El que sabem, Jordi Núñez
Sabemos muchas cosas, más de
las que nos imaginamos. Incluso sabemos cosas que ni siquiera sabíamosque
podíamos saber. En fin, no me voy a liar más. Sabemos lo que sabemos. Y sabemos
que hay amigos que te dan pistas de lo que vale la pena. Uno de ellos, Alex
Gorina, fue el que me despertó el deseo de ver El que sabem, una película valenciana que se estrena esta semana en
medio del aluvión innumerable de títulos más o menos, más menos que más,
interesantes. Pero, con todo, la empecé a ver con cierta prevención. Estoy cansada
de tanto cine español reciente, muy repetitivo, muy igual, muy rutinario. Pero,
¡sorpresa!, El que sabem no es ni
repetitiva, ni igual, ni rutinaria. La prueba la tuve cuando se acabó y no me
había dado cuenta de que llevaba una hora y media viéndola. ¿Qué tiene esta película
pequeña, pero redonda? Tiene algo muy difícil de conseguir, frescura y
veracidad, no realismo, y no sé, si verdad, pero sí veracidad. Los personajes
funcionan y son consecuentes con lo que piensan y las situaciones son
verosímiles en su planteamiento y en su solución. Todo apunta al conflicto,
pero, como sucede tantas veces en la vida, el conflicto pasa de largo. Tiene
algo de Truffaut, pero más alegre; algo de Godard, pero menos pedante; algo de
Assayas, pero menos ambicioso. Lo que tiene es un grupo de amigos inolvidables.
Dos de ellos, Nakarey y Javier Amman, han trabajado en todos los cortos previos
del director Jordi Núñez. Cortos que ya daban una pista de por dónde iba su
cine: verano, amigos, amores, desamores. El
que sabem reúne a Nakarey como Carla, una joven latina que intenta
integrarse en un micromundo valenciano, con Víctor, Javier Amman, objeto del
deseo de todos los amigos, sin duda el personaje más difícil en su falta de
definición: Víctor es lo que el que tiene al lado quiere que sea. Junto a ellos
está Marina, Tània Fortea, una mujer libre, amiga de sus amigos, más tierna de
lo que parece, y Martí, Mauro Cervera, ese amigo de todos que nunca falla. El
relato sigue a los cuatro en distintos encuentros a lo largo de cinco años, los
que van del 2015 al 2020, en los que sus vidas cambian, sus intereses evolucionan,
pero ellos siguen fieles a sí mismos y, sobre todo, a los demás. La película
empieza con una persiana levantándose con el mar al fondo; la película acaba
con esa persiana bajando y sumiendo al espectador en la oscuridad mientras oye
unas palabras cargadas de esperanza. La oscuridad que iba a cernirse sobre los
que saben, y los que no saben, ese 2020, del que no quisiéramos acordarnos; la
esperanza de que lo importante es recordar lo bueno que nos pasa en la vida. En
fin, que me ha gustado mucho y no dudo en recomendarla si buscan un poco de frescura,
de amor, de amistad y de esperanza.
La mujer rey de Gina Prince-Bythewood
Si El que sabem fue una sorpresa que descubrí gracias a un amigo, La mujer rey fue otra sorpresa gracias a
los comentarios de una amiga. No me canso de insistir en lo importante que es
lo que te cuentan otros para encontrar en el enorme caos de los estrenos, lo
que vale la pena. Antes de seguir copio el resumen del argumento que se puede
encontrar en Filmaffinity: “Una epopeya histórica inspirada en los hechos
reales que sucedieron en el Reino de Dahomey, uno de los estados más poderosos
de África en los siglos XVIII y XIX. La historia sigue a Nanisca, general de la
unidad militar exclusivamente femenina y a Nawi, una recluta ambiciosa. Juntas
lucharán contra enemigos que violan su honor, esclavizan a su gente y amenazan
con destruir todo por lo que habían vivido.”
Lo primero que me di cuenta
viendo la película fue lo poco que sabemos de la historia de África, de sus
conflictos, guerras, gobiernos. Nos movemos por lugares comunes y nos limitamos
a repetirlos y aplicarlos. Por ejemplo, la trata de esclavos, en la que los
europeos, ingleses y portugueses, son siempre los malos. Y lo eran, pero con la
colaboración indispensable, y muy bien remunerada, de los reyes locales que
vendían alegremente a los cautivos y sojuzgados de otras tribus sin ningún tipo
de problema. Esto es lo que pasaba en el reino de Dahomey a mediados del siglo
XIX. La falta de hombres, esclavizados por las poderosas tribus vecinas, llevó
a la creación de un ejército de mujeres-soldado, guerreras de gran valentía y
arrojo que llegaron a ser uno de los pilares del poder de Dahomey. La película
de Gina Prince-Bythewood, con guión de Maria Bello y Dana Stevens,
parte de este hecho histórico para construir una ficción llena de aventuras y
de batallas. La mujer rey del título
es Nanisca, encarnada con gran energía por Viola Davis. Nanisca es implacable,
tanto en la lucha contra sus enemigos, como en la dureza de la formación de sus
amazonas. Pero Nanisca oculta una herida. Cuando la joven inexperta, pero
arrojada y rebelde Nawi, a la que da vida la frágil y al mismo tiempo poderosa
Thuso Mbedu, se incorporé a las filas de las amazonas de Dahomey, la historia
entrará en el terreno del melodrama enriqueciendo de una manera inesperada el
relato que también crece con el planteamiento político que Nanisca intenta, y
consigue, que sea aceptado por su rey. Se ha acusado a la película de ser
demasiado hollywoodiense. Puede que lo sea, pero no me parece mal utilizar los
códigos del cine de aventuras africanas para darle la vuelta desde una
perspectiva distinta. Lo que si hay que reconocerle es la brillantez en las
filmaciones de batallas, el rigor de la documentación histórica, y la
inteligente mezcla de géneros que plantea. La
mujer rey es espectáculo, es reivindicación y es un poquito de historia. No
está mal.
(No tengo idea si estas dos
películas se podrán ver en algún cine esta semana. Hay tal caos en los estrenos,
que se hace difícil saber dónde y cuándo se puede ver una película. Si no es en
un cine, seguro se podrán recuperar en otros sitios. O eso espero.)
EL
RINCÓN DEL RECUERDO
Se ha muerto Jean-Marie Straub.
Me enteré casi por casualidad. Su muerte no la han recogido los diarios. No era
famoso. No, Straub, como su mujer Danièle Huillet, desaparecida hace ya 16
años, no eran famosos. Pero si eran importantes. Importantes para nosotros,
Ramon y yo, pero también importantes para el cine moderno que no se entiende
sin su influencia, sin su obra rigurosa, seria, ascética. Ellos también eran así,
rigurosos, serios, ascéticos. Pero tenían mucho encanto y un curioso sentido
del humor. Y eran muy generosos. Con nosotros lo fueron cuando en el lejano año
1975 nos recibieron en su casa de Roma. Ramon y Valentín Gómez iban a hacerles
una entrevista, y yo les acompañé. Straub y Danièle tenían entonces 42 años él
y 39 años ella. Vivían en una casa muy especial, no había habitaciones convencionales, era un
espacio abierto, grande, donde convivían con su gato (o gatos, no estoy
segura). Estuvimos hablando con ellos mucho rato. Y esa conversación quedó
plasmada en una larguísima entrevista publicada en 1977 en dos partes, la
primera en el Arc Voltaic número 1 y la
segunda en el Arc Voltaic número 2. Nos
quedó con ellos una amistad en la distancia. Yo los volví a encontrar en el Festival
de Locarno casi diez años más tarde, en 1984, y se acordaban de mí, de Ramon,
de la entrevista y la visita en su casa. Straub y Huillet realizaron una obra
de difícil calificación: Culta sería la primera cosa que me viene a la cabeza.
Culta, como muy pocas obras, ya sean de cine, de literatura, o de lo que sea,
lo son. Seguí su carrera muy de cerca y disfruté mucho con algunas de sus
películas, La crónica de Anna Magdalena
Bach, Cézanne, Sicilia!, Relaciones de clase, En râchachant. Siempre eran estimulantes,
provocadores. Hacían un cine materialista, de materia tanto como de ideología. Su cine es un producto casi físico que, precisamente
por su materialismo, roza en muchos momentos la más pura metafísica. Pero por
encima de todo, es un cine de una belleza ascética en la que un solo plano
justifica toda la película. Los recordaremos siempre.
El regalo de esta semana es un
cuadro africano que me gusta mucho y que, seguro le gustaría a Straub.
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