sábado, 28 de enero de 2017

VEGETALES

Salvar al soldado Lynn
Billy Lynn es una película rara. De entrada no lo parece. Pero hay algo en su realización que produce un desequilibrio en el espectador. Pensamos que vamos a ver una película de soldados heroicos en esa guerra atípica que es la de Irak, Siria, Irán… Pensamos que vamos  a ver un panfleto patriótico sobre el coraje de los valientes soldados norteamericanos luchando contra el terror islamista. Pensamos que… Da igual lo que pensemos. El film va de otra cosa. Va de hacer espectáculo con todo. Va del sacar provecho con cualquier tema. Incluido un pequeño acto heroico transformado en gran hazaña bélica. Todo sucede en una tarde infernal durante un partido de futbol americano en el Texas Stadium, en Dallas, en el corazón de esa América profunda y blanca que ha votado en masa a Trump. Pero estamos en el año 2004 y en la presidencia aun está George Bush. La guerra de Irak está empezando y en ese estadio nadie parece muy interesado en saber qué es lo que pasa de verdad en un lejano país donde hace calor y no hay buenos cristianos. Mientras la compañía Bravo, con Billy como líder obligado, es exhibida, manipulada y utilizada propagandísticamente, Billy recuerda la supuesta heroicidad; recuerda al amigo perdido; recuerda las conversaciones con su hermana. Y piensa. Piensa qué hace ahí, qué está haciendo en ese estadio lleno de gritos y furia y música ensordecedora. La película deja de ser una film sobre la guerra para ser una historia sobre la conciencia. Pero lo que la hace más extraña es la forma como está filmada, con Billy siempre en un plano diferente de los demás, como recortado sobre el fondo ya sea el de la ciudad irakí, ya sea su casa en Texas, o ese estadio de pesadilla.
Después de verla descubrí dos cosas: una, está basada en una novela de Ben Fountain que en España se publicó como El eterno intermedio de Billy Lynn, título estupendo que resume la sensación de estar “entre” que vive Billy toda la película. La segunda es que está rodada con un sistema nuevo de 3D a 120 imágenes por segundo. No sé bien que significa eso, pero creo que es la explicación de la incómoda  impresión que produce la película.





Cine chileno
En el cine chileno está pasando un fenómeno muy interesante. La generación de cineastas nacidos a finales de los años setenta y los primeros ochenta, es decir los “hijos de la dictadura”, han decidido que no quieren hablar más del pasado de su país. Para eso están los otros, los que la vivieron aunque fueran pequeños. Ellos prefieren mirar hacia adelante. Pero lo curioso no es eso. Hasta cierto punto es comprensible que gentes que tienen entre treinta y cuarenta años se planteen hacer un cine cercano a su propia realidad y no a la de sus padres. Lo curioso es que hay entre ellos una tendencia a hacer un cine de claro componente sexual extravagante. Y pongo el acento en extravagante. Porque no se trata de películas con sexo o sobre sexo, son films en los que el sexo es algo inquietante y turbio. Mostrar un hombre y una mujer en la cama es algo muy aburrido, deben pensar los guionistas de estas historias. Y van mas allá. Como ejemplos solo voy a dar unos pocos títulos que se han podido ver en España de una u otra manera: Nasty Baby, de Sebastián Silva: una pareja gay quiere tener un hijo con la ayuda de una amiga. El futuro, de Alicia Scherson: Blanca y Tomás son hermanos y huérfanos. Viven en un mundo oscuro y peligroso en el que conocen a Maciste, un viejo actor italiano. Los hermanos y el actor establecen una extrañísima relación basada en el sexo. Joven y alocada, de Marialy Rivas: Daniela tiene 17 años, es bisexual y escribe un blog donde relata sus experiencias, no todas verdaderas. Su conservadora y evangélica familia intenta que deje de hacerlo.
Todo esto viene a cuento del estreno este viernes de Las plantas, de Roberto Doveris, un nuevo eslabón en la cadena de perversiones de este nuevo cine chileno. El director define Las plantas como una película feminista. Y efectivamente lo es porque convierte al hombre, del género masculino, en objeto del deseo y de la mirada voyeur de una adolescente encerrada en un mundo claustrofóbico con una  atmósfera opresiva. La falta de aire que rodea a Florencia y su hermano Sebastián y la continua distorsión de la imagen a través de espejos o reflejos hacen que este film sea casi de ciencia ficción. O mejor aun, de terror. Por momentos me hizo pensar en Ballard, y desde luego, aunque en otro registro, me recordó mucho a Kiki, el amor se hace, de Paco León.

....

Dos de las películas que se estrenan esta semana merecerían algún comentario. De Diré tu nombre dirigida por Sean Penn y protagonizada por Javier Bardem, prefiero no decir nada. Cualquier cosa que escribiera sería para lamentar su existencia. Es cine impúdico a todos los niveles.

De Múltiple de Night Shyamalan no puedo decir nada porque aun no la he visto. Si cuando la vea creo que vale la pena, ya la recuperaré.

sábado, 21 de enero de 2017

TONI ERDMANN


(Supongo que a estas alturas ya están un poco hartos de leer cosas sobre esta película. Pero no  me importa porque creo que es una de las mas interesantes de los últimos años)
Todo empieza con un perro muy viejo y un profesor de piano aficionado a las bromas. El profesor tiene una hija que siempre está hablando por el móvil. La hija vive en Bucarest, es una alta ejecutiva de una de esas empresas alemanas que se dedican a recomendar donde y cuanto hay que invertir; es decir, a quién y cuándo hay que despedir. En definitiva una tiburona de los negocios. El padre, en cambio, es un viejo hippie que aun cree en la felicidad y al que le duele la distancia que hay entre él y su hija. Cuando el viejo perro muere (y no desvelo gran cosa porque pasa al principio del film) el padre decide darle una sorpresa a su hija y se presenta en Bucarest. A Inés no le gusta mucho la llegada de Winifred, sobre todo porque la pone en ridículo con sus ricos amigos. Inés vive en una burbuja en esa ciudad post comunista y pre capitalista, completamente alejada de una realidad que le importa bien poco. El hecho de que el encuentro de Inés y su padre tenga lugar en la capital de Rumania no es fortuito: pone en evidencia las diferencias entre la Europa rica y la Europa pobre, la Europa que cuenta (Alemania) y la que no cuenta (el sur y el este), la Europa que decide y la que acata.
El contraste de culturas es también el contraste entre estos dos personajes. El padre representa una generación que se esforzó para que sus hijos tuvieran la seguridad y la independencia mental necesarias para lograr el éxito en su vida adulta; la hija es un buen ejemplo de una generación que ha escogido una vida muy alejada de los ideales de sus padres, apostando por un terreno mucho más conservador donde todo gira alrededor del rendimiento y el beneficio, es decir, los valores que Winfried, siempre ha despreciado. La diferencia entre ambos es insalvable. Y ahí aparece el estrafalario Toni Erdmann con sus bromas, sus dientes, su peluca y sus intromisiones, decidido a sabotear todas las convicciones de Inés empezando por una simple pregunta que descoloca a la mujer ¿eres feliz? A medida que la historia avanza, la hija se va despojando de cosas: ideas, prejuicios, ropa, hasta quedarse literalmente desnuda, dispuesta a empezar de cero; en cuanto al padre, después de esconderse bajo un enorme disfraz, aprenderá a aceptar a su hija tal como es.
Película incómoda, rara, divertida e irónica, Toni Erdmann es una comedia imprevisible y desconcertante. No sólo por la carga de profundidad subterránea contra una Europa que ha perdido el rumbo. Sobre todo, y eso es lo que me parece más interesante, por la tremenda modernidad del personaje de Inés, una especie de mujer que no vemos normalmente en el cine, un personaje que podemos clasificar de género "neutro", no actúa como un hombre, no se comporta como una mujer. Es irritante y desagradable y su actitud provoca una reacción inesperada en el espectador que no sabe bien como posicionarse delante de ella. (1)
No quiero acabar sin mencionar el cartel de la película. Casi nunca pongo carteles como ilustración de los post, pero este me encanta. La mezcla que se produce entre el rubio cabello y la maraña de pelos oscuros, es la síntesis perfecta de la historia. Una imagen que despierta la curiosidad. Encontrarse con un cartel y con una película así, hace que esto de ir al cine siga siendo apasionante.

(1) Hace un par de días, con motivo de la toma de posesión de Donald Trump, hablaba con una amiga de porque Hilary Clinton no consiguió ganar. Entre otras cosas, creo que fue porque Hilary también es una mujer “neutra” y eso no gusta a nadie y menos que nadie a las feministas militantes y a los machistas convencidos.

sábado, 14 de enero de 2017

COLORES


(colores de Ramon para una película de colores panorámicos)
Amarillo
En realidad podría ser rojo, verde, azul, rosa, naranja… La La Land,bautizada aquí como La ciudad de las estrellas, es un delirio de colores y de canciones. Me alegra un montón ver que una película musical “como las de antes” triunfa no solo en los premios sino entre el público. Me confirma en la idea de que hay ganas de ver algo más en el cine que un reflejo de la propia vida. El algo más puede ser de muchos tipos, (austero, abstracto, del oeste, negro, intelectual, o musical) pero algo más.
La La Land es una hija directa del cruce entre Cantando bajo la lluvia y Los paraguas de Cherburgo. De la primera tiene el encuentro entre los dos protagonistas en un atasco y el ambiente de los estudios de rodaje; de la segunda tiene ese final agridulce de un amor que se recordará siempre. De las dos toma los colores, el ritmo, las canciones que forman parte de la historia y los personajes entregados a una pasión. Hay un tercer referente obligado (y citado) Rebelde sin causa, de Nicholas Ray. La hermosa secuencia de baile en el cielo del Planetario resume un amor al cine en el que se funden todos los hilos que tejen este tapiz musical. Han pasado 64 años de Cantando bajo la lluvia, 61 de Rebelde sin causa y 52 de Los paraguas de Cherburgo, pero no importa. Todas juntas  forman una cadena única que une sentimientos y colores. Amarillo sobre todo.


(una chica de Ramon vestida de azul)
Azul
Siguiendo con la idea de dar algo más que la vida real que nos rodea, el último trabajo del inclasificable Eugène Green y primero que se estrena entre nosotros, es una de aquellas películas que yo recomiendo mucho, pero con las reservas de advertir que hay que verla con los ojos muy abiertos a una nueva forma de contar. En realidad no tan nueva, ya que Green bebe directamente de Bresson y de Dumont, pero añade a este lenguaje del plano fijo y frontal, de los recitativos, de las actitudes estáticas, un sentido del humor y de la ironía que los otros dos raramente tienen.  Me doy cuenta que aun no he dicho de que película estoy hablando. Se llama Le fils de Joseph y es una especie de parábola bíblica (no se espanten) dividida en cinco capítulos. Es la historia de un adolescente Vincent, educado en solitario por su madre Marie que nunca le ha explicado quién es su padre. Vincent quiere averiguarlo y cuando descubre que es un editor de moda, pedante, egoísta y cínico, decide vengarse de él. Pero el destino quiere que se encuentre con Joseph y su vida cambie. Lo mejor de esta película, aparte de su uso del espacio y el color, especialmente el azul que domina todo, azul que es el color de la virgen, azul que viste Marie, la madre, en el ultimo capitulo, La huida a Egipto, lo mejor, digo, es que es tremendamente feliz, optimista, un triunfo en toda regla de la bondad frente a la estupidez. Y un canto a la cultura como conocimiento: Caravaggio, el  Louvre, el poema barroco de Domenico Mazzocchi; frente a la cultura como espectáculo, el snob editor y la absurda crítica literaria que interpreta Maria de Medeiros.  Un placer encontrarse con films como éste.


(le he pedido a Ramon que me dibuje una tortuga roja, es ésta)
Rojo
El de la gran tortuga del cuento en imágenes La tortuga roja, una joya de la animación japonesa combinada con la mirada de un director holandés. Minimalista en su dibujo y clásica en su narración, este precioso film es una mezcla de Naufrago y La Sirenita, o mejor dicho La Tortuguita. Lo más bonito de todo es que no hacen falta palabras para seguir la historia del pobre naufrago que llega a una isla desierta, bueno no tan desierta: hay cangrejos, pájaros, peces… hay agua y hay árboles con los que quiere construir una balsa. Pero cada vez que intenta escapar de la isla, una fuerza misteriosa se lo impide. Es ahí donde aparece la gigantesca tortuga roja. Y donde nosotros nos dejamos llevar por el silencio, la música, el ritmo, la lluvia, el mar y sobre todo, por la tortuga roja.

Arco Iris

El que me hizo sentir Meryl Streep en su discurso en los Globos de Oro del pasado domingo. Un  rayo de sol en medio de la tormenta que se nos avecina. Una luz de colores para enfrentarse a la estupidez, la mediocridad, la incultura y lo peor, la falta de respeto. 

sábado, 7 de enero de 2017

DESIERTOS


Hay muchas clases de desiertos. Casi todos son peligrosos y adentrarse en ellos implica una buena dosis de sacrificio. Pero también pueden ser transformadores y liberadores. Además de muy hermosos como paisajes aparentemente muertos, aunque llenos de vida escondida.
Esta semana se estrenan tres películas que tienen el desierto en común. Un desierto físico, un desierto místico y un desierto del alma.


 (una montaña de Ramon que podría estar en un desierto)
Desierto físico
Desierto es el título de la segunda película de Jonás Cuarón, protagonizada por Gael García Bernal. Este terrible territorio blanco y rocoso es el agorafóbico espacio que los inmigrantes latinos ansiosos por llegar a la tierra prometida del norte tienen que cruzar arriesgando sus vidas. El muro que Trump quiere erigir en la frontera con México ya existe en forma de calor, hambre, sed, serpientes, cactus y piedras, todos ellos obstáculos que los inmigrantes pueden entender y a los que están dispuestos a enfrentarse. A lo que no pueden enfrentarse es al odio de un cazador solitario y su temible perro, dispuesto a impedir que esa chusma del sur ensucie su preciado mundo con su presencia. Cuarón afirmaba en el festival de La Habana que “Desierto es una pesadilla que el discurso de Trump contra los migrantes puede convertir en realidad” y justificaba el personaje del cazador asesino  explicando: “Está inspirado en la retórica de odio que hay en Estados Unidos y en esa sociedad vulnerable y marginada que, si sigue recibiendo mensajes violentos, tarde o temprano van a agarrar el rifle y jalarán el gatillo. Si no se cambia el discurso, esa gente comenzará a buscar chivos expiatorios.”  Desierto es una película política pero también un western metafísico entre dos personajes, dos hombres que juegan al gato y al ratón, o mejor al perro y al conejo, sabiendo que solo uno podrá sobrevivir. En Desierto, Cuarón ha conseguido fusionar  la sensación de soledad y aislamiento de Gravity, escrita por él y dirigida por su padre, Alfonso, con la lucha de clases de La caza de Saura, el terror animal de El perro de Isasi Isasmendi y la belleza abstracta de Gerry de Gus Van Sant. No se olviden de una botella de agua cuando vayan a verla, la necesitarán.




(foto de rodaje de Santiago Fillol)
Desierto místico
Así podemos definir el desierto de las misteriosas Mimosas de Oliver Laxe. Mimosas es, desde su titulo, un enigma, un cuento, un viaje. Western oriental que atraviesa un paisaje de lagos de un azul profundo en las altas montañas nevadas del Atlas marroquí, esta preciosa historia de inspiración sufí, es un viaje interior y exterior voluntariamente no datado en el tiempo ni en el espacio. Una caravana dirigida por un viejo jeque intenta llegar a una ciudad santa a través de las montañas. Cuando el jeque muere, la caravana se desintegra. Solo dos hombres, Ahmed y Said, se comprometen a llevar el cuerpo del jeque hasta su destino. Junto a esta historia hay dos más. La que sucede en un universo paralelo donde Shakib, un alma limpia, inocente y pura es escogido para cruzar al otro mundo y ayudar a Ahmed y Said en su misión; y la del propio rodaje que tuvo que vencer múltiples dificultades de frio, nieve y accidentes, llevando a lomos de mulas el material cinematográfico para rodar en 35 mm., mientras Oliver Laxe y Santiago Fillol reescribían día a día el guión en función de los obstáculos a los que se enfrentaban. “Quería perderme en el camino, quería colocarme en una posición en la que no sabía por dónde ir, como los personajes de la historia. Quería hablar de otro nivel de percepción, otro nivel de entender el mundo. La película habla de alguien que en cierto modo se deja ir a su aire, que se entrega a su intuición Los obstáculos hacen que el film se haga a si mismo, los obstáculos determinan las elecciones que haces.” Al salir compren un ramo de mimosas amarillas para seguir “oliendo” el aroma de esta película.




Desierto del alma
Oliver Laxe decía al hablar de su film que “la gente tiene sed de un cine de proporciones espirituales”. Es cierto. Pero ese cine de proporciones espirituales no lo encontrarán en Silencio, el opresivo y asfixiante silencio de Dios que domina la última película de Scorsese. Silencio muestra ese desierto del alma en el que sus dos misioneros portugueses se encuentran perdidos. Una historia que sucede en  el Japón del siglo XVII pero puede ser entendida en cualquier época. Porque en el fondo, Sebastián, el misionero que se adentra en lo más profundo del mundo japonés en busca del traidor Cristóbal Ferreira, no es más que una nueva versión de Marlow buscando a Kurtz en el corazón de las tinieblas. Scorsese sabe que no puede ser místico ni espiritual, Scorsese es religioso (que no es lo mismo), Scorsese entiende la religión católica como una forma de vida aquí y ahora (no hay un Cristo más terrenal que el de La última tentación de Cristo). Por eso el viaje al horror de Sebastián le llevará a sufrir torturas físicas pero aun peores torturas mentales que le provocan una crisis de fe al constatar la inutilidad de esa religión que quiere imponer a un pueblo que no es capaz de entenderla. Silencio deja muy claro que el sincretismo religioso que se produjo en Latinoamérica, en Japón era completamente imposible. Esta historia en manos de un director mediocre o peor aun de un director dogmático, sería insoportable. Pero es Scorsese el que se enfrenta al reto y lo hace con una película tan austera en su belleza, tan sensible en sus personajes y tan rigurosa en su discurso que uno no puede más que sentirse arrastrado a compartir con él y con sus misioneros, el dolor del silencio de Dios. Si tienen curiosidad busquen el libro Silencio de Shusako Endo en la primera librería que encuentren al salir del cine.