La emperatriz rebelde, de Marie Kreutzer
Sissi forma parte de mi
educación sentimental infantil. Para una niña mexicana, en un país donde no
hace frío, ni hay nieve, ni palacios, ni reinas, la joven, linda, triste y enamorada
emperatriz de cuento que hacía Romy Schneider, era la encarnación de los
cuentos de hadas maravillosos. Recuperé a Sissi muchos años más tarde en el Ludwig de Visconti, donde una Romy
Schneider de una belleza madura y muy inteligente, aceptó meterse de nuevo en
la piel de la emperatriz melancólica en un interesante experimento de
personalidades: Romy era Sissi, pero Sissi era Romy. No volví a pensar en la
emperatriz hasta que fui a Viena a trabajar. Allí descubrí varias cosas; Viena
es una ciudad que huele a flores secas y un poco marchitas, los austríacos son
muy raros, y Sissi es el símbolo por excelencia de la ciudad, su seña de
identidad. Sissi está en todas partes. Con estos antecedentes me senté a ver Corsage, traducida aquí como La Emperatriz rebelde, título horrible
que no le hace justica a una mujer que no era rebelde, sino inteligente, con
una gran visión política, una cultura inmensa y muy adelantada a su tiempo en
cuestiones de moralidad y de comportamiento. Elisabeth, Emperatriz de Austria,
era amucho más inteligente, mucho más brillante y mucho más competente que su
mediocre marido. Si no me gusta el título español, en cambio me gusta mucho el título
original de la película de Marie Kreutzer, Corsage,
Corsé. Reconozco que en castellano no suena tan bonito ni tan sonoro como
en francés, quizás por eso le han cambiado el nombre, Pero yo la habría llamado
simplemente La Emperatriz, sin
adjetivos. Lo del corsé es una metáfora perfecta del problema de esta mujer
libre; el corsé restrictivo y agobiante de la corte imperial, con todas sus
mentiras, hipocresías, mediocridades; el corsé físico que cada mañana oprime su
cuerpo hasta convertirlo en irrespirable. Sissi se ahogaba por fuera y por
dentro. Vicky Krieps, una actriz capaz de meterse en múltiples pieles en
distintos idiomas, le da a esta Elisabeth dos cosas que la sitúan a la altura
de la Romy de Visconti: una belleza madura, etérea y al mismo tiempo
tremendamente física, ver como somete su cuerpo a la tortura del corsé casi
hace daño, y una inteligencia como mujer, como estadista, como persona frente a
un emperador francamente mejorable. La ambientación es exquisita (Viena es tan
Sissi que casi no hace falta decoración adicional). Pero la directora juega de
una manera brillante con elementos anacrónicos que funcionan muy bien y con una
banda sonora que conjuga el presente de la emperatriz con el presente de su representación
en la pantalla. Corsage es una gran película
que como efecto colateral me ha despertado las ganas de volver a ver la trilogía
inaugural, desde la alegre jovencita bávara, hasta la callada y doblegada
emperatriz de la última entrega. (Por cierto, hay dos series sobre la
emperatriz, una en Disney y otra en Netflix. La de Disney no la conozco, la de
Netflix es una decepción).
Suro, de Mikel Gurrea
Esta sorprendente opera prima,
descubierta en el Festival de San Sebastián, se podría enmarcar dentro del neo-ruralismo
del cine español más contemporáneo. Pero en realidad, es un poco diferente. El
punto de vista en este caso no es el del campo, agricultor o ganadero, que ve
su mundo destruido por el progreso industrial y urbano. Aquí, el punto de vista
es el de ese supuesto progreso, dos urbanitas progres y supuestamente ecologista,
que deciden trasladar al campo, concretamente a una masía y una finca de
alcornoques en el Ampurdán, todos sus problemas, sus tics, su falsa ética.
Ellos son la amenaza para el ecosistema; ellos son el mal, quizás necesario.
Iván y Helena esperan su primer hijo, ella ha heredado una masía en el campo y
ven en ello la oportunidad de cambiar sus vidas. Son arquitectos y emprenden
con ilusión la reconstrucción de la casa y la explotación del corcho de los
alcornoques de la finca. De una manera muy sutil, casi sin que se den cuenta,
Helena va asumiendo el rol dominante, es la heredera y la dueña, mientras Iván
intenta adaptarse al entorno trabajando en la recogida del corcho, el suro, del
título. Los conflictos no tardan en aparecer, entre ellos en primer lugar,
entre ellos y los trabajadores, entre ellos y la naturaleza. Gurrea va de uno a
otro en un juego de espejos viendo como se transforman en lo que nunca pensaron
que serían: explotadores. Sin embargo, lo mejor de este film no es su historia
con ser, sin duda interesante. Lo mejor es como el director es capaz de
transmitir con su mirada el progresivo proceso de endurecimiento de los dos
personajes. Vemos como poco a poco se van mimetizando con ese corcho que
arrancan dolorosamente de los árboles. Se van convirtiendo en corcho, en un suro,
que no siente nada. La película ya sería importante simplemente por esto, pero
Mikel Gurrea va un poco más allá y nos ofrece un tercer acto, muy corto, muy
contundente donde el suro definitivamente los ha dominado por dentro y por
fuera. En ese sentido, el último plano, es absolutamente revelador de lo que
han acabado por ser estos dos seres. Y aquí hago una reflexión muy personal, si
toda la película tiene un aire al Joaquín Jordá de Un cuerpo en el bosque, este último acto, y sobre todo este último
plano, me hizo pensar en el cine del griego Yorgos
Lanthimos. Suro no está lejos de Canino aunque no lo parezca.
(Este conjunto de colores me
sirve para ilustrar estas historias)
Historias para no contar, de Cesc Gay
La semana pasada no pude hablar de esta película y la recupero ahora. Lo primero es decir que es Cesc Gay en estado puro, La esencia de su cine y de su mundo está representada en estas deliciosas miniaturas sobre la condición humana pequeño burguesa, cobardica e hipócrita, pero entrañable en su ridiculeces. En realidad esta película podría llamarse Historias ridículas por su pequeñez, su mezquindad, su cercanía. Porque creo que cualquiera de nosotros puede reconocerse en una u otra; todos hemos hecho el ridículo alguna vez, todos hemos mentido tontamente hasta meternos en un lío. Cesc vuelve a recurrir al film de episodios, un terreno que domina y controla como nadie. Historias… es casi una micro serie, en película. Y lo es, porque a pesar de que las historias son distintas e independientes, están unidas por el espacio, el barrio del Born, la clase social, pequeña burguesía, y los conflictos de pareja, de amistad, de hacerse mayor, de envidias, de…vida en definitiva. Los actores están espléndidos. Todos, aunque unos me gusten más que otros (pero eso es personal). Hay un refrán en catalán que dice Al pot petit hi ha la bona confitura, supongo que existe algún refrán castellano equivalente, pero no me sale. En todo caso, Cesc ha reunido cinco pots petits, pequeños recipientes, llenos de bona confitura, repletos de buena mermelada. La mermelada de fresas, Darin, Castillo, Rey con el añadido imprescindible de un perro entrañable (¡cómo le gustan los perros a Cesc!) en Tengo ganas de verte; la mermelada de melocotón de León, De la Torre y Brendemühl, con el tropezón apetitoso de un guapo chico/a en Sandra; la mermelada de naranja amarga de Coronado y Alejandra Onieva, con un amigo indiscreto para amargarlo aún más en Me has hecho muy feliz estos meses; la mermelada de moras moradas de Verdú, Giménez, Navas que ya se bastan solas para llenar el pote en Los martes y los jueves, y la mermelada de ciruela de Gutiérrez, Echegui, que solo se puede comer acompañada del pan Brays Efe. Un suculento desayuno para empezar bien un día cualquiera, con una sonrisa entre cómplice y vergonzante. Una joyita muy apetecible para olvidarnos de un entorno cada vez as enrarecido.
El regalo de esta semana es un
paisaje de alcornoques, o no, pero en todo caso es un gran paisaje.
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