Comienza una semana llena de
acueductos festivos que se pueden aprovechar para muchas cosas: desconectar de
los telediarios de todo tipo; pasear por la ciudad o el campo; comer
tranquilamente; ver amigos de uno en uno; ir al cine,–la oferta de la cartelera
sigue siendo apetitosa y hay muchas pelis que valen la pena–; o quedarse en
casa viendo series, –hay tantas que no habrá días para verlas todas–. Esta
semana de puentes prenavideños tengo dos recomendaciones de estrenos y dos
recomendaciones de series. Allá van.
(el famoso gol de Maradona)
Fue la mano de Dios, de Paolo Sorrentino
Ésta es una película personal,
un film autobiográfico donde el director recuerda y en cierto modo asume, el
dolor de un trauma que cambió su vida. La mano de Dios es la de Maradona en un
gol inolvidable por fraudulento, pero también es la mano de Dios la que,
gracias a Maradona, salvó la vida del adolescente Fabietto, alter ego de
Sorrentino, de una muerte segura. Fue la
mano de Dios no es la mejor película del director de La gran belleza, pero es la más sentida, la más emocionante. La
cercanía del tema y la implicación personal en lo que cuenta pesan demasiado en
el último tercio del film donde se nota que le cuesta encontrar un final
apropiado para dejar a Fabietto encarrilado en su vida. Quizás porque en
realidad su historia no tiene final, sino un continuará que sigue y seguirá. Momentos espléndidos típicamente sorrentinianos, la primera secuencia como es
habitual en él, es toda una declaración de intenciones, homenajes a Fellini, esa
familia de tías de todas las gorduras, y a Antonio Capuano un director mucho
menos conocido pero fundamental en su vida,hacen de Fue
la mano de Dios un poema de amor a su familia y a Nápoles. Sorrentino ha encontrado una manera
de devolverle al cine todo lo que el cine ha hecho por él. (Fue la mano de Dios se podrá ver en
Netflix a partir del 15 de diciembre)
(no he podido dejar de recordar
los entrañables Pepe Gotera y Otilio, que Francisco Ibáñez creó en 1966)
Seis días corrientes, de Neus Ballús
El viernes 3 de diciembre Astrid
Meseguer publicó una entrevista con Paolo Sorrentino en La Vanguardia. Una frase del director italiano en esa entrevista me sirve para
enlazar con el otro estreno destacado de la semana: “Cuando a veces me
encuentro con un dentista me dice que por qué no cuento la historia de un
dentista y si hablo con un fontanero me dice que por qué no cuento la de un
fontanero. No puedo contarles la verdad porque en realidad no hay nada que
contar de la historia de un dentista o un fontanero. Al menos no se puede
contar cómo ellos se ven a sí mismos.” Neus Ballús con Seis días corrientes desmiente por completo esta frase de
Sorrentino: la vida de un fontanero, o de tres mejor dicho, es tan interesante
y “contable” como la de un director de cine. Lo importante es cómo se cuenta. Seis días corrientes es una de las
grandes olvidadas de las nominaciones de los premios Goya –no es la única,
porque este año en que el cine español es francamente bueno hay muchos olvidos
en estos Goya, se puede decir más que nunca que son todas las que están pero no
ESTÁN todas las que SON–. Seis días
corrientes es un experimento de ficción documental que sigue durante una
semana a tres trabajadores, fontaneros o lampistas como se llaman en Catalunya
en su trabajo cotidiano. Libre y sencilla, feliz y crítica, Ballús sabe que hacer cine social no significa necesariamente hablar de desgracias y que
hacer un retrato de la sociedad de ahora
mismo no implica categorizar de buenos o malos a la gente según su posición
social. La solidaridad, pero también el racismo, la responsabilidad, pero
también el pasar de todo, la vida que no se ve pero está ahí, la complejidad de las relaciones, la mezcla de idiomas, en definitiva el vivir de cada día corriente hace de
estos humanísimos personajes, seres muy cercanos y creíbles. El gran acierto de
Neus Ballús es utilizar tres fontaneros reales Valero, el jefe, Moha, el
aprendiz, Pep el viejo a punto de jubilarse y construir con ellos y a partir de
ellos una ficción llena de humor, ternura y vida. Pequeño, divertido, muy complejo en su realización, Seis días corrientes es una película
que demuestra que Sorrentino no tiene razón.
EL RINCÓN DE LAS SERIES
Esta semana en la que el tema
de las lenguas y los idiomas ha acaparado tantos titulares, vale la pena fijarse
en dos series que sin ser obras maestras demuestran que las plataformas son
útiles para conocer distintos paisajes, distintas historias, distintos idiomas y distintas culturas.
Una es alemana, otra es polaca, las dos se pueden ver en Filmin.
La
alemana: Nuestros maravillosos años,
6 episodios
Uno de los grandes éxitos de la televisión alemana, esta miniserie que adapta una novela de Peter Prange, cuenta la vida de Altena, un pequeño pueblo industrial en la Alemania ocupada por los británicos, donde la fábrica de la familia Wolf es una de las principales fuentes de trabajo. Ambientada en la posguerra, la historia comienza el histórico 20 de junio de 1948 cuando se introdujo el nuevo marco como moneda legal, considerado el momento en que comienza una recuperación económica que se conoce como “el milagro alemán”. A lo largo de ocho años, la serie sigue la vida de las tres hijas de la familia Wolf, Ulla, Gundel y Margot. Sus deseos, sus ambiciones, sus fracasos, sus amores, se desarrollan con el paisaje de fondo de una Alemania muy desconocida. Luminosa y llena de vida, en realidad no deja de ser un culebrón con fondo económico. Pero las buenas interpretaciones de todos los actores, capaces de mostrar cambios sutiles en muy poco tiempo, una excelente ambientación y un cuidado en no poner el acento en heridas abiertas, pero no por eso dejar de mostrar la realidad de un duro pasado, un presente complicado según en que Alemania te ha tocado vivir y un futuro donde el horizonte no es un final sino un principio, hacen de esta serie una muy buena opción para entender un poco más de la historia.
La
polaca Klangor, 8 episodios
Un thriller clásico. Una
adolescente desaparece una noche. Su padre la busca mientras la policía intenta
averiguar qué ha pasado con ella. Hasta aquí nada nuevo ni distinto. Lo
diferente surge del paisaje, un pequeño pueblo en la frontera polaca con
Alemania; los personajes, un psicólogo de la cárcel convertido en implacable padre coraje, una familia
destrozada y un país que no solo muestra sus carencias afectivas, también deja
ver profundas heridas morales. Klangor
da muchos giros en la historia, cuando parece llegar a un callejón sin salida o
a una posible explicación, todo cambia y abre otra línea de narración. Sin ser
una gran serie, Klangor tiene la
gracia de provocar el deseo de seguir, para averiguar qué pasó realmente esa
noche. El padre, protagonista principal, no es un personaje con el que puedas
empatizar abiertamente, pero no dejas de ponerte de su parte aunque meta la
pata y cometa errores tremendos. Es un thriller, pero no un thriller como tantos
otros. Saber que los productores son los
responsables de Cold War es una
garantía de que no estamos ante un producto en absoluto banal.
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