sábado, 27 de marzo de 2021

TRES IMPRESCINDIBLES


Esta semana tengo tres grandes propuestas de las que hablar. Un estreno en salas, un estreno on line y una serie. Las tres son, desde mi punto de vista, imprescindibles.

 


(seguro que Fern disfrutaba en medio de este paisaje con árbol)

Nomadland, de Chloe Zhao

El nombre de Chloe Zhao me llamó la atención cuando descubrí The Rider, una película sobre rodeos y cowboys contada por una mujer china educada en Inglaterra. Era preciosa, uno de los mejores films del año 2018. Por eso, cuando vi que Nomadland estaba dirigida por ella supe antes de verla que me iba a gustar. Y me ha gustado, Mejor dicho, me ha emocionado, y me ha dejado un poso de melancolía y una sensación de plenitud. Como si yo misma mu hubiera fundido con Fern y me hubiera ido con ella en esa camioneta donde guarda toda su vida. Fern es Frances McDormand, quizás la única actriz que puede representar a la vez la normalidad más absoluta y la emoción más poderosa. Fern es ella y ella está en pantalla toda la película. Ella y su camioneta y todos esos seres que se cruzan en su camino de nómada del siglo XXI. Hay algo de Jack Kerouak en Fern, también de Jack London, pero ni la película ni el personaje son nostálgicos. Fern asume que su mundo se ha acabado (¿quizás todos debemos empezar a pensar como ella?). Su marido ha muerto, la empresa donde trabajaba ha cerrado, su pueblo ha desaparecido, pero a Fern le queda su camioneta, una cajita donde conserva lo que más quiere y la carretera. Y el cielo, el desierto, la nieve; trabajos esporádicos y estacionales; amigos que se reencuentran. Una vida libre. Zhao tiene una manera de contar que bebe en el Malick de Malas tierras o Días del cielo, pero sin ningún trascendentalismo, aunque sí con una cierta metafísica: Fern abrazando los árboles es algo mágico. Zhao tiene un estilo propio que está más cerca de Nicholas Ray que de John Ford, aunque Nomadland es a la América de Trump, pre pandemia pero post crisis, lo que fue Las uvas de la ira de John Ford a la Gran Depresión. Con una gran diferencia: Fern no se enfrenta a una sociedad y un mundo de explotadores con un mensaje de denuncia y de combate: Fern asume que la libertad se la concede uno mismo cuando aprende a apreciar que el mundo cabe en una cajita y en una camioneta. Nomadland es una de las mejores, si no la mejor película del año, al menos hasta ahora. Lo que he sentido al verla es que hay una salida. Fern la encuentra en la carretera después de perder todo lo que no es importante: (“No es cierto que no tenga hogar, lo que no tengo es casa” dice en un momento de la película). Yo quiero creer que también encontraremos la salida después de la violencia del bicho que nos ha cambiado la vida. Es posible que no sea en la carretera, dadas las restricciones que nos imponen, pero si en nuestra mente. La imaginación es una buena carretera para volverse una nomadland del pensamiento.

(hablé de The Rider en la entrada del 22 de septiembre del 2018)

 



Collective, Alexander Nanau HBO

Este documental rumano, estrenado en HBO, es uno de los más indispensables que he visto en mucho tiempo. Y de los más pertinentes en estos momentos en que la sanidad está sometida a una tensión casi insoportable y en la que se demuestra que tener un servicio asistenciario publico es imprescindible para superar los retos que el bicho nos plantea. Viendo Collective no he podido dejar de hacerme una doble reflexión: el horror que debe ser padecer la pandemia de la COVID 19 en países como Rumania; y la suerte que tenemos de tener una sanidad que funciona bastante mejor que en otros lugares. A caballo del thriller político, el cine de periodistas y la denuncia más contundente, Collective se inscribe en lo que podemos llamar documental observacional. El director Alexander Nanau, que asume también la fotografía y el montaje, decidió seguir de cerca la investigación que inició un pequeño diario deportivo de Bucarest a raíz de una tragedia ocurrida el 30 de octubre del 2015. Ese día se produjo un incendio en la discoteca Colectiv de la ciudad con el resultado de 27 muertos y 180 heridos. Pero lo que llamó la atención del periodista Catalín Tolontan y su equipo, fue el hecho inexplicable de las 37 muertes que se produjeron en los cuatro meses posteriores al incendio entre los heridos tratados en el hospital. Los periodistas empezaron a investigar y ahí se sumó Nanau filmándolos desde el principio sin saber lo que iban a descubrir. Y lo que descubrieron fue que las muertes se habían producido por una infección bacteriana hospitalaria, extendida por culpa de un desinfectante diluido hasta veinte veces para multiplicar los beneficios económicos. Pero esto no fue más que el principio de un trabajo de investigación que los llevó a desenterrar una tremenda trama de corrupción hospitalaria en la sanidad pública rumana que abarcaba desde los responsables políticos hasta los últimos sanitarios. En palabras del documental, “un nido de mafiosos sin escrúpulos”. Nanau tuvo la agilidad de hacer bascular el protagonismo entre la redacción del periódico y los despachos de un nuevo ministro de Sanidad que, ingenuamente, cree que en un año antes de las nuevas elecciones, podrá limpiar toda la podredumbre que se acumula en un país que vive entre la herencia de lo peor del comunismo y la implantación de lo peor del capitalismo. Entre Tolontan y el ministro Vlad Voiculescu, Nanau no olvida a las familias de las víctimas del incendio y la negligencia hospitalaria. Ellos abren y cierran el documental; ellos ponen cara y emoción a una tragedia; ellos nos devuelven a la realidad de que la corrupción (en todos sus niveles) tiene consecuencias humanas irreparables. Espero que ellos hayan aprendido, pero sobre todo, espero que TODOS hayamos aprendido. Cuidemos nuestra sanidad. Eso si es indispensable.

 


( la zona de Las Playas, principal escenario de esta nueva entrega de la serie)

Hierro, de Jorge Coira, Movistar

La entrada del 27 de julio del 2019, donde hablaba de la primera temporada de Hierro, acababa con estas palabras: “Pocas veces hemos visto una historia donde los personajes avanzan con una lógica interna que los hace completamente verosímiles. Todo encaja de una manera natural gracias a una realización que permite respirar dentro de la atmosfera asfixiante de la isla donde no hay secretos para nadie. Sin caer nunca en la tarjeta postal, respetando la singularidad del lugar y sus gentes que se inscriben de forma natural en la trama, Hierro va desentrañando un crimen y un misterio en el que no cuenta tanto saber quién es el asesino, sino como ese asesinato transforma las vidas de los que están involucrados en su investigación. Hierro es una serie adictiva que no puedes dejar de mirar, una historia que te engancha con un final redondo que no solo no decepciona, sino que abre la puerta a que haya una posible continuidad. Una sorpresa estupenda.” Pues bien, ya tenemos en Movistar la segunda entrega de las aventuras de la jueza Candela Montes en la isla de Hierro enfrentada a un nuevo caso, en esta ocasión un duro litigio de custodia de menores, sin por ello dejar de seguir de cerca la trama mafiosa en la que estaba envuelto Díaz, el personaje que hace Darío Grandinetti. Hacer una segunda temporada de una serie de éxito es siempre un riesgo, como lo es hacer una segunda película después de un éxito con una ópera prima (lo que Godard llamaba “el síndrome de la segunda película”). Pero los hermanos Coira, Pepe en la creación y guionista y Jorge como director, han conseguido hacer una segunda parte tan buena como la primera. Con los mismos personajes, en el mismo lugar, pero con un conflicto muy distinto. También ellos en realidad son muy diferentes. La jueza esta menos enfadada y Díaz es más vulnerable. Y su relación crece en una dirección muy poco habitual. No hay tensión sexual, no llegan a ser amigos, pero hay un hilo que los une y les hace colaborar. La jueza parece entender mejor ese lugar y deja el extrañamiento a un personaje recién llegado, el de la Sargento Cruz de la Guardia Civil. Entre los personajes nuevos de la trama, Gaspar, su mujer y sus hijas, ocupan un lugar muy destacado en una historia que mezcla un conflicto familiar con la especulación inmobiliaria y la corrupción. Hierro sigue mostrando las bellezas de la isla en paisajes y espacios que no aparecían en la primera parte: y sigue dejándonos con ganas de reencontrarnos con la jueza Candela Montes y el empresario Antonio Díaz, aunque, de momento no hay nada previsto.

Mientras escribía sobre Hierro no he podido dejar de pensar en las extrañas conexiones que mi cabeza establece con Nomadland y Collective. Creo que la jueza Candela Montes, a pesar de toda su aparente rigidez, es en cierto modo una nómada que no encaja en la sociedad a la que le encantaría ser la jueza implacable del caso Collective.  Vuelvo al principio. Tres grandes historias de las que hablar. No se las pierdan.

 

El regalo de esta semana no es un cuadro. Es una foto de la Dama de la Encina de Lecina, un árbol que ha sido reconocido como El Mejor Árbol de Europa 2021. Está en Huesca y lo conocimos hace muchos años. Ya entonces nos impresionó su grandeza, su magia y su misterio. La Encina de Lecina es sin duda un árbol indispensable.

 


 

 

viernes, 19 de marzo de 2021

TRADUCTORES

 

Los traductores

Esta semana de terremotos políticos en lo que una buen amiga denomina “el montepío mesetario”, me ha llamado la atención una noticia que demuestra el grado de estupidez al que puede llevar la mal llamada “corrección política”. Supongo que recuerdan la jovencita negra vestida de amarillo que en la toma de posesión de Joe Biden recitó un poema (precioso por cierto) y se hizo famosa de la noche a la mañana. Pues bien, los representantes de esta chica, (ignoro si con su consentimiento) a instancias de una activista holandesa, han decidido que solo pueden traducir sus poemas a otro idioma una artista joven, mujer y, sin duda, negra”. Por lo visto, solo una chica de pocos años y además negra, será capaz de entender la sensibilidad de su poesía. Perfecto, si eres hombre, mayor y blanco, vetado. ¿Eres el mejor preparado para hacer una traducción fiel y hermosa? No importa. En fin, no sé si merece la pena hacer más comentarios a esta nueva muestra de hacia dónde va una sociedad ensimismada en problemas que no son reales. Pero me ha venido a la cabeza para comentar una película que se estrena esta semana y que tiene mucho que ver. Se titula simple y sencillamente Los traductores, es francesa y está cuajada de actores y actrices conocidos. En este caso, el editor de un best seller mundial no tiene el problema de la poetisa americana. Entre otras cosas, porque nadie conoce al autor que se esconde detrás de un pseudónimo y puede ser blanco, negro, amarillo, joven, viejo, hombre o mujer. Al editor, por tanto, le da igual quién lo traduce, lo que le interesa es el negocio que produce el libro que se espera sea un nuevo best seller. Y para conseguir aun más publicidad y de paso garantizar que no se filtra nada del nuevo libro en las redes, encierra en un bunker a nueve traductores de distintas lenguas para que traduzcan el libro simultáneamente y sin acceso a internet. A partir de aquí, la historia se mueve entre Agatha Christie, un cadáver a los postres y un juego de muñecas rusas, con giros de guión inesperados y muy entretenidos. Los traductores, entre los que está Eduardo Noriega como traductor al español, (lo siento, a los guionistas no se les ha ocurrido incluir un traductor al catalán, al euskera y al gallego), son el cuerpo de la historia. Sus relaciones, sus complicidades, sus rivalidades, mantienen la intriga sin que decaiga en casi ningún momento. No es una gran película, pero se agradece que deje en evidencia el negocio sin alma de los fabricantes de best sellers y que de la voz a un colectivo del que casi nadie se acuerda nunca y gracias a los cuales hemos podido leer a Marcel Proust, a Richard Ford, a Tolstoi, a Henning Mankell y tantos escritores que de otra forma mucha gente no habría podido conocer jamás. Brindo por ellos.

 

El agente topo

Entre las nominaciones al Oscar al Mejor Documental de este año, está El agente topo, una película chilena de Maite Alberdi. Me alegro mucho por ella. La película me gusta, me parece muy original y divertida. He releído lo que escribí de ella cuando se presentó en el Festival de San Sebastián del año pasado, y sigo estando de acuerdo. Lo reproduzco con la idea de despertar la curiosidad por esta extraña, necesaria  y amable película.

De esta directora chilena recuerdo con gran cariño una película sobre las amigas de su abuela que se llamaba La once (hablé de ella en una entrada del 9 de julio del 2016). En La once ya se podía ver que Maite Alberdi no hacía documentales muy convencionales hecho que viene a confirmar este Agente Topo en el que prosigue su aproximación a las personas mayores, muy mayores, a través de una historia entre divertida, inverosímil y sobre todo inesperada. El resumen del Festival de San Sebastián dice: “Rómulo es un detective privado. Cuando una clienta le encarga investigar la residencia de ancianos donde vive su madre, Rómulo decide entrenar a Sergio, un hombre de 83 años que jamás ha trabajado como detective, para vivir una temporada como agente encubierto en el hogar.”. No tengo muy claro que este trabajo sea un documental, tampoco es una ficción preparada. Más bien creo que la idea es provocar una situación, Sergio infiltrado en una residencia de ancianas (hay cuarenta mujeres por cuatro hombres) y ver qué pasa. Con la complicidad de la dirección del centro y sobre todo del entrañable Sergio, la cámara de Alberdi se adentra en esa residencia de provincias y mira a sus habitantes con cariño y sin condescendencia. El Macguffin de la trama, encontrar las cosas malas que hacen contra los pobres ancianos, funciona solo como punto de partida. Es evidente que si la película se hizo con la colaboración de la institución, no iban a mostrar nada malo. Pero lo importante no es lo que hagan bien o mal las residencias para ancianos en todo el mundo, pasto de muerte y desolación de esta maldita pandemia, sino el poner en evidencia el abandono emocional por parte de sus familiares que padecen los viejitos recluidos en ellas, obligados a tejer complicidades entre ellos mismos y con sus cuidadores como refugio para su soledad. Como ejemplo, la clienta tan preocupada por su madre, no la ha visitado nunca ni ha puesto los pies en la residencia más que para dejarla allí. El agente topo llega en un momento especialmente delicado en el que la sensibilidad sobre qué hacer con los mayores se ha visto potenciada por la mortalidad provocada por el bicho de nombre de mascota. Hace pocos días leí en LaVanguardia un artículo que hablaba de “la campaña Old lives matter, Las Vidas Viejas Importan, impulsada por más de 40 organizaciones científicas, sanitarias y sociales de todo el mundo para sensibilizar a la población y luchar contra el edadismo, la discriminación contra la gente mayor basada en falsos prejuicios instalada en todas las sociedades.” Esta película se inscribe en este camino, con humor, elegancia, respeto y sensibilidad. Para acabar con este tema me gustaría recordar una frase de Ingmar Bergman, que he leído en alguna parte: “Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada se hace más libre y la vista se vuelve más amplia y serena”.


The Assistant
(Filmin)

Este film estrenado en Filmin, es lo más parecido a una película de Chantal Akerman que he visto nunca. Se presenta como “El thriller definitivo sobre el Me Too”. Es un buen reclamo para despertar la curiosidad de los espectadores. Pero en realidad no es ni un thriller, ni creo que su tema principal sea la reivindicación del Me Too. Encerrarlo en esta idea es reducir su carga corrosiva y de profundidad a una simple denuncia, no por necesaria, menos mediáticamente utilizada. La asistente del título es una joven recién licenciada, interpretada por Julia Garner, con una sobriedad y una enorme capacidad de transmitir en silencio estados de ánimo, impresiones y emociones. Jane lleva dos meses trabajando en una gran productora de cine en Nueva York, se supone que como asistente de un productor al que no vemos nunca y que todo el mundo ha identificado con Harvey Weinstein. Pero en realidad, ese jefe invisible es una figura  mucho mas generalizable y no solo en la industria del cine. Conocemos a Jane cuando sale de su casa antes de amanecer. Es la primera en llegar a la oficina y la última en irse. Su primer trabajo es encender todas las luces. A partir de ahí la acompañamos durante un día entero en sus tareas cotidianas que van desde limpiar el despacho de su jefe a fotocopiar guiones, de preparar café a dar explicaciones a la esposa del jefe, de organizar su agenda a atender y cuidar a las chicas que llegan a la oficina para verle. Casi sin hablar, con escasas interrelaciones con sus compañeros de oficina, testigos vergonzantes y cobardes de lo que sucede, obligada a callar si quiere continuar en su trabajo y sobre todo, ignorada por todos, Jane va poco a poco asumiendo su humillación. Es en esta descripción donde Kitty Green se muestra una alumna aventajada de Chantal Akerman. Jane, como Jeanne Dielman, realiza sus tareas cotidianas de una manera ordenada y metódica. Ella no se prostituye por las tardes, en realidad no se prostituye nunca “no te preocupes, no eres su tipo” le dice cruelmente el jefe de personal, pero si es humillada, violada de muchas pequeñas formas y relegada a ejercer unas funciones que no son las que ella esperaba tener al acceder a este trabajo. Pero igual que Jeanne Dielman en el 23 Quai du Commerce de Bruselas, Jane en este gran edificio del barrio de Tribeca en Nueva York, tiene claro su papel y lo representa bajo la cámara casi documental de una directora que demuestra ser mucho más efectiva con este film que muchas películas más evidentes.  

 El regalo de esta semana es un paisaje ideal para sentarse a leer un libro bien traducido.



 

 

 

sábado, 13 de marzo de 2021

NIÑOS Y NIÑAS

  

Esta semana se cumple un año del inicio del confinamiento. ¡Un año! Parece mentira que hayamos podido vivir y sobrevivir este año complicado, raro y absurdo que nos ha enmascarado y nos ha aislado de una manera inhumana. Probablemente cuando se escriba la historia de este periodo dentro de muchos años, se defina el 2020 como el El año de la pandemia que cambió la manera de relacionarse de la gente. Pero no solo eso. Sin darnos casi cuenta, hemos interiorizado una serie de comportamientos, sensaciones e incluso carencias que dejaran una huella en lo personal y en lo colectivo. Pero hoy y aquí no quiero dedicarle más espacio al “Año 1 de la Era de Bicho” a las puertas del “Año 2 de la Era del Bicho”. Quiero, en cambio, hablar de dos estrenos y una serie que tienen a los niños y las niñas como protagonistas.


Minari, Historia de mi familia

Estamos en los años 80. El niño de esta película se llama David, tiene 7 años, vive en una gran caravana aparcada en un campo de cultivo de Arkansas con su familia, inmigrantes coreanos. El director norteamericano de origen coreano ha esperado a realizar su cuarto largometraje para atreverse a contar y no contar su propia historia. Hay mucho de autobiográfico en Minari, pero también hay mucho de recuerdo de un paisaje, un lugar, unas gentes con las que convivió directamente. Y hay un personaje magnífico: la abuela coreana que llega a la caravana con su libertad y su irreverente manera de comportarse, y de hablar. La abuela trae de Corea semillas de minari, una planta comestible parecida al perejil o a los berros, muy resistente, fácil de adaptar en terrenos difíciles, de crecimiento rápido y con la peculiaridad de que la segunda cosecha suele ser mucho mejor que la primera. Es una gran metáfora para esta historia. Igual que el minari de la abuela crece y se adapta en los márgenes de un riachuelo, la familia de David/Chung creció y se adaptó a la nueva tierra de Arkansas. Pero lo que más me gusta de este film es su sencillez en la manera de plantear los conflictos, que los hay, las dificultades, que las sufren, y las alegrías, que las tienen, con una serenidad y una sutiliza en la que el humor juega un importante papel y la nostalgia nunca cae en la sensiblería. Recordar es importante y hacerlo sin miedo y sobre todo sin mistificaciones, es un ejercicio necesario. Minari es memoria del pasado pensada para enlazar con el futuro que representa la tercera generación de minaris en Estados Unidos, personas completamente integradas que, sin embargo, no olvidan sus raíces. Es muy bonita.

 


Una niña

El niño/niña de este documental es otra cosa. Copio el resumen de la sinopsis que facilita la distribuidora: “Sasha, de 7 años, siempre ha sabido que es una niña, aunque naciera atrapada en un cuerpo de niño. A medida que la sociedad fracasa, al no tratarla como a las demás niñas de su edad, sea en su vida diaria en la escuela, en clases de ballet o en fiestas de cumpleaños, su comprensiva y empática familia lidera una batalla constante frente a la violenta rigidez de los prejuicios sociales, para hacer que su diferencia sea entendida y aceptada por todo el mundo.”. Está claro. El tema es un niño/niña trans y su lucha por ser aceptado desde que es muy pequeño/a. Si esta película fuera una ficción, me parecería estupendo poner en primer plano la dificultad de integración, los prejuicios de la sociedad, los estereotipos de los roles y la lucha de la familia porque se acepte a Sasha como es y no como se supone que debería ser. Pero es un documental. A ver. Todo lo que tiene de reivindicación y de reconocimiento y aceptación de una realidad que existe, me parece muy bien. Entiendo a esa madre y a esa hermana y a ese padre y a ese hermano. Entiendo a Sasha, incluso la quiero y quiero que la dejen ser lo que quiera ser. Mi duda y mi incomodidad nace de la sensación de “peeping tom” que me produce ver a esta niña REAL, pasando por el calvario de las entrevistas con la psicóloga, permanentemente observada por una cámara que la sigue en todos sus movimientos: en las clases de ballet, en los juegos, con sus hermanos, con sus padres. Que hace falta un documento como éste, si, pero me pregunto si tenían/tenemos derecho a someter a esa niña de 7años al escrutinio constante. Sasha es una niña que quiere ser feliz, pero cuando de vez en cuando se le escapa la mirada a la cámara, tengo la impresión que me está preguntando “¿Qué haces ahí, mirándome?”. Una niña es necesaria colectiva y socialmente; pero no estoy tan segura que sea buena para Sasha. Me gustaría que dentro de diez años, cuando sea una adolescente de 17, se hiciera un nuevo documental con ella para ver si participar en este experimento le hizo bien, la ayudó, como la afectó. No sé si lo harán, pero creo que estaría bien dejarle a ella que nos lo contara.

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES



La infamia

Las niñas en La infamia, serie de tres capítulos que se puede ver en Filmin, son un poco mayores que David y Sasha. Tienen 13 y 14 años. Viven en Rochdale, cerca de Manchester, un barrio de clase media baja en el que hay una gran colonia de pakistanís. Aunque se acaba de estrenar, la serie está realizada hace cuatro años, en el 2017, y cuenta un caso real, copio de las informaciones de la serie, “que conmocionó a la opinión pública británica: los abusos sexuales que entre 2008 y 2012 sufrieron 47 adolescentes blancas de clase baja a manos de adultos de origen paquistaní. La gravedad del asunto no se reduce a los hechos probados, sino que permea hasta enmohecer las capas últimas del sistema: la trabajadora de los servicios municipales de salud sexual, Sara Rowbotham denunció la existencia de más de 180 casos de abuso a menores desde 2003 hasta 2014, denuncias que fueron constantemente desoídas por la policía”. Este escándalo fue desvelado por Andrew Norfolk, jefe de investigación de The Times, que en el año 2011 publicó un reportaje denunciado una red de pederastas dominada por hombres británicos de origen pakistaní. Norfolk y la guionista Nicole Taylor, sabían que tanto el reportaje del periódico, como la serie, iban a ser utilizados por los partidos de ultraderecha nacionalistas y xenófobos y atacados por una parte de la izquierda buenista que los acusaría de racistas o islamófobos. Pero eso no les impidió escribir la serie que en Gran Bretaña se llamó Three Girls y ahora se estrena como La infamia, un titulo sin ninguna duda mucho más adecuado. Justamente hoy, jueves, 11 de marzo en el que se cumplen 17 años del terrible atentado de Atocha, he leído una entrevista con Alejo Schapire, un periodista argentino afincado en Francia que publica el libro La traición progresista. Schapire se considera un hombre de izquierdas traicionado por las izquierdas institucionalizadas que se han erigido en nuevas generadoras de dogmas. Y entre esos dogmas está el del buenismo condescendiente hacia el Islam: “La izquierda ve al islam político como un sistema de autodefensa cultural e ideológica frente a la agresión del imperialismo. Entiende, en nombre del relativismo cultural, que ellos expresan de una manera un poco torpe esta denuncia de la opresión del colonizador… Los partidos que presuntamente llevan la bandera de la emancipación, a través del relativismo cultural, empiezan a justificar formas de oscurantismo y a apoyar un símbolo de opresión machista clarísimo, como el velo.” Son dos de sus respuestas en la entrevista de Juan Soto en El Confidencial del 11 de marzo del 2021 que me han parecido absolutamente pertinentes para entender las reacciones al artículo de Norfolk y a la serie La Infamia. Incluso para entender porque la policía se negó a creer a esas niñas, blancas y pobres que denunciaban a hombres adultos pakistanís. Por un lado la extendida tendencia a no darle credibilidad a este tipo de niñas; por otro lado el miedo, “cuidado que son pakistanís, no sea que digan que somos racistas”. Racismo que los acusados en el juicio pretendieron utilizar en su imposible defensa. La infamia, junto con Creedme, la serie de Netflix de la que hablé el 11 de enero del 2020 y The Honour, en Filmin, que comenté el 16 de enero del 2021, forma una trilogía indispensable. Basadas las tres en hechos reales, escándalos y juicios teñidos del desprecio a las víctimas y el miedo a los verdugos, son productos que van más allá de la simple ficción y se convierten en herramientas de combate necesarias.

La traición progresista, Alejo Schapire, Península, 2021. 

El regalo de esta semana es una rama de flores de granado. Dedicado a los niños y las niñas.

 


 


sábado, 6 de marzo de 2021

MUJERES

 

(me gusta mucho esta fotografía de mujeres, y algún hombre, trabajadoras)

Estamos cerca del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. La historia dice que en el mes de marzo de 1857 se produjo la primera gran protesta de las mujeres, al salir a la calle las trabajadoras del textil de Nueva York en protesta por sus condiciones laborales. Pero no fue hasta 1910 cuando se decidió establecer El Día Internacional de la Mujer que se celebró por primera vez el 19 de marzo de 1911, pocos días antes de que el 25 de ese mes tuviera lugar una tragedia en el incendio de una fábrica de Nueva York donde murieron 140 trabajadores, 123 de ellos, mujeres. En 1975 la ONU celebró El Año Internacional de la Mujer, y decidió instaurar el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. Me parece bien que haya un día para celebrar a la mujer, aunque sinceramente creo que todos los días del año deberían ser días de la mujer o de los hombres, o mejor aun de los seres humanos. Pensar en este Día me ha llevado a preguntarme si había un Día del Hombre. Y me he encontrado ¡que sí hay un Día del Hombre! Es el 19 de noviembre y está instaurado, aunque no reconocido oficialmente en muchos países, desde 1992 y apoyado, ¡sorpresa! por algunas asociaciones de mujeres que reivindican esa fecha como un “día para promover los modelos masculinos positivos”. En fin tanto uno como otro deberían servir para demostrar que mujeres, hombres y lo que pueda haber entre medio, no son iguales pero SI TIENEN LOS MISMOS DERECHOS. Esa es la principal reivindicación de todos los humanos en todas partes. A igual trabajo, igual salario; a igual responsabilidad igual remuneración; a iguales deberes, iguales derechos. Es cierto que estamos muy lejos de esa igualdad de derechos en muchos terrenos y que las diferencias de conquistas de la mujer es muy desigual según dónde vivas y la religión que domine. Pero estamos en un camino que es imparable. El mundo cambia a marchas forzadas entre otras cosas por culpa de la pandemia que dejará huellas importantes en la sociedad, tanto a unos como a otras y hay que asumirlo y utilizarlo para avanzar juntos.


(Marta Estebam "cargando" las  cinco nominaciones para Sentimental de Cesc Gay)

Por eso me gusta ver las cosas en positivo y celebro que un 30% de los cargos directivos del cine español sean mujeres en lugar de lamentar que sean “solo” un 30% porque el año pasado o hace cinco o diez años, ese tanto por ciento era mucho menor y dentro de un año o cinco, será mucho mayor. Y por eso estoy contenta que este año en los Premios Goya que se celebran el sábado (escribo esto el jueves 4 de marzo) haya más de cincuenta mujeres nominadas en distintas categorías, no solo en las tradicionales femeninas, vestuario, maquillaje o montaje, también en categorías que se han considerado tabúes durante mucho tiempo. De los cinco títulos nominados a Mejor Película, cuatro están producidos por mujeres; los cinco documentales nominados están producidos por mujeres; de las ocho candidatas a mejor dirección (normal o novel), cuatro son mujeres; de las ocho candidatas a mejor guión (original o adaptado ) dos son mujeres aunque hay mujeres coguionistas en otras dos; hay una directora de fotografía; hay dos sonidistas; hay tres directoras de producción… No está mal, nada mal. Sobre todo este año tan raro y con una producción tan extraña.

La celebración de los Goya y el Día de la Mujer me ha recordado una lista de directoras que comentamos en La Finestra Indiscreta, el programa de radio de Alex Gorina. Con motivo del 125 aniversario del cine, Gorina hizo una lista de los 125 mejores directores (desde su personal punto de vista) de la historia. Solo había una mujer. Eso le hizo reflexionar y decidió hacer una lista de las 125 mejores directoras de la historia del cine. Le salieron, pero fue más complicado. Entre otras cosas, porque más que “escoger” (directores masculinos hay miles) tuvo que “poner” (directoras femeninas hay muchas menos). Es cierto que se quedaron nombres fuera, era su lista y era personal, yo añadí unos cuantos y el número llegó hasta 134. Pero lo que fue más interesante fue analizar la lista y darnos cuenta que de alguna manera reflejaba un estado de la cuestión a lo largo de estos 125 años.


(Alice Guy, una de las mejores directoras y productoras del cine mudo)

Primer análisis: histórico. En la etapa del cine mudo, cuando el cine aún no era una industria consolidada que movía millones, encontramos 9 directoras, las mismas que aparecían entre 1930 y 1960, los años de la guerra en Europa y del esplendor de los estudios en Hollywood donde las chicas no tenían muchas oportunidades. Entre 1960 y el año 2000, la lista llegaba hasta la notable cifra de 80. Estaba claro que lo que se conoce como Modernidad coincidía con las reivindicaciones del Movimiento de Liberación de la Mujer y eso se notaba en el auge de directoras. En los 20 años del Siglo XXI la lista sumaba 36 nombres. No son muchos, pero no está mal teniendo en cuenta que cada día hay incorporaciones nuevas.


(Ana Mariscal, directora española a reivindicar)

Segundo análisis: geográfico. Es también muy interesante. De las 134, solo 27 eran americanas, primera sorpresa; 28 eran españolas, barríamos un poco para casa; 59 eran europeas y 19 de otros países. ¿Qué nos demostraba esta relación? Si sumamos españolas y europeas llegábamos a 88, ¡casi un 70% del total! Es evidente que la política de los autores ha favorecido en Europa a las mujeres frente a la idea de industria del cine americano. También está claro que los presupuestos mucho más pequeños del cine europeo en general y las medidas proteccionistas de los gobiernos, han permitido a muchas más mujeres acceder a la dirección, frente a los grandes presupuestos y la economía de mercado de Estados Unidos. En fin, todo son elucubraciones que pueden dar que pensar este día 8 si se tiene un rato para perder. De todo esto me quedo con una idea. Lo que de verdad cuenta no es tanto quién lo hace ni dónde lo hace; lo que es importante es que lo que haga sea bueno.

(no pongo la lista, prefiero que cada uno se confeccione la suya en un ejercicio de memoria y de rastreo de cuántas mujeres directoras conoce)

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES


The Split

Aprovecho que estoy en clave Mujer para hablar de una serie inglesa que me gusta mucho. Se titula The Split, tiene dos temporadas de seis episodios y se puede ver en Filmin. Antes que nada tengo que aclarar que me encantan las series de abogados y de abogadas. Soy fan de Suits y de The Goodfight. Y a esa lista sumo ahora The Split, palabra que significa división, grieta, ruptura, divorcio en definitiva. Las protagonistas son cuatro mujeres: la madre, Ruth, y tres hermanas, Hannah, Nina y Rose. Dos son abogadas como la madre, la pequeña aún busca su camino. Pero la que lleva el peso de la historia es Hannah, interpretada por la estupenda actriz Nicola Walker. Hannah es la hermana mayor, abogada en el bufete familiar del que se marcha al empezar la primera temporada por desavenencias con su madre y su hermana Nina. Hannah está especializada en casos de divorcio y derecho de familia, temas y conflictos de los que ella no es ciertamente ajena en su vida privada un tanto convulsa en esta segunda temporada. Lo interesante y más adictivo de esta serie londinense más que británica, creada por Abi Morgan es la de combinar la trama personal y familiar de las tres hermanas con casos específicos de divorcios complicados y mediáticos que sirven para mostrar conflictos de la franja de la sociedad más privilegiada. En principio The Split iba a ser una miniserie, pero el éxito de Hannah y sus hermanas hizo que se pensara en una segunda temporada que comienza con la incorporación de su madre y su hermana Nina al importante y prestigioso bufete donde trabaja Hannah. Vale la pena dedicarle un tiempo a The Split. Que se ocupe de gente rica y guapa no quiere decir que no sea interesante para hacer una radiografía de la sociedad y sus problemas de relación en la Inglaterra de ahora mismo. Aunque en realidad sea la de hace un tiempo, la serie es del 2018-2019, la era pre Brexit y sobre todo pre-pandemia. Sería interesante ver una tercera temporada de The Split ambientada en este atípico año 2020, con mascarillas, confinamientos y dramas familiares por resolver en un país que está viviendo un particular split traumático. A Gran Bretaña le hace falta una Hannah y a Hannah le hace falta un poco de tranquilidad..

El regalo de esta semana no puede ser otro que Una Mujer. Hay muchas en la obra de Ramon, pero me he decidido por este retrato, uno de los que más me gustan.