sábado, 12 de noviembre de 2022

BESTIAS

  


As bestas

Es una de las mejores películas españolas del año. Sin ninguna duda. Es uno de los films más potentes y sólidos del cine español y creo que es un salto adelante en la filmografía de Rodrigo Sorogoyen y su fiel guionista Isabel Peña. Es, también, una prueba de que el cine puede denunciar situaciones de injusticia, de expolio, de insolidaridad y de abuso, sin dejar de ser entretenimiento con mayúsculas. Se puede ser políticamente muy claro sin ser ni aburrido ni doctrinario. Y eso no es fácil. Inspirado en un hecho real, As bestas sucede en una aldea gallega, de esas que nadie sabe como se llaman, donde dos urbanitas franceses se han instalado con la intención de cultivar la tierra con productos ecológicos. Pero igual que en Perros de paja, en esta versión hispana y actual, el engarce de esta pareja con sus vecinos y con el entorno no es nada fácil. Especialmente con dos hermanos de la finca colindante, espléndido Luis Zahera, que no soportan la superioridad moral de estos llegados de fuera. En ese sentido, la pareja que integran Antoine y Olga, encarnados en el poderoso Denis Ménochet, al que vimos hace poco como el Peter von Kant de François Ozon y la frágil Marina Fois, a pesar de su buena voluntad y su vocación ecológica, son tan ajenos al espacio donde pretenden vivir y casi tan destructivos del equilibrio natural del paisaje como los inmensos molinos de viento que quieren levantar en los terrenos comunales del pueblo. Hace unos días hablaba del impacto negativo del progreso en los medios rurales y citaba As bestas como uno de los mejores ejemplos de esta imparable destrucción. (1)

Pero As bestas es una gran película no solo por lo que nos cuenta, lo es por el pulso cinematográfico que demuestra. Sorogoyen y Peña nos tienen acostumbrados a un cine adrenalínico, poderoso, con giros de guión y de tono inesperados. En este film eso lo llevan hasta los límites. El principio del film, con la secuencia de la rapa de los caballos, paisaje moral, donde se inscribe toda la historia, tiene una secuencia paralela en un bosque donde se consuma un crimen con la misma coreografía de lucha y acoso al caballo y un plano final casi igual entre los belfos del animal y los labios de asesinado. A partir de ese momento, la película cambia de tono, de ritmo, de centro. Incluso de manera de filmar. Si en las dos primeras partes la cámara ha sabido ser seca y distante, dejando crecer la tensión en el encuadre, en esta tercera parte se convierte en un ojo que sigue sin dejarlo nunca el personaje de Olga, dueña absoluta de este tercer acto en el que se inscriben dos secuencias antológicas: la conversación con su hija en la cocina y la conversación con la madre de sus vecinos. Cuando la vi la primera vez tuve la sensación de que esta tercera parte era demasiado larga, incluso repetitiva. Un segundo visionado me ha permitido apreciar mejor lo que Sorogoyen y Peña han querido transmitir con esta dilatación del tiempo en contraste con el ritmo y el tono de violencia y acoso de las dos primeras partes del film. As bestas es una gran película.

 (1)  Entre las muchas entrevistas que he leído con Sorogoyen he encontrado estas declaraciones del director que explica el impacto de los parques eólicos en el paisaje. “Cuando decidimos que íbamos a hablar del entorno rural gallego fuimos allí a empaparnos y nos dimos cuenta que el tema de las eólicas —igual que en otros sitios de España, pero allí más heavy— está cambiando mucho el paisaje. Está llevándose a cabo una implantación masiva de parques eólicos que desde la ciudad nos parecen bonitos y que ayudan a las energías renovables y todo muy bien, pero que, en cuanto te informas, descubres que es una salvajada, que ganan dinero los de siempre con la excusa de una energía verde, pero se están cargando el ecosistema, especies animales y provocando una gran contaminación visual y acústica. Hay una escena en la que Ménochet se acerca a los molinos y los ve gigantescos que no estaba en el guion. Lo añadimos cuando estuvimos allí, bajo uno de esos molinos, y no te puedes imaginar cómo suena uno de esos.” (Rodrigo Sorogoyen en una entrevista de Marta Medina en El Confidencial)

 

EL RINCÓN DE LAS SERIES


(Winton, en Queensland, de aquí sale Alex para ir a Canberra y Sidney) 


Total Control Filmin

Vuelvo a este rincón seriéfilo para recomendar una gran serie de Filmin, Total control. Es australiana, tiene dos temporadas y es magnífica. Creada por Rachel Perkins, Miranda Dear y Darren Dale, la serie está dirigida en su mayor parte por Rachel Perkins, directora australiana de raíces aborígenes y protagonizada por un autentico descubrimiento, la actriz Deborah Mailman, junto a la veterana Rachel Griffiths que ejerce también de productora. El contraste entre estas dos mujeres, Mailman como Alex Irving, la inesperada política de origen indígena, con un físico muy alejado de los cánones habituales pero tremendamente atractivo, con la fría y rubia Griffiths que encarna a Rachel Anderson, la política blanca, rica y bien situada en el stablishment, es una de las bazas principales de una serie que juega a la política en todos sus terrenos. Cuando Alex se convierte casi involuntariamente en una heroína, no sabe que su acto de valor (es la primera secuencia del primer capítulo) la va a arrastrar a una carrera política en la que su ingenuidad y creencia de que podrá cambiar las cosas se irá perdiendo a medida que se ve enredada en los sucios y feos trucos de la política gubernamental. Lo que le sucede a Alex es lo que les pasa a casi todos los que llegan al poder pensando que podrán hacer mil cosas y se dan cuenta que en realidad es el poder el que va hacer cosas con ellos: cambiarlos a peor en el mejor de los casos, destruirlos casi siempre. Si la política y sus entresijos de engaños, abusos y desprecios de todo tipo (en eso la serie es extrapolable a todas partes, basta con ver las noticias de este fin de semana en nuestro país, ejemplo perfecto de cinismo y manipulación) son el caldo de cultivo de la historia de amistad/odio de Alex y Rachel, hay en esta serie muchas más cosas interesantes. Sus diálogos son brillantes y los personajes secundarios potentes (el equipo de asesores de Alex en la segunda temporada no tiene desperdicio). El paisaje desértico y fascinante del interior de Australia es uno más de los elementos de la personalidad de Alex y las ciudades, Camberra y Sidney, lugares tan inhóspitos y ajenos a alguien como ella como el enjambre político en el que se ha metido casi sin querer, son lugares invivibles. En este sentido es brillante la oposición gran ciudad, Canberra, Sidney, donde Alex se aloja siempre en hoteles impersonales y fríos, con la pequeña ciudad de Winton en la que Alex tiene una casa acogedora compartida con su madre, con su hijo y con su hermano. En total son doce episodios en dos temporadas que se pueden ver como dos películas largas. En realidad, las series de pocos episodios empiezan a parecerse a películas largas. O quizás, las películas largas empiezan a parecer series de pocos episodios. 

El regalo de esta semana son unos lindos tomates, no sé si ecológicos que Ramon me ha dibujado en honor a los dos esforzados franceses de As bestas.



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