Seguimos con la racha de
buenos estrenos –demasiados, quizás– pero no nos vamos a quejar después de la
sequia que la pandemia nos ha obligado a vivir. Y menos nos podemos quejar si los
estrenos son como los de esta semana: una película francesa preciosa, una película
americana potente, una película inglesa como las de antes y una serie española
inclasificable. Perfecto.
Petite maman, de Céline Sciamma
Pocas veces una película te
llega directa al corazón, sin pasar por la cabeza. Cuando eso sucede, se siente
algo muy especial, difícil de explicar. Es lo que me pasó con la última película
de Céline Sciamma, Petite maman. No
quiero contar mucho de este hermoso y único film para no estropear el placer de
descubrirlo uno mismo, por eso intentaré verbalizar mis sentimientos sin
desvelar la historia. Petite maman es
una película de fantasmas, pero fantasmas buenos y cercanos; Petite maman es una película de la
huella del tiempo; Petite maman es un
canto al hilo que nos une con nuestro pasado y nos proyecta a nuestro futuro.
¡Uf que difícil! A ver si lo digo de una vez: esta película sencilla, pero muy
cuidada en todos los detalles, corta, solo dura una hora y quince minutos,
hermosa en sus colores otoñales y en los contrastes de rojos y azules,
maravillosa en sus protagonistas, las dos niñas Nelly y Marion, pone en
imágenes un deseo que he tenido muchas veces y que incluso he llegado a describir
en algún cuento. ¿Cómo sería encontrarte con…? No cuento mas, no quiero.
Seguramente las criticas y las informaciones sobre Petite maman destriparan su argumento, pero yo no. Una única pista,
Petite maman empieza en una
residencia de gente mayor donde Nelly se despide de los ancianos porque su
abuela ha muerto y no volverá allí. La historia sigue en la casa de su abuela y
en el bosque donde encuentra a Marion… Este pequeño gran film me ha llegado al
corazón, como una flecha, directamente.
El último duelo, de Ridley Scott
Que Ridley Scott sabe hacer
cine histórico ya lo sabíamos. Pero lo interesante de esta grandiosa película
es como cuenta una historia muy intimista y con solo tres personajes, tejiendo
los puntos de vista de cada uno de ellos de manera que una anécdota que se
puede contar en una frase, se desborde hasta abarcar dos horas y media sin
cansar en ningún momento. El último duelo
está basado en hechos y figuras históricas. El 29 de diciembre de 1386, bajo el
reinado de Carlos VI de Francia, tuvo lugar en París el último juicio por
combate resuelto en el último duelo de honor o juicio de Dios que enfrentó al
caballero Jean de Carrouges con el escudero Jacques Le Gris, acusado de haber violado
a Marguerite deThibouville, esposa de Carrouges. En esos tiempos la violación
no era un delito y el adulterio de la mujer se pagaba con la hoguera. Por eso
Carrouges acusó a Le Gris de un delito contra su propiedad, Marguerite,
poniéndose en peligro a sí mismo y a ella si resultaba vencido en el combate. La
historia empieza en los preparativos del duelo, cuando no sabemos nada de los
contendientes, antes de adentrarse en el relato de la amistad de Carrouges y Le
Gris, el matrimonio de Jean con Marguerite, la violación y el duelo entre ambos
ante el rey y toda la corte. Partiendo del libro The Last Duel: A True Story of Trial de Combat in Medieval France de
Eric Jager, el guión escrito por Matt Damon y Ben Affleck describe lo que pasa
primero desde el punto de vista de Jean de Carrouges, secamente interpretado
por Matt Damon, después, desde el punto de vista de Jacques Le Gris, encarnado
en un atractivo pero turbio Adam Driver y finalmente desde el punto de vista de
Marguerite, una misteriosa y hermosa Jodie Comer. Las variaciones entre un
punto de vista y otro son muy pequeñas, sutiles, casi no se aprecian, pero sin
que el espectador sea consciente, poco a poco van reconstruyendo la verdad de
la historia de uno de los raros casos de violación que en la Edad Media
llegaron a los tribunales y que tuvo como consecuencia la celebración del último
duelo. Scott no escatima escenas de sangrientas batallas, la Edad Media no era
precisamente un baile de salón. Tampoco en el duelo final nos ahorra violencia
entre los contendientes. Pero esa violencia, casi coreográfica, es el
contrapunto perfecto a la violencia de las relaciones y sentimientos entre
estos tres personajes. Tan solo apuntar la presencia y también la importancia
de un personaje secundario, seguramente el más malvado de todos, el Conde Pierre d'Alençon
interpretado por un irreconocible Ben Affleck, Y como guinda de este pastel
medieval, los castillos franceses de una belleza asombrosa y la inteligente
utilización de los recursos digitales en una recreación del Paris del 1386, con
Notre Dame en plena construcción. Si les gustan las películas históricas, la
disfrutaran mucho, Pero si no son fans de este género, también pueden encontrar
muchos alicientes en un film, que se puede considerar el primer film histórico
de los tiempos del Me Too. Sin ser el mejor Scott, El último duelo nos regala algunos momentos espectaculares.
El espía inglés, de Dominic Cooke
John le Carré sigue vivo.
Aunque ésta no sea una adaptación de ninguna novela del mejor escritor de la
guerra fría, el guión original de Tom O'Connor, es un claro homenaje al creador
de Smiley. Estoy segura que le Carré conocía la historia de Greville Wynne y
que se inspiró en ella para algunos de sus personajes, en especial el Barley de
La casa Rusia. Porque El espía inglés está basada en hechos y
personajes reales (como el duelo de Scott). En este caso el ingeniero inglés
Greville Wynne con el rostro de Benedict Cumberbatch, que jugó un importante
papel como espía al servicio del M16 en los primeros años sesenta, en especial
durante la crisis de los misiles de Cuba. Utilizando su cobertura como vendedor
de productos industriales, Wynne viajaba regularmente a Rusia, circunstancia
que aprovecharon los servicios secretos para convertirlo en correo, así se
llama la película en ingles The Courier,
de la información crucial que Kennedy
necesitaba para desafiar a Kruschev e identificar donde estaban los misiles
nucleares que se estaban instalando en Cuba y que le proporcionaba Oleg Penkovsky, un
disidente soviético disconforme con la deriva militarista que su país estaba
tomando en el mundo. Lo mejor de esta película clásica en todos los sentidos
dirigida por Dominic Cooke, es devolvernos un cine que ya no se hace. Hasta tal
punto es sugerente su poder evocador que yo la recuerdo en blanco y negro, como
si mi propia percepción se hubiera superpuesto a la realidad del film, para
asimilarla al mejor cine de espías de los años sesenta. Wynne y Penkovsky
surgen del frio y nos recuerdan que aunque los tiempos han cambiado y ahora los
espías son cibernéticos, el mal sigue existiendo y no podemos descuidarnos.
EL RINCÓN DE LAS SERIES
Doctor Portuondo de Carlo Padial
Carlo Padial es un director de
cine inclasificable, mejor dicho es un hombre inclasificable. Su nombre está
asociado a la corriente de Cine Low Cost donde destacó con dos películas únicas
Mi loco Erasmus y Taller Capuchoc y un artilugio visual
inesperado, Algo muy gordo. Pero su
trabajo abarca más terrenos, entre otros el de la escritura. En el año 2017
publicó una hilarante novela autoanálitica mas que autobiográfica, en la que
narraba sus vivencias en las sesiones de psicoanálisis que mantuvo durante
cinco años con el extravagante Doctor Portuondo, un cubano freudiano
acostumbrado a gritar a sus pacientes o ponerse a bailar en cualquier momento.
Un sabio desquiciado que fuma en pipa y le gusta tenderse en el diván. Ahora
Padial ha decidió transformar ese libro en una serie, la primera que produce
Filmin. Seis capítulos de 30 minutos, siguen al alter ego de Padial, interpretados
por Nacho Sánchez, una especia de doble del propio director no solo
psicoanalíticamente, también físicamente, en sus visitas al imprevisible y arrollador
Doctor Portundo es decir Jorge Perrugorria. El resultado es un producto que
provoca la risa tanto como la congela al ver a ese grupo de pacientes
incapacitados emocionalmente para vivir, pero a los que no puedes menos que
entender. Alternando la desgraciada vida personal del protagonista obseso del
queso, con las sesiones en el diván y las terapias colectivas, la serie se
convierte en un retrato de nuestro tiempo con todas sus rarezas y miserias. Se
suele definir a Padial como el Woody Allen español, barcelonés para ser
exactos. Pero yo no creo que lo sea. Que se coloque a sí mismo en primera
persona, que recurra al psicoanálisis para explicar sus neurosis, que sea un
personaje atormentado por sus fantasmas mas hilarantes, no son elementos
suficientes para decir que es el Woody Allen local. Creo que lo que hace Padial
es más interesante. Capaz de crear situaciones incómodas ante las que no sabes
cómo reaccionar, esta serie no te deja indiferente, la puedes odiar o la puedes
disfrutar, pero seguro que las sesiones en el diván de este estrambótico doctor
no se olvidan fácilmente.
El regalo de esta semana es un
bosque donde Nelly y Marion pueden construir una cabaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario