sábado, 24 de abril de 2021

MAFIAS

 

En esta semana de primavera las mafias han estado muy presentes. Mafias del fútbol que se revuelven para seguir manteniendo su estructura de poder, manipulación y dinero como sea (véase todo lo referente a la Superliga). Mafias políticas que luchan por colocar a todos sus conseglieres en los puestos de poder sin importarles en absoluto ni los que les votaron ni los que no les votaron (no hace falta decir de quién estoy hablando). Mafias familiares que parece que por fin van a tener que dar la cara en un juzgado (las últimas informaciones del padrino Pujol y su familia). Mafias amenazantes que envían cartas anónimas con balas, (esta sin duda es la peor manifestación de las mafias de esta semana, la más despreciable). Mafias por todas partes.

Y mafias en el cine, aunque la verdad es que no tan peligrosas como cualquiera de las que he citado en el párrafo anterior. Más bien, mafia con minúscula, casera, de barrio. Estoy hablando de Mamá María, la película de Jean-Paul Salomé protagonizada por Isabelle Huppert que se pudo ver en el BCN Film Fest.

 


(Isabelle Huppert mira al cielo, Jean-Paul Salomé mira a Isabelle y Contxita Casanova mira al frente)

Mamá Maria es la adaptación de una novela de Hannelore Cayre que en España se ha publicado como La Madrina, traducción más o menos fiel de La Daronne, la madre, la jefa. La verdad es que me gusta más el título de la película que el de la novela. La madrina implica controlar una organización que la reconoce como pináculo de una pirámide de poder. No es el caso de esta Mamá María que es el centro de una organización unipersonal, ella, con dos aprendices de sicario que más parecen los Dupont, Dupond de Tin Tin que auténticos malvados de cine negro. La historia pasa en París, en un barrio nada marginal, multicultural, en el que conviven marroquíes, argelinos, chinos, franceses, en una mezcla enriquecedora. La protagonista se llama Patience, Paciencia, un buen nombre para una mujer que nunca pierde los nervios. Trabaja como traductora del árabe para la policía judicial y desde esa posición descubre una puerta por donde colarse para conseguir arreglar un poco su situación financiera. Patience se disfraza de Daronne para desespero de sus compañeros en la policía, que no saben de dónde ha salido esa misteriosa mujer, perseguida tanto por sus colegas como por varios traficantes a los que ha robado impunemente una tonelada y media de esa maría que le da nombre. Lo mejor de esta historia es la complicidad que se establece entre tres mujeres aparentemente muy distintas y distantes: Patience, Kadidja, la enfermera árabe que cuida de su madre en una residencia y Colette Fo la casera china del edificio donde vive. Entre las tres, acabarán por controlar no uno sino varios negocios no precisamente legales de una manera muy poco convencional. Que Isabelle Huppert tenía un don para la comedia lo sabíamos desde sus colaboraciones con Claude Chabrol, al que por cierto, esta película habría divertido mucho. Pero el humor que flota por encima de esta comedia negra nace del lado busterkeatiano de esta pelirroja que nunca sonríe, que lleva nada más y nada menos que 50 de sus 67 años haciendo cine. Y sigue y seguirá.

 



Dealer Netflix

Tampoco en esta serie de Netflix nos encontramos con un padrino al uso. Ni una serie al uso. Dealer es una serie francesa de diez episodios de 10 minutos cada uno. Pasa en Marsella en un barrio marginal y peligroso al que una mañana llegan un director de cine y un cámara para rodar un videoclip con un rapero que acaba de salir de la cárcel y es el papa maría y caballo y lo que sea, de esa parte de la ciudad. En cuanto ponen los pies en ese territorio comanche, Franck y Thomas descubren que hacer un videoclip con Tony no será nada fácil. Lo que hace que Dealer destaque en medio de una auténtica avalancha de series y films sobre narcos y peleas entre bandas por controlar el espacio urbano, es por un lado el punto de vista y la forma como se cuenta, en capítulos tan cortos que no dan tiempo a los tiempos muertos, narrados con cámara subjetiva, en falsos planos secuencia usando la manera de filmar que hace más de veinte años puso de moda El proyecto de la bruja de Blair. Franck es el que sale en pantalla, a Thomas no lo vemos casi nunca porque es el que filma. Se usan distintas cámaras y se mezclan diferentes formatos, sin abusar de ninguno y sin llegar a caer en el manierismo gracias a la corta duración de los capítulos. Dealer es una serie, si, pero conviene verla toda seguida como una película fragmentada. La combinación de ambición de poder y fama de Tony, el dealer, y de fama y prestigio de Franck, el realizador, arrastrarán a todos en una espiral de violencia tarantiniana pero modesta. Aunque son más duros que Mamá María, estos narcos no dejan de ser mafiosos de barrio, mucho menos peligrosos que los mafiosos que nos han acompañado estos días.

 



El regalo de esta semana no es un cuadro de Ramon. Es una foto que me ha emocionado y me ha hecho confiar en el futuro, cosa que no me sucedía desde hace mucho tiempo. Es la foto de la sombra del pequeño helicóptero Ingenuity que ha sobrevolado Marte en un hito histórico de enormes consecuencias aunque no lo pueda parecer por su brevedad, duró menos de un minuto, y su aparente falta de espectacularidad. Esta sombra sobre el planeta rojo abre infinitas posibilidades de conocer otros mundos que por fuerza la humanidad tiene que explorar si quiere sobrevivir. Agotada la ruta hacia el oeste, emprendida desde los tiempos de la prehistoria, y la historia más lejana (de China a Mesopotamia, de Mesopotamia a Egipto, de Egipto a Grecia, de Grecia a Roma, de Roma a los imperios renacentistas, de estos a Estados Unidos y de Estados Unidos de nuevo a China, cerrando el círculo), el único camino que le queda a la humanidad es el de salir al exterior, buscar un nuevo Go West en las estrellas. Y esta pequeña libélula sobre un terreno desconocido, es seguramente el primer gran paso para conseguirlo. Un pequeño vuelo para el Ingenuity, un gran vuelo para el ser humano.

viernes, 16 de abril de 2021

PROMETEDORAS


En la vida hay cosas prometedoras. Cosas buenas que acaban haciéndote el día a día mucho más llevadero. A veces son cosas pequeñas, una flor nueva en una planta, comer con un amigo aunque sea con hora de salida (en Catalunya los restaurantes siguen cerrando a las cinco de la tarde) o que te pongan la vacuna. Bueno, la verdad es que esto último, además de prometedor no es precisamente pequeño, más bien es grande. Porque que te pongan la vacuna contribuye a que la pesadilla en la que vivimos y a la que por desgracias nos hemos acostumbrado, tenga un posible final. No, no es una cosa pequeña que te vacunen. Y por eso esta semana estoy contenta y prometedora, porque en casa ya nos han vacunado a cuatro de los seis que vivimos. Los dos que faltan corresponden a esa franja maldita que era demasiado mayor para tener una vacuna hace un tiempo y ahora son demasiado pequeños para que les pongan la otra. Pero se la pondrán, seguro.

Todo esto de las cosas prometedoras viene a cuento del estreno esta semana de una película estupenda. Se llama Una joven prometedora, y ha servido para inaugurar el BCN Film Fest que promete cine y alegría durante una semana, poco antes de dar paso al otro gran festival de la primavera cinematográfica barcelonesa el D’A Film Fest que empieza el 29 de abril. Promesa casi cumplida de volver a las salas, con todas las restricciones debidas a la que me sumo con mucha más tranquilidad. El pinchazo en mi brazo izquierdo me da una seguridad añadida.

 


(me encanta esta imagen de Emerald Fennell)

Una joven prometedora

Una joven prometedora es una película entretenida, brillante, inteligente. La joven prometedora es Cassie, la estupenda Carey Mulligan a la que vimos hace poco en La excavación en un personaje muy diferente del que asume en esta historia. Cassie era una joven prometedora, brillante estudiante de medicina, que por culpa de un hecho traumático abandonó ese futuro. Tiene 30 años, vive con sus padres y trabaja en un café. Pero Cassie tiene un propósito que la lleva a mantener una doble vida. La primera vez que la vemos está sentada, o más bien derrengada y borracha en un sofá de color rojo donde destaca su rubio cabello y su frágil figura vestida con un traje de chaqueta negro. Un grupo de jóvenes la mira y hacen comentarios sobre su estado. Uno de ellos se acerca a ayudarla. Hasta aquí cuento porque vale la pena ir descubriendo los cómos y porqués de todo lo que pasa y le pasa a Cassie. Lo que sí puedo y quiero destacar es la espléndida puesta en escena de esta historia más o menos conocida, más o menos previsible, más o menos compartible. No me extrañó que fuera tan buena cuando descubrí que la directora era mucho más que una joven prometedora. Era una realidad completa. Se llama Emerald Fennell y los que han visto The Crown la pueden recordar como la eterna novia del príncipe Carlos, Camilla Parker Bowles. Pero lo que da más pistas para entender su debut en el largo es que Esmeralda es la guionista de la segunda temporada de Killing Eve. Si conocen la serie, reconocerán en Cassie muchos rasgos de las dos protagonistas; los que no la han visto (aprovecho para volver a recomendarla) descubrirán en Villanelle algunas cosas de Cassie. La manera como Esmeralda encuadra a Cassie casi siempre en el centro del plano tanto en una vida como en otra; los colores con los que la viste: la buena, o mejor dicho la apagada de la vida diaria siempre en tonos pasteles, con vestidos de florecitas y lazos en el pelo; la mala de la noche siempre con trajes de chaqueta negros y pelo recogido, son elementos que cuentan mucho del personaje. Una joven prometedora promete entretener, promete una historia de amor, promete una venganza, promete una polémica, promete hacernos pensar y mirar a nuestro alrededor de otra manera. Y todo lo que promete lo da.

 

Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan

El otro buen estreno de la semana es un documental que también promete lo que nos da. Se titula Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan. Está producido por Johnny Depp y fue uno de los grandes éxitos del pasado Festival de San Sebastián. Mientras la veía, pensaba que este retrato de un cantante irlandés y su banda haría un buen programa doble con Otra ronda. Shane MacGowan es un ejemplo viviente de lo que se cuenta en el film de Vinterberg: el alcohol ayuda a la creación. Aunque pasa facturas, como la pasa el consumo de drogas (ahí está Miguel Bosé para demostrarlo públicamente). Pero Shane, a pesar de haber pagado esas consecuencias, sigue siendo un personaje interesante, irónico, lúcido, brillante y su carrera al frente del grupo The Pogues, una de las más estimulantes en la difícil fusión de música popular irlandesa y la poesía punk más dura. Dirigido por Julian Temple, el film combina animaciones, entrevistas, cervezas, whiskies, diálogos, canciones, y un inédito material de archivo personal y de conciertos de este especial y único duende que se erige en el guardián de la olla de oro de los cuentos tradicionales irlandeses. El documental tiene tres efectos colaterales: te despierta las ganas de tomarte una copa nada más salir (como el film de Vinterberg), corres a escuchar canciones de Shane MacGowan y The Pogues y te planteas encontrar una edición del libro The Keeper Of The Crock Of Gold: Irish Leprechaun Tales. Tres cosas prometedoras.

El regalo de esta semana es un cuadro prometedor



sábado, 10 de abril de 2021

NÓRDICOS


 


Es un hecho incuestionable que el cine y las series que se producen en el norte de Europa son muy buenas. No hace falta remontarse a Bergman o Dreyer para saberlo. Basta con dar una mirada a los reinos del norte, monarquías parlamentarias que gozan de una saludable vida democrática, solo teñida por los rigores que el clima impone a sus habitantes, para darse cuenta que Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia están en la vanguardia de la creación de estos últimos años. Esta semana en la que se estrena una gran película danesa, me he permitido ampliar el arco a los cuatro reinos y hablar de una serie noruega, otra finlandesa y un libro sueco. Disfrútenlos acompañados, si es posible, de un buen aquavit, es decir un buena agua de vida. 


Dinamarca. Otra ronda, de Thomas Vinterberg

El ex niño prodigio del Dogma 95, aquella famosa escuela de naturalismo cinematográfico que se sacó de la manga Lars Von Trier a mediados de los noventa, consiguió librarse de la tiranía dogmática y ha construido una filmografía variada y muy personal. Si su carrera comenzó con una “celebración” en 1998, veinte años después ha decidido permitirse una nueva fiesta con esta ronda de alcohol que lo que quiere es celebrar la vida y la creatividad. Seguramente para muchos puede ser una provocación hacer un film en el que se afirma que la creatividad está directamente unida a la tasa de alcohol en sangre. Aunque no es exactamente esto lo que se dice. Partiendo de una teoría que sostiene que el hombre nace con un déficit de alcohol en sangre del 0.05% y fijándose en el hecho incuestionable de que muchos de los grandes escritores, pintores, cineastas han sido alcohólicos declarados, Otra ronda se sumerge en la vida de cuatro profesores de instituto, en la cuarentena, cansados de su vida, sin ilusiones ni aspiraciones, que deciden probar que pasa si ponen en práctica la teoría noruega. Y lo que pasa es una auténtica liberación: vuelven a vivir, vuelven a ser, vuelven a sentir. Una celebración en toda regla. Pero Vinterberg no es un irresponsable y sabe que no todo es luz en el paraíso del alcohólico y no duda en mostrar las consecuencias de un abuso incontrolado. Pero sin moralismo, sin culpa, sin miedo. Otra ronda es un film liberador que permite pensar en la bebida y en la vida, dejando a los individuos la capacidad de decidir cuando, como y cuánto deben beber. Pero nunca dando lecciones ni propagando miedos y represiones. Si la van a ver, al salir, vayan a un bar (si hay alguno abierto, claro) y tómense una copa de vino o de lo que sea. Vale la pena.

 



Noruega: Wisting, Movistar

Noruega es una gran productora de series. Casi todas se pueden enmarcar en el género de cine negro, ya sea en su vertiente económica de crítica al gran capitalismo, ya sea en la criminal. Wisting pertenece a la criminal. Wisting es un comisario de policía más bien aburrido, que se ve envuelto en un caso especial en el que debe colaborar con una agente del FBI. Todo empieza con la aparición de un cadáver con las características de un asesino en serie norteamericano buscado por el FBI. La nieve, el frío, la oscuridad los tonos azules, todo eso está presente en esta serie basada en un ciclo de novelas que no conozco escritas por Jørn Lier Horst. William Wisting es un hombre normal, viudo, con una hija periodista y un hijo que vive lejos, no tiene grandes problemas emocionales a diferencia de otros detectives nórdicos. Wisting podría ser una más de las mucha series sobre crímenes que llenan las plataformas, pero lo que la hace distinta es el ritmo que nace del contraste entre los métodos de investigación de Wisting y los de la agente del FBI que llega a la pequeña ciudad de Larvik para intentar averiguar si ese asesino noruego es el mismo que dejó una huella sangrienta en Estados Unidos. La serie da varios giros que obligan a querer saber más, no todo es fácil para el comisario. La verdad es que después de verla me han entrado ganas de leer las novelas. Solo hay dos traducidas, Cerrado en invierno y Perros de caza. Las buscaré.

 



Suecia: 1793, libro de Niklas Natt Och Dag

Descubrí este libro en un artículo de Marius Carol en La Vanguardia, donde en realidad hablaba de 1794. Me llamó la atención y cuando lo fui a comprar me sugirieron que primero leyera 1793. Ha sido un pequeño o gran descubrimiento. Después de leerlo, he averiguado que los libros de este autor de nombre tan sonoro, se llama Nicolás Noche y Día, son auténticos best sellers internacionales y que fue uno de los visitantes de BCNegra el año pasado. Ambientado en el Estocolmo de los tiempos post Revolución Francesa, se trata de una intriga criminal a la que se enfrentan dos personajes muy peculiares. Un inteligente abogado tuberculoso y casi moribundo y un ex soldado manco de las campañas rusas con el que establece una extraña y muy atractiva alianza. El título hace referencia al año en el que transcurre la historia, empezando por el otoño de 1793, para remontarse al verano, luego la primavera y finalmente el otoño. Esta estructura permite ir trazando una macabra historia a partir de la aparición de un cadáver mutilado en las aguas de un lago de la ciudad. Estocolmo tiene un gran protagonismo en esta investigación llena de giros inesperados, pistas falsas y olores nauseabundos. El autor no elude las descripciones siniestras ni las situaciones más crueles, pero lo hace de una manera justificada en un contexto de miseria y podredumbre. En realidad no puedes dejar de leerlo, quieres saber más, averiguar quién fue ese pobre adolescente de largos cabellos rubios que apareció en el lago, creer que Cecil Winge vencerá su enfermedad y que Mickel Cardell logrará encontrar la paz. 1793 es un libro que remite a Los miserables, a Sade, a las pinturas negras de Goya, pero sin moralismos innecesarios. Invita a imaginar y a visualizar la maldad y la crueldad de una época donde el sadismo era moneda de cambio habitual. Me extraña que no hayan hecho una serie basada en el libro. Aunque la verdad, veo en él una corriente de ida y vuelta. Intuyo que Niklas Natt och Dag es un consumidor ávido de series negras nórdicas y creo notar su influencia en sus páginas. Aunque él confesaba en una entrevista en Barcelona que la inspiración la encontró en las canciones de Carl Michael Bellman, un compositor y poeta sueco del siglo XVIII que retrataba Estocolmo y sus habitantes. De hecho, 1793 es la primera entrega de lo que su autor llama La Trilogía de Bellman. Estoy desando leer las siguientes 1794 y 1795.

 



Finlandia: Shadow Lines Filmin

Estamos acostumbrados a ver el cine finlandés a través de la óptica de Aki Kaurismaki (un director que podría hacer buenas migas con los cuatro profesores de Otra ronda). Pero en ese pequeño y lejano país tan cercano a la Rusia del zar, de Stalin y de Putin, hay muchas más historias. Una de ellas es la que cuenta esta serie de 10 capítulos ambientada en 1955, en plena guerra fría. Las luchas entre Moscú y Washington tuvieron en la helada Helsinki un escenario de primer orden. Americanos y rusos querían controlar Finlandia, un país de enorme importancia estratégica. Juguetes en manos de las dos potencias, The Fist, (El Puño) una organización de espías finlandesa, intenta mantener la independencia de su país sin dejarse avasallar ni por el KGB ni por la CIA, ambos dispuestos a conseguir el poder de la neutral Finlandia manipulando los candidatos a la presidencia favorables a uno y otro bando (lo que le da a esta serie una extraña actualidad). En medio de esta batalla, en una ciudad entre el dorado y el azul oscuro, la joven Helena se verá arrastrada en la guerra mientras descubre un secreto de su pasado que pondrá en peligro toda la operación emprendida por la organización. Lejos del cine de espías norteamericano, más cerca del Smiley de Le Carré, pero en un ambiente elegante, estilizado, de humo y de vestidos de satén verde, en la serie se hacen cada vez más evidentes las delgadas líneas de sombra que separan dos mundos, dos realidades, el pasado y el presente. Shadow Lines es diferente en su ritmo, en sus personajes, en su propia relato. Es una oportunidad de descubrir otra manera de acercarse a las historias de siempre.

El regalo de esta semana es un árbol invernal y misterioso que podría estar en cualquiera de los cuatro países nórdicos.

 


sábado, 3 de abril de 2021

CUATRO MUJERES

 

Esta semana de pausa y recogimiento obligado o recomendado, por culpa del bicho que no cesa en su empeño de complicarnos la vida, y mientras esperamos con paciencia que nos llamen o nos digan algo de la vacuna, me he encontrado con cuatro mujeres interesantes. Siempre hay personajes, reales o ficticios, en los que fijarse. Pero estos cuatro, dos inventados, dos  verdaderos, me han acompañado estos días y por eso les quiero dedicar unas líneas.



 

CARRIE MATHISON

Quizás les sorprenda que hable aquí y ahora de Carrie Mathison, la protagonista indiscutible de la serie Homeland que se emite desde el año 2011 y que ahora se puede ver entera en sus ocho temporadas y 96 capítulos en Netflix. Conocimos a Carrie, o al menos yo la conocí, en los tiempos de las series Pepito y compañía, casi en otra era geológica de la televisión y de la vida, cuando aún no había plataformas y cuando el bicho no nos había convertido en serie adictos. Homeland era una serie distinta y también Carrie, interpretada por Claire Danes, era una protagonista distinta. De entrada Carrie es bipolar, es decir está un tanto desequilibrada lo que la hace altamente inestable para su trabajo de espía de la CIA, aunque probablemente por eso mismo, es tremendamente buena en su trabajo. Carrie es un personaje enfadado, desagradable, incapaz de sentir empatía por nadie. Carrie no cae bien ni a sus amigos. Su falta de escrúpulos y conciencia de la realidad la lleva a atreverse con situaciones que otros, más sensatos que ella, se lo pensarían dos veces. Vimos seguidas las cinco primeras temporadas, la sexta tardé un poco en verla y no me gustó. Pero hace unos días, casi por un error, empecé a verla de nuevo y me enganché de lleno a la séptima y la octava y última. El tiempo no ha pasado en vano. Los enemigos han evolucionado, siguen siendo los yihadistas, pero ahora se fijan mas en sus amigos los rusos que pasan a primer plano en una guerra que implica fake news y maniobras de desestabilización del gobierno de Estados Unidos. Homeland se adapta a los tiempos de Trump y al nuevo protagonismo de la Rusia de Putin en una guerra fría casi congelada. Carrie sigue siendo bipolar, desagradable, tenaz, inteligente. Carrie es adictiva, la puedes entender, pero no la puedes querer; la puedes detestar, pero no puedes dejar de verla. ¡Menos mal que ahí está Saul Berenson para compensar todo lo que ella no nos puede dar!

 



MARILLA CUTHBERT

Al contrario de Carrie, el nombre de Marilla Cuthbert probablemente no signifique nada para la mayoría de la gente. Marilla Cuthert es una de las protagonistas principales de una serie de Netflix que se llama Anne With an E. Anne es desde luego el personaje principal de las tres temporadas que adaptan el primer libro de la serie Anne de la Tejas Verdes, de la canadiense Lucy Maud Montgomery, publicado en 1908 recogiendo la herencia de Louise May Alcott y sus mujercitas, a la vez que se convertía en la principal inspiración de Pollyanna, el libro que en 1913 escribió Eleanor H. Porter. Anne tiene 13 años, es flaca, pelirroja, llena de pecas y es huérfana. La historia empieza cuando por una equivocación, Anne llega a la granja Las Tejas Verdes, donde viven los hermanos Matthew y Marilla Cuthbert, dos solterones que verán su vida completamente trastocada con la llegada de esa niña que no para de hablar y de hacer cosas inesperadas. Pero no es Anne, un tanto insufrible a veces, el personaje que más me ha gustado. Para mí, la serie y la historia la roba en cada escena el personaje de Marilla que hace Geraldine James, una actriz que a pesar de su larga carrera, no recuerdo haber visto antes. Marilla es una mujer sensata, tranquila, con la vida establecida y unas normas muy claras. Por eso mismo su personaje es el que más cambia. A lo largo de las tres temporadas de la serie, Marilla se va llenando de luz y de ternura. A medida que conoce y aprende a querer a Anne, descubre un mundo nuevo que tenía allí, justo al lado y poco a poco se da cuenta de que su vida no ha sido inútil del todo, se da cuenta que no haberse casado y no tener hijos, no es una tragedia; que el vínculo que tiene con su hermano es mucho más fuerte que muchos matrimonios; que la vida puede estar llena de cosas, pasteles de ciruela, gentes distintas; que la modernidad no es una amenaza y que ser diferente no es un problema. Marilla me parece adorable. Y si ella piensa que vivir con una Anne con E es mucho mejor, yo pienso que vivir con una Marilla cerca debe ser estupendo. 

 



NEVENKA FERNÁNDEZ

Nevenka Fernández no es una invención, es una persona real que da nombre a una miniserie de tres capítulos en Netflix. Producida por Ana Pastor y dirigida por Maribel Sánchez Maroto, una periodista de largo recorrido, Nevenka se enfrenta a la cámara mirándonos directamente a los ojos para contarnos su historia. Y su historia es terrible y ejemplar. Su historia es la de muchas mujeres a lo largo del tiempo. Solo que la suya, saltó a las primeras planas cuando en el año 2001 Nevenka Fernández decidió denunciar al alcalde de Ponferrada por acoso sexual, en la que fue la primera denuncia de este tipo en España muchos años antes del Me Too. En 1999, a los 24 años, una joven y guapa Nevenka fue elegida concejala por el PP en el ayuntamiento de Ponferrada. Durante dos años vivió, primero con ilusión y muy pronto con decepción y miedo, el abuso por parte del alcalde todopoderoso de la ciudad. Cuando ella decidió acabar con la relación que mantenía con él, el alcalde se dedicó a martirizarla de todas las maneras posibles. Cansada, agotada, atemorizada, Nevenka le denunció y le llevó a juicio. Nevenka ganó el juicio penal en el año 2002, pero el juicio paralelo de la calle y la sociedad la condenó sin paliativos. Se marchó de Ponferrada, se marchó de España, intentó rehacer su vida. Ahora, casi 20 años después y arropada por las corrientes del Me Too, ha decidido contar su historia. El resultado es un documental sobrio que nunca cae en el sensacionalismo. Está muy bien documentado, con aportaciones de personas que jugaron un papel importante en el proceso. Todo ilustrado con el mucho material audiovisual que se conserva, ordenado de una forma cronológica, comentado por una Nevenka, nerviosa al principio, más segura a medida que avanza el relato ante la cámara. Este es un documental periodístico, informativo, riguroso que da la palabra a la protagonista y expone los hechos de una manera objetiva. Pero es tan potente y por desgracia tan común lo que cuenta, que se convierte poco a poco en algo imprescindible. Los tres episodios son casi como una película, juntos no llegan a las dos horas. Vale la pena verlos y sobre todo, vale la pena reflexionar sobre las nevenkas que cada día pasan por lo mismo que pasó ella.

 



SIMONE SIGNORET

Una de esas coincidencias curiosas ha hecho que leyera el libro de memorias de Simone Signoret La nostalgia no es lo que era, casi al mismo tiempo que se cumplía el centenario de su nacimiento el 25 de marzo. Para los más jóvenes, el nombre de Simone Signoret probablemente no signifique nada. Los que tengan más de 50 años, quizás la asocien a una película que es un clásico, Las diabólicas, de Georges Clouzot. Los más viejos, la recordaran como la presencia deslumbrante y luminosa de Casque d’ Or de Jacques Becker. Y a lo mejor, algunos asociaran su nombre al de Yves Montand, el hombre con el que compartió su vida desde 1951 hasta su muerte en 1985, a la edad de 64 años. La nostalgia no es lo que era es un libro escrito en 1976 con la colaboración de un periodista que quería hacer una entrevista/biografía con ella y se encontró con una mujer que escribía mejor que él, por lo que le cedió la página en blanco para que Simone nos contara su vida y de paso deshiciera algunos lugares comunes que la acompañaron en su trayectoria. Simone tenía 18 años cuando empezó la segunda guerra mundial y trabajaba en una revista colaboracionista en París, Primera desmitificación de su libro: no todos los franceses eran de la resistencia y durante la ocupación alemana se vivía bastante bien en la capital- De hecho, ella misma lo dice. “Yo nací, o, más bien, la que soy hoy, es alguien que nació una noche de marzo de 1941 en un taburete del Café de Flore, Boulevard Saint Germain, París 8”. Tenía 20 años, y su vida cambió cuando empezó a trabajar, por casualidad en los estudios de cine donde conoció a su primer compañero, el director Yves Allégret con el que tendría una hija, Catherine. En 1949 Simone conoció a Montand, “una noche de agosto en el bar de la Colombe d’or en Saint Paul de Vence. Desde ese momento sus vidas estuvieron entrelazadas en lo personal, lo profesional y lo político. Segunda gran desmitificación: a pesar de estar vetados por Estados Unidos por haber firmado el Manifiesto de Estocolmo contra las armas nucleares, ninguno de los dos fue nunca miembro del Partido Comunista. Una gira inoportuna y muy conflictiva en 1956/57 por Rusia y los países de la Europa del Este, les permitió comprobar de primera mano que el comunismo no era precisamente el paraíso que gentes como el poeta Aragon querían hacer creer en Francia. Cuando pudieron ir a América, a Simone le gustó mucho más que Rusia. Conoció un país en el que existía la libertad de disentir. Le enamoró Nueva York, donde vio el grafitti que da título a sus memorias y vivió en Los Ángeles haciendo cine en un Hollywood que la recompensó con un Oscar a la Mejor Actriz. La tercera gran desmitificación de éstas estupendas y divertidas memorias que son una lección de historia y de cine, es la de Mayo del 68. Simone no estuvo en Paris, no vivió la revuelta en directo sino desde lejos, en la Costa Azul donde estaba trabajando. Seis años después cuando escribe estas memorias afirma: “Si me perdí ciertos actos, por otro lado evité muchas posibles tonterías que a buen seguro hubiera cometido.” Todo esto no impide que tanto ella como Montand fueran activista de la libertad toda su vida. Tampoco hace olvidar sus inolvidables trabajos en el cine. Y sobre todo nos acerca a una mujer extraordinaria. El libro acaba con unas palabras que me gustan mucho: “Cuando se cuenta, se usurpa la memoria de los otros. Por el solo hecho de estar ahí, se les roba su memoria, sus recuerdos, sus nostalgias, sus verdades. Cuando digo “nosotros” he tomado posesión. Pero solo para el relato. Mi memoria o mi nostalgia me han hecho tejer hilos. Pero no forjar cadenas.”

 


El libro de Simone Signoret me lo regaló mi amiga Elena. Es una edición de 1983, que tenía su madre. Por eso me ha parecido oportuno que el regalo de esta semana sea el precioso retrato que le hizo Ramon hace unos años.