sábado, 18 de octubre de 2025

LIMPIAR

 


Un simple accidente, Jafar Panahi

Siempre he pensado que el humor y la ironía son herramientas mucho más eficaces para denunciar situaciones de injusticia y de abuso. El verdugo de Berlanga sigue siendo, sesenta años después, el mejor alegato contra la pena de muerte. Algunos documentales sobre el mismo tema, han caído en el más oscuro de los olvidos. Por eso me gusta mucho el cine de Jafar Panahi. El director iraní nunca es victimista, nunca es revanchista, nunca es acusador y sin embargo deja muy claro que es una víctima, que se venga de sus torturadores con su cine, y que los acusa al ridiculizarlos. Su última película, Un simple accidente, con la que ganó la Palma de Oro en Cannes, es un buen ejemplo de su estilo. Acostumbrado desde hace muchos años a rodar en condiciones muy complicadas, (sin salir de casa, en el interior de un taxi) Panahi aprovecha la posibilidad de rodar en exteriores para hacer una película clandestina entre amigos y con una camioneta como espacio fundamental de la historia. Todo empieza con un simple accidente en un coche donde viajan un hombre, su mujer y su hijo. Cuando el hombre lleva el coche al taller, el encargado le escucha andar y eso despierta en él un recuerdo muy doloroso. Esa es la forma de andar del torturador que casi acaba con su vida. Pero, ¿es el mismo hombre? Ante la duda, decide secuestrarle y buscar a  viejos compañeros de tortura para intentar saber si es o no es su temible y odiado torturador.  Este es el punto de partida de una película que es más berlanguiana que loachiana, con algunos toques de hermanos Marx y mucha ironía. Pero esta ironía y este humor, que provoca incluso la risa, no esconde nunca que estamos hablando de un torturador inhumano al servicio de un régimen más inhumano aún. Lo que sucede en el film y sobre todo en su tercio final, merecen la palma de oro que le otorgaron en Cannes. Berlanga y Azcona la habrían aplaudido.

 


La cena, Manuel Gómez Pereira

Humor, ironía, caricatura incluso, es lo que utiliza Manuel Gómez Pereira en La cena, película que adapta la obra de teatro La cena de los generales de José Luis Alonso de Santos, escrita en 1998 y estrenada diez años mas tarde. Sorprende que no se haya llevado al cine mucho antes esta sátira política que pone en escena una situación grotesca. Dos semanas después de acabada la guerra civil, Franco expresa su deseo de cenar en el Palace con sus generales para celebrar la victoria. Inmediatamente se pone en marcha el operativo cena al mando de un joven teniente superado por los acontecimientos. En primer lugar el hotel es ahora un hospital de campaña. Hay que recolocar a todos los enfermos para habilitar el comedor. En segundo lugar todos los cocineros del Palace están en la cárcel por rojos. Habrá que sacarlos y traerlos en un tiempo récord. Genaro, el exquisito maitre del hotel, está decidido a que la cena sea un éxito, mientras el joven teniente va solventando los problemas que surgen, en especial la presencia autoritaria de un falangista bastante insoportable. Reírse de Franco, del franquismo, de los militares, darles el poder a los cocineros y al maitre y tejer una alianza inesperada con el joven teniente, es el meollo de esta divertida comedia que no quiere ser más que eso: una comedia, pero que acaba siendo algo más, una desmitificación de un momento histórico. Nota aparte merecen los actores: Alberto San Juan está perfecto en su encarnación del maitre, Mario Casas tiene la ingenuidad y animalidad justa para el joven teniente y Asier Etxeandia hace un falangista detestable. Pero para mí el gato al agua, o a la sopa, se lo llevan Elvira Mínguez, una roba escenas indiscutible, la joven Nora Hernández y la borrachina Carmen Balagué. Abstenerse los que buscan películas serias sobre temas serios.

 

EL RINCON DE LA PLATAFORMA

Limpia, Dominga Sotomayor Netflix

Casi tan clandestinamente como el rodaje de Panahi, y sin darle ningún tipo de cobertura, Netflix ha estrenado Limpia, de la chilena Dominga Sotomayor. A veces no entiendo a las plataformas. Venden a los cuatro vientos series y películas insulsas y dejan pasar un film como este. Si la comedia es el mejor medio de ser efectivos en la denuncia de los abusos, el melodrama también es un buen instrumento. En este sentido Limpia es un ejemplo impecable. En el Chile de ahora mismo, una pareja de jóvenes profesionales, ambos blancos y con ideas progresistas, tienen contratada a tiempo completo una criada para todo, Estela, una mujer indígena que se ocupa sobre todo de cuidar a su hija pequeña Julia, para la que ninguno de los dos parece tener tiempo. En esa casa lujosa, se establece muy claramente las clases sociales y los deberes y derechos de cada uno. De todos menos de la niña que lo único que sabe es que no quiere aprender a nadar porque es la mejor forma que encuentra de rebelarse contra sus padres. Tampoco quiere prescindir de Estela, ni siquiera cuando la criada recibe una terrible noticia. Se trata de un film tranquilo, de silencios, de miradas, de escuchas, de emociones contenidas, que funcionan muy bien para desenmascarar entre otras cosas, la doble moral de tantos profesionales que se consideran de izquierdas pero en su vida cotidiana se comportan de una manera muy poco moral. Limpia merecería no pasar desapercibida en medio del marasmo de estrenos en plataformas.

 Hablar de Limpia me ha hecho pensar en un pequeño ciclo de películas de criadas y señores que podría empezar con Diario de una camarera de Luis Buñuel, seguir con Ceremonia sangrienta de Claude Chabrol, Roma, de Alfonso Cuarón, Calladita de Miguel Faus y acabar con la serie La asistenta con Margaret Qualley. 

El regalo de esta semana es una silla bonita, se puede usar como se quiera.



 

 

 

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