Dos películas y una serie, las
tres españolas, se erigen en protagonistas de la entrada de hoy. Cada una en su
estilo, estas tres rarezas demuestran la riqueza del cine español. Son tres
propuestas que se salen de los caminos trillados, tanto por sus argumentos,
como por la estructura narrativa, la manera de filmarlos y su localización en
la España semivaciada y mediterránea poblada de “no lugares”. Las tres han sido
una sorpresa.
(este cuadro abstracto de
Ramon es un buen acompañamiento para esta película)
Espíritu sagrado, de Chema García Ibarra
La verdad es que no me
apetecía ver esta película. Su titulo, Espíritu
sagrado, no me estimulaba demasiado, el cartel era de una gran ambigüedad y
el director Chema García Ibarra me sonaba de algo pero no acababa de situarlo.
Cuando me encargaron hacer una crítica del film, no me quedó más remedio y la
vi. Y ahí empezaron las sorpresas, una detrás de otra. Desde su primera imagen
me di cuenta que aquella no iba a ser una película normal. Una niña rubia de
grandes ojos azules, lee una redacción en clase sin inmutarse con total
seriedad: “… y luego los venden enteros o por partes a los que hacen misas al
diablo. Los órganos de gente bautizada no les sirven y tampoco los subnormales.
Lo bueno de tener un hijo subnormal, es que no tienes que preocuparte de que te
lo roben, lo malo es que es subnormal…” Como arranque era bastante inesperado. A
partir de aquí, el film no solo no decepciona, sino que crece y crece,
abriéndose como una espiral a medida que conocemos a esos extravagantes
personajes. El resumen del argumento dice: “José Manuel y el resto de miembros
de la asociación ufológica Ovni-Levante se reúnen semanalmente para
intercambiar información sobre mensajes extraterrestres y abducciones. Julio,
su líder, muere inesperadamente dejando a José Manuel como el único conocedor
del secreto cósmico que puede alterar el porvenir humano. Mientras tanto en la
ciudad se busca a una niña que desapareció hace semanas.” Como siempre, este
argumento cuenta y no cuenta lo que es la película. Porque en este caso más que
en ningún otro, el cómo lo cuenta es fundamental. De entrada la imagen es
luminosa, de colores vivos, planos muy pensados y localizaciones tan insólitas
como hermosas. Esto se explica cuando sabemos que Espíritu sagrado está rodado en celuloide, en 16 mm y alguna secuencia
en 35 mm. ¡Chapeau por García Ibarra y su director de foto Ion de Sousa! Pero
si este inclasificable film, al que su director define como ciencia ficción
domestica, funciona y engancha es en gran parte gracias a los dos protagonistas
principales, ambos, como todos los demás actores, reclutados en las calles de
Elche, donde Ibarra ha rodado todos sus cortos anteriores. Si José Manuel con
su inocencia y credulidad nos hace sentir una enorme simpatía, la pequeña
Verónica con sus ojos azules y su inquisitiva mirada, acaba por robarnos el
corazón. Si se revisan sus cortos, hay varios en Filmin, es fácil darse cuenta
de que Espíritu sagrado prolonga sus
ambientes, sus temas, sus obsesiones y sobre todo su manera de contar: extraterrestres,
espíritus sagrados del antiguo Egipto, una esfinge de plástico gigante, pieles
de leopardo y abducciones, se conjugan con temas oscuros y duros de una rabiosa
actualidad social en un divertimento absolutamente recomendable. “Me gusta el
contraste entre drama y comedia y entre fantasía y realismo. Me gusta el humor
a la vez negro y tierno. Me gusta explorar la belleza de lo que el cine suele
marginar”, son palabras de García Ibarra, un cineasta fiel a sus espacios, los
barrios populares de Elche, a sus gentes, actores no profesionales encontrados
a veces al azar, y a los misterios de la vida. Estupenda.
Magaluf Ghost Town Miguel Ángel Blanca
La segunda propuesta es un documental dirigido por Miguel Ángel Blanca. Magaluf es una ciudad costera del sur de Mallorca; Magaluf es un destino privilegiado para el turismo de borrachera y sexo. Este verano, el nombre de Magaluf ha aparecido en los telediarios como escenario de fiestas salvajes y botellones en plena pandemia sobre todo en Punta Balena, la calle principal “llena de olor a sangre y orina”. Magaluf se ha definido como “una suerte de holocausto zombie del balconing y el mamading, del turismo etílico low cost y las despedidas de soltero que acaban en comisaría”. Magaluf es una ciudad fantasma durante el día y buena parte del año. El director define Magaluf Ghost Town como “el retrato coral de una comunidad durante las temporadas baja y alta, desde un tono de misterio cercano al thriller pero sin perder de vista la comedia costumbrista, mezclando documental y ficción”. Sobre ese fondo de turistas borrachos, de suicidas que se matan haciendo balconing, de sexo desenfrenado, hay otras vidas: las de los habitantes de Magaluf que intentan sobrevivir en medio del infierno en que el turismo low cost ha convertido su ciudad. El documental, sigamos llamándole así, aunque en realidad no es ni mucho menos un documental clásico, sigue a cinco personas ajenas al caos que destruye su entorno. Tere, cocinera andaluza, gorda y con problemas de salud, está acostumbrada a encontrarse basura, vómitos y sangre en las piscinas de los hoteles en los que trabaja. Para sobrevivir, Tere alquila una habitación a Cheikne, un inmigrante de Mali con un doble trabajo, en la construcción de día y en los lavabos de una discoteca de noche. En otro espacio de la ciudad, Ruben, un guapo adolescente gitano y homosexual, inventor de una leyenda urbana mitológica en torno a Magaluf, recorre la ciudad y sus costas con su mejor amigo, el hijo del dueño de un bar donde ha venido a trabajar ese verano. Al margen de ellos, está Irina, una contratista rusa dispuesta a transformar la costa de Mallorca en un gran parque temático de ladrillo y golf para turistas ricos, un infierno rich cost tan despreciable como el low cost. Los cinco son las figuras visibles en un escenario poblado de fantasmas. Inquietante y terrorífico, el humor, la ternura con la que están tratados sus personajes y una cierta mirada no condenatoria ni inquisidora respecto a una realidad que no se puede obviar, hacen de este magnífico trabajo un film altamente recomendable.
EL RINCÓN DE LAS SERIES
El tiempo que te doy, Netflix
La rareza de esta pequeña
joyita del catálogo de Netflix, nace de su formato, diez capítulos de onces
minutos y de la historia de desamor que nos cuenta con una absoluta delicadeza
y honestidad. El tiempo que te doy es
una serie creada por Nadia de Santiago,
protagonista junto con Álvaro Cervantes, y los dos directores, Inés Pintor y Pablo Santidrián. El
tiempo es el que Lina, la propia Nadia, le va dando a su compañero Nico desde
que en el primer capítulo, el que tiene un minuto de presente y diez de
recuerdo, nos cuenta su ruptura y el nacimiento de su amo. Cuando se
conocieron, ella era camarera y él profesor de buceo en un hotel de la cosa
andaluza. Poco a poco, el tiempo que Lina le va dando a Nico disminuye minuto a
minuto hasta el capítulo 10, donde hay diez minutos de presente y un minuto de
recuerdo. En el camino nos hemos acostumbrado a Lina y su dolor, a Nico y su
desconcierto, a las amigas de Lina que intentan ayudarla, a su entorno laboral
como enfermera en un gran hospital. De mano de esta pareja vivimos un doloroso proceso de duelo,
una separación sin motivos aparentes, un alejamiento mutuo que deriva en la
tristeza y la inseguridad antes de girar hacia una salida del túnel del
desamor. El tiempo que te doy
requiere dedicarle un tiempo, 110 minutos si se ve seguida, cosa que
recomiendo. El resultado es parecido a tener una amiga en casa contándote sus
problemas ante una taza de té. Bienvenida sea Lina y su des(amor) por Nico.
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