sábado, 13 de mayo de 2017

ELECTRICIDAD Y CINE


(una foto de la época en que estudiaba Geografía)

Esta semana he tenido ocasión de volver al pasado, o mejor dicho de ver que podía haber sido mi vida si no hubiera tomado una decisión en un momento determinado. Como en La vida en un hilo de Edgar Neville. He vuelto a la Universidad de Barcelona para participar en un Simposio Internacional sobre La electrificación y el territorio, organizado por la Facultat de Geografia i Història. Esto merece una breve explicación. Yo estudié geografía, fui de la primera promoción licenciada en esa especialidad en el año 1972. Tenía profesores estupendos a los que recuerdo con mucho cariño: Tomás Vidal, Albentosa, Horacio Capel. Capel nos daba clases de Geografía humana y de Geografía urbana. Eran las que más me gustaban. De hecho, estuve tentada de quedarme en la universidad como otros de mis compañeros, trabajando con él. Pero se metió por medio el cine y tiró de mí con más fuerza. Ha sido Horacio Capel el que me ha devuelto a este momento ya que ha sido uno de los organizadores del Simposio, y fue él quien me llamó para participar en estas jornadas organizando una sesión de cine y electricidad, concretamente la electricidad y la ciudad. Escogí la película Berlín, sinfonía de una gran ciudad, de Walter Ruttman, del año 1927. Fue una proyección muy interesante, ya que los que la veían, casi todos por primera vez, lo hacían con ojos de geógrafos, no de espectadores de cine y mucho menos de críticos. Fue curioso y yo me encontré pensando que estaba en un lado de la mesa explicando cosas de la película, mientras en el otro lado estaban los profes y catedráticos, pero que según como hubiera sido mi vida, bien podría ser al revés y estar allí sentada escuchando a alguien que me contara cosas de la película.
Si alguien tiene curiosidad de leer el artículo El cine es electricidad, lo cuelgo en el otro blog, el de los textos, que tengo un poco abandonado.

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En cuanto a los estrenos de esta semana, hay algunas películas interesantes de las que doy algunos apuntes.
Paraíso, de A. Konchalovski, es la prueba de que el tema del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial sigue teniendo maneras nuevas de aproximación. En este caso, con un riguroso y hermoso blanco y negro, el director ruso cuenta una extraña historia de amor entre un oficial de la SS, responsable de un campo de concentración y una aristócrata rusa, miembro de la resistencia francesa, detenida por un policía colaboracionista del Gobierno de Vichy. Los tres hablan a cámara en una especia de confesionario donde relatan las circunstancias que les han llevado a estar en ese lugar, un purgatorio camino, o no, del paraíso. Sin caer en el sensacionalismo, sin abusar de las tintas negras, sin juzgar duramente a sus personajes, Konchalovski deja que sean sus acciones las que conduzcan al espectador a tomar partido en ese juego de tres. Un film útil, una película polémica, una historia para seguir pensando.

Maravillosa familia de Tokio, de Yoji Yamada. El veterano director japonés, que a sus 87 años rueda su película número 84 (me doy cuenta cómo ha cambiado el mundo al comprobar cuántos directores de más de ochenta años siguen trabajando activamente, hecho insólito hace un tiempo en que a los setenta años ya era complicado que les permitieran dirigir). Volviendo a la familia de Yamada, solo decir que sigue la estela de Ozu, como ya hizo en Una familia de Tokio, pero con más sentido del humor, con más ironía. Ya desde su planteamiento: la abuela de la familia cumple años y cuando su marido le pregunta que quiere que le regale, le dice con total naturalidad: el divorcio. Este hecho conmociona los cimientos de toda la familia que de pronto se replantea los roles de cada uno de ellos en  el conjunto.

Sicixia, de Ignacio Vilar. El 3 de diciembre del año pasado escribí de esta película en el blog. Entonces decía que no sabía muy bien donde se podía ver. Ahora tampoco lo tengo muy claro, pero como me gusta la propuesta del cineasta gallego, recupero el texto: “No sé muy bien donde se puede ver esta película. Una de tantas que se estrenan estos días para poder entrar en la competición de las nominaciones a los Goya y que a menudo se pierden entre la vorágine de la semana. Estoy hablando de Sicixia, de Ignacio Vilar, un nuevo ejemplo de la cinematografía gallega que intenta abrirse camino más allá de sus fronteras naturales. Y de fronteras habla este interesante trabajo. Frontera entre el documental y la ficción,  frontera entre la ciudad y el campo, frontera entre el hombre y la mujer. Con la excusa de un técnico de sonido encargado de recoger los murmullos de la naturaleza y el susurro de las voces de la Costa da Morte, Vilar nos acerca a las formas de vida más ancestrales que aún perviven en una Galicia que se mueve ella misma en la frontera entre la modernidad y la tradición. Pero no es solo eso. El hombre urbanita se siente fascinado por la naturaleza, por el mar y su fuerza, las montañas y su poder, las cuevas y sus misterios, el rio y sus ondinas. De todos ellos extrae el sonido que va poco a poco componiendo la banda sonora del film. Y en ese viaje le acompaña una mujer que le sirve de guía, no solo en los caminos del mar y la montaña, sino en el de sus propios sentimientos. Me gusta mucho esta película, me provoca (y esa es una de sus funciones, me imagino) muchas ganas de volver a Galicia. Búsquenla en la cartelera o en las plataformas. O simplemente imagínenla si no la encuentran”.







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