con la ventaja del tiempo transcurrido. Cuando Wise filmó su versión del éxito de Broadway, los barrios del West End aun existían; filmarlos ahora, sabiendo que desaparecieron por completo para dar paso a nuevos espacios como el Lincoln Center, le da a Spielberg un margen para hablar de fin de una época, o mejor aún, la muerte de una forma de vida. La gran aportación latina en la cultura de Estados Unidos es otro de los elementos que Spielberg utiliza a su favor. Wise recurrió a actores americanos (menos Rita Moreno) para representar a los puertorriqueños de los Sharks, con un Bernardo interpretado por el actor de origen griego George Chakiris. Steven Spielberg, en cambio, cuenta con un espléndido grupo de actores latinos que dan credibilidad a la historia hablando en una mezcla constante de inglés y español que el director ha mantenido sin subtitular en el estreno norteamericano y que puede ser una de las razones de porque allí no ha funcionado lo bien que debería: la América de Trump no habla español, pero él apuesta por el bilingüismo en la sociedad. Darle a una Rita Moreno de casi 90 años un papel importante, no un simple cameo, es otra de las apuestas ganadoras de Spielberg. La inolvidable Anita del 61, es aquí Valentina, viuda de Doc, el dueño de la tienda donde trabaja Toni y auténtica voz de la conciencia del barrio en el que los Sharks y los Jets se enfrentan continuamente. Regalarle a Rita Moreno la preciosa canción Somewhere es uno de los mejores momentos de la nueva versión. Hay otros cambios musicales que Spielberg se ha permitido introducir, unos sin duda para mejorar el original. Sacar América a las calles de la ciudad en una coreografía espléndida, es uno de ellos; mover la dura Cool de casi el final donde la cantaba Ice y la bailaban los Jets, a un momento crucial de la trama cantada por Rif, también funciona muy bien, Hay otros que no encajan como debían en el crescendo de la tragedia, pero esos ya los descubrirán cuando vean la película. Un aplauso para el casting del nuevo West Side. David Álvarez como Bernardo y Mike Faist como Rif están impecables, pero para mí la auténtica revelación del film no es la jovencísima Rachel Zegler como María, ni el alto y guapo Ansel Elgort como Toni, el gran descubrimiento de este nuevo West Side Story es Ariane DeBose como Anita. Verla bailar con el vestido amarillo en las calles del West Side o brillar en el espectacular baile del gimnasio, es una maravilla. Mucho más política que la del 1961, también un tanto más sórdida en su recreación de un mundo que muere, toda la película es un regalo que Spielberg ha hecho al niño de 10 años que descubrió los musicales con este Romeo y Julieta neoyorquino. Y yo se lo agradezco a pesar de tener una o dos pegas que ponerle. Pero ¿qué obra maestra no tiene una o dos pegas?

Una recomendación: por favor véanla en Versión Original. Todo el juego de pasar del inglés al español se pierde y desvirtúa en la versión doblada.

 

(los dos Larson, el real y su versión cinematográfica)

tick tick… Boom¡, de Lin Manuel Miranda, Netflix

“Jonathan Larson decía que lo contrario de la guerra no es la paz, sino la creación. ¿Qué hacemos cada día para crear paz en el mundo? Eso debería comenzar por un diálogo. Hay muchas cosas que nos separan y dividen, y con las redes sociales esas divisiones son muy públicas, nos fuerzan a tomar posición antes de saber si estamos defendiendo u ofendiendo. El diálogo es la respuesta. Nos dividen una miríada de cosas y lo importante es que seamos capaces de hablar de lo que nos hace diferentes. Y de lo que nos hace similares.” Son palabras de Rachel Zegler, María en el nuevo West Side Story, que me permiten enlazar directamente con tick, tick... Boom! de Lin Manuel Miranda, estrenado en Netflix hace poco más de un mes. Basado en el musical autobiográfico de Jonathan Larson, protagonizado por un estupendo Andrew Garfield, el film sigue la historia de un aspirante a compositor de musicales, camarero en Nueva York, presionado por llegar a los 30 años sin haber triunfado. Larsson tenía un año cuando se estrenó West Side Story y casi 30 cuando se estrenó tick tick… Boom¡ en el off Broadway. Entre ambas obras hay un nexo de comunicación en la figura de Stephen Sondheim, autor de las letras de West Side Story y personaje inspirador de Larsson al que apoyó desde el principio. El propio Sondheim es un personaje en esta versión de Miranda que sigue muy fielmente la obra original. tick tick… Boom¡ es un musical distinto. Planteado como una confesión autobiográfica en un escenario, el film nos coloca en un Nueva York muy distinto del de Wise/Spielberg. El Nueva York de los 90, con el auge de los yuppies cabalgando el dinero fácil y el SIDA desbocado diezmando a una juventud que no estaba preparada para su envite. Musicalmente es preciosa, aunque tengo que reconocer que no tararearé sus canciones como si hago con las de West Side Story. Hay dos momentos muy interesantes en este film: uno, ver cómo nace una obra en un taller de lectura al que asisten productores que, como los emperadores romanos y los gladiadores, al final levantan o bajan el pulgar determinando el futuro de la obra. Es ahí donde Sondheim jugó un papel destacado en la vida de Larsson. El otro es el consejo que le da Ira Weitzman a Larsson después de presentar su musical futurista Suburbia: escribe sobre algo que conozcas, escribe sobre la gente que te rodea. Un consejo que llevó al compositor a hacer primero este tick.. tick.. Boom¡ y luego Rent, dos musicales imprescindibles de los noventa. Un buen consejo que, por cierto, es útil para cualquier escritor: incluso haciendo novelas de ciencia ficción, intenta escribir de lo que conoces. Larsson murió prematuramente a los 36 años truncando una carrera que podía haber sido espléndida. Ahora lo podemos recuperar en este film que hará las delicias de los amantes del musical, pero también puede interesar a todos aquellos que no entienden que de repente la gente se ponga a cantar en medio de una frase.

Dos musicales para la última semana de un año que no ha tenido nada de musical. Si alguien hiciera una obra sobre lo que el mundo está viviendo estos dos últimos años, sería tan deprimente y descorazonadora que creo que habría que desoír el consejo de escribir de lo que conoces: mejor escribir, cantar o soñar con un mundo imaginario donde no haya covid ni políticos.

(Aprovecho para recomendar los programas de radio que está dedicando Alex Gorina a la figura de Stephen Sondheim en L’Audiovisual de Catalunya Radio bajo el título de Un Nadal amb Stephen Sondheim (1930-2021). Son muy buenos. https://www.ccma.cat/catradio/audiovisual/)

 El regalo de esta semana podría ser un ciervo del trineo de Santa Claus, descansando tras su noche de trabajo. Ojala nos haya traído a todos un poco de esperanza en que las cosas mejorarán. ¡Feliz Navidad!

 


 

viernes, 17 de diciembre de 2021

ISRAEL

 


Esta semana comí con uno de mis mejores amigos en un restaurante judío de Barcelona. Seguramente no es el único, pero sí es el único que yo conozco. La comida me gustó mucho, no se parecía a ninguna otra. Es una especie de fusión europea y oriental con unos sabores y sobre todo texturas muy diferentes. Fue un descubrimiento. Yo no lo escogí, fue una elección de mi amigo. Por eso me resultó mucho más curioso que coincidiera en el tiempo con una especie de inmersión en series israelís que llevo haciendo desde hace un par de semanas. He visto seguidas las tres temporadas de Fauda en Netflix y la primera de Los policías en Filmin. Un baño de una realidad –siempre tamizada por la ficción– que me resulta muy desconocida. No porque no haya noticias de esa parte del mundo que comparten y disputan judíos y palestinos, sino porque lo que deja ver la serie tras la trama narrativa, es un contexto muy desconocido.

 


 Fauda, Netflix, tres temporadas 2015-2018

Lo primero que se dice en todas las reseñas de la serie es que Fauda quiere decir Caos en árabe. Yo también lo digo para dejar claro que esta serie adrenalínica se mueve en el terreno del caos. Los protagonistas de las tres temporadas son un grupo de militares judíos que operan de manera encubierta en territorios palestinos. Por eso se habla indistintamente árabe y hebreo. Las dos primeras temporadas están ambientadas en Cisjordania, West Bank para los israelitas, en escenarios reales; la tercera pasa en Gaza y está rodada en una ciudad costera israelí ante la evidente dificultad de hacerlo en la franja de Gaza. Las tres están bien, pero por distintos motivos. En la primera temporada, no sé si la mejor, pero si la más sorprendente por lo que deja traslucir de la vida tanto en Israel como en Ramala o Nablus, conocemos a los protagonistas, Doron, Steve, Noar, Avihar Nurit, la única mujer del equipo, y los comandantes Eli, Gabi y Moreno. Este es el núcleo duro de la unidad que se infiltra en medios palestinos de los territorios ocupados para acabar con un terrorista al que se creía muerto. En la segunda temporada, se incorpora al equipo Sagi y en la tercera Noar ha desaparecido. Protagonizada de forma principal por Lior Raz, que encarna al malhumorado Doron, la serie está basada en sus propias experiencias cuando formaba parte de la Unidad Duvdevan de la fuerza de operaciones especiales del Estado de Israel. El actor y exsoldado, concibió la serie con la colaboración del periodista Avi Issacharoff, especializado en temas palestinos. Quizás sea ese punto de partida en la realidad lo que le da a Fauda, al menos en sus dos primeras temporadas, una verosimilitud que la diferencia de las clásicas series de espionaje o de terrorismo americanas o inglesas. Incluso las situaciones menos posibles parecen creíbles y la falta de maniqueísmo en los personajes, (los judíos no son precisamente simpáticos o inteligentes y los palestinos no son precisamente odiosos o estúpidos) hace que Fauda resulte adictiva y al mismo tiempo instructiva. Confieso que al empezar la segunda temporada, pensé, “malo, esta va a ser más de lo mismo”, pero no. A partir del tercer capítulo la temporada da un giro y se adentra en un terreno nuevo al poner en el centro de la historia la presencia de ISIS en Palestina, una injerencia que ni Hamas ni los israelitas pueden aceptar. La colaboración entre los servicios de inteligencia de Israel y los palestinos es una de las sorpresas narrativas de Fauda. Pero lo que la hace distinta es el tono narrativo de thriller y atreverse a eliminar (matar) personajes principales de la trama de una manera que las series más convencionales nunca harían. La tercera temporada y de momento la última, es quizás la más floja. Pero no porque no sea adictiva como las otras dos o interesante en su retrato. El problema de esta tercera entrega es que es Ficción pura. A ver, las dos anteriores también son ficción, pero basadas en hechos y en acciones que sus creadores conocen muy bien. En cambio, la tercera, ambientada en Gaza, donde las fuerzas especiales no suelen operar, el desconocimiento de primera mano va a la contra de la historia. En esta temporada la trama se centra en la liberación de una pareja de jóvenes israelitas secuestrados por los palestinos. Todo es mucho más elaborado, tiene menos frescura y deja ver algunos trucos de guión. Aunque el final es, como mínimo, impactante. No creo que ningún showrunner americano se atreviera a plantearlo.


Los policías, Filmin, una temporada, 2021

No sé si fue buena o mala idea ver Los policías justo al acabar Fauda. Al principio pensé que me equivocaba, que tenía que haber dejado más tiempo entre una y otra. Pero a partir del tercer capítulo ya no me plantee ninguna comparación. Y me enganchó. Aquí no hay conflicto con los árabes, se trata de un grupo de detectives de una pequeña comisaria en una ciudad costera enfrentados a un mafioso local que controla todo el territorio. Para vencerle y acabar con él, este pequeño equipo de cuatro policías encabezados por Alon, el actor Tsahi Halevi, que en Fauda encarnaba a Naor, no duda en utilizar toda clase de métodos, legales o ilegales, morales o inmorales, aunque eso signifique enfrentarse a los mandos de la policía y correr serios peligros. Lo mejor es la absoluta cotidianidad tanto de estos policías nada heroicos como de unos criminales más bien torpes. La corrupción de los políticos (esa es una lacra universal), el miedo de la gente a las extorsiones de los malos, una cierta incompetencia colectiva, son el caldo de cultivo donde los policías traman un plan para acabar con el poder del desagradable y gordo Maor Ezra. El dilema moral al que tiene que enfrentarse Alon, el policía al mando de esta pequeña unidad, es el corazón de una serie que parece acabar en el sexto episodio, tras el cual el espectador se pregunta por donde irán los dos capítulos que quedan pendientes. Pero ahí los israelitas vuelven a demostrar que su instinto narrativo es muy diferente del americano o europeo y dan un giro de guión inesperado.

Las dos series son esencialmente masculinas, pero en las dos, las mujeres juegan un papel muy importante. No solo Nurit, la única mujer de la unidad de elite de Fauda, también Gali, la mujer de Doron y sobre todo, la doctora Shirin en las dos primeras temporadas. Y en Los policías, la mujer de Alon, Miki, tiene un rol determinante y decisivo. Con unos físicos muy poco habituales, tanto de los protagonistas masculinos como de las mujeres que les acompañan, y unos paisajes exóticos para un espectador europeo, estas dos series resultan muy atractivas. Se ha acusado a ambas de ser sionistas, pero ¿qué iban a ser si no sionistas? También de racistas respecto a los palestinos, en eso no estoy de acuerdo, hay palestinos inteligentes y palestinos fanatizados, como entre los hebreos. En todo caso, recomiendo que se deje de lado cualquier valoración política y se disfruten como lo que son, dos buenos trhillers de espionaje y de policías.

 

EL RINCÓN DEL ESTRENO

Cerca de ti, Uberto Pasolini

Solo unas líneas para destacar un estreno de la semana. Cerca de ti, de Uberto Pasolini es una película pequeña, llena de ternura, en ningún momento sensiblera o cursi, dos peligros del argumento que sortea con inteligencia gracias al actor protagonista, un estupendo James Norton. Con un humor dulce y triste a la vez, la historia de este padre y su hijo de cinco años es un auténtico regalo. Salir con los ojos llorosos no es en absoluto un reproche, al contrario, es reconocerle la capacidad de emocionar con muy poco o con mucho, según se vea. Vale la pena verla.

 

El regalo de esta semana es una casita que bien podría estar en Palestino o  Israel.



 

 

 

 

 

 

 

sábado, 11 de diciembre de 2021

LA VIDA


La vida era ESO. En ese ESO está comprendido todo lo que la vida ha sido y es y no se sabe si será. La vida era eso, es el título de una película española de David Martín de los Santos que se estrena esta semana y que junto con Josefina de Javier Marco y Espíritu sagrado, de Chema García Ibarra, integra el mejor trío de debuts interesantes del cine español en este 2021. Los tres son muy diferentes entre sí, aunque la película de Javier Marco y la de David Martín de los Santos tienen en común ser retratos de gentes sin historia, personajes que simplemente “viven”, mientras que el espíritu de García Ibarra se adentra en territorios más estrambóticos, aunque igualmente reales.

 



La vida era eso, de David Martín de los Santos

La vida era eso cuenta la historia de una mujer, o mejor dicho de una mujer y el recuerdo, la promesa, y el deseo cumplido, de otra. Empieza en un hospital azul y frio de Gante en Bélgica y acaba en un anaranjado y cálido paisaje almeriense. Entre medio, un viaje interior acompañado de un viaje físico, el que hace María, la mujer mayor, cumpliendo el deseo de Verónica, la mujer joven. Ambas se encuentran en un momento crítico de sus vidas, nadie ingresa en un hospital por unas vacaciones. Su primer contacto no puede ser más duro, pero la convivencia en esa habitación de hospital belga las llevará a hacerse confidencias y acabar siendo amigas a pesar de la diferencia de edad. María, es decir la excelente Petra Martínez, tiene más de setenta años y lleva tanto tiempo viviendo en Bélgica que casi no recuerda como era su León natal; Verónica, una contenida Ana Castillo, tiene poco más de veinte y está trabajando allí como temporera. Las dos salieron de su pueblo y de su país por razones económicas, las dos desean volver de alguna manera. La inteligencia y el principal atractivo de la historia de María y de Verónica es el giro que da el film al entrar es su segundo acto. Es ahí donde descubriremos ese ESO que lleva a María a emprender su viaje de recuperación del tiempo pasado y de conquista del tiempo futuro. Ambientada en el año 2011, en plena crisis económica, La vida era eso pasa de oler a mejillones y cloroformo a oler a higuera y a sal. Emocionante sin caer nunca en la sensiblería, con personajes positivos y luminosos, La vida era eso es un canto a la posibilidad de transformar el ESO en cualquier momento y a cualquier edad. Martín de los Santos nos regala un pedacito de vidas y nos permite pensar que la vida es ESO que cada uno quiere, y puede, conseguir que sea. “Cuando te mueves y vas a muchos sitios, el tiempo te pasa rápido y luego, cuando lo recuerdas, te das cuenta de que en realidad pasó más lento. ¿A ti no te pasa?”

 



No mires arriba de Adam McKay

También podrían pensar que la vida era eso los protagonistas de esta comedia apocalíptica del fin del mundo: para ellos la vida era definitivamente eso. Porque, y no hago ningún spoiler, no tendrán jamás un podrá ser. No hay futuro. Cuajada de estrellas, Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, esta película de catástrofes dirigida por Adam McKay, nos enfrenta al auténtico meteorito destructor de la humanidad: la estupidez y la avaricia. Todos en este film son estúpidos, desde la ingenua astrónoma que descubre el cometa al que darán su nombre (Lawrence), hasta la impresentable presentadora de televisión prepotente y sin escrúpulos (Blanchett), pasando por el profesor enredado en su propia telaraña de ignorancia (DiCaprio) y una presidenta trumpiana que le permite a Meryl Streep reírse de ella y de su personaje mientras piensa como enriquecerse un poco más. La verdad, acabas pensando que para que el mundo esté en manos de estos tipos, mejor que se acabe de una vez. No mires arriba no quiere ser una película política, pero lo es. Aunque nos reímos con ella y de ellos, no puedes dejar de pensar que el meteorito Covid19 ha hecho reaccionar a los mandamases del mundo de manera muy parecida a la de esta presidenta prepotente y analfabeta, que los medios de comunicación se han comportado de forma tan irresponsable y banal como los presentadores de ese programa tan reconocible en cualquier televisión, los supuestos especialistas que deberían vigilar el cielo, o los virus, no han sido muchas veces mejores que el pobre profesor Mindy y que detrás de todo hay alguien acumulando riqueza como el famoso y un poco olvidado Tío Gilito, el rico tío del Pato Donald, al que el odioso Peter Isherwell se parece mucho. No mires arriba lleva implícita una orden NO MIRES, ni arriba ni a ningún otro sitio, no sea que veas lo que está pasando y empieces a darte cuenta de que la vida ya no es eso que creías. Sin ser la mejor película de Adam McKay, este film que se estrena en cines y se podrá ver desde el 24 de diciembre en Netflix, es una comedia negra que provoca risas congeladas.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES


Succession, HBO

El hecho que Adam McKay sea el productor, en colaboración con Will Ferrell, de la serie de HBO Succession, me ha llevado a pensar en hablar de ella. Creada por Jesse Armstrong en el 2018, Succession tiene ya tres temporadas, la última aun  no se ha emitido completa y por eso no la he visto. No me gusta ver las series semana a semana, prefiero esperar y verlas seguidas. Por tanto, no sé si la historia sigue bien o se estropea. En todo caso, sí puedo hablar de las temporadas una y dos. El resumen argumental dice. “Serie que sigue a la disfuncional familia de Logan Roy y sus cuatro hijos, que controlan una de las empresas de medios de comunicación y entretenimiento más importantes del mundo. Los problemas llegan cuando se plantea quién será el sucesor del patriarca.” La figura de Logan Roy, el padre, el amo, el jefe de todo eso, interpretado por un Brian Cox que se crece de capítulo a capítulo a medida que sus cuatro hijos decrecen en la misma proporción, es muy reconocible. Me vienen a la cabeza algunos poderosos patriarcas de los medios de comunicación locales cuyas vidas darían para series tan inmorales y maquiavélicas como ésta. Pero estamos en Estados Unidos, en el seno de la familia de alacranes humanos que son los Roy. Comedia negra, hilarante tanto como irritante, feroz y adictiva, una vez que empiezas, con esa secuencia magistral del viejo Logan, donde queda clara no solo su demencia, sino su poder, no puedes dejar de verla, quieres saber más de lo que les pasa al mediocre Kendall, almiserable Roman, a la manipuladora Siobhan y al medio atrasado Connor, sin olvidarnos de dos personajes nada secundarios, el oportunista Greg y el desgraciado Tom, Ah y la fuerza en la sombra que es la maquiavélica Marcia. Succession es una serie política en el mejor sentido del término, ya que deja muy claro quién controla el auténtico poder: el dinero y los medios de comunicación. Es una lección de capitalismo salvaje que sirve de perfecto complemento al No mires arriba, una frase que los hermanos Logan aprenderán a aplicar en sus propias vidas.


El regalo de esta semana es un bonito jarrón resquebrajado, como las vidas que eran ESO.

 



 

 

sábado, 4 de diciembre de 2021

PUENTE

 

Comienza una semana llena de acueductos festivos que se pueden aprovechar para muchas cosas: desconectar de los telediarios de todo tipo; pasear por la ciudad o el campo; comer tranquilamente; ver amigos de uno en uno; ir al cine,–la oferta de la cartelera sigue siendo apetitosa y hay muchas pelis que valen la pena–; o quedarse en casa viendo series, –hay tantas que no habrá días para verlas todas–. Esta semana de puentes prenavideños tengo dos recomendaciones de estrenos y dos recomendaciones de series. Allá van.

 


(el famoso gol de Maradona)

Fue la mano de Dios, de Paolo Sorrentino

Ésta es una película personal, un film autobiográfico donde el director recuerda y en cierto modo asume, el dolor de un trauma que cambió su vida. La mano de Dios es la de Maradona en un gol inolvidable por fraudulento, pero también es la mano de Dios la que, gracias a Maradona, salvó la vida del adolescente Fabietto, alter ego de Sorrentino, de una muerte segura. Fue la mano de Dios no es la mejor película del director de La gran belleza, pero es la más sentida, la más emocionante. La cercanía del tema y la implicación personal en lo que cuenta pesan demasiado en el último tercio del film donde se nota que le cuesta encontrar un final apropiado para dejar a Fabietto encarrilado en su vida. Quizás porque en realidad su historia no tiene final, sino un continuará que sigue y seguirá. Momentos espléndidos típicamente sorrentinianos, la primera secuencia como es habitual en él, es toda una declaración de intenciones, homenajes a Fellini, esa familia de tías de todas las gorduras, y a Antonio Capuano un director mucho menos conocido pero fundamental en su vida,hacen de  Fue la mano de Dios un poema de amor a su familia y a Nápoles. Sorrentino ha encontrado una manera de devolverle al cine todo lo que el cine ha hecho por él. (Fue la mano de Dios se podrá ver en Netflix a partir del 15 de diciembre)




(no he podido dejar de recordar los entrañables Pepe Gotera y Otilio, que Francisco Ibáñez creó en 1966)

Seis días corrientes, de Neus Ballús

El viernes 3 de diciembre Astrid Meseguer publicó una entrevista con Paolo Sorrentino en La Vanguardia. Una frase del director italiano en esa entrevista me sirve para enlazar con el otro estreno destacado de la semana: “Cuando a veces me encuentro con un dentista me dice que por qué no cuento la historia de un dentista y si hablo con un fontanero me dice que por qué no cuento la de un fontanero. No puedo contarles la verdad porque en realidad no hay nada que contar de la historia de un dentista o un fontanero. Al menos no se puede contar cómo ellos se ven a sí mismos.” Neus Ballús con Seis días corrientes desmiente por completo esta frase de Sorrentino: la vida de un fontanero, o de tres mejor dicho, es tan interesante y “contable” como la de un director de cine. Lo importante es cómo se cuenta. Seis días corrientes es una de las grandes olvidadas de las nominaciones de los premios Goya –no es la única, porque este año en que el cine español es francamente bueno hay muchos olvidos en estos Goya, se puede decir más que nunca que son todas las que están pero no ESTÁN todas las que SON–. Seis días corrientes es un experimento de ficción documental que sigue durante una semana a tres trabajadores, fontaneros o lampistas como se llaman en Catalunya en su trabajo cotidiano. Libre y sencilla, feliz y crítica, Ballús sabe que hacer cine social no significa necesariamente hablar de desgracias y que hacer  un retrato de la sociedad de ahora mismo no implica categorizar de buenos o malos a la gente según su posición social. La solidaridad, pero también el racismo, la responsabilidad, pero también el pasar de todo, la vida que no se ve pero está ahí, la complejidad de las relaciones, la mezcla de idiomas, en definitiva el vivir de cada día corriente hace de estos humanísimos personajes, seres muy cercanos y creíbles. El gran acierto de Neus Ballús es utilizar tres fontaneros reales Valero, el jefe, Moha, el aprendiz, Pep el viejo a punto de jubilarse y construir con ellos y a partir de ellos una ficción llena de humor, ternura y vida. Pequeño, divertido, muy complejo en su realización, Seis días corrientes es una película que demuestra que Sorrentino no tiene razón.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES

Esta semana en la que el tema de las lenguas y los idiomas ha acaparado tantos titulares, vale la pena fijarse en dos series que sin ser obras maestras demuestran que las plataformas son útiles para conocer distintos paisajes, distintas historias, distintos idiomas y distintas culturas. Una es alemana, otra es polaca, las dos se pueden ver en Filmin.

 


La alemana: Nuestros maravillosos años, 6 episodios

Uno de los grandes éxitos de la televisión alemana, esta miniserie que adapta una novela de Peter Prange, cuenta la vida de Altena, un pequeño pueblo industrial en la Alemania ocupada por los británicos, donde la fábrica de la familia Wolf es una de las principales fuentes de trabajo. Ambientada en la posguerra, la historia comienza el histórico 20 de junio de 1948 cuando se introdujo el nuevo marco como moneda legal, considerado el momento en que comienza una recuperación económica que se conoce como “el milagro alemán”. A lo largo de ocho años, la serie sigue la vida de las tres hijas de la familia Wolf, Ulla, Gundel y Margot. Sus deseos, sus ambiciones, sus fracasos, sus amores, se desarrollan con el paisaje de fondo de una Alemania muy desconocida. Luminosa y llena de vida, en realidad no deja de ser un culebrón con fondo económico. Pero las buenas interpretaciones de todos los actores, capaces de mostrar cambios sutiles en muy poco tiempo, una excelente ambientación y un cuidado en no poner el acento en heridas abiertas, pero no por eso dejar de mostrar la realidad de un duro pasado, un presente complicado según en que Alemania te ha tocado vivir y un futuro donde el horizonte no es un final sino un principio, hacen de esta serie una muy buena opción para entender un poco más de la historia. 


La polaca Klangor, 8 episodios

Un thriller clásico. Una adolescente desaparece una noche. Su padre la busca mientras la policía intenta averiguar qué ha pasado con ella. Hasta aquí nada nuevo ni distinto. Lo diferente surge del paisaje, un pequeño pueblo en la frontera polaca con Alemania; los personajes, un psicólogo de la cárcel convertido en  implacable padre coraje, una familia destrozada y un país que no solo muestra sus carencias afectivas, también deja ver profundas heridas morales. Klangor da muchos giros en la historia, cuando parece llegar a un callejón sin salida o a una posible explicación, todo cambia y abre otra línea de narración. Sin ser una gran serie, Klangor tiene la gracia de provocar el deseo de seguir, para averiguar qué pasó realmente esa noche. El padre, protagonista principal, no es un personaje con el que puedas empatizar abiertamente, pero no dejas de ponerte de su parte aunque meta la pata y cometa errores tremendos. Es un thriller, pero no un thriller como tantos otros.  Saber que los productores son los responsables de Cold War es una garantía de que no estamos ante un producto en absoluto banal.

 El regalo de esta semana estaba cantado: la mano de Dios.



 

sábado, 27 de noviembre de 2021

RAREZAS

 

Dos películas y una serie, las tres españolas, se erigen en protagonistas de la entrada de hoy. Cada una en su estilo, estas tres rarezas demuestran la riqueza del cine español. Son tres propuestas que se salen de los caminos trillados, tanto por sus argumentos, como por la estructura narrativa, la manera de filmarlos y su localización en la España semivaciada y mediterránea poblada de “no lugares”. Las tres han sido una sorpresa.

 

(este cuadro abstracto de Ramon es un buen acompañamiento para esta película)

Espíritu sagrado, de Chema García Ibarra

La verdad es que no me apetecía ver esta película. Su titulo, Espíritu sagrado, no me estimulaba demasiado, el cartel era de una gran ambigüedad y el director Chema García Ibarra me sonaba de algo pero no acababa de situarlo. Cuando me encargaron hacer una crítica del film, no me quedó más remedio y la vi. Y ahí empezaron las sorpresas, una detrás de otra. Desde su primera imagen me di cuenta que aquella no iba a ser una película normal. Una niña rubia de grandes ojos azules, lee una redacción en clase sin inmutarse con total seriedad: “… y luego los venden enteros o por partes a los que hacen misas al diablo. Los órganos de gente bautizada no les sirven y tampoco los subnormales. Lo bueno de tener un hijo subnormal, es que no tienes que preocuparte de que te lo roben, lo malo es que es subnormal…” Como arranque era bastante inesperado. A partir de aquí, el film no solo no decepciona, sino que crece y crece, abriéndose como una espiral a medida que conocemos a esos extravagantes personajes. El resumen del argumento dice: “José Manuel y el resto de miembros de la asociación ufológica Ovni-Levante se reúnen semanalmente para intercambiar información sobre mensajes extraterrestres y abducciones. Julio, su líder, muere inesperadamente dejando a José Manuel como el único conocedor del secreto cósmico que puede alterar el porvenir humano. Mientras tanto en la ciudad se busca a una niña que desapareció hace semanas.” Como siempre, este argumento cuenta y no cuenta lo que es la película. Porque en este caso más que en ningún otro, el cómo lo cuenta es fundamental. De entrada la imagen es luminosa, de colores vivos, planos muy pensados y localizaciones tan insólitas como hermosas. Esto se explica cuando sabemos que Espíritu sagrado está rodado en celuloide, en 16 mm y alguna secuencia en 35 mm. ¡Chapeau por García Ibarra y su director de foto Ion de Sousa! Pero si este inclasificable film, al que su director define como ciencia ficción domestica, funciona y engancha es en gran parte gracias a los dos protagonistas principales, ambos, como todos los demás actores, reclutados en las calles de Elche, donde Ibarra ha rodado todos sus cortos anteriores. Si José Manuel con su inocencia y credulidad nos hace sentir una enorme simpatía, la pequeña Verónica con sus ojos azules y su inquisitiva mirada, acaba por robarnos el corazón. Si se revisan sus cortos, hay varios en Filmin, es fácil darse cuenta de que Espíritu sagrado prolonga sus ambientes, sus temas, sus obsesiones y sobre todo su manera de contar: extraterrestres, espíritus sagrados del antiguo Egipto, una esfinge de plástico gigante, pieles de leopardo y abducciones, se conjugan con temas oscuros y duros de una rabiosa actualidad social en un divertimento absolutamente recomendable. “Me gusta el contraste entre drama y comedia y entre fantasía y realismo. Me gusta el humor a la vez negro y tierno. Me gusta explorar la belleza de lo que el cine suele marginar”, son palabras de García Ibarra, un cineasta fiel a sus espacios, los barrios populares de Elche, a sus gentes, actores no profesionales encontrados a veces al azar, y a los misterios de la vida. Estupenda.



 Magaluf Ghost Town Miguel Ángel Blanca

La segunda propuesta es un documental dirigido por Miguel Ángel Blanca. Magaluf es una ciudad costera del sur de Mallorca; Magaluf es un destino privilegiado para el turismo de borrachera y sexo. Este verano, el nombre de Magaluf ha aparecido en los telediarios como escenario de fiestas salvajes y botellones en plena pandemia sobre todo en Punta Balena, la calle principal “llena de olor a sangre y orina”. Magaluf se ha definido como “una  suerte de holocausto zombie del balconing y el mamading, del turismo etílico low cost y las despedidas de soltero que acaban en comisaría”. Magaluf es una ciudad fantasma durante el día y buena parte del año. El director define Magaluf Ghost Town como “el retrato coral de una comunidad durante las temporadas baja y alta, desde un tono de misterio cercano al thriller pero sin perder de vista la comedia costumbrista, mezclando documental y ficción”. Sobre ese fondo de turistas borrachos, de suicidas que se matan haciendo balconing, de sexo desenfrenado, hay otras vidas: las de los habitantes de Magaluf que intentan sobrevivir en medio del infierno en que el turismo low cost ha convertido su ciudad. El documental, sigamos llamándole así, aunque en realidad no es ni mucho menos un documental clásico, sigue a cinco personas ajenas al caos que destruye su entorno. Tere, cocinera andaluza, gorda y con problemas de salud, está acostumbrada a encontrarse basura, vómitos y sangre en las piscinas de los hoteles en los que trabaja. Para sobrevivir, Tere alquila una habitación a Cheikne, un inmigrante de Mali con un doble trabajo, en la construcción de día y en los lavabos de una discoteca de noche. En otro espacio de la ciudad, Ruben, un guapo adolescente gitano y homosexual, inventor de una leyenda urbana mitológica en torno a Magaluf, recorre la ciudad y sus costas con su mejor amigo, el hijo del dueño de un bar donde ha venido a trabajar ese verano. Al margen de ellos, está Irina, una contratista rusa dispuesta a transformar la costa de Mallorca en un gran parque temático de ladrillo y golf para turistas ricos, un infierno rich cost tan despreciable como el low cost. Los cinco son las figuras visibles en un escenario poblado de fantasmas. Inquietante y terrorífico, el humor, la ternura con la que están tratados sus personajes y una cierta mirada no condenatoria ni inquisidora respecto a una realidad que no se puede obviar, hacen de este magnífico trabajo un film altamente recomendable.  


EL RINCÓN DE LAS SERIES


El tiempo que te doy, Netflix

La rareza de esta pequeña joyita del catálogo de Netflix, nace de su formato, diez capítulos de onces minutos y de la historia de desamor que nos cuenta con una absoluta delicadeza y honestidad. El tiempo que te doy es una serie creada por Nadia de Santiago, protagonista junto con Álvaro Cervantes, y los dos directores, Inés Pintor y Pablo Santidrián. El tiempo es el que Lina, la propia Nadia, le va dando a su compañero Nico desde que en el primer capítulo, el que tiene un minuto de presente y diez de recuerdo, nos cuenta su ruptura y el nacimiento de su amo. Cuando se conocieron, ella era camarera y él profesor de buceo en un hotel de la cosa andaluza. Poco a poco, el tiempo que Lina le va dando a Nico disminuye minuto a minuto hasta el capítulo 10, donde hay diez minutos de presente y un minuto de recuerdo. En el camino nos hemos acostumbrado a Lina y su dolor, a Nico y su desconcierto, a las amigas de Lina que intentan ayudarla, a su entorno laboral como enfermera en un gran hospital. De mano de esta  pareja vivimos un doloroso proceso de duelo, una separación sin motivos aparentes, un alejamiento mutuo que deriva en la tristeza y la inseguridad antes de girar hacia una salida del túnel del desamor. El tiempo que te doy requiere dedicarle un tiempo, 110 minutos si se ve seguida, cosa que recomiendo. El resultado es parecido a tener una amiga en casa contándote sus problemas ante una taza de té. Bienvenida sea Lina y su des(amor) por Nico.

 El regalo de esta semana es una invitación a tomar un té mientras escuchamos a alguna amiga, o somos nosotras las que hablamos. A Lina le habría gustado.



 

 

 

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sábado, 20 de noviembre de 2021

PLATAFORMAS

 

Las plataformas han llegado para cambiar nuestros hábitos de ver cine. Nunca antes se había consumido tantas películas y series como ahora. Por el precio de una entrada, tienes un mes entero de una oferta inabarcable, infinita. Esto es una ventaja sin duda. Al alcance de la mano se abre un abanico de posibilidades sin moverte del sillón. Las salas de cine tradicionales sufren y aun sufrirán más si no consiguen dar un salto cualitativo respecto a lo que ofrecen las plataformas. Igual que el Cinemascope surgió para combatir la televisión, ahora los cines de estreno tendrán que refundarse para ofrecer algo distinto y único a unos espectadores que (la pandemia y el confinamiento han ayudado) se han acostumbrado a ver las películas en la comodidad de su casa. Estoy segura que los cines sabrán repensarse en su funcionamiento, algunos desaparecerán, otros encontrarán la manera de que el Cine, con mayúscula,  sea algo único. Incluso las plataformas saben que una película en un Cine Bueno es algo que vale la pena no perder de vista. Por eso algunas, Netflix, Filmin, Amazon, estrenan sus películas en cines unas semanas antes de que lleguen a la más democrática y universal pantalla casera. Es el caso del estreno más importante, siempre desde mi personal punto de vista, de esta semana: El poder del perro, de Jane Campion, que estará disponible en Netflix a partir del 1 de diciembre.

 


(normalmente no uso cuadros de otros, rompí la norma la semana pasada con La balsa de la Medusa, y hoy la vuelvo a romper con El perro semihundido de Goya, la mejor ilustración que se me ocurre para esta interesante película)

El poder del perro, Jane Campion

El poder del perro es un western. Pero no un western como los de siempre, ni siquiera un western crepuscular al estilo de Clint Eastwood. El poder del perro es un western rodado en paisajes de Nueva Zelanda que pasan por ser la Montana de los años 20 del siglo pasado. Esa es la primera diferencia con los westerns clásicos: El poder del perro no sucede en el siglo XIX de la Conquista del Oeste, pasa en 1924, después de la Primera Guerra Mundial. Hay vaqueros y ricos hacendados como en los títulos más clásicos. Pero en lugar de un saloon con chicas, hay un cine con pianista. Tampoco hay indios, solo algunos pocos supervivientes que malviven en los márgenes, los caballos conviven con los coches y hay prejuicios y odios como siempre. Pero eso no impide que sea un western. El poder del perro está basado en un libro de Thomas Savage, quizás el escritor, junto con Annie Proulx, la autora de Brokeback Mountain que firma el prefacio de la edición española del libro de Savage, que mejor ha retratado ese mundo del oeste nostálgico y desubicado en un siglo dominado por el progreso y las máquinas. El poder del perro es la historia de un hombre, Phil, incapaz de adaptarse a su época, anclado en la tradición y sumergido en sus tormentos personales y de otro hombre, Pete, que llega a la vida de Phil para cuestionar todos sus valores y contradicciones. El casi adolescente Pete, con su comportamiento femenino y su sensibilidad a flor de piel frente a la rudeza y crueldad de Phil, es sin embargo, mucho más peligroso en su turbio sentido de la moralidad. El resumen de la película no deja ver el auténtico tema de la historia: “Montana, 1924. Phil y George son hermanos y socios, copropietarios del rancho más grande del valle. Cabalgan juntos, transportando miles de cabezas de ganado, y siguen durmiendo en la habitación que habían tenido de niños, en las mismas camas de bronce. Phil es alto y anguloso, George rechoncho e imperturbable. Phil es muy inteligente y podía haber sido cualquier cosa que se propusiera, George es tranquilo y no tiene aficiones. A Phil le gusta provocar, George carece de sentido del humor, pero tiene ganas de amar y de ser amado. Cuando George se casa con Rose, una joven viuda de porte orgulloso y sonrisa rápida, y la trae a vivir a la hacienda junto con su hijo Pete, Phil comienza una campaña implacable para destruirlos a los dos. Pero los más débiles no siempre son quienes uno cree.” En esta última frase está encerrado el fondo de este film de una belleza sublime en sus paisajes. Porque los más débiles no son los que nos creemos, ni en la película ni en la vida. Campion adapta el libro con total libertad, siendo muy fiel al tono, el aroma, el sentido, pero poniendo el acento en la morbosa relación de poder y seducción entre Phil y Pete más que en el cruel comportamiento de Phil respecto a Rose y su hermano George. La directora neozelandesa que vuelve al cine después de 12 años, saca todo el partido del paisaje y de los actores, Benedict Cumberbatch es un Phil despreciable en su coraza de debilidad y Kodi Smit-McPhee, llena de ambigüedad moral y peligro latente a su aparentemente desamparado Pete. Con ser los dos excelentes propuestas de casting, tengo que reconocer que mientras leía el libro, antes de ver la película, los rostros y cuerpos que yo ponía a Phil y Pete eran los de Sam Shepard y el Anthony Perkins de La gran prueba, un western extraño y olvidado de William Wyler que este poder del perro me ha traído a la memoria.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES


La asistenta Netflix, diez episodios de 55 minutos

Es una lástima que esta serie haya pasado un tanto desapercibida en el marasmo de la oferta diaria de la plataforma. Vale la pena recuperarla no solo por lo que cuenta, “las vicisitudes de Alex, una madre soltera que recurre a limpiar casas para tratar de llegar a fin de mes mientras huye de una relación abusiva y lucha por salir de la indigencia para darle a su hija Maddy una vida mejor”, sino por todo lo que no se ve pero está ahí, muy presente. Me explico. La asistenta está basada en la autobiografía de una mujer que se llama Stephanie Land. Land vivió una experiencia tóxica con su pareja y se ganó la vida limpiando casas para sacar adelante a su hija mientras escribía en cuadernos su experiencia con sus clientes y con su entorno. Margaret Qualley, interpreta a Alex con una solvencia y ambigüedad asombrosa. Solvencia para dar credibilidad a un personaje demasiado lleno de aristas y ambigüedad porque a veces cuesta sentir empatía con ella y su orgulloso y demasiado responsable comportamiento. Pero lo que no se ve y se nota es que Margaret Qualley es  la hija de Andie MacDowell que en la serie interpreta a su madre, la inestable Paula, incapaz de darle a su hija Alex lo que necesita. El hecho de saber que son madre e hija en la realidad cubre esta relación de una capa de dudas de hasta qué punto es solo una ficción lo que estamos viendo. Alex se erige en el centro de control de su vida hacia arriba, haciéndose responsable de su madre y hacia abajo, cuidando y sobre protegiendo a su hija, olvidándose en ese viaje tanto de sí misma, como de la gente que la rodea. Pero sigamos con las cosas que no se ven. Alex acude a los servicios sociales del estado para buscar ayudas que le permitan cubrir sus necesidades. Lo aparente es la denuncia de una burocracia que pone todas las trabas del mundo a la gente más desfavorecida, pero lo que se percibe es que esas ayudas funcionan y sirven: el refugio de mujeres maltratadas funciona; las ayudas a la guardería funcionan; las ayudas a la vivienda funcionan, las becas de estudio funcionan. La basura blanca, de la que Alex es una buena representante, encuentra en los servicios sociales del estado una ayuda para superar sus problemas. Alex es víctima del maltrato psicológico por parte de su compañero Sean, como su madre lo fue de su padre Hank. Lo aparente en esta serie es que los hombres son malos, borrachos y maltratadores, pero en realidad ni Sean, ni Hank, son esos seres despreciables que podíamos imaginar en una película de corte feminista/ progresista. Los hombres que rodean a Alex intentan ayudarla y lo único que le piden es que a su vez los ayude a ellos. Ella ni se deja ayudar ni es capaz de ayudarlos. De ahí esa sensación de falta de empatía con ella sobre todo en su relación con Sean y con Nate el amigo que la encuentra en uno de sus peores momentos. Alex trabaja para una agencia de limpieza a domicilio y es explotada hasta lo soportable por Yolanda, la mujer que organiza el trabajo. Lo aparente es la precariedad y la explotación de los trabajadores sin protección social, pero Yolanda no es una “buena patrona” en ningún sentido, ella misma es la primera explotada y en realidad hace lo posible para darle a Alex un trabajo imprescindible si quiere mantener a su hija. Los dueños de las casas que Alex limpia son ricos, odiosos y despreciables. Lo aparente es que efectivamente Regina la rica abogada dueña de la primera casa que Alex limpia, o la pareja de lesbianas de otra lujosa casa, son las malas de la película, pero lo que vemos es como Regina acaba siendo la mejor amiga de Alex, y las lesbianas son las únicas que le abren sus puertas de par en par. Todas estas contradicciones entre lo aparente y lo que cuenta La asistenta, son las que hacen que sea una serie mucho más interesante de lo que parece solo por su sinopsis. Es cierto que a veces cuesta creerse a Alex, pero es porque ella también es una cosa aparentemente y otra en la realidad de su contexto. Aparentemente fuerte, independiente, inteligente, responsable, Alex es insegura, está llena de dudas y miedos y tiene una enorme falta de confianza en sí misma. Que todo acabe bien no es desvelar ningún spoiler, es simplemente confirmar que la vida es mucho más compleja que los simplistas mensajes de propaganda habituales. 

El regalo de esta semana es uno de los pocos perros que Ramon ha dibujado, a mi me gusta mucho. Incluyo detalle y cuadro entero.




sábado, 13 de noviembre de 2021

DOS AUTORES

 

“El cine de autor es el cine en el cual el director tiene un papel preponderante, dando una visión exclusivamente suya a un guion propio o ajeno; realiza su obra al margen de las presiones y limitaciones que implica el cine de los grandes estudios comerciales, lo cual le permite una mayor libertad a la hora de plasmar sus sentimientos e inquietudes en la película. En el cine de autor, el autor es normalmente identificable o reconocible por algunos rasgos típicos en su obra.” (Wikipedia)

Me van a perdonar que empiece esta entrada con una cita de la Wikipedia (respeto mucho esta web que utilizo bastante, aunque siempre manteniendo una cierta distancia crítica). Pero en este caso, no puedo estar más de acuerdo con su definición de “cine de autor”. Y no cabe duda que los dos estrenos más importantes de esta semana son CINE DE AUTOR, con mayúsculas.

 


El ventre del mar de Agustí Villaronga

La última película de Agustí Villaronga es, quizás, las más personal y la más arriesgada y transgresora de toda su compleja filmografía. Se trata de una adaptación de un texto de otro, concretamente un capítulo de la obra Océano mar del escritor italiano Alessandro Baricco, en la que el director/guionista deja muy clara “una visión exclusivamente suya”.  Villaronga encuentra en Baricco un eco de sus propias ideas y obsesiones: el mar, un mundo encerrado en sí mismo, crueldad y belleza junto a un lirismo fantástico, en una historia que se inspira en una terrible tragedia: el hundimiento de una fragata de la marina francesa frente a las costas de Senegal en junio de 1816. La falta de botes salvavidas, obligó a abandonar a su suerte 147 personas, soldados, marineros, pasajero, en una balsa en medio del mar. Esta catástrofe quedó inmortalizada para siempre en el famoso cuadro romántico La balsa de la Medusa de Théodore Géricault. Si el pintor dio su propia visión de ese naufragio y Baricco lo noveló a su manera, Villaronga transforma esta tragedia en el mar en una obra donde están claros los ecos de las modernas tragedias en el mar de nuestros días, las pateras abandonadas en un Mediterráneo muy poco acogedor. El ventre del mar, es una película realizada “al margen de las presiones y limitaciones”. Durante el confinamiento de la primavera del 2020, Villaronga estaba en su Mallorca natal y desde su casa veía el mar. Eso y el placer de reencontrarse con la literatura de Baricco, le llevó a escribir un guión imposible de hacer en los marcos industriales convencionales. Con un presupuesto mínimo, y el apoyo de productores que apostaron por el proyecto, Villaronga rodó El ventre del mar durante tres semanas del mes de agosto en una fábrica abandonada de Felanitx, en Mallorca, donde se construyó un decorado abstracto que reproducía el naufragio de la Balsa de la Medusa. Josep María Civit y Blai Tomás se hicieron cargo de la fotografía en un precioso blanco y negro, con algunos recursos a degradados de colores. Pero el peso de la película recae en los actores que interpretan los dos personajes principales, únicos supervivientes del naufragio, enfrentados en un juicio donde se intenta averiguar qué es lo que pasó realmente. Roger Casamajor, un actor asociado al cine de Villaronga con el que debutó en el año 2000 en El mar, es el Dr Savigny; Óscar Kapoya, en su primera incursión en el cine, es el marinero Thomas enamorado de Thérese, la actriz mallorquina Mamidu Diallo, la única mujer a bordo de esa balsa de la muerte. La tercera premisa del cine de autor, la “libertad a la hora de plasmar sus sentimientos e inquietudes” queda clara en el tratamiento teatral y poco realista, en la crueldad abstracta de sus comportamientos, pero sobre todo en la capacidad de Villaronga para extrapolar este cuadro en imágenes a una realidad desgraciadamente demasiado cotidiana en nuestro mundo, donde hombres y mujeres desesperados se lanzan al mar y sus peligros sin importarles perder una vida que ya no vale nada para ellos. Villaronga lo expresa muy bien: “La película empieza como si fuera de época, pero hay un momento en el que ya no sabes muy bien en qué tiempo estás por el vestuario. No quería dejarlo como algo que ocurrió hace doscientos años, sino que sigue pasando. Políticamente es algo muy complicado, no creo que con una película ayude mucho. Baricco va más allá del puro 'Informe semanal' y habla del conflicto humano.” Un conflicto que desgraciadamente no solo tiene el mar por escenario. Esta semana, sin ir más lejos, el frío, el hambre, la desesperación de El ventre del mar la hemos podido ver en la frontera de Bielorusia con Polonia donde miles de refugiados han sido expulsados a una tierra de nadie tan inhóspita como el mar, por la maldad de unos tiranos que los usan como escudos humanos sin tener en cuenta sus sentimientos ni sus vidas. El ventre del mar es hermosa en su experimentación, pero sobre todo es importante en su actualidad.

(producida entre otros por Filmin, la película se podrá ver muy pronto en la plataforma)

 


El rey de todo el mundo, de Carlos Saura

La segunda película de “autor” de esta semana es El Rey de todo el mundo, ultimo experimento musical/narrativo de Carlos Saura. Saura tiene 90 gloriosos y espléndidamente creativos años. Lleva 60 años haciendo cine y tiene intención de seguir (de hecho tiene dos proyectos en cartera). Desde hace 40 años (da vértigo escribir estas cifras) el director aragonés ha demostrado una particular inclinación hacia el cine musical. Alternando con otros films más o menos narrativos, Saura ha emprendido una revisión musical desde el flamenco de Sevillanas, a la jota aragonesa, pasando por el tango, el fado o la opera, siempre “dando una visión exclusivamente suya”. Creador de imágenes de una belleza increíble, a la que no es ajena su colaboración con Vittorio Storaro, Saura ha decidido ahora poner su mirada  sobre la música popular mexicana: corridos, huapangos, danzones, rancheras. El resultado es una película/espectáculo. No un espectáculo como eran Sevillanas o Jota, El rey de todo el mundo es una película que cuenta una historia, mejor dicho dos historias. La que se recrea en el propio musical, una especie de Romeo y Julieta o de West Side Story contado como La calle 42, es decir a partir de los ensayos de los bailarines antes del estreno; y la que envuelve a su protagonista principal, una excelente bailarina mexicana, Greta Elizondo, en una Guadalajara convulsa por la presencia de las mafias del narcotráfico. Una y otra historia se complementan y se potencian, y aun siendo ambas muy convencionales y previsibles, la suma de las dos produce un resultado inesperado. Una vez más, y gracias a su larga carrera y prestigio Saura “realiza su obra al margen de las presiones y limitaciones”, disfrutando con los bailes, las coreografías, las canciones y haciendo disfrutar a los espectadores, o al menos a mí que me sentí transportada a mi infancia, cuando yo misma cantaba La Adelita o bailaba un jarabe tapatío. Saura no se duerme en los laureles de una fama más que merecida, y sigue indagando en el lenguaje del cine, del teatro, de la música donde encuentra “una mayor libertad a la hora de plasmar sus sentimientos e inquietudes”. Quizás no soy objetiva a la hora de elogiar este estupendo trabajo, tengo que reconocer que me pasé parte de la proyección tarareando las canciones y buscando en esa Guadalajara los ecos de los dos viajes que hice a su Festival. La experiencia personal de cada espectador se pone en juego en cada película que ves. Es inevitable. Por eso reconozco que yo disfruté mucho de El Rey del todo el mundo. Ojala disfruten también todos los espectadores.

El regalo de esta semana está dedicado especialmente a Agustí Villaronga.