Un simple accidente, Jafar Panahi
Siempre he pensado que el
humor y la ironía son herramientas mucho más eficaces para denunciar
situaciones de injusticia y de abuso. El
verdugo de Berlanga sigue siendo, sesenta años después, el mejor alegato
contra la pena de muerte. Algunos documentales sobre el mismo tema, han caído
en el más oscuro de los olvidos. Por eso me gusta mucho el cine de Jafar
Panahi. El director iraní nunca es victimista, nunca es revanchista, nunca es
acusador y sin embargo deja muy claro que es una víctima, que se venga de sus
torturadores con su cine, y que los acusa al ridiculizarlos. Su última
película, Un simple accidente, con la
que ganó la Palma de Oro en Cannes, es un buen ejemplo de su estilo.
Acostumbrado desde hace muchos años a rodar en condiciones muy complicadas, (sin
salir de casa, en el interior de un taxi) Panahi aprovecha la posibilidad de
rodar en exteriores para hacer una película clandestina entre amigos y con una
camioneta como espacio fundamental de la historia. Todo empieza con un simple
accidente en un coche donde viajan un hombre, su mujer y su hijo. Cuando el
hombre lleva el coche al taller, el encargado le escucha andar y eso despierta
en él un recuerdo muy doloroso. Esa es la forma de andar del torturador que
casi acaba con su vida. Pero, ¿es el mismo hombre? Ante la duda, decide
secuestrarle y buscar a viejos
compañeros de tortura para intentar saber si es o no es su temible y odiado
torturador. Este es el punto de partida
de una película que es más berlanguiana que loachiana, con algunos toques de
hermanos Marx y mucha ironía. Pero esta ironía y este humor, que provoca
incluso la risa, no esconde nunca que estamos hablando de un torturador inhumano
al servicio de un régimen más inhumano aún. Lo que sucede en el film y sobre
todo en su tercio final, merecen la palma de oro que le otorgaron en Cannes.
Berlanga y Azcona la habrían aplaudido.
La cena, Manuel Gómez Pereira
Humor, ironía, caricatura
incluso, es lo que utiliza Manuel Gómez Pereira en La cena, película que adapta la obra de teatro La cena de los generales de José Luis Alonso de Santos, escrita en
1998 y estrenada diez años mas tarde. Sorprende que no se haya llevado al cine
mucho antes esta sátira política que pone en escena una situación grotesca. Dos
semanas después de acabada la guerra civil, Franco expresa su deseo de cenar en
el Palace con sus generales para celebrar la victoria. Inmediatamente se pone
en marcha el operativo cena al mando
de un joven teniente superado por los acontecimientos. En primer lugar el hotel
es ahora un hospital de campaña. Hay que recolocar a todos los enfermos para
habilitar el comedor. En segundo lugar todos los cocineros del Palace están en
la cárcel por rojos. Habrá que sacarlos y traerlos en un tiempo récord. Genaro,
el exquisito maitre del hotel, está
decidido a que la cena sea un éxito, mientras el joven teniente va solventando
los problemas que surgen, en especial la presencia autoritaria de un falangista
bastante insoportable. Reírse de Franco, del franquismo, de los militares,
darles el poder a los cocineros y al maitre
y tejer una alianza inesperada con el joven teniente, es el meollo de esta
divertida comedia que no quiere ser más que eso: una comedia, pero que acaba
siendo algo más, una desmitificación de un momento histórico. Nota aparte
merecen los actores: Alberto San Juan está perfecto en su encarnación del maitre, Mario Casas tiene la ingenuidad
y animalidad justa para el joven teniente y Asier Etxeandia hace un falangista
detestable. Pero para mí el gato al agua, o a la sopa, se lo llevan Elvira
Mínguez, una roba escenas indiscutible, la joven Nora Hernández y la borrachina
Carmen Balagué. Abstenerse los que buscan películas serias sobre temas serios.
EL RINCON DE LA PLATAFORMA
Limpia, Dominga Sotomayor Netflix
Casi tan clandestinamente como
el rodaje de Panahi, y sin darle ningún tipo de cobertura, Netflix ha estrenado
Limpia, de la chilena Dominga
Sotomayor. A veces no entiendo a las plataformas. Venden a los cuatro vientos
series y películas insulsas y dejan pasar un film como este. Si la comedia es
el mejor medio de ser efectivos en la denuncia de los abusos, el melodrama
también es un buen instrumento. En este sentido Limpia es un ejemplo impecable. En el Chile de ahora mismo, una pareja
de jóvenes profesionales, ambos blancos y con ideas progresistas, tienen
contratada a tiempo completo una criada para todo, Estela, una mujer indígena
que se ocupa sobre todo de cuidar a su hija pequeña Julia, para la que ninguno
de los dos parece tener tiempo. En esa casa lujosa, se establece muy claramente
las clases sociales y los deberes y derechos de cada uno. De todos menos de la
niña que lo único que sabe es que no quiere aprender a nadar porque es la mejor
forma que encuentra de rebelarse contra sus padres. Tampoco quiere prescindir
de Estela, ni siquiera cuando la criada recibe una terrible noticia. Se trata
de un film tranquilo, de silencios, de miradas, de escuchas, de emociones
contenidas, que funcionan muy bien para desenmascarar entre otras cosas, la
doble moral de tantos profesionales que se consideran de izquierdas pero en su
vida cotidiana se comportan de una manera muy poco moral. Limpia merecería no pasar desapercibida en medio del marasmo de
estrenos en plataformas.
Hablar de Limpia me ha hecho pensar en un pequeño ciclo de películas de criadas y señores que podría empezar con Diario de una camarera de Luis Buñuel, seguir con Ceremonia sangrienta de Claude Chabrol, Roma, de Alfonso Cuarón, Calladita de Miguel Faus y acabar con la serie La asistenta con Margaret Qualley.
El regalo de esta semana es
una silla bonita, se puede usar como se quiera.
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