Esta semana se han cumplido
seis meses de la Guerra en Ucrania, mejor dicho de la infame invasión de Rusia
en sus afanes imperialistas. Para celebrarlo, los rusos han orquestado un
curioso atentado contra la hija de Aleksander Duguin, un personaje salido de
una novela de Dostoievski que aboga por la hegemonía del zarsocialismo. Todo es
muy raro en este atentado que ha provocado un recrudecimiento en los ataques a
Ucrania, especialmente a la central nuclear de Zaporiya. Esta es la base tectónica
del volcán en el que estamos todos pendientes de que un corte de gas, una
pertinaz sequia (esa frase me recuerda al franquismo, no puedo remediarlo) o
cualquier otro enfado de la naturaleza o del zarputin hagan explotar por los
aires el mundo que conocemos. Pero no quiero ser pesimista ni fomentar el miedo
y el acojone colectivo en el que parecen deleitarse todos los telediarios, sean
del color que sean. En realidad de lo que quiero hablar es de Volcanes de
verdad y para eso lo mejor es ir a ver un documental que se estrena este
viernes Fire of Love.
Fire of Love, Sasa Dosa
Antes de hablar de Fire of Love el documental de Sasa Dosa
que ganó limpiamente el premio a la mejor película en el último Docs Barcelona,
voy a recordar lo que escribí el año pasado durante la erupción del volcán de
Cumbre Vieja en La Palma que explica mejor que nada porque me ha gustado tanto
este Fuego de Amor. “Ver las imágenes
diarias de la erupción, se ha convertido en una adicción incontrolable, me
fascinan, me hipnotizan en su belleza aterradora, en su capacidad de crear un
paisaje de ciencia ficción, un infierno en la tierra, una muestra del poderío
de la naturaleza que creíamos adormecida y callada, sumisa al poder del hombre,
pero no, ahí está, dispuesta a demostrarnos que es más potente y fuerte que
nosotros. No puedo dejar de mirar las corrientes de lava incandescente bajando
de la montaña, los ríos de fuego en sus múltiples meandros, la acumulación de
rocas construyendo un nuevo paisaje que antes no existía. Es como asistir a la
creación del mundo en directo.” Después de seguir día tras días la explosión
del Cumbre Vieja, entiendo mucho mejor a esta pareja inusual y fascinante y
entiendo mucho mejor el documental al que yo le habría dado el premio a la
mejor historia de amor volcánica que he visto nunca. Historia de amor porque sus
protagonistas Katia y Maurice Krafft vivieron juntos hasta la muerte una pasión
compartida por los volcanes. Desde que se conocieron en 1966, Maurice y Katia
supieron que dedicarían su vida a los volcanes. Él, científico pero sobre todo
divulgador y aventurero, demostraba en sus videos y fotos no tener miedo al
abismo del fuego y la lava a la que se acercaba con la confianza de transitar
un paisaje conocido y familiar; ella científica y más reflexiva, se dejaba
seducir por la belleza de los volcanes, por su magia, por todo lo que escondían
y ofrecían. Me gusta mucho como los define Astrid Meseguer en una interesante
entrevista con Sasa Dosa en La Vanguardia. “Maurice, geólogo, filmaba en 16mm
persiguiendo el movimiento. Era como un león marino al que le iba todo lo grandioso.
Katia, de profesión geoquímica, se asemejaba más a un pájaro pequeño.
Risueña, de pelo corto moreno y con gafas, capturaba los detalles con su cámara
a pie de los cráteres. Les atraía lo desconocido y sus primeros amores fueron
el monte Etna y el Stromboli”. Durante toda su vida Katia y Maurice
persiguieron volcanes por el mundo, los fotografiaban, los estudiaban, los amaban,
eran el motor de su existencia y contribuían a acercarlos a la gente a través
de programas divulgativos que transmitían su pasión incondicional a la
naturaleza en plena demostración de fuerza. Con el ingente material conservado
en el archivo que custodia su legado, la directora Sasa Dosa ha construido un
documental sobre ellos y con ellos. Los vemos en acción filmándose uno a otro,
haciendo bromas, arriesgándose bordeando el abismo del fuego. Los vamos
conociendo a medida que ellos conocen los volcanes y de su mano vamos
enamorándonos poco a poco de esas montañas grises o rojas, dormidas o despiertas, creadoras de paisajes nuevos primigenios. El documental tiene un
final anunciado: Katia y Maurice murieron en junio de 1991 en Japón cuando el
gigante Monte Unsen despertó de su letargo sin darles tiempo a escapar
del fuego que lanzaba al firmamento. La directora le dice a Astrid Meseguer en
la entrevista: “Eran muy conscientes del riesgo. Fue una tragedia, pero es un
final en línea con todo lo que daba sentido a sus vidas. Murieron haciendo lo
que amaban". Yo creo que no hay mejor final para una vida entregada a los
volcanes que morir acompañando el despertar de uno de los más poderosos. Fire of Love, Fuego de Amor, es un
documental sobre los volcanes, sobre la vida, sobre las pasiones, sobre el
amor.
Dentro del volcán Werner Herzog, Netflix
Cuando vi el documental de
Sara Dosa sobre Katia y Maurice, pensé inmediatamente en Werner Herzog. Si hay
alguien que desde el cine, no desde la ciencia, se acerque a lo que eran estos
dos apasionados de los volcanes, es Werner Herzog. Cuando estuvo en Barcelona,
a finales del año pasado, camino de Lanzarote, comentó que le gustaría poder ir
a La Palma a ver el volcán de Cumbre Vieja que esos días estaba en plena erupción.
En un entrevista comentó: “Lo que estoy haciendo ahora no es fácil de
categorizar porque no es un documental ni una peli de ficción. Estoy muy
implicado en 300 horas de grabaciones de dos vulcanólogos franceses que murieron filmando erupciones. Me
pidieron hacer una biografía y dije que no, que lo que haría sería un réquiem
musical de Katia y Maurice Krafft”,
nombre de los expertos en volcanes”. El resultado es el film The Fire Within: A Requiem for Katia and
Maurice Krafft, estrenado hace pocas semanas en Amazon pero aun no visible
en España. Para compensar no poder ver el homenaje de Herzog a los dos amantes
del fuego, busque otras películas del alemán que trataran de los volcanes. Y me
encontré con Into the Inferno /Dentro del
volcán, un documental del 2016 que Herzog realizo en colaboración con el
especialista en volcanes Clive Oppenheimer al que conoció cuando rodaba Encuentros en el fin del mundo en 2006.
Juntos emprenden un viaje al abismo del infierno de los volcanes. Pero de una
manera completamente distinta a la de Maurice y Katia. Herzog busca en los
volcanes no la ciencia, ni la naturaleza, sino lo que ésta produce en los
humanos, es decir busca las conexiones espirituales entre los volcanes y el pensamiento ya sea en una remota tribu de Indonesia, ya sea en la oculta
Corea del Norte, o en Islandia donde los volcanes siguen más vivos que nunca.
Herzog hace un claro homenaje a Maurice y Katia Krafft a los que admira y diría
que envidia, aunque su manera de acercarse a las montañas de fuego no sea tanto
en su plena explosión de fuerza sino mas bien a través del legado que han
dejado en la superficie de la Tierra y en la profundidad de las mentes. Con su
cavernosa e inconfundible voz, Herzog va narrando este viaje al infierno guiado
por Clive Oppenheimer al que concede casi todo el protagonismo. El
resultado es un documento de una gran belleza en sus imágenes y en sus
emociones.
Desierto de fuego, Werner Herzog, Filmin
Mientras buscaba inútilmente The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft tropecé en Filmin con una película de Herzog que no conocía. No es raro. Este prolífico director no para de trabajar y a sus ochenta años aun es capaz de irse al fin del mundo a buscar una historia, un paisaje.. La película que me encontré se llama Salt and Fire/Desierto de fuego, es del 2016 el mismo año que Dentro del volcán y está rodada en un país sudamericano no identificado. Creo se estrenó sin pena ni gloria (o ni siquiera se estrenó) y desde luego las pocas críticas que he leído justifican que no tuviera ninguna repercusión, son crueles y despiadadas, especialmente las reseñas de los críticos latinos. Y lo entiendo. Dentro del fuego no es una película fácil ni complaciente ni se siquiera si es recomendable, Pero a mí me enganchó desde el principio. Un secuestro que nunca acaba de explicarse, coloca a una científica alemana que investiga un desastre ecológico en una situación completamente inusual, inesperada, absurda. La primera mitad del film no parece de Herzog, todo pasa en interiores y en conversaciones entre la secuestrada y el secuestrador, un misterioso líder ecologista que antes había sido responsable del desastre ecológico. Más o menos a la mitad, la película es corta, secuestrada y secuestrador viajan a un enorme lago salado a los pies de un volcán dormido que empieza a dar señales de despertar amenazando con el fin del mundo por la posible potencia de su fuego interior. Y ahí, la película da un giro muy herzoguiano (no sé porque me ha recordado en este tramo Signos de vida de 1968 o incluso Fata Morgana de 1971). Quizás hay que tener un cierto estado de ánimo para ver este raro film basado en un cuento corto de Tom Bissell titulado Aral. Pensar en el lago Aral (al que Isabel Coixet dedicó un espléndido documental en el 2010, Aral, el mar perdido) justifica el título original Salt and Fire y el paisaje lunar del último tramo del film, pero no justifica ni explica la extrañeza que produce verlo.
El regalo de esta semana no
podía ser más que un volcán que además tiene los colores de Ucrania.
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