sábado, 31 de diciembre de 2022

ÚLTIMA O PRIMERA

 

Esta es la última entrada del 2022 o, según se mire, la primera del 2023.  He tenido la tentación de hacer un resumen del año, pero no. No me apetece. Lo único que quiero es que se acabe ya y que empiece otro. ¿Será mejor? Quién puede saberlo. Nadie se esperaba la pandemia en el 2020; nadie se esperaba la guerra en Ucrania en el 2022. Por eso me limito a desear que el 2023 no sea peor que los otros y, si es posible, sea un poquito mejor.  Y para acabar, o para empezar, una serie política que es puro cine. Exterior noche, de Marco Bellocchio.

 


Esterno notte/Exterior noche Marco Bellocchio. Filmin

Nunca he sido muy fan de Marco Bellocchio. En su larga filmografía, comenzada brillantemente en el lejanísimo 1965 con I pugni in tasca, hay algunas películas que me gustan, La Balia en 1998, o El traidor, del 2019. Pero hay otras que no me han interesado o que, sencillamente, he olvidado. Una de estas semi olvidadas es Buenos días, noche, del 2003, donde ya se acercaba al secuestro y asesinato de Aldo Moro desde el punto de vista de una de las brigadistas que lo mantuvo prisionero durante 55 días, un film que todos citan al comentar el estreno de la serie Esterno Notte que se puede ver en Filmin. Como no la recuerdo, no puedo plantearme la comparación entre aquella mirada de “interno chiuso”, donde Moro y sus secuestradores eran los protagonistas, con este “esterno aperto”, en el que lo que se cuenta es lo que pasaba fuera durante los angustiosos días entre el 16 de marzo y el 9 de mayo de 1978. No tenerla en la cabeza me da la gran ventaja de enfrentarme a la obra en sí misma, sin referentes, y me coloca al nivel de la mayoría de espectadores que la verán sin saber los antecedentes.

Dicho esto tengo que afirmar que Esterno notte/Exterior noche, es sin duda la mejor serie del año, y también me atrevo a afirmar que es una de las mejores películas que ha hecho Marco Bellocchio en sus casi sesenta años de carrera. La sabiduría de sus 83 años, le da una enorme capacidad para mirar atrás sin miedo y sin lentes ideológicos deformantes, de manera que esta revisión del secuestro y asesinato del líder de la Democracia Cristina a manos de las Brigadas Rojas, sea mucho más apasionantes y sobre todo lúcida.

He dicho que es, quizás, una de las mejores películas de Bellocchio porque él sostiene que es una película larga dividida en seis partes. Es una especie de coquetería heredada de viejas ideas que no le permiten asumir que ha hecho una serie para la televisión. Porque Exterior noche es una serie y está claramente concebida como tal, aunque se pueda ver en el cine dividida en dos partes. Cada capítulo de los seis que la componen es autónomo y al mismo tiempo engarza una cadena de acontecimientos. No hace falta saber mucho de la política italiana de los años setenta para entender el conflicto que planteó el presidente de la Democracia Cristiana Aldo Moro, cuando en la primavera del año 1978 quiso llegar a un acuerdo histórico con el Partido Comunista de Enrico Berlinguer, muy crítico con las órdenes de Moscú, para que apoyara un gobierno de centro cristiano. Era una maniobra arriesgada para salir del caos en el que estaba sumida Italia en esos años. Pero era una alianza que no le gustaba a nadie: la Democracia Cristiana hacía aspavientos de asco ante la idea y Giulio Andreotti, el siniestro y todo poderoso primer ministro de Italia, encabezaba un movimiento de oposición frontal a Moro. Pero tampoco le gustaba a los grupos radicales de izquierda que veían a Berlinguer y Moro como aliados de un movimiento revisionista que la extrema izquierda despreciaba. El Papa Pablo VI no acababa de ver clara esa posible alianza y desde luego, los americanos y los rusos la contemplaban como algo muy peligroso para su estrategia de guerra fría. Moro tenía a todos en contra. Es en este contexto cuando se produce el secuestro.

La serie empieza dos días antes del secuestro siguiendo a Aldo Moro en su rutina cotidiana y en su empeño político. Este primer capítulo es reflexivo, casi dulce, como la calma antes de la tormenta. Tormenta que se desencadena con el asesinato de todos los miembros de su escolta y su secuestro en una calle de Roma el 16 de marzo de 1978. El segundo capítulo se centra en la figura de Francesco Cossiga, Ministro del Interior, responsable directo de la seguridad de Moro y discípulo y amigo del Presidente de la DC. Para acercarse a Cossiga, Bellocchio decide tratarlo como un bipolar obsesivo y cobarde en una atmósfera de pesadilla angustiosa. La tercera entrega tiene al Papa Pablo VI como protagonista y el tono es el de un film cortesano y falsamente religioso. Pablo VI intenta ayudar porque quiere a Moro, pero en el fondo sabe que no hay nada que hacer por muchos cilicios que se ponga en la cintura. Estos tres primeros capítulos que Bellocchio quiere que se vean como la primera parte de un film de seis horas, son los de la vida pública y sus cobardes y viles manipulaciones para no salvar a Moro de su cautiverio. El cuarto es muy diferente, el cuarto se ocupa de los terroristas, a partir de la pareja que integran Adriana y Valerio, dos brigadistas implicados en el secuestro y responsables de los correos con el exterior. Aquí es donde veo más claro cómo ha cambiado, o mejor dicho evolucionado, la mirada de Bellocchio. Hace años, creo que incluso en Buenos días, noche, los miembros de las Brigadas Rojas estarían contemplados con simpatía. Ahora no. Ahora puede permitirse mostrarlos con un discurso revolucionario infantil y trasnochado, que ya era viejo entonces, con un fanatismo digno de mejores causas y, sobre todo, con la inocencia de ser manipulados por fuerzas muy ocultas para cometer un crimen que los más inteligentes de sus miembros sabían que era un error político descomunal. Un quinto capítulo nos adentra en el interno familiar a partir de Eleonora Moro. La mujer del presidente comprende muy pronto que su marido está condenado: nadie quiere liberarle. Estos dos capítulo femeninos, por llamarlos de alguna manera, son quizás los más emotivos de la serie. Solo ellas, Adriana y Eleonora, se atreven a mostrar sus sentimientos y su impotencia. Queda una última entrega que narra los dos últimos días de vida de Aldo Moro. Este es un capitulo coral, vemos a todos los personajes en sus últimas actuaciones. Y vemos lo que creo es para Bellocchio el núcleo de toda la historia: la ensoñación de un Moro liberado y cuestionando a la cúpula entera de la Democracia Cristiana; la ensoñación de una Italia que pudo ser y no fue y no será en mucho tiempo; la ensoñación de una conspiración con ramificaciones que llegan hasta ahora mismo.

Todo esto es lo que se cuenta en esta serie estupenda donde además hay una cantidad enorme de hallazgos cinematográficos, de imágenes potentes, de planificación inesperada y unos actores extraordinarios: Fabrizio Gifuni como Aldo Moro; Marguerita Buy como Eleonora Moro, Fausto Russo Alesi, como Francesco Cossiga, Daniela Marra como Adriana, Gabriel Montesi como Valerio, Fabrizio Contri como Andreotti y Toni Servillo como el Papa Pablo VI. Cine político, cine histórico. Memoria revisada. Un ejemplo. 

El regalo de esta semana es un deseo de que el 2023 sea un poco mejor que este año que se acaba, aunque es, como tantos deseos, más una quimera que una realidad. ¡Feliz Año Nuevo!



sábado, 24 de diciembre de 2022

MUJERES

  



Mujer 1: Eugénie

Eugénie Grandet de Marc Dugain

De los estrenos de esta semana Eugénie Grandet  es el que más me interesa. Adaptación entre libre y literal de la novela de Balzac, publicada en 1834, la película de Marc Dugain es una obra entre clásica y moderna. Son estos dos “entre” los que hacen atractivo este film que debería llamarse Monsieur Grandet, más que Eugénie, puesto que es el padre avaro y codicioso, miserable y odioso, el auténtico protagonista de esta historia nada ejemplar. El guion, escrito por el propio Dugain, conocido mas por su trabajo como novelista que como director de cine, sigue fielmente al personaje de Félix Grandet, mientras que su mujer y su hija Eugénie, gravitan a su alrededor como astros sin sol. Porque Félix Grandet es todo menos un sol. Egoísta y ruin, disfruta acumulando dinero a espaldas de las dos mujeres de la casa, a las que hay que sumar la fiel criada Nanon, sumidas en una vida de penurias de todo tipo. La llegada de Charles, sobrino de Félix y primo de Eugénie, despertará a la joven de su letargo y provocará reacciones encontradas en la pequeña comunidad de despreciables burgueses de provincia. En este sentido, el film es literal respecto a la novela; pero Dugain demuestra su libertad alterando ligeramente el final para convertir a Eugénie en una mujer de ahora mismo, más que en la mujer que era en 1834, cuando Balzac escribió este retrato cruel de la condición humana. El otro “entre” se plantea entre una narración lineal, una planificación rigurosa y una puesta en escena sin artificios, frente a una iluminación y sobre todo, una interpretación por parte de Olivier Gourmet, un Félix adusto, César Domboy, un Charles hipócrita y oportunista y Joséphine Japy, una Eugénie callada que recuerda mucho a la joven Binoche, absolutamente carente de emoción, casi bressoniana en su sequedad. Los franceses son especialistas en adaptar sus clásicos entre otras cosas, porque los respetan y los conocen desde la escuela. Por eso las películas “literarias” francesas suelen ser muy buenas. Por eso sus autores son fuente inagotable de historias. Por eso me producen tanta envidia.

 


Mujer 2: Mary Kate

Una reflexión en torno a El hombre tranquilo de John Ford

Hace unos días estuve presentando y comentando El hombre tranquilo de John Ford ante un público de distintas edades. Unos conocían la película, otros la veían por primera vez. Lo primero que dije, antes de empezar, es que esta era una de las películas más felices de John Ford, una de las más tolerantes y una hermosa historia de amor, entre Mary Kate y Sean y entre Ford y su Irlanda de sueño perdido. Al acabar, volví a insistir en la felicidad y la tolerancia de un film realizado hace exactamente 70 años. Y hablé de la belleza de sus paisajes en ese Innisfree que parece el poblado de los Hobbits; de la belleza salvaje de Mary Kate con su pelo rojo y su falda roja y su blusa azul; de la belleza de las canciones que puntúan la narración. Hablé del duende Michaleen y de los habitantes de ese lugar que en realidad está fuera del tiempo, fuera del mundo, un espacio que pertenece al territorio del cuento. Pero cuando le cedí la palabra al público me encontré con una acusación: el film era machista y una apología del abuso sexual y de la violencia doméstica. Mentiría si dijera que no me lo esperaba, pero de todos modos me dejó un poco tocada. No todos los que estaban en la sala pensaban igual y la discusión se amplió y se hizo más dura. Yo intentaba volver a la película, situarla en los dos tiempos que la definen: el de la historia en la Irlanda de los años 20 del siglo pasado, el de la realización en el Hollywood del año 1952. Pero era en vano. Una parte de los asistentes se empeñaba en leerla con las claves del pensamiento reivindicativo feminista de este siglo XXI, la juzgaban con la mirada corta de lo inmediato, incapaces de ver lo que había en ella, no solo de felicidad y convivencia, sino incluso de feminismo antes de que el feminismo existiera. La lucha de Mary Kate por tener su dote no es por el dinero: es una lucha por su dignidad, por su reconocimiento como persona independiente, libre en la sociedad. Y es eso lo que Sean no entiende y lo que aprende a lo largo de su historia de amor.  Para los que consideraban que este film estaba mal, la última secuencia cuando, Sean y Will llegan a cenar después de la pelea homérica que han compartido, y entran diciendo “Mujer de la casa, prepara la cena”, era la prueba de la ideología machista de Ford y del novelista Maurice Walsh. Para otros, en cambio, era la prueba del feminismo de la historia. Mary Kate es por fin “la mujer de la casa” por derecho y tiene a los dos hombres de su vida, su marido y su hermano, donde quiere tenerlos. Es su triunfo. De toda esta experiencia, que lamentablemente se va repitiendo en demasiadas ocasiones, lo más triste para mí fue constatar la incapacidad de una parte del público para disfrutar y apreciar las cosas buenas de la historia, Con estos criterios habría que quemar casi toda la literatura universal y buena parte de los cuadros de los museos y dejar de programar films clásicos porque son Machistas, Apología del Abuso y de La Violencia de Género. Triste.

 

EL RINCÓN DE LA SERIE



Mujer(es) 3: Nati, Marga, Angelita, Patri

Fácil de Anna R. Costa, basada en la novela de Cristina Morales 'Lectura fácil'. Movistar.

Antes de empezar hay que explicar de qué va la serie. Copio el resumen que ofrecía el Festival de San Sebastián donde se estrenó el pasado septiembre: “Después de toda una vida viviendo en distintos centros, cuatro mujeres con diversidad funcional de Barcelona comparten un piso tutelado que tiene vistas a la Barceloneta. Marga, Nati, Patri y Angelita, son cuatro mujeres buscando lo que quieren ser en un mundo que ya ha decidido lo que son sin contar con ellas. Su forma de descubrir su independencia comienza a chocar con todas las normas establecidas para ellas, unas normas que tienen que cumplir para seguir viviendo juntas en el piso.”

Viendo la serie de Anna R. Costa me vinieron a la cabeza varias preguntas. La primera era respecto al casting. ¿Por qué Anna no había escogido actrices profesionales o actrices discapacitadas para los cuatro roles y en cambio había dos y dos? La respuesta era muy sencilla: lo que hacen Anna Castillo como Nati y Natalia de Molina como Marga, solo lo podían hacer actrices profesionales. En cambio, la dulzura de Coria Castillo como Angelita y la capacidad organizativa de Anna Marchessi como Patri, si podían confiarse a dos actrices que despuntan desde sus limitaciones. La combinación del naturalismo y frescura de Angelita y Patri, con el elaborado trabajo de interpretación de Nati y sobre todo de Marga, produce una sensación de extrañeza que le va muy bien a la historia.

La segunda pregunta fue ¿Cómo se podía adaptar una novela inadaptable? Aquí la respuesta me vino de la mano del trabajo como guionista de Anna R. Costa, con una filmografía en la que destaca Arde Madrid, de Paco León.

La tercera pregunta surgió de la constatación de que en la sociedad hay dos mundos opuestos: el de la “normalidad” y el de la “diferencia”. Dos mundos que viven separados e incluso se ignoran uno al otro, pero que están obligados a convivir, no sin dificultades. Las chicas y su vida en ese piso tutelado que es su pequeño universo, forman una unidad; las instituciones de asistencia social, forman otra. Las segundas quieren controlar a las primeras. Y las primeras quieren rebelarse y ser libres. Solo hay dos personajes puente entre una y otra, el joven vecino Kevin y Laia, la trabajadora social que intenta convencer a las chicas de que sean responsables o perderán su libertad. Ellas, Nati, Marga, Angelita y Patri, no quieren ser como los demás. Pero sí quieren tener su propia vida.

Una de las mejores cosas de Fácil, son sus localizaciones. Pocas veces he visto una Barceloneta tan luminosa, tan rica, tan llena de vida y de sol y de color, como la que se descubre desde el piso donde viven las chicas. El mar, las calles del barrio, la playa, son elementos indispensables de la trama. La ciudad y el mar son elementos importantes. En un pueblo, estas chicas serían distintas; en un lugar de montaña, estas chicas no serian tan felices. Felices a pesar de todo, sí. Pero eso no impide que trufado con un humor sutil y subterráneo, aflore una auténtico drama humano y emocional. La serie no lo evita, pero hay que agradecerle que no lo utilice como coartada sentimental.

Quizás no es una serie redonda al 100%, es probable que alguien le pueda sacar alguna pega. Pero lo cierto es que es una serie necesaria y útil, llena de humanidad, además de entretenida y brillante en sus interpretaciones.

El regalo de esta semana es una poderosa pelirroja en un retrato de Ramon.



 

.

 ¿

 

 

 

 

 

 

sábado, 17 de diciembre de 2022

ESTRENOS

 

Esta semana se estrenan varias cosas interesantes. Algunas no las he visto, otras sí, pero no me apetece mucho hablar de ellas. 

No he visto Avatar. El sentido del agua, de James Cameron, y me habría gustado. Soy muy fan de Avatar y sus seres azules. De hecho, inauguré este blog en el lejano 19 de enero del 2010 con una entrada sobre Avatar. La copio porque me sigue gustando y porque confío que siga sirviendo para esta segunda entrega: “Mientras veía Avatar, me venía constantemente a la cabeza este cuadro de Ramón que tanto le gustaba a Joaquín Jordá. No sé por qué. Cuando volví a casa, lo busqué y me di cuenta que la figura no se parece a los Na’vi, habitantes fantásticos del planeta Pandora, pero tiene algo de su grandeza. Y sobre todo tiene en común con la película de Cameron el fondo azul. ¡Como le gusta el color azul y por extensión el agua a este director¡ Parece que cada diez años, tenga que volver a hacer una película “azul” y de agua. En 1989 fue Abyss, para mí una de sus mejores historias, tan claustrofóbica y al mismo tiempo tan abierta a otros mundos. Abyss tiene el color azul claro de los ojos de Ed Harris y el azul rosado de la serpiente. La segunda fue Titanic en 1997; el mar de todos los azules; el agua en toda su grandeza como tercera protagonista de una historia de amor eterna. La tercera es esta Avatar de 2009. Azul de la piel de los Na’vi; azul del agua donde se conservan los Avatar antes de ser cuerpos que albergan almas de hombres y mujeres. Azul y verde. El verde de los árboles, en especial del magnífico árbol/madre donde viven los nativos invadidos por esos aliens tan hoscos, tan poco sutiles, tan elementales en su falta de horizontes, tan terriblemente humanos. No quiero entrar a valorar críticamente la película (se han escrito ríos sobre ella). Solo me gustaría recomendarla a todos aquellos que tengan ganas de vivir una hermosa aventura que de tan conocida y simple casi parece nueva en su sencillez.” Añado ahora que Cameron sigue con su racha de hacer una película azul y de agua cada diez años: Avatar. El sentido del agua.

 No he visto El pequeño Nicolás, y me habría gustado. Soy fan total de Jean-Jacques Sempé y René Goscinny y sus preciosos dibujos de línea clara. Y sobre todo soy fan del pequeño Nicolás. Estoy segura que este film en el que la criatura habla con sus creadores debe ser una auténtica delicia.

Sí he visto El techo amarillo, de Isabel Coixet, excelente documental con una mirada personal sobre un tema de abusos del que se ha hablado mucho.

Sí he visto Aftersun, de  Charlotte Wells, delicada y tierna miniatura de amor, confianza y respeto entre un padre muy joven y su hija de once años, recordada desde la mujer adulta. Un film que puede hacer un díptico con Somewhere de Sofía Coppola en el que destaca la enorme capacidad de la pequeña Frankie Corio para componer un personaje que entiende y sabe mucho más de lo que parece.

Sí he visto Erase una vez… de Alexandre Cirici PellicerJosé Escobar, rareza histórica de dibujos animados, una versión muy diferente de la Cenicienta realizada en 1950 y recuperada por la Filmoteca de Catalunya. Lo mejor es la ambientación renacentista italiana de todo el film.

Sí he visto Eo, de Jerzy Skolimovski. Un film experimental en todos los sentidos que el veterano director polaco nos regala a sus 84 años. Entre Platero y Balthazar (el burrito bressoniano), este Eo pequeño y gris mira el mundo que le rodea desde la tristeza de verse separado de su compañera Magda por una absurda ley animalista que prohíbe a los circos tener animales. A partir de ahí, Eo inicia un recorrido por el mundo de los humanos, con encuentros y desencuentros de varios tipos. Si Eo fuera solo esto, sería una película maravillosa. Pero Eo es una pesadilla. La música obsesiva que suena sin parar, los sueños de burritos androides de Eo, las luces y deformaciones rojas y azules, acaban por producir una auténtica sensación de terror, al menos a mí. 

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES


No me gusta conducir
Movistar

Para compensar tanta intensidad en los estrenos, he visto esta serie de Movistar. No me gusta conducir es un titulo que puede enganchar a mucha gente. A Pablo, un seco, arisco y desagradable Juan Diego Botto, no le gusta conducir. Por eso ha llegado hasta los 40 años sin carnet. Prepotente profesor de Universidad, frustrado novelista, siempre enfadado, Pablo va a vivir en la autoescuela una situación para la que no está preparado. Más que aprender a conducir, en los seis capítulos cortos que dura esta serie de Borja Cobeaga, lo que Pablo aprenderá es a relacionarse con a la gente de otra manera y a respetarse y respetar a los demás: sus alumnos, su profesor de autoescuela, su ex mujer. Las tres mujeres que rodean a Pablo son sin duda mucho mejores que él: Leonor Watling es Iria, su ex mujer, siempre dispuesta a llevarle a cualquier parte; Lucía Caraballo es Yolanda, alumna de Pablo en la Universidad y compañera de clase en la autoescuela; Marta Larralde es la colega de la Universidad, la persona que le da la mejor lección de vida a Pablo. Junto a ellos está el mejor personaje de la serie, David Lorente, Lorenzo el profesor de la autoescuela, Ágil, sin tiempos muertos, con diálogos brillantes y un sentido del humor muy soterrado, No me gusta conducir es un respiro inteligente en medio de tanta serie que nos trata de imbéciles.

El regalo de esta semana son dos azules herrerianos dedicados a Avatar.



 

sábado, 10 de diciembre de 2022

NOSTALGIAS

 

Nostalgia: “Sentimiento de pena por la lejanía, la ausencia, la privación o la pérdida de alguien o algo queridos.” (Definición de la RAE)

 


Nostalgia, Mario Martone

Me gusta el cine de Mario Martone. Me gusta Mario Martone. Es un director italiano que no lo parece. En realidad es un director napolitano. Pero no del Nápoles de los films de Vittorio de Sica, ni siquiera de los “ macarrones” de Ettore Scola, y mucho menos del Nápoles de la camorra que retrata Gomorra. Martone es la imagen de una Nápoles oculta y culta, una ciudad dentro de otra ciudad. Cuando le conocí en Venecia en 1992, Mario tenía 32 años y debutaba en el cine con una película inclasificable en su belleza y en su nostalgia: Muerte de un matemático napolitano. En la primera entrevista que le hice, Mario me dijo: “El Nápoles de la película es un Nápoles que existe. Nápoles no es solo ruido es también silencio; no es solo color, también es gris y dorado. Nápoles es una ciudad profundamente trágica. Todo lo que hemos retratado en el film existe, no hay una sola reconstrucción. La ciudad ha cambiado mucho en 30 años, pero es posible encontrar eses Nápoles oculto dentro del otro. Pasolini decía en uno de sus textos que los napolitanos son como una tribu dentro del vientre de una gran ciudad. Una tribu que se resiste a la modernidad y prefiere dejarse morir antes que transformarse.” Estas palabras de hace 30 años, se podrían escribir exactamente iguales para explicar esta Nostalgia martoniana que enlaza de una manera casi subterránea con otra Nostalgia italiana, de la de Tarkowski ambientada en una Toscana tan poco real como real es el Nápoles de Martone. Entre 1992 y este 2022, Martone ha construido su vida. Ahora tiene 62 años y el peso de lo vivido le hace ver las cosas de otra manera, Su matemático era un hombre duro que no soportaba el mundo, su Felice (Pierfrancesco Favino), en cambio, es un hombre vacío que busca llenarse del mundo. Cuando este hombre desplazado de sus raíces durante cuarenta años en un lejano Egipto, donde incluso ha cambiado de religión, vuelva a Nápoles, lo hará para llenar ese vacío, para volver a ser. Y solo lo conseguirá integrándose en el Rione de La Sanità dónde creció y vivió hasta que se vio obligado a irse cuando tenía 15 años. Su primer encuentro es con su madre, el segundo es con un sacerdote entregado a la imposible tarea de salvar a los adolescentes del barrio de las garras de la mafia local; el tercero será con Oreste, su amigo de la infancia, convertido ahora en el capo de la zona, oculto, casi invisible. Los tres encuentros se encadenan de forma natural, la madre le lleva al cura, el cura le lleva a Oreste y Oreste le lleva a… De los tres episodios, por llamarlos de alguna manera, a mí el que más me gusta es el de la madre. Destila un amor y una ternura a la vieja mujer casi ciega, y al lugar donde vive, que lo hace absolutamente conmovedor. Todo lo que le sucede a Felice con don Luigi, el sacerdote, remite casi sin quererlo al padre Pietro de Roma città aperta (fue Álex Gorina el que hizo esta comparación y me parece muy justa). Sin dramatismo y con quizás un poco mas de furia, don Luigi consigue que el Felice el musulmán le ayude en su cruzada contra Oreste y su influencia. Pero para la historia que quiere contar Martone, el episodio definitivo es el del encuentro entre los dos viejos amigos, ahora casi enemigos. En un lugar escondido dentro del laberinto napolitano, en una terraza que domina los tejados de la ciudad, ambos se explican, se justifican, buscan acabar con la nostalgia. Lo que pasa después, lo podemos imaginar. A mi ya no me interesa tanto. El film se acaba ahí en esa terraza, en esos tejados. Nostalgia no es una película redonda, los flashbacks en formato cuadrado no funcionan tan bien como el presente hay quizás algunas digresiones innecesarias. Pero no me importa. Martone me hace sentir nostalgia de un Nápoles que no conozco. Porque ese Nápoles tan real, tan verdadero, es, en realidad, el territorio del pasado. Y todos, absolutamente todos, tenemos nostalgia de ese pasado alguna vez.

 


Matadero, de Santiago Fillol

Matadero es la primera película en solitario y en el terreno de la ficción de Santiago Fillol, un nombre vinculado al cine de Oliver Laxe con el que ha trabajado en Mimosas y O que arde. Pero Santiago es mucho más que un excelente colaborador de Laxe. Codirector de un documental inclasificable, Ich bin Enric Marco, que tuvo un eco inesperado en el libro El impostor de Javier Cercas, Fillol es autor de un ensayo inquietante, Historias de la desaparición. El cine desde Franz Kafka, Jacques Tourneur y David Lynch, donde se adentra en el concepto del fuera de campo. Todas estas vidas anteriores se suman en Matadero, reflexión del cine en el cine, historia de un impostor, y ejercicio de fuera de campo en un contexto de un realismo dominante. ¿Y la nostalgia, dónde se queda con estos antecedentes? Pues sí, hay nostalgia en este film que adapta libremente un relato inadaptable del argentino Esteban Echeverría, escrito en 1840, en el que se cuenta la revuelta de un grupo de campesinos decididos a asesinar a su patrón matándolo como se matan a las bestias para después comérselo. Matadero es un texto imposible de visualizar sin caer en el tremendismo, es una cruenta representación de la lucha de clases a la que Fillol se enfrenta desde una triple perspectiva temporal. El presente en un cine donde va a proyectar por primera vez en cuarenta años un film maldito llamado Matadero, 1974, año crucial en el que se rodó la película y 1840, época en la que sucede la acción del film que se rueda y se proyecta. ¿Y la nostalgia, insisto? Ahora viene. Porque hay varias nostalgias en este interesante trabajo que escapa a los límites del cine histórico o el cine político. La nostalgia de Vicenta, sentada en la sala de cine donde se proyecta la película mientras recuerda cual fue su papel en el rodaje del film, cuando era una joven fascinada por la figura de Jared Reed, el director norteamericano que quiere filmar la realidad, casi la hiperrealidad, como hizo Georges Franju en La sangre de las bestias (y Fillol en la única secuencia explicita del film); la nostalgia de los jóvenes actores que protagonizan la película por la lucha invocada en el relato de Echevarría, que ellos querrían traer a su propio contexto, el oscuro año 1974 en Argentina, cuando ya se empezaba a sentir la violenta represión militar que iba a sumir al país en un baño de sangre muy real. Y la nostalgia de Fillol por un cine de los setenta en el que se quería ir más allá de los límites. Coppola en Apocalipse Now, viviendo un auténtico apocalipsis personal; Herzog arrastrando su barco por la cordillera en Fitzcarraldo, Oliver Laxe perdido en el desierto místico de sus Mimosas, todos encarnados en Jared Reed filmando la muerte de las vacas. “Las vacas mueren de verdad. La sangre es real. Si eso no se siente, no funciona”. Pero también una nostalgia de ese cine clásico que, como estudiaba en su libro, dejaba fuera de campo lo invisible para que el espectador lo llenara con su propia imaginación. Todo esto está en Matadero. Pero también hay otra manera de ver el film. Matadero es un relato de cine en el cine, un inmenso making of de una película maldita que acabó muy mal; un film político sobre la lucha de clases y el racismo, tanto el de 1840, como el de 1974, y seguramente el de ahora mismo; un retrato de una cierta izquierda más cercana al infantilismo de las teorías revolucionarias que a la auténtica revolución; una película incluso de aventuras salvajes. El Matadero de 1974 podría estar filmado por el Dennis Hopper de The Last Movie; el Matadero de 2022 solo lo podría filmar Santiago Fillol. 

El regalo de esta semana son unos limones cargados de nostalgia.



 

 

sábado, 3 de diciembre de 2022

INADAPTADOS




La emperatriz rebelde, de Marie Kreutzer

Sissi forma parte de mi educación sentimental infantil. Para una niña mexicana, en un país donde no hace frío, ni hay nieve, ni palacios, ni reinas, la joven, linda, triste y enamorada emperatriz de cuento que hacía Romy Schneider, era la encarnación de los cuentos de hadas maravillosos. Recuperé a Sissi muchos años más tarde en el Ludwig de Visconti, donde una Romy Schneider de una belleza madura y muy inteligente, aceptó meterse de nuevo en la piel de la emperatriz melancólica en un interesante experimento de personalidades: Romy era Sissi, pero Sissi era Romy. No volví a pensar en la emperatriz hasta que fui a Viena a trabajar. Allí descubrí varias cosas; Viena es una ciudad que huele a flores secas y un poco marchitas, los austríacos son muy raros, y Sissi es el símbolo por excelencia de la ciudad, su seña de identidad. Sissi está en todas partes. Con estos antecedentes me senté a ver Corsage, traducida aquí como La Emperatriz rebelde, título horrible que no le hace justica a una mujer que no era rebelde, sino inteligente, con una gran visión política, una cultura inmensa y muy adelantada a su tiempo en cuestiones de moralidad y de comportamiento. Elisabeth, Emperatriz de Austria, era amucho más inteligente, mucho más brillante y mucho más competente que su mediocre marido. Si no me gusta el título español, en cambio me gusta mucho el título original de la película de Marie Kreutzer, Corsage, Corsé. Reconozco que en castellano no suena tan bonito ni tan sonoro como en francés, quizás por eso le han cambiado el nombre, Pero yo la habría llamado simplemente La Emperatriz, sin adjetivos. Lo del corsé es una metáfora perfecta del problema de esta mujer libre; el corsé restrictivo y agobiante de la corte imperial, con todas sus mentiras, hipocresías, mediocridades; el corsé físico que cada mañana oprime su cuerpo hasta convertirlo en irrespirable. Sissi se ahogaba por fuera y por dentro. Vicky Krieps, una actriz capaz de meterse en múltiples pieles en distintos idiomas, le da a esta Elisabeth dos cosas que la sitúan a la altura de la Romy de Visconti: una belleza madura, etérea y al mismo tiempo tremendamente física, ver como somete su cuerpo a la tortura del corsé casi hace daño, y una inteligencia como mujer, como estadista, como persona frente a un emperador francamente mejorable. La ambientación es exquisita (Viena es tan Sissi que casi no hace falta decoración adicional). Pero la directora juega de una manera brillante con elementos anacrónicos que funcionan muy bien y con una banda sonora que conjuga el presente de la emperatriz con el presente de su representación en la pantalla. Corsage es una gran película que como efecto colateral me ha despertado las ganas de volver a ver la trilogía inaugural, desde la alegre jovencita bávara, hasta la callada y doblegada emperatriz de la última entrega. (Por cierto, hay dos series sobre la emperatriz, una en Disney y otra en Netflix. La de Disney no la conozco, la de Netflix es una decepción).

 


Suro, de Mikel Gurrea

Esta sorprendente opera prima, descubierta en el Festival de San Sebastián, se podría enmarcar dentro del neo-ruralismo del cine español más contemporáneo. Pero en realidad, es un poco diferente. El punto de vista en este caso no es el del campo, agricultor o ganadero, que ve su mundo destruido por el progreso industrial y urbano. Aquí, el punto de vista es el de ese supuesto progreso, dos urbanitas progres y supuestamente ecologista, que deciden trasladar al campo, concretamente a una masía y una finca de alcornoques en el Ampurdán, todos sus problemas, sus tics, su falsa ética. Ellos son la amenaza para el ecosistema; ellos son el mal, quizás necesario. Iván y Helena esperan su primer hijo, ella ha heredado una masía en el campo y ven en ello la oportunidad de cambiar sus vidas. Son arquitectos y emprenden con ilusión la reconstrucción de la casa y la explotación del corcho de los alcornoques de la finca. De una manera muy sutil, casi sin que se den cuenta, Helena va asumiendo el rol dominante, es la heredera y la dueña, mientras Iván intenta adaptarse al entorno trabajando en la recogida del corcho, el suro, del título. Los conflictos no tardan en aparecer, entre ellos en primer lugar, entre ellos y los trabajadores, entre ellos y la naturaleza. Gurrea va de uno a otro en un juego de espejos viendo como se transforman en lo que nunca pensaron que serían: explotadores. Sin embargo, lo mejor de este film no es su historia con ser, sin duda interesante. Lo mejor es como el director es capaz de transmitir con su mirada el progresivo proceso de endurecimiento de los dos personajes. Vemos como poco a poco se van mimetizando con ese corcho que arrancan dolorosamente de los árboles. Se van convirtiendo en corcho, en un suro, que no siente nada. La película ya sería importante simplemente por esto, pero Mikel Gurrea va un poco más allá y nos ofrece un tercer acto, muy corto, muy contundente donde el suro definitivamente los ha dominado por dentro y por fuera. En ese sentido, el último plano, es absolutamente revelador de lo que han acabado por ser estos dos seres. Y aquí hago una reflexión muy personal, si toda la película tiene un aire al Joaquín Jordá de Un cuerpo en el bosque, este último acto, y sobre todo este último plano, me hizo pensar en el cine del griego  Yorgos Lanthimos. Suro no está lejos de Canino aunque no lo parezca.

 


(Este conjunto de colores me sirve para ilustrar estas historias)

Historias para no contar, de Cesc Gay

La semana pasada no pude hablar de esta película y la recupero ahora. Lo primero es decir que es Cesc Gay en estado puro, La esencia de su cine y de su mundo está representada en estas deliciosas miniaturas sobre la condición humana pequeño burguesa, cobardica e hipócrita, pero entrañable en su ridiculeces. En realidad esta película podría llamarse Historias ridículas por su pequeñez, su mezquindad, su cercanía. Porque creo que cualquiera de nosotros puede reconocerse en una u otra; todos hemos hecho el ridículo alguna vez, todos hemos mentido tontamente hasta meternos en un lío. Cesc vuelve a recurrir al film de episodios, un terreno que domina y controla como nadie. Historias… es casi una micro serie, en película. Y lo es, porque a pesar de que las historias son distintas e independientes, están unidas por el espacio, el barrio del Born, la clase social, pequeña burguesía, y los conflictos de pareja, de amistad, de hacerse mayor, de envidias, de…vida en definitiva. Los actores están espléndidos. Todos, aunque unos me gusten más que otros (pero eso es personal). Hay un refrán en catalán que dice Al pot petit hi ha la bona confitura, supongo que existe algún refrán castellano equivalente, pero no me sale. En todo caso, Cesc ha reunido cinco pots petits, pequeños recipientes, llenos de bona confitura, repletos de buena mermelada. La mermelada de fresas, Darin, Castillo, Rey con el añadido imprescindible de un perro entrañable (¡cómo le gustan los perros a Cesc!) en Tengo ganas de verte; la mermelada de melocotón de León, De la Torre y Brendemühl, con el tropezón apetitoso de un guapo chico/a en Sandra; la mermelada de naranja amarga de Coronado y Alejandra Onieva, con un amigo indiscreto para amargarlo aún más en Me has hecho muy feliz estos meses; la mermelada de moras moradas de Verdú, Giménez, Navas que ya se bastan solas para llenar el pote en Los martes y los jueves, y la mermelada de ciruela de Gutiérrez, Echegui, que solo se puede comer acompañada del pan Brays Efe. Un suculento desayuno para empezar bien un día cualquiera, con una sonrisa entre cómplice y vergonzante. Una joyita muy apetecible para olvidarnos de un entorno cada vez as enrarecido. 

El regalo de esta semana es un paisaje de alcornoques, o no, pero en todo caso es un gran paisaje.