(¿Cuál
escojo?)
Tengo una sensación que creo
que no es solo mía por lo que he podido hablar con algunos amigos: estoy
saturada de imágenes, de series, de oferta on line para la que no tengo ni
tiempo ni capacidad de asimilación. Estoy saciada sin gusto, como en las
cadenas de comida rápida donde comes y comes, pero no encuentras el sabor de
nada. Muchas veces me acuerdo de lo que me contó una amiga mía que vivía en
Berlín Oriental antes de la caída del muro. Es probable que esto ya lo haya
dicho (de palabra seguro) pero incluso por escrito. Después de once años de
blog, no me acuerdo de todo lo que he contado en estas páginas. La historia es
esta. Cuando cayó el muro y los berlineses del este pudieron pasear por Berlín,
muchos descubrieron los grandes almacenes de KaDeWe. Acudían allí como las
moscas a un pastel. Pero muy pronto se dieron cuenta de que no podían comprar
nada. No porque su dinero no sirviera, sino porque eran incapaces de elegir.
Acostumbrados a una economía donde había una o como mucho dos tipos de cosas
(dos mermeladas, dos yogures, dos de lo que fuera) colocarse delante de los
estantes de la sección de alimentación del KaDeWe donde había al menos 100
mermeladas diferentes, 100 yogures diferentes, les producía tal vértigo que se
iban sin comprar nada. Entre las dos ofertas del Berlín Oriental y las 100 del Berlín
Occidental, debería haber un intermedio que permitiera conocer y escoger con
capacidad y criterio. Pues bien yo ahora me siento como una ossie (habitante
del este de Berlín) en medio de un KaDeWe de oferta audiovisual. Hay tanta que
acabo por apagar el ordenador o la televisión y me voy a pasear o a leer. Pero
no es justo. Porque entre tanta posible basura hay sin ninguna duda series y
películas que son buenas, incluso que son excelentes y necesarias. Por eso sigo
buscando información en los sitios que me dan confianza; por eso selecciono
todo lo que puedo para encontrar la mermelada que me gusta o el yogur que
necesito. Y para hacer eso hace falta una red de gente fiable, de amigos que te
descubran cosas. Yo misma me he convencido a mi misma de que puedo orientar de
alguna manera. Y por eso continuo hablando de series.
Pero antes de entrar en la que
esta semana me gustaría recomendar, hay otra reflexión sobre las series que me
parece interesante. En realidad creo que habría que buscar otro nombre para las
series tal como se ofertan ahora mismo. La definición de serie se ajusta a lo
que eran hace diez, veinte, treinta años. Un episodio semanal durante años y
años. Friends tuvo diez temporadas; Expediente X, 217 episodios; Perdidos duró seis años. Esto empezó a
cambiar con Twin Peaks de David
Lynch, pero el cambió definitivo ha venido con el auge y expansión de HBO,
Netflix o Filmin. Las series ahora son más cortas (incluso las largas tienen
temporadas de 10 episodios); y aunque HBO y Movistar siguen ofreciendo un
capitulo semanal, algo anacrónico, lo normal es verlas seguidas en una o dos
tardes. La mayoría tienen entre 6 y 8 episodios que se pueden ver como una
película larga. De hecho, las series se empiezan a consumir como las novelas:
un libro se puede leer de un tirón o por capítulos o incluso por páginas. Las
series también. El hecho de poder verlas a cualquier hora y en cualquier sitio
(si se tiene un ordenador y wifi, claro) hacen que se consuman como antes se
consumían los libros. A los que por cierto no han sustituido del todo. Un libro
sigue siendo un placer solitario, las series suelen ser placeres compartidos.
Buen, tras este discurso, paso,
como no, a “recomendar una serie”.
How to With John Wilson
Descubrí esta serie estupenda
gracias a Marta Armengou (fiarse de los amigos y las amigas es la primera regla
para no perderse en la selva de la oferta). Se puede ver en HBO, es una serie
de seis episodios de 25 minutos. Fue una sorpresa paulatina. De entrada, el
primer capítulo, How To Make a Small
Talk, algo así “Cómo entablar una conversación intrascendente”, me
desconcertó mucho. John Wilson lleva la cámara en todo momento. Su visión es
completamente subjetiva. Sale a la calle y filma el Nueva York donde vive con
una libertad absoluta. Es un documental, si, desde luego. Todo lo que Wilson
nos enseña es real y no está manipulado. Lo que el director manipula es la dirección
de su mirada. Y en este primer episodio se fija en esas conversaciones banales
que le llevan casi sin darnos cuenta hasta un resort de pesadilla en Cancún.
Cuando acabó, pensé, ¿qué es esto? Pero seguí. El segundo capítulo se llama How
to Put Up Scaffolding, algo así
“Cómo evitar un andamio”. Este me gustó mas, no solo porque me encanta mirar
ciudades y descubrir espacios inesperados, sino porque la idea del envoltorio
permanente de los edificios es algo que me ha obsesionado desde hace tiempo
¿Qué hay detrás?, ¿Qué hace la gente que vive ahí? ¿Es seguro pasar por debajo
de un andamio? Wilson los mira, los estudia, los vive, siempre desde fuera.
Bien. Pasemos al tercero How To Improve
Your Memory, es decir “Cómo poner a prueba tu memoria”. Este me enganchó
del todo, sobre todo la idea del palacio de la memoria (algo que ya he leído en
algún otro sitio, no recuerdo dónde). En este punto, llevaba un poco más de una
hora y media viendo la serie y ya no podía parar. El cuarto, How To Cover Your Furniture, es el que
mas me ha gustado de todos: “Como recubrir tus muebles”. Wilson tiene una gata
preciosa que se dedica, como todos los gatos, a destrozar sus muebles. Pero eso
es solo el punto de partida para un surrealista viaje hacia el universo de los
cubremuebles El quinto se fija en una de esas cosas que todos hemos vivido
alguna vez, How To Split the Check, es decir “Cómo dividir una cuenta”, entre amigos
que comen juntos, por ejemplo. Aquí la serie de Wilson empieza a ponerse un
poco más seria, pero sin pasarse, aún estamos en el tiempo de la comedia. Y
llega el último capítulo How To Cook the
Perfect Risotto, “Cómo cocinar un risotto perfecto”. Y es entonces cuando
nos damos cuenta de que todo lo que hemos visto en ese retrato poliédrico,
divertido y feroz de Nueva York, tiene sentido. Este último capítulo hace de
elemento cohesionador y definitivo y descubrimos que estamos ante una serie que
es mucho más que una comedia, mucho más que un documental, mucho más que un
simple pasar un par de horas. Anuncian ya una segunda temporada, en este caso,
la espero con impaciencia.
My
Mexican Bretzel
En
cuanto a los estrenos de esta semana solo destacar que POR FIN, llega a los
cines una de las mejores películas que he visto en este año maldito: My Mexican Bretzel. Escribí de ella en
el blog en la entrada del 4 de mayo, cuando se pasó en el D’A Film Festival: Lo
copio aquí: “¿Puede ser un melodrama de Douglas Sirk, el conjunto de películas
caseras en 16 mm de una rica pareja de suizos en los años cincuenta? Puede, sí,
Nuria Giménez Lorang lo demuestra con este curioso artefacto, no se me ocurre
otra manera de definirlo, que combina un relato escrito en primera persona del
diario de una mujer que vive una pasión con dos Leones: León, su marido el
aviador frustrado y Leo, el mexicano que la seduce. Ella, Vivian, tiene el
rostro de Ilse G. Ringier, él, León (a Leo no lo vemos nunca) es Frank A.
Lorang. ¿Donde encontró Nuria estas películas?, ¿son reales? ¿Dónde encontró el
diario de Vivian?, ¿es real? Me da igual, la película no lo explica y no hace
falta saberlo, porque lo que queda es el delicioso resultado de esta mezcla en
un film tan sencillo como fascinante. Cine mudo, pero no callado, que nos
cuenta la historia de la revuelta de una mujer en los años cincuenta. Un
experimento encantador.” Tan solo quiero añadir una frase que tomo de la propia
película: “La mentira es solo otra manera de decir la verdad”. No es ninguna
mentira afirmar que vale la pena no perderse este film. Disfrútenlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario