viernes, 2 de septiembre de 2022

PACÍFICO

 

 



Pacifiction, Albert Serra

Lo digo de entrada. Me ha gustado mucho esta película de Albert Serra. Lo digo antes de empezar porque es la primera película suya que me gusta (ojo, hablo de gustar, no de valorar si está bien o está mal, si es buena o no es buena). Hay muchas cosas en este pacifico ficción que me parecen muy interesantes.

La primera es lo bonita que es. ¡Se ve todo! Y no solo se ve todo (hay films de Serra que son tan oscuros que ni siquiera se adivina lo que pasa) es que está llena de luz incluso en las escenas nocturnas y tiene unos colores que a veces parecen technicolor. Serra ha sabido sacar partido de un presupuesto alto rodando en exteriores con una brillantez que permite al director de fotografía Artur Tor jugar con todo tipo de luces y encuadres, clásicos y vanguardistas. A veces puede parecer que se emborrachan de belleza, pero no me importa.

La segunda, es lo entretenida que es. La historia de este Alto Comisario de la República Francesa perdido en una isla paradisiaca del Pacifico, es tan atemporal, aunque se hagan referencia políticas muy contemporáneas, que tanto podría pasar hoy mismo como hace cien o doscientos años. Es una aventura de piratas actualizada, con enormes dosis de un humor sutil y las gotas indispensables de denuncia política. La anécdota es muy tenue, pero se sostiene en el paisaje sin perder nunca el sentido.

La tercera es la inteligente combinación de estilos que se conjugan de una forma natural, de manera que a veces parece que estemos en pasajes de la Memoria de Apitchapong Weerasethakul, pero sin la trascendencia del tailandés, otras recuerda al Lynch de Twin Peaks, con sus extraños bares de marineros, o nos evoca la decadente Marguerite Duras de India Song. Todo eso sin dejar de remitirnos al cine de piratas de la Metro de los años 50, mezclando onirismo con realismo sin ningún tipo de pudor.

Pero para mí la mejor prueba de que esta ficción pacífica me ha gustado mucho es que cuando sentí la necesidad de mirar el reloj y ver cuánto faltaba, ¡estaba en el minuto 165! Un minuto después se acababa. El tiempo perfecto, se me habían pasado casi tres horas disfrutando. Y eso es algo que no suele sucederme.

No sé si Pacifiction es una película para todos los públicos, pero sí creo que hay muchos públicos que pueden encontrar algo en ella. Los fans de Serra lo reconocerán en pasajes y diálogos y sobre todo personajes; los no fans de Serra pueden apreciar su lado estético, su clara posición política, menos velada de lo que parece y el misterio de esa isla representado en la ambigüedad de Pahoa Mahagafanau, un auténtico descubrimiento.

Benoît Magimel encarna al desubicado comisario enfrentado a una situación para la que no estaba preparado, como los personajes de las novelas de aventuras del XIX. Y aquí es donde el film de Serra sube enteros para mí, porque una de las consecuencias directas de verlo fue que me provocó el deseo de releer a Robert Louis Stevenson, el escritor que mejor ha descrito la vida en los Mares del Sur, con sus miserias y sus recompensas, con su corrupción y su dignidad. Busqué entre sus novelas y me encontré en Bajamar, el último libro publicado por Stevenson en colaboración con Lloyd Ousborne en 1893, algunos pasajes que bien podrían ser descripciones del escenario de este Pacifiction serrano.




“Por todo el mundo insular del Pacífico, hombres dispersos que pertenecen a las innumerables razas europeas y prácticamente a todos los estratos sociales, se afanan en múltiples actividades y propagan sus enfermedades. Unos prosperan, otros vegetan.”

“La luna, atravesando un mundo de veloces nubes de todos los tamaños, negras unas como borrones de tinta y delicadas las otras como gasa, derramaba su brillo austral sobre el mismo adorable y detestable paisaje: las montañas de la isla coronadas por una nube perenne; la ciudad resguardada, salpicada de escasos faroles; los mástiles del puerto, el sereno espejo de la laguna y el rompeolas en los arrecifes, blanqueado por las rompientes.”

“A aquella hora la isla, con sus suelo de arena blanda, su bóveda de palmas apoyada en pilares vegetales y la luz de las lámparas, presentaba un aspecto irreal que la asemejaba a un teatro desierto o a un parque a medianoche.”

Releer a Stevenson ha sido un placer añadido al disfrutar de una película irregular, si, pero hermosa e inclasificable.

El regalo de esta semana no tiene nada que ver con el Pacífico, y sin embargo, cuando buscaba una imagen para el texto me saltó como llamándome este bodegón con tela naranja que bien podía estar escondido en un rincón de la casa del Alto Comisionado.




 

 

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