Beginning
Recuerdo muy bien mi
perplejidad cuando vi que en la ceremonia de clausura del pasado festival de
San Sebastián el jurado le daba cuatro premios, el gordo de la Concha de Oro y
tres más de los grandes (guión, dirección y actriz) a una película georgiana de
la que no sabía nada de nada. La verdad es que conociendo cómo funcionan los
jurados pensé que estos chicos habían enloquecido un poco. Pues bien, después
de ver Beginning de Dea
Kulumbegashvili, tengo que reconocer que estoy completamente de acuerdo con el
jurado que presidía Luca Guadagnino: esta película se merecía todos los premios
que recibió. Beginning no es una
película fácil, ni confortable, ni políticamente correcta, ni mucho menos
ejemplar. Beginning es una película
incómoda, radical en su forma y en su fondo, con una historia que se atreve a
mostrar el lado oscuro de una situación que en manos de la habitual y
conformista manera de contar de nuestros días, nunca se plantearía como esta
joven directora lo hace. Intentaré aclarar un poco todo esto sin desvelar
demasiado de una historia que merece ser descubierta poco a poco. Estamos en
una pequeña ciudad de provincias de Georgia, antigua república soviética hoy
independiente, donde el prepotente poder del Partido Comunista se ha sustituido
por el prepotente poder de la Iglesia Ortodoxa. Igual que durante la era estalinista
se perseguía toda la disidencia, ahora lo que se persigue es la disidencia
religiosa. Este es el punto de partida: la iglesia de una comunidad de Testigos
de Jehová es violentamente atacada e incendiada. Ese ataque desproporcionado
provoca en Yana, esposa del líder religioso, una crisis en su matrimonio, en su
maternidad y en sus creencias. De pronto, Yana se da cuenta que está viviendo
una vida que no es la que quiere. Hasta aquí, todo normal. Pero cuando Yana se
quede sola (su marido va a la capital a intentar solucionar los problemas)
sufrirá otro tipo de ataque: la intromisión en su pequeño y cerrado mundo de un
elemento perturbador, un policía que despierta en ella deseos y sentimientos
que ni siquiera sabía que tenía. Y es aquí donde la película da un giro y se
adentra en el interior de esta mujer, sumida en un mundo de confusión entre la
realidad y lo imaginado (o deseado), que la conduce hacía la destrucción de
todo lo que era hasta ese momento su vida. Lo mejor de Beginning es que este proceso está contado con una belleza
turbadora y fascinante en sus encuadres, en sus planos largos, en el uso inquietante
del espacio off, lo que no vemos es a veces tan importante como lo que vemos.
Más cerca de Dreyer que de Bresson en lo formal, pero más cerca de Bresson que
de Dreyer en el sentimiento de culpa, Beginning
es un film que no puedes dejar de mirar porque quieres saber los porqués del
comportamiento de Yana, pero sobre todo porque quieres ver como lo va a contar Dea
Kulumbegashvili, una mujer que con su opera prima se coloca entre los mejores directores
europeos.
Mank
(Netflix)
Netflix no es solo una fábrica
de series más o menos interesantes. Netflix se está convirtiendo en un refugio
seguro y con medios para que muchos directores puedan hacer una película en
total libertad. David Fincher lo ha aprovechado y gracias a Netflix ha podido
recuperar un viejo guión de su padre sobre la gestación del mítico film de
Orson Welles, Ciudadano Kane. Y lo ha
hecho con total fidelidad a la historia, en un blanco y negro espectacular y
con un grupo de actores entre los que destacan Gary Oldman y Charles Dance. Mank
es Herman Mankiewicz, el hermano mayor del mucho más conocido Joseph L.
Mankiewicz. Guionista y dramaturgo, Mank fue atraído por el dinero fácil del
Hollywood dorado. Los Fincher, guión del padre, puesta en escena del hijo, se
acercan a este personaje alcoholizado, brillante, inteligente y a veces cruel,
no para reivindicar la autoría de la que durante años se consideró la mejor película
de todos los tiempos, (los Fincher saben que el cine es una obra colectiva)
sino para hacer un retrato de la fábrica de sueños en la década gloriosa de los
treinta, cuando el país padecía la Gran Depresión y la guerra en Europa
acechaba por todo los rincones, mientras ellos vivían una fiesta permanente.
David Fincher utiliza esta época para recordar un tiempo que le sirve como
referencia de lo que pasa ahora mismo. Se sabe desde siempre que Kane está
basado en el magante de la prensa W.R Hearst; se sabe desde siempre que
Mankiewicz tenía una buena amistad con Marion Davis, amante eterna de Hearst;
se sabe desde siempre que el guionista despreciaba al magnate por su
prepotencia y su capacidad de manipular la realidad a su antojo. Y es por aquí
donde Mank conecta directamente con
la América First Trumpiana (¿felizmente acabada?). Según nos cuenta la
película, fue Mankiewicz con su inteligencia y casi sin darse cuenta el que le
dio la idea al todopoderoso productor de la Metro Irving Thalberg de fabricar
noticiarios falsos que condicionaran las votaciones políticas. Mank hacía
responsable a Hearst del apoyo financiero e ideológico de estas Fake News
primitivas y muy bien elaboradas, y no se perdonaba a si mismo haber sido el
que sembrara la idea en las mentes manipuladoras de Hearst y Thalberg. Fake
News que Kane inventa en la película de Orson Welles para justificar y espolear
la Guerra de Cuba contra España; Fake News que Hearst inventa para apoyar al
candidato republicano; Fake News que Trump sigue lanzando diariamente para no
aceptar su derrota electoral. Lo mejor de todo (siempre hay un mejor de todo)
es que Fincher nos cuenta esto en una película muy entretenida, magníficamente
interpretada y ambientada. Aunque no es lo mejor que ha hecho Fincher,
probablemente por respetar demasiado el guión de su padre y querer ser fiel al
estilo y la luz de Ciudadano Kane, la
película es una estupenda memoria del Hollywood dorado y un aviso para no
creernos todo lo que se dice, se publica o se twitea.
Putin: de espía a presidente,
Movistar
Todos los tiranos empezaron pequeños, todos los malvados tienen un comienzo. El de Vladimir Putin es lo que nos cuenta esta miniserie documental de la BBC que se acerca al semidictador presidencial de Rusia desde sus oscuros orígenes hasta su poderosa omnipresencia mundial. Son tres episodios realizados con material inédito (al menos para mí) sobre el joven Putin y como fue tejiendo una tela de araña alrededor de los que eran sus jefes sucesivos para poco a poco engullirlos y eliminarlos. Veinte años después de llegar a la presidencia (tras fulminar a Yeltsin y a todos los que le podían hacer sombra) Putin ha conseguido modificar la constitución para convertirse en presidente vitalicio hasta el 2036. Si nadie lo impide, habrá estado en el poder más que Stalin y habrá sido tan malo, aunque no tan asesino, como su admirado y añorado Iosef. La serie se podría llamar: La forja de un traidor. Putin nació en 1952, un año antes de que muriera Stalin, en lo que antes se llamaba Leningrado. Condenado a la marginalidad por su entorno y formación, consiguió escapar cuando decidió convertirse en agente del KGB. Putin fue espía en los años menos gloriosos de la guerra fría, los de la Perestroika de Gorbachov. La ruina del sistema en 1990 provocó una crisis en el flaco y draculino chico de Leningrado. La monstruosa figura de Yeltsin y su impresentable presidencia, le brindó la oportunidad de entrar en el Kremlin. Lo demás es historia. Una historia teñida de rojos envenenamientos de opositores, violentas represiones de cualquier disidencia, liquidación de derechos civiles. Eso en clave interna. En clave externa, labor continuada de destrucción de las democracias occidentales, su principal y casi único enemigo, con incursiones fraudulentas (y demostradas) en el Brexit, el procés catalán (no los 10.000 soldados, pero si las 10.000 fake news), y la presidencia de Donald Trump. Putin es un hombre ambicioso cada vez más poderoso. El draculino chico de Leningrado se ha hinchado como un globo berlusconiano, pero no ha perdido nada de la frialdad de unos ojos que dan miedo. Los tres episodios de 50 minutos cuentan su biografía: Episodio 1, Retrato de un político cuya presidencia parece un thriller de espías. Episodio 2, Putin llega al Kremlin como un político desconocido y toma el control. Episodio 3, Putin regresa al poder bajo una tormenta tras una ausencia de cuatro años. El episodio 4, Putin acaba con las democracias parlamentarias, lamentablemente lo estamos viviendo en directo todos los días.
El regalo de esta semana es un
rostro que parece desafiar a Putin, o al menos así lo siento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario