domingo, 8 de marzo de 2015

LISBOA Y SELMA

Acabé de leer Como la sombra que se va de Muñoz  Molina unos días  antes de que salieran las nominaciones a los Oscar donde Selma optaba a dos premios. ¿Qué tiene que ver el nuevo libro de Muñoz Molina con la película de la marcha de Selma de 1965 en la que Martin Luther King dio un paso de gigante en la lucha por los derechos civiles? Pues mucho y nada.
Mucho porque en los dos, libro y film, Martin Luther King es uno de los personajes de la narración; nada porque son dos aproximaciones  a su figura completamente distintas. Mucho, porque ambas ponen sobre el tapete la realidad no tan lejana de un mundo donde la discriminación racial era algo habitual; nada porque para Muñoz Molina ese no es el tema, mientras que para la película de Ava Du Vernay es el pilar donde se sustenta todo su discurso.

Vamos por partes. El libro.


Como la sombra que se va  es sin duda uno de los ejercicios literarios más apasionantes que he leído en mucho tiempo. No es una novela, no es un ensayo, no es una autobiografía, no es un análisis histórico, no es una historia de amor. No es nada de esto y lo es todo a la vez. Es un libro de un género que creo aún no tiene nombre en literatura y que en el cine se podría semejar a lo que se llama documental de creación. Es decir, partir de hechos reales, históricos y personales, para narrarlos con una mirada que no es la de la objetividad sino la de la más pura y profunda subjetividad. Muñoz Molina utiliza la ciudad de Lisboa como centro de su escritura. Allí se concentra en tres tiempos el entramado de su compleja narración: el tiempo de un hombre acorralado en 1968; el tiempo de un hombre joven que busca su camino en 1987 y el tiempo de un hombre que desde la madurez y la serenidad, es capaz de mirar atrás y contarnos lo que ve, sin pudor, sin miedo y con mucho amor. El primero es un asesino, los otros dos son él mismo, el escritor. ¿Y Luther King? Si leen la novela lo descubrirán.
La película.
Selma no es una gran película, pero es una película eficaz, necesaria, útil. Sobre todo, porque después de varias décadas en las que pensábamos que el racismo en Estados Unidos era cosa del pasado, de pronto descubrimos que sigue ahí latente. Es algo tan arraigado en el ADN de algunos americanos que es difícil erradicarlo definitivamente. "Sólo tenemos que abrir nuestros ojos y oídos y el corazón, para saber que la historia racial de esta nación todavía proyecta su larga sombra sobre nosotros” ha dicho el presidente Obama en la celebración de los 50 años del llamado Domingo Sangriento en el puente de Selma.
Selma, el film, es un intento de mostrar a un Luther King humano, con debilidades, y cometiendo errores. Sin embargo, la historia de las tres marchas en el puente de Selma que tan importantes fueron  en la lucha por los derechos civiles y el derecho a voto de los negros, se diluye en un biopic que no acaba de ser satisfactorio para nadie. Hay demasiados tópicos en los personajes, un uso de recursos narrativos tramposos, como el de las niñas muertas a cámara lenta y en el fondo una cierta conformidad en retratar al personaje sin adentrarse en sus contradicciones. Selma es un film para ver y pensar, es ese tipo de cine que no lo recomiendas por sus valores cinematográficos, sino por su interés histórico, tergiversado, manipulado, todo lo que se quiera, pero interés. En especial para las nuevas generaciones que no recuerdan que hace poco, muy poco, a los negros no se les consideraba personas con iguales derechos que los blancos.
Escribo esto, el sábado 7 de marzo en el que se cumplen 50 años de la represión policial contra la primera gran marcha en el puente de Selma que el presidente Obama ha recordado con su presencia. La imagen de Obama en Selma me sirve para cerrar este extraño post que enlaza Lisboa y Selma, un escritor, un asesino y un líder carismático que está en la historia por haber tenido un sueño y haber intentado hacerlo realidad.






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