(yo misma me he acercado a
Hitchcock en varias ocasiones, estas son solo dos)
Mi nombre es Alfred Hitchcock, de Mark Cousins
¿Un nuevo documental sobre
Alfred Hitchcock? ¿Hace falta volver a hablar del “mago del suspense”? ¿Es que
queda algo por descubrir? Estas son las tres preguntas que uno puede hacerse
ante la propuesta de Mi nombre es Alfred
Hitchcock. Y las respuestas podrían ser: a la primera, sí, sin duda puede haber
un nuevo documental sobre AH, sobre todo si el director es alguien que nunca
deja de sorprender como es Mark Cousins; a la segunda, la respuesta sería,
siempre hace falta hablar de los grandes genios de la cultura (sea la rama que
sea), siempre hay nuevas generaciones que no los conocen o que no saben todo lo
que haría falta saber sobre ellos, así, que si, hace falta volver a hablar de
“mago del suspense”; la tercera es más dudosa de tener una respuesta
afirmativa, porque se ha escrito tanto, se ha comentado tanto y se estudiado
tanto al director británico, que parece imposible que se pueda encontrar algo
nuevo. Pero, ya lo he dicho antes, Cousins no es un documentalista convencional.
Cousins se atreve a plantear su mirada sobre el cine desde lugares incómodos,
insospechados. En su obra maestra Women
Make Films, construye una historia del cine paralela solo hablando del
cine que han hecho las mujeres a lo largo de sus más de cien años de vida. Y en
esta aproximación a Hitchcock, se atreve a poner en primera persona al propio
director haciendo que sea él mismo el narrador y el hilo conductor del
documental. He de confesar que escuchar la voz de Alfred Hitchcock hablando
desde el presente me hizo estremecer un poco. Estremecer y desconfiar, porque
la voz, tan igual a la que recordaba de entrevistas con el director, me hizo
pensar que Cousins había recurrido a la inteligencia artificial para recrearla
y eso es algo que me da mucho miedo, la posibilidad de imitar cualquier imagen
y cualquier voz, de suplantarla y usarla, es algo que no me gusta. Pero al
final de Mi nombre es Alfred Hitchcock,
Cousins nos aclara: “Alfred Hitchcock nunca escribió ni locutó esta película,
pero muchas de las cosas que dice son verdad. Su voz sigue viva entre todos los
cinéfilos. Aquí lo interpreta Alistair McGowan”. Y entonces, todo el
documental, que hasta entonces estaba viendo con cierta suspicacia, se ilumina
con un foco nuevo. Entiendo que Cousins juegue con la posibilidad de la
suplantación y que deje la aclaración para el final, pero yo hubiera preferido
saberlo desde el principio y por eso lo explico aquí. Todo lo que se dice es
cierto, pero el que lo dice no es Hitchcock suplantado por una máquina. Bien,
aclarado esto, que para mí es importante, adentrase en Mi nombre es Alfred Hitchcock es una auténtico viaje de placer y
descubrimiento de secretos y rincones de una obra cinematográfica que es quizás
la más conocida de la historia del cine. En cierto modo, el film de Cousins es
a los documentales de cine lo que fue el libro de Truffaut a los libros de
entrevistas: casos únicos y singulares de un creador de imágenes sobre otro
creador de imágenes. Si el libro de Truffaut es imprescindible porque le da la
palabra al director y en contrarréplica tiene la palabra de otro director; el
documental de Cousins le da la palabra al director y en contrarréplica tiene el
que haya sido el propio Cousins el encargado de buscar entre todas las
declaraciones, libros, entrevistas, presentaciones, apariciones de AH, los
textos que ha ido ordenando desde una perspectiva de ahora mismo, respetando el
punto de vista del propio Hitchcock. El documental se plantea desde una
inesperada selección de temas que se tratan en los distintos capítulos: Evasión,
Deseo, Soledad, Tiempo, Plenitud y Altura. Todos ellos analizados con ironía,
con humor y con la distancia de un Hitchcock que observa sus películas desde el
presente. Cousins demuestra conocer muy bien la figura de AH, pero sobre todo
demuestra conocer muy bien su obra lo que le permite sacar partido de su cine,
especialmente del cine mudo inglés en el que ya están casi todas las semillas
de lo que iba a ser un estilo inconfundible. Mi nombre es Alfred Hitchcock es un film para ver varias veces, por
eso espero que pronto esté en alguna plataforma. Pero mientras no llegue a las
pantallas privadas, vale la pena acercarse a un cine a disfrutarlo en pantalla
grande y colectiva. Al fin y al cabo, Hitchcock fue siempre un defensor del
cine como espectáculo popular y sus películas, vistas mil veces o descubiertas
por primera vez, siguen siendo imperecederas joyas del cine mundial.
EL RINCÓN DE LAS SERIES
Spy/Master HBO
Hace mucho tiempo que no venía al rincón de las series. He visto muchas este verano de calor sofocante y temperaturas insoportables. Pero aunque algunas me han divertido o me han interesado, pocas me han estimulado a escribir de ellas. Spy/Master, serie de espías rumanos, si me despierta las ganas d comentarla. Empecé a ver esta serie hace unos meses y no sé porque, me salió doblada al inglés. Me pareció horrible y la quité sin pensar más. Fue una buena amiga la que me comentó que la estaba viendo y que le gustaba mucho. Así que le concedí otra oportunidad y me di cuenta, tonta de mí, que la serie se podía ver en versión original rumana. Y la verdad es que me enganchó desde el principio. El resumen argumental que ofrece HBO es escueto: “Víctor Godeanu, la mano derecha del presidente Nicolae Ceausescu, lleva una doble vida como agente secreto para los soviéticos y tiene una única oportunidad de huir de Rumanía antes de que lo descubran.” Es un buen punto de partida. Pero estas tres líneas no dejan ver toda la compleja red de secretos que hay detrás de la vida de Víctor Godeanu. La serie sucede durante los doce días que duraron las conversaciones que en septiembre de 1978 llevaron a la firma de lo que se conoce como Los Acuerdos de Camp David entre árabes e israelitas, impulsados por el presidente Jimmy Carter. Mientras en Estados Unidos se celebran estas conversaciones, en la Rumania siniestra del enloquecido Nicolae Ceausescu y su más enloquecida y tiránica mujer, Elena, Víctor, su hombre de confianza, se ve obligado a tomar una decisión definitiva en su vida. Ante la amenaza de ser descubierto como espía para los rusos (curiosamente los principales enemigos del vampiro rumano), y que se destape su extensa red de corrupción y espionaje, Víctor aprovecha un viaje a Bonn en su calidad de diplomático para pedir asilo a los americanos. Todo esto sucede en el primer capítulo, a partir de aquí, no sigo y dejo que vayan averiguando los tejes y manejes de estos espías de todos los colores, tan estúpidos y malvados, tan listos y crueles, tan banales y poco glamurosos. Más cerca de George Smiley que de James Bond, la serie nos deja una duda que el título del último capítulo aclara. Pero no lo voy a decir.
El regalo de esta semana es
una rubia de Ramon que le habría gustado a Hitchcock.
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