En esta semana de primavera
las mafias han estado muy presentes. Mafias del fútbol que se revuelven para
seguir manteniendo su estructura de poder, manipulación y dinero como sea
(véase todo lo referente a la Superliga). Mafias políticas que luchan por
colocar a todos sus conseglieres en los puestos de poder sin importarles en
absoluto ni los que les votaron ni los que no les votaron (no hace falta decir de
quién estoy hablando). Mafias familiares que parece que por fin van a tener que
dar la cara en un juzgado (las últimas informaciones del padrino Pujol y su
familia). Mafias amenazantes que envían cartas anónimas con balas, (esta sin
duda es la peor manifestación de las mafias de esta semana, la más despreciable). Mafias por todas partes.
Y mafias en el cine, aunque la
verdad es que no tan peligrosas como cualquiera de las que he citado en el
párrafo anterior. Más bien, mafia con minúscula, casera, de barrio. Estoy
hablando de Mamá María, la película
de Jean-Paul Salomé protagonizada por Isabelle Huppert que se pudo ver en el
BCN Film Fest.
(Isabelle Huppert mira al
cielo, Jean-Paul Salomé mira a Isabelle y Contxita Casanova mira al frente)
Mamá
Maria es la adaptación de una novela de Hannelore Cayre que en
España se ha publicado como La Madrina,
traducción más o menos fiel de La
Daronne, la madre, la jefa. La verdad es que me gusta más el título de la
película que el de la novela. La madrina implica controlar una organización que
la reconoce como pináculo de una pirámide de poder. No es el caso de esta Mamá
María que es el centro de una organización unipersonal, ella, con dos
aprendices de sicario que más parecen los Dupont, Dupond de Tin Tin que
auténticos malvados de cine negro. La historia pasa en París, en un barrio nada
marginal, multicultural, en el que conviven marroquíes, argelinos, chinos,
franceses, en una mezcla enriquecedora. La protagonista se llama Patience,
Paciencia, un buen nombre para una mujer que nunca pierde los nervios. Trabaja
como traductora del árabe para la policía judicial y desde esa posición
descubre una puerta por donde colarse para conseguir arreglar un poco su
situación financiera. Patience se disfraza de Daronne para desespero de sus
compañeros en la policía, que no saben de dónde ha salido esa misteriosa mujer,
perseguida tanto por sus colegas como por varios traficantes a los que ha
robado impunemente una tonelada y media de esa maría que le da nombre. Lo mejor
de esta historia es la complicidad que se establece entre tres mujeres
aparentemente muy distintas y distantes: Patience, Kadidja, la enfermera árabe
que cuida de su madre en una residencia y Colette Fo la casera china del edificio
donde vive. Entre las tres, acabarán por controlar no uno sino varios negocios
no precisamente legales de una manera muy poco convencional. Que Isabelle
Huppert tenía un don para la comedia lo sabíamos desde sus colaboraciones con
Claude Chabrol, al que por cierto, esta película habría divertido mucho. Pero
el humor que flota por encima de esta comedia negra nace del lado
busterkeatiano de esta pelirroja que nunca sonríe, que lleva nada más y nada
menos que 50 de sus 67 años haciendo cine. Y sigue y seguirá.
Dealer
Netflix
Tampoco en esta serie de
Netflix nos encontramos con un padrino al uso. Ni una serie al uso. Dealer es una serie francesa de diez
episodios de 10 minutos cada uno. Pasa en Marsella en un barrio marginal y
peligroso al que una mañana llegan un director de cine y un cámara para rodar
un videoclip con un rapero que acaba de salir de la cárcel y es el papa maría y
caballo y lo que sea, de esa parte de la ciudad. En cuanto ponen los pies en
ese territorio comanche, Franck y Thomas descubren que hacer un videoclip con
Tony no será nada fácil. Lo que hace que Dealer
destaque en medio de una auténtica avalancha de series y films sobre narcos y
peleas entre bandas por controlar el espacio urbano, es por un lado el punto de
vista y la forma como se cuenta, en capítulos tan cortos que no dan tiempo a
los tiempos muertos, narrados con cámara subjetiva, en falsos planos secuencia
usando la manera de filmar que hace más de veinte años puso de moda El proyecto de la bruja de Blair. Franck
es el que sale en pantalla, a Thomas no lo vemos casi nunca porque es el que filma.
Se usan distintas cámaras y se mezclan diferentes formatos, sin abusar de
ninguno y sin llegar a caer en el manierismo gracias a la corta duración de los
capítulos. Dealer es una serie, si,
pero conviene verla toda seguida como una película fragmentada. La combinación
de ambición de poder y fama de Tony, el dealer, y de fama y prestigio de
Franck, el realizador, arrastrarán a todos en una espiral de violencia
tarantiniana pero modesta. Aunque son más duros que Mamá María, estos narcos no
dejan de ser mafiosos de barrio, mucho menos peligrosos que los mafiosos que
nos han acompañado estos días.
El regalo de esta semana no es
un cuadro de Ramon. Es una foto que me ha emocionado y me ha hecho confiar en
el futuro, cosa que no me sucedía desde hace mucho tiempo. Es la foto de la
sombra del pequeño helicóptero Ingenuity que ha sobrevolado Marte en un hito
histórico de enormes consecuencias aunque no lo pueda parecer por su brevedad,
duró menos de un minuto, y su aparente falta de espectacularidad. Esta sombra
sobre el planeta rojo abre infinitas posibilidades de conocer otros mundos que
por fuerza la humanidad tiene que explorar si quiere sobrevivir. Agotada la
ruta hacia el oeste, emprendida desde los tiempos de la prehistoria, y la
historia más lejana (de China a Mesopotamia, de Mesopotamia a Egipto, de Egipto
a Grecia, de Grecia a Roma, de Roma a los imperios renacentistas, de estos a
Estados Unidos y de Estados Unidos de nuevo a China, cerrando el círculo), el
único camino que le queda a la humanidad es el de salir al exterior, buscar un
nuevo Go West en las estrellas. Y
esta pequeña libélula sobre un terreno desconocido, es seguramente el primer
gran paso para conseguirlo. Un pequeño vuelo para el Ingenuity, un gran vuelo
para el ser humano.
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