(una mujer en llamas de Ramon)
RETRATO
Esta semana se estrena una
película magnifica, una de las mejores del año. Al menos para mi. Se titula Retrato de una mujer en llamas, está
dirigida por Céline Sciamma y protagonizada por dos actrices que funcionan como
dos piedras preciosas engarzadas en una joya: Adèle Haenel y Noémie Merlant. La
historia pasa en 1770 en una isla lejana. En la gran mansión de la isla vive Héloise,
una joven obligada a casarse con un rico milanés que ha pedido un retrato para
conocerla. Pero Héloise se resiste a dejarse retratar porque no quiere casarse.
Su madre contrata entonces a Marianne, una pintora que llega a la isla con el objeto
de hacer el retrato de Héloise solo observándola, sin que ella lo sepa. Esta es
la premisa. A partir de aquí se abren infinitos caminos para la historia,
caminos que llevan a la reflexión sobre la representación, la realidad, el
poder del retrato para capturar el alma, robarla de alguna manera, la presencia
y la ausencia. Y el amor que surge en esos paisajes románticos y salvajes de mujer
joven en llamas dignos de un cuadro de Caspar D. Friedrich. La película tiene
una gran belleza, pero eso no sería suficiente para convertirla en una gran
película. Este retrato tiene un corazón ardiente bajo una luz fría, es puro
romanticismo en imágenes. Es un auténtico regalo.
***********************************************************************
MADRID
(el encuentro con Arturo
Ripstein y Paz Alicia Garciadiego en Cineteca
la foto es de Alcides Taleb)
1
He estado en Madrid invitada
por el Festival de Cine de Madrid que organiza la Plataforma de Nuevos
Realizadores, para presentar y acompañar a Arturo Ripstein y Paz Alicia
Garciadiego, Premio Mirada Internacional de este año, y a Paco Betriu, Premio
Mirada Nacional. Escuchar a Arturo Ripstein y Paz Alicia Garciadiego, es casi
un show, un espectáculo. Nunca se atropellan ni se pisan uno al otro, pero no
tienen reparo en contradecirse o replicarse, sobre todo Ripstein a Paz. En Madrid
asistí a dos encuentros con ellos. En uno como espectadora, en otro, como
interlocutora. Los dos fueron interesantes y sobre todo divertidos. El primero
tuvo lugar en la Casa de América y era una conversación con el periodista
Santiago Tabernero. Santi es muy cuidadoso y detallista y avanzó poco a poco en
la historia de esta pareja de creadores mexicanos. Quizás por eso, como cuando
estudiábamos historia y nunca llegábamos al siglo XX, en el caso de esta charla
nunca pasamos de los principios de uno y de su encuentro en 1985, hace ya 35
años y quince películas. No está mal, toda una vida y toda una carrera en
común. Pero no importó porque las preguntas de Santi eran inteligentes y ellos tenían
cosas que contar y las contaron provocando la sonrisa o directamente la risa
entre el público. El segundo encuentro con ellos fue en Cineteca Matadero
después de la proyección de La calle de
la amargura, su penúltimo film del 2015. (Han terminado otro, El diablo entre las piernas, que se
estrenó en Toronto y llegará a los cines en el 2020). Yo estaba de moderadora,
en lo que fue mas un coloquio que una charla, gracias a que el público
intervino mucho, (cosa rara) porque la película lo permitía y también permitía
hablar de su carrera. Hablar de Patricia Reyes Spínola, que aparece en trece o
catorce de sus películas; hablar de México, la ciudad, sus calles y barrios,
lugares especiales donde ellos ruedan sus especiales historias; hablar de
momentos o secuencias o películas; hablar de la huella que han dejado en el
cine mexicano, por ejemplo en Amat Escalante que se considera su seguidor.
Hablar de cómo trabajan juntos, cada uno en su terreno, pero con una idea
común; del origen de sus historias, de antropología y de memoria. Hablar de
cine y de vida o de una vida en el cine o del cine como vida. Estuvo muy bien. Fue
una lección y fue divertida.
Con Paco Betriu compartí un
coloquio después de ver Furia Española
en una copia inédita y única con alguno de los 22 cortes de censura
incorporados. Fue muy ameno y entretenido y sobre todo fue interesante
comprobar que la salvaje furia de esta película tan española tiene una carga de
transgresión que muchos directores de ahora mismo no se atreverían ni a
imaginar. Fue una estupenda ocasión de recordar que Paco merece un lugar en la
historia del cine de nuestro país.
(Madrid desde una ventana)
2
El día que Ripstein y Paz
Alicia estuvieron en Casa de América, vino a verlos Gerardo Herrero. Aproveché
para charlar con él de la película que se ha estrenado este viernes, El asesino de los caprichos. Comentamos
el pase en el Festival de Sitges, donde se presentó para acompañar la entrega
de la Máquina del Tiempo a Maribel Verdú, una de sus protagonistas. Gerardo
estaba muy contento, entre otras cosas, porque al acabar la proyección se le
acercaron varios espectadores a agradecerle haber hecho una película Normal. Es un elogio enorme, no solo
respecto al tipo de cine que se ve en el Festival de Sitges, sino en relación
al cine que se ve en general. Es cierto, El
asesino de los caprichos es una película normal. Cuenta una historia mas o
menos negra, la de un asesino en serie que tiene como sello poner en escena los
caprichos de Goya en cada uno de sus asesinatos. Dos inspectoras de policía muy
diferentes, Carmen, una mujer cínica y muy desagradable y Eva, sensata y
tranquila, investigan los crímenes. No hay mas y no hay menos. Una película
normal que entretiene sin pretender salvar el mundo ni el cine, con dos
actrices que funcionan en su contraste Maribel Verdú como la malhumorada Carmen
y Aura Garrido como la dulce Eva. Un film de género destinado al gran público,
en el que sin embargo hay algunas decisiones difíciles o arriesgadas que
Gerardo tuvo que tomar para conservar algo de lo que han hablado mucho los
Ripstein estos días: la verosimilitud del relato. No la verdad, no la realidad,
la verosimilitud. Y en aras de esa verosimilitud en El asesino de los caprichos hay algún giro de guión
arriesgado.
(un oso simpático en el Zoo)
3
Aprovechando que estaba en
Madrid, hice una cosa que hacía mucho tiempo quería hacer: ir al Zoológico. Me
sorprendió como sorprendió a todos los que estaban conmigo que quisiera ir al Zoológico.
Parece que nadie va al Zoo en estos tiempos. Nadie adulto, quiero decir, porque
niños había montones y era extraordinario verlos descubrir que el ¡Rey León
está vivo! No entiendo la manía que les ha entrado a los progres en contra de
los Zoos. Si entiendo que se quiera acabar con Zoos insalubres para los
animales, con espacios pequeños y descuidados, pero si el Zoo está bien y los
animales tienen espacio y pueden vivir en buenas condiciones, es una fuente de
placer, de alegría y sobre todo, para
los niños, de contacto con la naturaleza que esta tan lejos de su vida
cotidiana. Tuve la suerte de coincidir con tres de los espectáculos educativos
que ofrece el Zoo: el de los delfines, animales maravillosos e inteligentes,
divertidos y muy cariñosos. Hay nueve delfines en el delfinario y parece que
son muy felices. Luego vi un espectáculo de aves tropicales que volaban por
encima de los espectadores. Era muy bonito. Y el tercero era con dos leones
marinos que parecían divertirse mas que los espectadores. Supongo que los
animalistas pensaran que es una explotación de los pobres bichos y que soy una
inhumana por haber disfrutado viendo a elefantes, jirafas, osos y lémures en
“cautividad”. Quizás, pero me parece que acercar a los niños (y a mas de un
adulto) a los animales es casi tan importante como salvarlos (¿de quién?) Lo
único que se tiene que exigir es que estén bien cuidados, en buenas condiciones
ambientales y respetados. Lo mínimo que se puede pedir para cualquier ser vivo,
sea humano o animal.
4
Otra de las cosas que hice fue
ir a ver una de las muchas y excelentes exposiciones que hay en Madrid. Solo
una, no tuve tiempo de mas, pero valió la pena. Es una exposición en el Palacio
de Gaviria que se llama Brueghel.
Maravillas del arte flamenco. Es una gran exposición, con cuadros de todos
los Brueghel que son muchos mas que el que todos tenemos en la cabeza. Me gustó
mucho, pero no solo por los cuadros, preciosos casi todos. Me gustó constatar
que los cuadros flamencos de los Brueghel eran en realidad el cine del siglo
XVI. Mientras en la Europa Católica la pintura y el arte estaba controlada por
la nobleza y la iglesia y se dedicaba casi exclusivamente a servirles en forma
de retratos imperiales o historia sagrada (lo que no quiere decir que no haya
obras maestras) en los Países Bajos, dominados por el protestantismo y el
calvinismo, tenían como objeto de la pintura a la gente común, eso que se suele
llamar, el pueblo. Un pueblo que seguramente los burgueses que compraban esos
cuadros no veían mas que de lejos y tapándose la nariz, pero que han quedado
como representación de la vida y las costumbres de su tiempo. Son cuadros
narrativos en los que se cuenta una historia. Hay que verlos con calma buscando
todos sus rincones. Son cuadros llenos de cosas y de detalles que de repente te
llaman, como en una película cuando de repente ves un objeto, un árbol, un
vestido. Es un placer seguir esta magnífica muestra que no apabulla a pesar de
tener muchas y muy importantes obras. Hay comedias, melodramas, tragedias,
terror, crímenes y hasta algunas cosa que podíamos definir como
“experimentales”. Son cuadros “normales” que dejan memoria de su tiempo desde
la excelencia de su realización. Como el buen cine
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
La
semana que viene volveré a hablar de series, lo prometo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario