Esta semana de pausa y
recogimiento obligado o recomendado, por culpa del bicho que no cesa en su
empeño de complicarnos la vida, y mientras esperamos con paciencia que nos
llamen o nos digan algo de la vacuna, me he encontrado con cuatro mujeres
interesantes. Siempre hay personajes, reales o ficticios, en los que fijarse.
Pero estos cuatro, dos inventados, dos
verdaderos, me han acompañado estos días y por eso les quiero dedicar
unas líneas.
CARRIE
MATHISON
Quizás les sorprenda que hable
aquí y ahora de Carrie Mathison, la protagonista indiscutible de la serie Homeland que se emite desde el año 2011
y que ahora se puede ver entera en sus ocho temporadas y 96 capítulos en
Netflix. Conocimos a Carrie, o al menos yo la conocí, en los tiempos de las
series Pepito y compañía, casi en otra era geológica de la televisión y de la
vida, cuando aún no había plataformas y cuando el bicho no nos había convertido
en serie adictos. Homeland era una
serie distinta y también Carrie, interpretada por Claire Danes, era una
protagonista distinta. De entrada Carrie es bipolar, es decir está un tanto
desequilibrada lo que la hace altamente inestable para su trabajo de espía de
la CIA, aunque probablemente por eso mismo, es tremendamente buena en su
trabajo. Carrie es un personaje enfadado, desagradable, incapaz de sentir
empatía por nadie. Carrie no cae bien ni a sus amigos. Su falta de escrúpulos y
conciencia de la realidad la lleva a atreverse con situaciones que otros, más
sensatos que ella, se lo pensarían dos veces. Vimos seguidas las cinco primeras
temporadas, la sexta tardé un poco en verla y no me gustó. Pero hace unos días,
casi por un error, empecé a verla de nuevo y me enganché de lleno a la séptima
y la octava y última. El tiempo no ha pasado en vano. Los enemigos han
evolucionado, siguen siendo los yihadistas, pero ahora se fijan mas en sus
amigos los rusos que pasan a primer plano en una guerra que implica fake news y
maniobras de desestabilización del gobierno de Estados Unidos. Homeland se adapta a los tiempos de
Trump y al nuevo protagonismo de la Rusia de Putin en una guerra fría casi
congelada. Carrie sigue siendo bipolar, desagradable, tenaz, inteligente.
Carrie es adictiva, la puedes entender, pero no la puedes querer; la puedes
detestar, pero no puedes dejar de verla. ¡Menos mal que ahí está Saul Berenson
para compensar todo lo que ella no nos puede dar!
MARILLA
CUTHBERT
Al contrario de Carrie, el
nombre de Marilla Cuthbert probablemente no signifique nada para la mayoría de
la gente. Marilla Cuthert es una de las protagonistas principales de una serie
de Netflix que se llama Anne With an E.
Anne es desde luego el personaje principal de las tres temporadas que adaptan
el primer libro de la serie Anne de la
Tejas Verdes, de la canadiense Lucy Maud Montgomery, publicado en 1908
recogiendo la herencia de Louise May Alcott y sus mujercitas, a la vez que se
convertía en la principal inspiración de Pollyanna,
el libro que en 1913 escribió Eleanor H. Porter. Anne tiene 13 años, es flaca,
pelirroja, llena de pecas y es huérfana. La historia empieza cuando por una
equivocación, Anne llega a la granja Las Tejas Verdes, donde viven los hermanos
Matthew y Marilla Cuthbert, dos solterones que verán su vida completamente
trastocada con la llegada de esa niña que no para de hablar y de hacer cosas
inesperadas. Pero no es Anne, un tanto insufrible a veces, el personaje que más
me ha gustado. Para mí, la serie y la historia la roba en cada escena el
personaje de Marilla que hace Geraldine James, una actriz que a pesar de su
larga carrera, no recuerdo haber visto antes. Marilla es una mujer sensata,
tranquila, con la vida establecida y unas normas muy claras. Por eso mismo su
personaje es el que más cambia. A lo largo de las tres temporadas de la serie,
Marilla se va llenando de luz y de ternura. A medida que conoce y aprende a
querer a Anne, descubre un mundo nuevo que tenía allí, justo al lado y poco a
poco se da cuenta de que su vida no ha sido inútil del todo, se da cuenta que no
haberse casado y no tener hijos, no es una tragedia; que el vínculo que tiene
con su hermano es mucho más fuerte que muchos matrimonios; que la vida puede
estar llena de cosas, pasteles de ciruela, gentes distintas; que la modernidad
no es una amenaza y que ser diferente no es un problema. Marilla me parece
adorable. Y si ella piensa que vivir con una Anne con E es mucho mejor, yo
pienso que vivir con una Marilla cerca debe ser estupendo.
NEVENKA FERNÁNDEZ
Nevenka Fernández no es una
invención, es una persona real que da nombre a una miniserie de tres capítulos
en Netflix. Producida por Ana Pastor y dirigida por Maribel Sánchez Maroto, una
periodista de largo recorrido, Nevenka se enfrenta a la cámara mirándonos
directamente a los ojos para contarnos su historia. Y su historia es terrible y
ejemplar. Su historia es la de muchas mujeres a lo largo del tiempo. Solo que
la suya, saltó a las primeras planas cuando en el año 2001 Nevenka Fernández
decidió denunciar al alcalde de Ponferrada por acoso sexual, en la que fue la primera
denuncia de este tipo en España muchos años antes del Me Too. En 1999, a los 24
años, una joven y guapa Nevenka fue elegida concejala por el PP en el
ayuntamiento de Ponferrada. Durante dos años vivió, primero con ilusión y muy
pronto con decepción y miedo, el abuso por parte del alcalde todopoderoso de la
ciudad. Cuando ella decidió acabar con la relación que mantenía con él, el
alcalde se dedicó a martirizarla de todas las maneras posibles. Cansada,
agotada, atemorizada, Nevenka le denunció y le llevó a juicio. Nevenka ganó el
juicio penal en el año 2002, pero el juicio paralelo de la calle y la sociedad
la condenó sin paliativos. Se marchó de Ponferrada, se marchó de España,
intentó rehacer su vida. Ahora, casi 20 años después y arropada por las corrientes
del Me Too, ha decidido contar su historia. El resultado es un documental
sobrio que nunca cae en el sensacionalismo. Está muy bien documentado, con aportaciones
de personas que jugaron un papel importante en el proceso. Todo ilustrado con
el mucho material audiovisual que se conserva, ordenado de una forma
cronológica, comentado por una Nevenka, nerviosa al principio, más segura a
medida que avanza el relato ante la cámara. Este es un documental periodístico,
informativo, riguroso que da la palabra a la protagonista y expone los hechos
de una manera objetiva. Pero es tan potente y por desgracia tan común lo que
cuenta, que se convierte poco a poco en algo imprescindible. Los tres episodios
son casi como una película, juntos no llegan a las dos horas. Vale la pena
verlos y sobre todo, vale la pena reflexionar sobre las nevenkas que cada día
pasan por lo mismo que pasó ella.
SIMONE SIGNORET
Una
de esas coincidencias curiosas ha hecho que leyera el libro de memorias de Simone Signoret La nostalgia no es lo que era, casi al
mismo tiempo que se cumplía el centenario de su nacimiento el 25 de marzo. Para
los más jóvenes, el nombre de Simone Signoret probablemente no signifique nada.
Los que tengan más de 50 años, quizás la asocien a una película que es un
clásico, Las diabólicas, de Georges
Clouzot. Los más viejos, la recordaran como la presencia deslumbrante y
luminosa de Casque d’ Or de Jacques
Becker. Y a lo mejor, algunos asociaran su nombre al de Yves Montand, el hombre
con el que compartió su vida desde 1951 hasta su muerte en 1985, a la edad de
64 años. La nostalgia no es lo que era
es un libro escrito en 1976 con la colaboración de un periodista que quería
hacer una entrevista/biografía con ella y se encontró con una mujer que
escribía mejor que él, por lo que le cedió la página en blanco para que Simone
nos contara su vida y de paso deshiciera algunos lugares comunes que la
acompañaron en su trayectoria. Simone tenía 18 años cuando empezó la segunda
guerra mundial y trabajaba en una revista colaboracionista en París, Primera desmitificación
de su libro: no todos los franceses eran de la resistencia y durante la
ocupación alemana se vivía bastante bien en la capital- De hecho, ella misma lo
dice. “Yo nací, o, más bien, la que soy hoy, es alguien que nació una noche de
marzo de 1941 en un taburete del Café de Flore, Boulevard Saint Germain, París
8”. Tenía 20 años, y su vida cambió cuando empezó a trabajar, por casualidad en
los estudios de cine donde conoció a su primer compañero, el director Yves Allégret
con el que tendría una hija, Catherine. En 1949 Simone conoció a Montand, “una
noche de agosto en el bar de la Colombe d’or en Saint Paul de Vence. Desde ese
momento sus vidas estuvieron entrelazadas en lo personal, lo profesional y lo
político. Segunda gran desmitificación: a pesar de estar vetados por Estados
Unidos por haber firmado el Manifiesto de Estocolmo contra las armas nucleares,
ninguno de los dos fue nunca miembro del Partido Comunista. Una gira inoportuna
y muy conflictiva en 1956/57 por Rusia y los países de la Europa del Este, les
permitió comprobar de primera mano que el comunismo no era precisamente el
paraíso que gentes como el poeta Aragon querían hacer creer en Francia. Cuando
pudieron ir a América, a Simone le gustó mucho más que Rusia. Conoció un país
en el que existía la libertad de disentir. Le enamoró Nueva York, donde vio el
grafitti que da título a sus memorias y vivió en Los Ángeles haciendo cine en
un Hollywood que la recompensó con un Oscar a la Mejor Actriz. La tercera gran
desmitificación de éstas estupendas y divertidas memorias que son una lección
de historia y de cine, es la de Mayo del 68. Simone no estuvo en Paris, no
vivió la revuelta en directo sino desde lejos, en la Costa Azul donde estaba
trabajando. Seis años después cuando escribe estas memorias afirma: “Si me
perdí ciertos actos, por otro lado evité muchas posibles tonterías que a buen
seguro hubiera cometido.” Todo esto no impide que tanto ella como Montand
fueran activista de la libertad toda su vida. Tampoco hace olvidar sus
inolvidables trabajos en el cine. Y sobre todo nos acerca a una mujer
extraordinaria. El libro acaba con unas palabras que me gustan mucho: “Cuando
se cuenta, se usurpa la memoria de los otros. Por el solo hecho de estar ahí,
se les roba su memoria, sus recuerdos, sus nostalgias, sus verdades. Cuando
digo “nosotros” he tomado posesión. Pero solo para el relato. Mi memoria o mi
nostalgia me han hecho tejer hilos. Pero no forjar cadenas.”
El libro de Simone Signoret me
lo regaló mi amiga Elena. Es una edición de 1983, que tenía su madre. Por eso
me ha parecido oportuno que el regalo de esta semana sea el precioso retrato
que le hizo Ramon hace unos años.
Un placer leerte, como siempre. Emocionan las cuatro mujeres mientras las cuentas.
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