domingo, 29 de marzo de 2015

CITIZENFOUR



¿Hay alguien que crea todavía que tiene vida privada? ¿Queda hay alguien que piense que puede tener secretos? Desde luego, si utilizas un móvil, escribes un e-mail o usas cualquiera de las redes sociales, tienes que saber que tu vida está expuesta en un escaparate virtual para que todo el mundo pueda acceder a ella. Y entre ese todo el mundo, están los gobiernos de cualquier país, (Estados Unidos, España, Rusia, China… todos tienen sistemas muy parecidos), que  pueden controlar a sus ciudadanos en una pesadilla orwelliana que ni el propio Orwell se habría atrevido a imaginar. 
Una vieja leyenda afirma que en la Montaña de las Almas en Salt Lake City, uno de esos sitios cargados de misterio y energía negativa, se guarda la memoria de todos los seres que han vivido en el mundo. Parece que esa leyenda se ha hecho ya realidad y donde se guardan ahora es en una nube intangible que tiene capacidad de espiarnos hasta el último escondrijo.
Esto es lo que denunció Citizenfour, es decir Edward Snowden, en el año 2013 cuando fue consciente de la barbaridad a la que estaba contribuyendo con su trabajo. Snowden sabía mejor que nadie que los mails se controlan fácilmente por eso utilizo mensajes encriptados y un nombre clave cuando se dirigió a Laura Poitras, una documentalista conocida por sus críticos trabajos con el gobierno americano después del 11S, sobre todo en dos importantes títulos Flag Wars y My Country, My Country. Me parece muy interesante pensar por que Snowden no escogió a Michael  Moore para hacer su declaración de guerra al gobierno americano, sino a Poitras.  Seguramente Snowden, como mucha otra gente, sabía que Moore era un farsante y un payaso, mientras que el trabajo de Poitras era realmente serio.
Del encuentro entre Edward Snowden y Laura Poitras nace este magnífico documental que tiene como centro vital una habitación de hotel en Hong Kong. Durante ocho días, Poitras recogió las confesiones y conversaciones del joven analista de la CIA y la NSA con el periodista de The Guardian, Glenn Greenwald que fue el encargado de contarle al mundo lo que el Gobierno de Estados Unidos hacía en una vigilancia ilegal de sus conciudadanos.
Lo que nos explica Citizenfour es más terrible que una película de terror, parece ciencia ficción pero es pura actualidad y tiene más suspense que un trhiller político. Pocas veces he visto un documental político tan integrado en su forma y en su relato, y al mismo tiempo tan apasionante como simple historia.
Estados Unidos es una sociedad muy especial, muy rara. Mientras por un lado montan este descomunal sistema de control de sus ciudadanos y persiguen a Edward  Snowden y a la propia Laura Poitras, por otro nominan y premian el documental Citizenfour  con el Oscar al Mejor Documental. Hay suficientes ejemplos de cómo se trata en otros países a periodistas y cineastas críticos con la política de sus respectivos gobiernos como para no apreciar la grandeza de ese extraño país que es Estados Unidos.
Normalmente no cito textos de otros en este blog, pero en este caso, reproduzco un fragmento de la crítica de Jordi Costa en El País del viernes que me parece resume perfectamente lo que es este documental:
Historia capturada en directo, una pieza maestra de periodismo filmado que le da rostro, temblor y matiz humano a una figura que, con su acto de confrontación con las mecánicas del poder, se ha convertido en enemigo público número uno de esta era de paranoia y control donde la pérdida de privacidad y libertades es el precio que buena parte de la comunidad está dispuesta a pagar para su supuesta protección.




sábado, 28 de marzo de 2015

LOCALIZANDO EN CATALUNYA/SCOUTING IN CATALONIA



Desde el viernes pasado se puede ver en los Jardines del Palau Robert de Barcelona una exposición titulada Scouting in Catalonia. Es un poco difícil para mí hablar de ella porque la he montado yo por encargo de la Catalunya Film Comission del ICEC. Pero estoy tan contenta del trabajo y de sus resultados que lo voy a hacer.
Scouting in Catalonia es una exposición y un libro que tiene dos objetivos. Uno, mostrar la riqueza paisajística y humana de Catalunya, de toda Catalunya, mucho más allá de la ciudad de Barcelona. Dos, dar voz y presencia a un colectivo aún  muy desconocido, el de los localizadores, los Location Scouts y los Location Managers, especialistas en la aventura de mirar, de distinguir en un paisaje que todos vemos aquello que lo hace singular para el proyecto en el que están trabajando.
Han sido cuatro meses de vivir sumergida en una marea de fotografías que me descubrían lugares inesperados, insospechados en una geografía que creía conocer. Ha sido una experiencia increíble ver paisajes familiares contemplados de otra forma. Los localizadores no son guías turísticos, no buscan el sitio bonito. Buscan el lugar adecuado a lo que se les plantea y eso les lleva a revalorizar con su mirada espacios que muchas veces no tenemos casi en cuenta. Trabajar junto a Carlota Guerrero de la Catalunya Film Comisssion, la editora y el diseñador gráfico de la Editorial Lunwerg y  sobre todo con los 21 localizadores que han colaborado en el proyecto, ha sido un regalo. Con ellos he descubierto un país nuevo en el viejo y he aprendido una cosa importante: he aprendido a mirar más allá del simple ver.






jueves, 19 de marzo de 2015

MUSEOS



(un cuadro de Ramon que me gustaría ver en un museo)
Hace miles de años, casi cuarenta, en el lejanísimo 1977, Frederick Wiseman estuvo en Barcelona en la sede de la Filmoteca Nacional de España. Era ya un documentalista importante, completamente desconocido en España. Tenía 47 años y una fuerza extraordinaria. Presentaba su primer documental Titicut Follies (1967) al que, por cierto está a punto de volver para realizar una especie de experimento mezclando el documental con la danza. En ese momento había rodado diez documentales, todos ellos  “sobre instituciones que existen no solo en la sociedad americana, sino en todas las sociedades, como son prisiones, escuelas, hospitales o monasterios”. Casi cuatro décadas después, Wiseman, que tiene 85 años, ha incrementado su filmografía hasta alcanzar la cifra de 47 realizaciones y ha ampliado su interés hacia todo tipo de instituciones, incluidas las de la cultura. Su último trabajo, National Gallery, se estrena esta semana y tenemos que alegrarnos de ello. Su trabajo merece no pasar desapercibido.
En la conversación en la Filmoteca Wiseman dijo, entre otras cosas: “Creo importante elegir un lugar en el que lo que se esté haciendo sea interesante y lo suficientemente complicado  para poder dar una visión de ello.” Es evidente que la National Gallery de Londres es uno de estos lugares. Wiseman rodó en el museo durante 12 semanas a principios de 2012. Reunió más de cien horas de material que después fue montando hasta conseguir un ritmo interno en la narración, una estructura que reflejara todo lo que sucede en el museo en sus múltiples áreas, tanto las públicas como las privadas. El resultado son 180 minutos de viaje apasionante por las entrañas del arte y la cultura siguiendo las obras de arte expuestas en este magnífico museo.
Cuando llegué a casa después de ver la película en un pase de prensa, escribí una serie de notas sobre el documental, notas producidas por su visionado, pero también por una larga conversación con Inma Merino al salir del cine donde encontramos terrenos de concordancia y algunos de discordancia. Estas son esas notas.

-Ser consciente de  donde estaba el cuadro cuando se pintó. Es una de las ideas más interesantes y sorprendentes del film, porque los cuadros no estaban pensados para ser vistos en un museo, sino para un uso concreto: fomentar la fe si estaban en una iglesia, provocando el miedo o el misticismo; alabar la figura de un rey si estaban en la corte, como prueba de su autoridad; demostrar el poder económico de una burguesía pujante si estaban en centros de decisión política; preservar el retrato de uno mismo y sus seres cercanos como prueba de inmortalidad , si se colgaban en una casa… Escribir un libro imaginando las historias de los lugares donde estaban los cuadros es una idea que me tienta.

-Los argumentos nunca deben ser lo prioritario en una pintura (ni en el cine ni en la literatura, ni en ningún tipo de arte). Lo que cuentan los cuadros no es lo importante. Lo importante es cómo lo cuentan. Los guías del museo caen a menudo en este error.

-Restaurar no es renovar. El documental se detiene largo tiempo en el taller de restauración del museo y allí se aprende esta lección. No se trata de intentar hacer parecer el cuadro o la escultura como era en su tiempo. Se trata de reparar lo dañado sin perturbar el importante paso del tiempo que aporta una pátina adicional fundamental. Esto se podría aplicar a la recuperación de monumentos históricos. Nunca hay que reconstruir, hay que conservar. Los restauradores de la National Galery lo tienen muy presente y trabajan con un enorme respeto con la obra.

-Lo más  importante cuando se está frente a una obra en un museo, es como la miramos. La obra es una y siempre es la misma. Pero el observador nunca es igual a si mismo y nunca es igual a otro espectador. Wiseman pone en evidencia este hecho al  mirarlos cuadros en distintos momentos y con ello fomenta la idea, tan especial y gratificante, de volver a los museos en distintas etapas de la vida. Idea que se puede aplicar al cine, sin duda, ya que las películas cambian según cambiamos nosotros.

-El contexto del cuadro o la obra no es solo donde estaba expuesta, sino su procedencia. En este punto Inma y yo discrepábamos ligeramente. Para mí, no es relevante como se obtuvo un cuadro, generalmente donaciones de colecciones particulares conseguidas muchas veces gracias al robo. Para Inma si lo era y le parecía un tema a discutir. Justo el día que vimos la película, se estaban produciendo los atentados contra la cultura y la civilización en un museo de Irak donde un grupo de salvajes yihadistas destruían un patrimonio milenario en nombre de una religión sin sentido. Si los ingleses se hubieran llevado esos tesoros a Inglaterra o Napoleón los hubiera mandado a Francia, no estarían ahora siendo destruidos por fanáticos. Es un tema resbaladizo, pero en el que yo no tengo dudas. Prefiero que la cultura se preserve en un sitio para el disfrute de las generaciones pasadas, presentes y futuras, que dejarla en su lugar de origen a riesgo de ser destruida por la ignorancia, el abandono o la barbarie.

-Los cuadros, las obras, tienen que dialogar entre ellas y con el espectador. El trabajo de montar una exposición o una sala en un museo, es importantísimo. Según cómo y con qué cuadros colocas una obra, esta se revaloriza o se apaga. Es un trabajo de montaje, como en el cine. Un plano tiene que potenciar y ser potenciado o el montaje no funciona. Por eso este trabajo es tan apasionante. Muchas sensaciones dependen de ello.

Hay muchas más temas en este interesante viaje al corazón del museo de Londres: cómo funciona la administración; el departamento de enseñanza del museo; la interacción con el mundo exterior… Solo hay una cosa que he echado de menos en  este recorrido: la trascendencia. No hay en todo el documental un momento en que se detenga a pensar en la belleza de las obras, no hay una sola mirada sobre esa belleza que va más allá de las cuestiones materiales que las envuelven.  Wiseman observa, no interactúa, no toma partido. Acabamos el documental y no sabemos qué cuadro le ha conmovido, con cual se ha emocionado, que pintura o escultura le ha provocado un rechazo. Es su opción, sin duda. Muy respetable y muy difícil de mantener. Pero a mí me habría gustado encontrarme con algún momento en que lo sublime se impusiera a lo necesario.


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National Gallery se estrena la misma semana en que en Barcelona se ha producido un incidente en un museo. El director del MACBA Bartomeu Marí, decidió suspender una exposición titulada La Bestia i el Sobirà, alegando que no se le había informado de la inclusión de una escultura que él consideraba inadecuada y contraria a la línea editorial del museo. El asunto ha destapado la caja de los truenos: censura, manipulación, injerencias políticas. Todo junto muy bochornoso.
Creo que en esta historia ha habido un cúmulo de errores. El primero, incluir en la exposición una pieza que por lo que hemos podido ver, sería buena para ser quemada como una falla, pero que poco o nada (al menos en fotografía) tiene de interés artístico; segundo, una vez incluida, prohibir la exposición. Probablemente nadie se habría enterado que existía esta escultura que habría quedado como una más en el conjunto de obras (no sé si interesantes o no) de la exposición. Prohibirla es darle una dimensión mediática que no se merece. 
Se ha apelado a la libertad de expresión para defender la inclusión de la pieza en la exposición, pero se olvida que un director de museo (o de cine, o el dueño de una zapatería) también tiene el derecho de expresión de defender la línea ideológica que le parezca la correcta en su institución. Muchas de las exposiciones que ha hecho el MACBA en sus veinte años de historia a mí en particular, me han parecido que no merecían el dinero público que se les destinaba ni ocupar un espacio de todos. Pero eran las que quería su director en cada momento y mi libertad pasaba por no ir a verlas y punto. Se olvida muchas veces que a veces defender las libertades de unos suelen conllevar la falta de libertades para  otros.
En este caso, más que de libertad, insisto, hablaría de cúmulos de errores  y para acabar me hago eco de unas palabras de Juan Bufill en La Vanguardia del jueves 19 de marzo: “Si no fuese porque este suceso es penoso, implica a buenos profesionales y afecta al dinero público y al prestigio de un museo que podría llegar a ser muy importante a escala internacional, lo cierto es que todo el asunto es irrisorio y esperpéntico. Internet se va a llenar de críticas contra la dirección del Macba y la falta de libertad de expresión. Y aparecerá la palabra censura. Sin embargo, la libertad implica responsabilidad. Y Marí considera que “el Macba no ha de vehicular ciertos mensajes.”
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Escribí estas líneas el jueves 19. El sábado 21 hubo un nuevo capítulo del culebrón. La exposición se inaugura con la falla dentro. Y yo me pregunto ¿todo este lío que objetivo tenía? Me doy dos respuestas. Una: publicitar una exposición que de otra manera habría pasado sin pena ni gloria como la mayoría de las que se hacen en el MACBA. Tras el tsunami fallero, todo el mundo querrá ver la famosa escultura. De hecho, ayer sábado, hubo un 48% mas de visitantes de lo habitual en el Museo. Dos: alguien quiere deshacerse de Bartomeu Mari y le han tendido una trampa estupenda en la que ha caído con todo su peso. Sea una u otra, o ninguna. El resultado es una imagen mas que deplorable del museo y de la ciudad.

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Otra historia de museos, pero más trágica. La barbarie yihadista sigue matando de forma indiscriminada. Esta vez en el Museo del Bardo de Túnez donde se guarda memoria del pasado romano y cartaginés de la ciudad. Un grupo de turistas paseaban por sus salas completamente ajeno a una realidad agobiante. Podía pasar en cualquier sitio. Pero ha pasado en un museo y eso lo hace más triste aún. 

domingo, 15 de marzo de 2015

PURO VICIO Y OTRAS HIERBAS



Antes de entrar en materia, es decir, antes de fumarme Puro vicio, me gustaría hacer un repaso twitero por tres películas estrenadas hace una semanas y de las que no he podido hablar antes. Tres films muy diferentes entre sí, pero con un encanto y un interés innegable. Es probable que ya no estén en los cines cuando publique este post el domingo, pero seguro se podrán recuperar en Filmin dentro de muy poco.

Calvary
Irlanda, paisajes preciosos, gente sencilla, raíces católicas muy arraigadas. Un sacerdote que cree en lo que hace. Los habitantes de un pequeño pueblo. El mal de los abusos infantiles como macguffin horrible. Un crimen anunciado.  La primera secuencia descoloca: “Padre, le voy a matar. Le voy a matar aunque usted no ha hecho nada”. Y a partir de aquí, una semana para que el espléndido Brendan  Glesson descubra que en ese idílico lugar nada es lo que parece, ni siquiera él mismo. Un film  inteligente. Una película que hace pensar sin necesidad de dar lecciones.

Fuerza mayor
Los Alpes franceses, paisajes nevados, gente adinerada, raíces bergmanianas. Una familia, padre, madre, dos hijos. Noruegos, perfectos. Pero a veces basta un hecho inesperado para que la apariencia de felicidad se resquebraje y se rompa. Un alud inoportuno provocará el hundimiento en la miseria de esta rica familia no feliz. No  siempre la familia que se lava los dientes unida permanece unida. Un film frío. Una película para desear no ir nunca a esquiar.

El país de las maravillas
Toscana, paisajes veraniegos, gente marginal, raíces hippies. Mujeres, muchas mujeres. Cuatro hijas pequeñas, una esposa, una hermana o algo parecido y un padre, marido, hombre, el único en la casa hasta que llega un niño alemán que no habla, pero silba. El equilibrio de todos lo mantiene la hija mayor, Gelsomina. Ella es el eje de esta historia que enlaza los etruscos con Berlusconi, con las abejas como hilo conductor.  Un film feliz, sencillo, sin fisuras. Una película que te deja un estado de ánimo especial. Que te hace querer una Gelsomina en tu vida. Dedicada a Baumi (Karl Baumgarten).

Puro vicio
Ya hemos llegado al gran estreno de la semana. El film que va a dividir a la crítica de una manera radical. Puro Vicio, de Paul Thomas Anderson, basado en la novela de Thomas Pynchon. 
Primero de todo. No soy fan de Pynchon. No discuto que sea un gran escritor, ni que sea la gran esperanza blanca de la literatura americana, pero sus novelas, (he empezado alguna y no he podido terminar ninguna) me parecen confusas, de una metafísica innecesaria y con una clara voluntad de apartar a los no elegidos.
Segundo. Soy fan de Paul Thomas Anderson. Por eso vi la película hasta el final, por eso disfruté con algunas de las ideas de la puesta en escena, especialmente el uso del color y de la luz y la seca evocación psicodélica de los primeros setenta.
Tercero. Una vez aclarado esto, la trama. Es tan liada, tan confusa, se abre en una espiral que sabes dónde empieza pero no donde te lleva, que acabas por desconectar de lo que te está contando. La verdad es que me importa muy poco lo que le ocurra al fumado de Doc, su larguirucha y desaparecida novia, el policía corrupto y dominado por su mujer y toda la fauna que llena la pantalla en distintas secuencias.
Cuarto. Chandler. Es inevitable pensar en Raymond Chandler y El sueño eterno o El largo adiós. En todas las críticas se hace referencia a uno u otro libro (y film). Con El sueño eterno comparte la confusión y falta de coherencia en la trama. Aunque la novela de Chandler y el film de Hawks son mucho más entretenidos. Con El largo adiós comparte ambiente, no el de la novela sino el de la película de Robert Altman que era, con todo, mucho más divertida y negra que ésta.
Quinto: El Nota. Perdón por discrepar. Doc no tienen nada que ver con El Nota, el estupendo personaje de El gran Lebowski de los Coen. Doc vive agobiado y no es capaz de disfrutar de la vida; el Nota es inteligente y sobre todo libre.

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Un último apunte sobre Negociador, de Borja Cobeaga. Cuando la vi, hace ya tiempo, no me gustó nada. No entré en su juego aunque me pareció un film interesante y necesario. Sin embargo, me descubro, meses después, recordando espacios de esta película de una forma intensa. Es una sensación extraña. Recuerdo ese comedor horrible de hotel donde desayunan los dos negociadores; recuerdo ese camino absolutamente banal donde hacen el ridículo corriendo; recuerdo ese bar que abre y cierra el film con dos atmósferas completamente distintas; recuerdo la sala de la negociación, lo más alejado del glamour de espionaje que he visto nunca. Y me doy cuenta de que, a pesar de no gustarme, algo tiene este film que lo distingue y lo hace especial.


sábado, 14 de marzo de 2015

MARÍA Y MARISA


Ayer estuvimos en la Nau Gaudi de Mataró, sede de la  Col·lecció Bassat. Vimos cuadros muy interesantes, algunos más que otros. Pero  tengo que reconocer que me emocioné  cuando me encontré con un retrato de Maria Girona, pintado por Ràfols -Casamada  en 1947, cuando los dos tenían 24 años. Me emocioné por la calidez del cuadro, pero sobre todo me hizo pensar en que Maria había muerto hacía pocos días sin que nadie se hiciera eco como se merecía una pintora de su enorme calidad. Maria tenía la habilidad de convertir las cosas pequeñas, flores, jarrones, paisajes, en objetos sublimes que te llenaban los ojos  de belleza. Maria era especial, la recuerdo en distintas épocas de su vida. Especialmente  la recuerdo en el lejano año 1968, en que le teníamos tanto respeto y cariño a ella y a Albert, que les pedimos ser nuestros padrinos de boda en una de las primeras bodas civiles celebrada en Barcelona. El retrato de Maria en la Nau Gaudí me ha devuelto a la Maria de entonces  que es con la que me quiero quedar. 




Ramón me ha enviado esta foto de la que ni siquiera sabía que existía. Me imagino que es de mediados los años ochenta en el estudio de la calle Acacias, en la época en que Ramón exponía en la Galería Ciento. Ver esta foto justo hoy que nos hemos enterado de la muerte de Marisa Díez de la Fuente, o “de la Ciento”, me produce una inmensa tristeza y melancolía.

domingo, 8 de marzo de 2015

LISBOA Y SELMA

Acabé de leer Como la sombra que se va de Muñoz  Molina unos días  antes de que salieran las nominaciones a los Oscar donde Selma optaba a dos premios. ¿Qué tiene que ver el nuevo libro de Muñoz Molina con la película de la marcha de Selma de 1965 en la que Martin Luther King dio un paso de gigante en la lucha por los derechos civiles? Pues mucho y nada.
Mucho porque en los dos, libro y film, Martin Luther King es uno de los personajes de la narración; nada porque son dos aproximaciones  a su figura completamente distintas. Mucho, porque ambas ponen sobre el tapete la realidad no tan lejana de un mundo donde la discriminación racial era algo habitual; nada porque para Muñoz Molina ese no es el tema, mientras que para la película de Ava Du Vernay es el pilar donde se sustenta todo su discurso.

Vamos por partes. El libro.


Como la sombra que se va  es sin duda uno de los ejercicios literarios más apasionantes que he leído en mucho tiempo. No es una novela, no es un ensayo, no es una autobiografía, no es un análisis histórico, no es una historia de amor. No es nada de esto y lo es todo a la vez. Es un libro de un género que creo aún no tiene nombre en literatura y que en el cine se podría semejar a lo que se llama documental de creación. Es decir, partir de hechos reales, históricos y personales, para narrarlos con una mirada que no es la de la objetividad sino la de la más pura y profunda subjetividad. Muñoz Molina utiliza la ciudad de Lisboa como centro de su escritura. Allí se concentra en tres tiempos el entramado de su compleja narración: el tiempo de un hombre acorralado en 1968; el tiempo de un hombre joven que busca su camino en 1987 y el tiempo de un hombre que desde la madurez y la serenidad, es capaz de mirar atrás y contarnos lo que ve, sin pudor, sin miedo y con mucho amor. El primero es un asesino, los otros dos son él mismo, el escritor. ¿Y Luther King? Si leen la novela lo descubrirán.
La película.
Selma no es una gran película, pero es una película eficaz, necesaria, útil. Sobre todo, porque después de varias décadas en las que pensábamos que el racismo en Estados Unidos era cosa del pasado, de pronto descubrimos que sigue ahí latente. Es algo tan arraigado en el ADN de algunos americanos que es difícil erradicarlo definitivamente. "Sólo tenemos que abrir nuestros ojos y oídos y el corazón, para saber que la historia racial de esta nación todavía proyecta su larga sombra sobre nosotros” ha dicho el presidente Obama en la celebración de los 50 años del llamado Domingo Sangriento en el puente de Selma.
Selma, el film, es un intento de mostrar a un Luther King humano, con debilidades, y cometiendo errores. Sin embargo, la historia de las tres marchas en el puente de Selma que tan importantes fueron  en la lucha por los derechos civiles y el derecho a voto de los negros, se diluye en un biopic que no acaba de ser satisfactorio para nadie. Hay demasiados tópicos en los personajes, un uso de recursos narrativos tramposos, como el de las niñas muertas a cámara lenta y en el fondo una cierta conformidad en retratar al personaje sin adentrarse en sus contradicciones. Selma es un film para ver y pensar, es ese tipo de cine que no lo recomiendas por sus valores cinematográficos, sino por su interés histórico, tergiversado, manipulado, todo lo que se quiera, pero interés. En especial para las nuevas generaciones que no recuerdan que hace poco, muy poco, a los negros no se les consideraba personas con iguales derechos que los blancos.
Escribo esto, el sábado 7 de marzo en el que se cumplen 50 años de la represión policial contra la primera gran marcha en el puente de Selma que el presidente Obama ha recordado con su presencia. La imagen de Obama en Selma me sirve para cerrar este extraño post que enlaza Lisboa y Selma, un escritor, un asesino y un líder carismático que está en la historia por haber tenido un sueño y haber intentado hacerlo realidad.