sábado, 12 de septiembre de 2015

EXILIOS


(este cuadro de Friedrich sirve para ilustrar los dos exilios: el romántico de Jonás Trueba, que busca a las mujeres que se  escapan; el mío en un camino hacia el exilio interior)

Escribo estas líneas la mañana del 11 de septiembre en Barcelona. Y nada me parece más adecuado que el título de la nueva película de Jonás Trueba para representar en cierta manera como me siento: Los exiliados románticos, la exiliada romántica. La exilada interior. Han pasado muchas cosas en este país y en esta ciudad. Y una de ellas ha sido la de robarnos una fiesta que era de todos para quedársela solo unos. Otra ha sido la de obligarnos a escoger entre A o B cuando en realidad lo que queremos es ser A mas B e incluso más C. Entre unos y otros nos están llevando al exilio, romántico, interior, pero exilio. Y paro porque no quiero seguir hablando de aquí y de mí, sino de allí y de ellos.

El día del pase de prensa en Barcelona de la película de Jonás me encontré con tres comentarios recurrentes: es como Rohmer; es cine viejo; es como las comedias madrileñas de los ochenta. No estoy de acuerdo con ninguno de esas tres ideas.

¿Rohmer? No, para nada. Tanner, si. No podía ser menos llamándose Jonás que tenía 20 años en el año 2001. Pero Rohmer no, El cine de Rohmer es el de un hombre mayor que mira a la gente joven con curiosidad, con cariño, con respeto, pero no puede negar verlos en toda su sencilla estupidez (la Marie de El rayo verde sin ir más lejos). El cine de Tanner, en cambio, no mira a sus personajes, los acompaña, los sigue. Cuando rueda La salamadra Tanner tiene 39 años, Jonás rueda los exiliados con 33. Tanner es el referente de esta película: Tanner y sus paseos junto al río, sus baños en el lago, sus conversaciones en el parque. De todos modos yo creo que la película de Jonás en realidad no hace referencia a nadie más que a sí mismo y sus gentes: las gentes del cine, las que confunden el trabajo con la vida. Hay una conversación absolutamente tanneriana en el film. Un viejo americano que acoge en su casa a esa pandilla de adolescentes tardíos, reflexiona sobre el mal uso que se hace de la palabra trabajo entendida como una maldición, una condena. Trabajar, el trabajo, debería ser la vida, hacer lo que te gusta, hacer lo que sabes hacer. Disfrutar con ello y poder vivir. Rodar una película entre amigos, en el caso de Jonás Trueba.

En cuanto a lo de cine viejo. Es un tema que da para mucho juego y puede ser motivo de una larga discusión. ¿Es viejo este film porque piensa, habla, es literario, culto, además de ser divertido, libre y espejo de una generación? Sinceramente, creo que el concepto de viejo se puede aplicar más a otro tipo de cine que reproduce miméticamente esquemas y maneras, historias e ideas ya muy caducos, o que ya eran viejos cuando se consideraban nuevos. No quiero dar ejemplos, pero si alguien los quiere se los cuento. Jonás utiliza los medios que tiene a su alcance y hace la película que puede hacer. Eso es lo nuevo.

En cuanto al empeño de una parte de la crítica en relacionar este film con la comedia madrileña de mediados de los setenta y primeros ochenta, la que hacía el Trueba uno, Fernando y las gentes de su tiempo, la verdad es que no creo que tengan nada que ver. Jonás no hace comedia en el sentido clásico de la palabra, sino otra cosa, –divertimento me parece mas apropiado (1)–, y mucho menos madrileña. Luis E. Parés en el pressbook del film escribe una frase que suscribo: todos suspiramos pensando que si el cine vale la pena es por hacernos cruzar fronteras.
Eso, cruzar fronteras, romperlas, no crearlas.


(1)   El divertimento es una forma musical que fue muy popular durante el siglo XVIII, compuesta para un reducido número de instrumentos. Los divertimentos solían mostrar un estilo desenfadado y alegre. (de la Wikipedia)

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