sábado, 13 de noviembre de 2021

DOS AUTORES

 

“El cine de autor es el cine en el cual el director tiene un papel preponderante, dando una visión exclusivamente suya a un guion propio o ajeno; realiza su obra al margen de las presiones y limitaciones que implica el cine de los grandes estudios comerciales, lo cual le permite una mayor libertad a la hora de plasmar sus sentimientos e inquietudes en la película. En el cine de autor, el autor es normalmente identificable o reconocible por algunos rasgos típicos en su obra.” (Wikipedia)

Me van a perdonar que empiece esta entrada con una cita de la Wikipedia (respeto mucho esta web que utilizo bastante, aunque siempre manteniendo una cierta distancia crítica). Pero en este caso, no puedo estar más de acuerdo con su definición de “cine de autor”. Y no cabe duda que los dos estrenos más importantes de esta semana son CINE DE AUTOR, con mayúsculas.

 


El ventre del mar de Agustí Villaronga

La última película de Agustí Villaronga es, quizás, las más personal y la más arriesgada y transgresora de toda su compleja filmografía. Se trata de una adaptación de un texto de otro, concretamente un capítulo de la obra Océano mar del escritor italiano Alessandro Baricco, en la que el director/guionista deja muy clara “una visión exclusivamente suya”.  Villaronga encuentra en Baricco un eco de sus propias ideas y obsesiones: el mar, un mundo encerrado en sí mismo, crueldad y belleza junto a un lirismo fantástico, en una historia que se inspira en una terrible tragedia: el hundimiento de una fragata de la marina francesa frente a las costas de Senegal en junio de 1816. La falta de botes salvavidas, obligó a abandonar a su suerte 147 personas, soldados, marineros, pasajero, en una balsa en medio del mar. Esta catástrofe quedó inmortalizada para siempre en el famoso cuadro romántico La balsa de la Medusa de Théodore Géricault. Si el pintor dio su propia visión de ese naufragio y Baricco lo noveló a su manera, Villaronga transforma esta tragedia en el mar en una obra donde están claros los ecos de las modernas tragedias en el mar de nuestros días, las pateras abandonadas en un Mediterráneo muy poco acogedor. El ventre del mar, es una película realizada “al margen de las presiones y limitaciones”. Durante el confinamiento de la primavera del 2020, Villaronga estaba en su Mallorca natal y desde su casa veía el mar. Eso y el placer de reencontrarse con la literatura de Baricco, le llevó a escribir un guión imposible de hacer en los marcos industriales convencionales. Con un presupuesto mínimo, y el apoyo de productores que apostaron por el proyecto, Villaronga rodó El ventre del mar durante tres semanas del mes de agosto en una fábrica abandonada de Felanitx, en Mallorca, donde se construyó un decorado abstracto que reproducía el naufragio de la Balsa de la Medusa. Josep María Civit y Blai Tomás se hicieron cargo de la fotografía en un precioso blanco y negro, con algunos recursos a degradados de colores. Pero el peso de la película recae en los actores que interpretan los dos personajes principales, únicos supervivientes del naufragio, enfrentados en un juicio donde se intenta averiguar qué es lo que pasó realmente. Roger Casamajor, un actor asociado al cine de Villaronga con el que debutó en el año 2000 en El mar, es el Dr Savigny; Óscar Kapoya, en su primera incursión en el cine, es el marinero Thomas enamorado de Thérese, la actriz mallorquina Mamidu Diallo, la única mujer a bordo de esa balsa de la muerte. La tercera premisa del cine de autor, la “libertad a la hora de plasmar sus sentimientos e inquietudes” queda clara en el tratamiento teatral y poco realista, en la crueldad abstracta de sus comportamientos, pero sobre todo en la capacidad de Villaronga para extrapolar este cuadro en imágenes a una realidad desgraciadamente demasiado cotidiana en nuestro mundo, donde hombres y mujeres desesperados se lanzan al mar y sus peligros sin importarles perder una vida que ya no vale nada para ellos. Villaronga lo expresa muy bien: “La película empieza como si fuera de época, pero hay un momento en el que ya no sabes muy bien en qué tiempo estás por el vestuario. No quería dejarlo como algo que ocurrió hace doscientos años, sino que sigue pasando. Políticamente es algo muy complicado, no creo que con una película ayude mucho. Baricco va más allá del puro 'Informe semanal' y habla del conflicto humano.” Un conflicto que desgraciadamente no solo tiene el mar por escenario. Esta semana, sin ir más lejos, el frío, el hambre, la desesperación de El ventre del mar la hemos podido ver en la frontera de Bielorusia con Polonia donde miles de refugiados han sido expulsados a una tierra de nadie tan inhóspita como el mar, por la maldad de unos tiranos que los usan como escudos humanos sin tener en cuenta sus sentimientos ni sus vidas. El ventre del mar es hermosa en su experimentación, pero sobre todo es importante en su actualidad.

(producida entre otros por Filmin, la película se podrá ver muy pronto en la plataforma)

 


El rey de todo el mundo, de Carlos Saura

La segunda película de “autor” de esta semana es El Rey de todo el mundo, ultimo experimento musical/narrativo de Carlos Saura. Saura tiene 90 gloriosos y espléndidamente creativos años. Lleva 60 años haciendo cine y tiene intención de seguir (de hecho tiene dos proyectos en cartera). Desde hace 40 años (da vértigo escribir estas cifras) el director aragonés ha demostrado una particular inclinación hacia el cine musical. Alternando con otros films más o menos narrativos, Saura ha emprendido una revisión musical desde el flamenco de Sevillanas, a la jota aragonesa, pasando por el tango, el fado o la opera, siempre “dando una visión exclusivamente suya”. Creador de imágenes de una belleza increíble, a la que no es ajena su colaboración con Vittorio Storaro, Saura ha decidido ahora poner su mirada  sobre la música popular mexicana: corridos, huapangos, danzones, rancheras. El resultado es una película/espectáculo. No un espectáculo como eran Sevillanas o Jota, El rey de todo el mundo es una película que cuenta una historia, mejor dicho dos historias. La que se recrea en el propio musical, una especie de Romeo y Julieta o de West Side Story contado como La calle 42, es decir a partir de los ensayos de los bailarines antes del estreno; y la que envuelve a su protagonista principal, una excelente bailarina mexicana, Greta Elizondo, en una Guadalajara convulsa por la presencia de las mafias del narcotráfico. Una y otra historia se complementan y se potencian, y aun siendo ambas muy convencionales y previsibles, la suma de las dos produce un resultado inesperado. Una vez más, y gracias a su larga carrera y prestigio Saura “realiza su obra al margen de las presiones y limitaciones”, disfrutando con los bailes, las coreografías, las canciones y haciendo disfrutar a los espectadores, o al menos a mí que me sentí transportada a mi infancia, cuando yo misma cantaba La Adelita o bailaba un jarabe tapatío. Saura no se duerme en los laureles de una fama más que merecida, y sigue indagando en el lenguaje del cine, del teatro, de la música donde encuentra “una mayor libertad a la hora de plasmar sus sentimientos e inquietudes”. Quizás no soy objetiva a la hora de elogiar este estupendo trabajo, tengo que reconocer que me pasé parte de la proyección tarareando las canciones y buscando en esa Guadalajara los ecos de los dos viajes que hice a su Festival. La experiencia personal de cada espectador se pone en juego en cada película que ves. Es inevitable. Por eso reconozco que yo disfruté mucho de El Rey del todo el mundo. Ojala disfruten también todos los espectadores.

El regalo de esta semana está dedicado especialmente a Agustí Villaronga.



 

 

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