sábado, 19 de octubre de 2019

RETRATO Y MADRID



(una mujer en llamas de Ramon)
RETRATO
Esta semana se estrena una película magnifica, una de las mejores del año. Al menos para mi. Se titula Retrato de una mujer en llamas, está dirigida por Céline Sciamma y protagonizada por dos actrices que funcionan como dos piedras preciosas engarzadas en una joya: Adèle Haenel y Noémie Merlant. La historia pasa en 1770 en una isla lejana. En la gran mansión de la isla vive Héloise, una joven obligada a casarse con un rico milanés que ha pedido un retrato para conocerla. Pero Héloise se resiste a dejarse retratar porque no quiere casarse. Su madre contrata entonces a Marianne, una pintora que llega a la isla con el objeto de hacer el retrato de Héloise solo observándola, sin que ella lo sepa. Esta es la premisa. A partir de aquí se abren infinitos caminos para la historia, caminos que llevan a la reflexión sobre la representación, la realidad, el poder del retrato para capturar el alma, robarla de alguna manera, la presencia y la ausencia. Y el amor que surge en esos paisajes románticos y salvajes de mujer joven en llamas dignos de un cuadro de Caspar D. Friedrich. La película tiene una gran belleza, pero eso no sería suficiente para convertirla en una gran película. Este retrato tiene un corazón ardiente bajo una luz fría, es puro romanticismo en imágenes. Es un auténtico regalo.
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MADRID

(el encuentro con Arturo Ripstein y Paz Alicia Garciadiego en Cineteca 
la foto es de Alcides Taleb)
1
He estado en Madrid invitada por el Festival de Cine de Madrid que organiza la Plataforma de Nuevos Realizadores, para presentar y acompañar a Arturo Ripstein y Paz Alicia Garciadiego, Premio Mirada Internacional de este año, y a Paco Betriu, Premio Mirada Nacional. Escuchar a Arturo Ripstein y Paz Alicia Garciadiego, es casi un show, un espectáculo. Nunca se atropellan ni se pisan uno al otro, pero no tienen reparo en contradecirse o replicarse, sobre todo Ripstein a Paz. En Madrid asistí a dos encuentros con ellos. En uno como espectadora, en otro, como interlocutora. Los dos fueron interesantes y sobre todo divertidos. El primero tuvo lugar en la Casa de América y era una conversación con el periodista Santiago Tabernero. Santi es muy cuidadoso y detallista y avanzó poco a poco en la historia de esta pareja de creadores mexicanos. Quizás por eso, como cuando estudiábamos historia y nunca llegábamos al siglo XX, en el caso de esta charla nunca pasamos de los principios de uno y de su encuentro en 1985, hace ya 35 años y quince películas. No está mal, toda una vida y toda una carrera en común. Pero no importó porque las preguntas de Santi eran inteligentes y ellos tenían cosas que contar y las contaron provocando la sonrisa o directamente la risa entre el público. El segundo encuentro con ellos fue en Cineteca Matadero después de la proyección de La calle de la amargura, su penúltimo film del 2015. (Han terminado otro, El diablo entre las piernas, que se estrenó en Toronto y llegará a los cines en el 2020). Yo estaba de moderadora, en lo que fue mas un coloquio que una charla, gracias a que el público intervino mucho, (cosa rara) porque la película lo permitía y también permitía hablar de su carrera. Hablar de Patricia Reyes Spínola, que aparece en trece o catorce de sus películas; hablar de México, la ciudad, sus calles y barrios, lugares especiales donde ellos ruedan sus especiales historias; hablar de momentos o secuencias o películas; hablar de la huella que han dejado en el cine mexicano, por ejemplo en Amat Escalante que se considera su seguidor. Hablar de cómo trabajan juntos, cada uno en su terreno, pero con una idea común; del origen de sus historias, de antropología y de memoria. Hablar de cine y de vida o de una vida en el cine o del cine como vida. Estuvo muy bien. Fue una lección y fue divertida.
Con Paco Betriu compartí un coloquio después de ver Furia Española en una copia inédita y única con alguno de los 22 cortes de censura incorporados. Fue muy ameno y entretenido y sobre todo fue interesante comprobar que la salvaje furia de esta película tan española tiene una carga de transgresión que muchos directores de ahora mismo no se atreverían ni a imaginar. Fue una estupenda ocasión de recordar que Paco merece un lugar en la historia del cine de nuestro país.


(Madrid desde una ventana)

2
El día que Ripstein y Paz Alicia estuvieron en Casa de América, vino a verlos Gerardo Herrero. Aproveché para charlar con él de la película que se ha estrenado este viernes, El asesino de los caprichos. Comentamos el pase en el Festival de Sitges, donde se presentó para acompañar la entrega de la Máquina del Tiempo a Maribel Verdú, una de sus protagonistas. Gerardo estaba muy contento, entre otras cosas, porque al acabar la proyección se le acercaron varios espectadores a agradecerle haber hecho una película Normal. Es un elogio enorme, no solo respecto al tipo de cine que se ve en el Festival de Sitges, sino en relación al cine que se ve en general. Es cierto, El asesino de los caprichos es una película normal. Cuenta una historia mas o menos negra, la de un asesino en serie que tiene como sello poner en escena los caprichos de Goya en cada uno de sus asesinatos. Dos inspectoras de policía muy diferentes, Carmen, una mujer cínica y muy desagradable y Eva, sensata y tranquila, investigan los crímenes. No hay mas y no hay menos. Una película normal que entretiene sin pretender salvar el mundo ni el cine, con dos actrices que funcionan en su contraste Maribel Verdú como la malhumorada Carmen y Aura Garrido como la dulce Eva. Un film de género destinado al gran público, en el que sin embargo hay algunas decisiones difíciles o arriesgadas que Gerardo tuvo que tomar para conservar algo de lo que han hablado mucho los Ripstein estos días: la verosimilitud del relato. No la verdad, no la realidad, la verosimilitud. Y en aras de esa verosimilitud en El asesino de los caprichos hay algún giro de guión arriesgado. 


(un oso simpático en el Zoo)
3
Aprovechando que estaba en Madrid, hice una cosa que hacía mucho tiempo quería hacer: ir al Zoológico. Me sorprendió como sorprendió a todos los que estaban conmigo que quisiera ir al Zoológico. Parece que nadie va al Zoo en estos tiempos. Nadie adulto, quiero decir, porque niños había montones y era extraordinario verlos descubrir que el ¡Rey León está vivo! No entiendo la manía que les ha entrado a los progres en contra de los Zoos. Si entiendo que se quiera acabar con Zoos insalubres para los animales, con espacios pequeños y descuidados, pero si el Zoo está bien y los animales tienen espacio y pueden vivir en buenas condiciones, es una fuente de placer, de alegría  y sobre todo, para los niños, de contacto con la naturaleza que esta tan lejos de su vida cotidiana. Tuve la suerte de coincidir con tres de los espectáculos educativos que ofrece el Zoo: el de los delfines, animales maravillosos e inteligentes, divertidos y muy cariñosos. Hay nueve delfines en el delfinario y parece que son muy felices. Luego vi un espectáculo de aves tropicales que volaban por encima de los espectadores. Era muy bonito. Y el tercero era con dos leones marinos que parecían divertirse mas que los espectadores. Supongo que los animalistas pensaran que es una explotación de los pobres bichos y que soy una inhumana por haber disfrutado viendo a elefantes, jirafas, osos y lémures en “cautividad”. Quizás, pero me parece que acercar a los niños (y a mas de un adulto) a los animales es casi tan importante como salvarlos (¿de quién?) Lo único que se tiene que exigir es que estén bien cuidados, en buenas condiciones ambientales y respetados. Lo mínimo que se puede pedir para cualquier ser vivo, sea humano o animal.


4
Otra de las cosas que hice fue ir a ver una de las muchas y excelentes exposiciones que hay en Madrid. Solo una, no tuve tiempo de mas, pero valió la pena. Es una exposición en el Palacio de Gaviria que se llama Brueghel. Maravillas del arte flamenco. Es una gran exposición, con cuadros de todos los Brueghel que son muchos mas que el que todos tenemos en la cabeza. Me gustó mucho, pero no solo por los cuadros, preciosos casi todos. Me gustó constatar que los cuadros flamencos de los Brueghel eran en realidad el cine del siglo XVI. Mientras en la Europa Católica la pintura y el arte estaba controlada por la nobleza y la iglesia y se dedicaba casi exclusivamente a servirles en forma de retratos imperiales o historia sagrada (lo que no quiere decir que no haya obras maestras) en los Países Bajos, dominados por el protestantismo y el calvinismo, tenían como objeto de la pintura a la gente común, eso que se suele llamar, el pueblo. Un pueblo que seguramente los burgueses que compraban esos cuadros no veían mas que de lejos y tapándose la nariz, pero que han quedado como representación de la vida y las costumbres de su tiempo. Son cuadros narrativos en los que se cuenta una historia. Hay que verlos con calma buscando todos sus rincones. Son cuadros llenos de cosas y de detalles que de repente te llaman, como en una película cuando de repente ves un objeto, un árbol, un vestido. Es un placer seguir esta magnífica muestra que no apabulla a pesar de tener muchas y muy importantes obras. Hay comedias, melodramas, tragedias, terror, crímenes y hasta algunas cosa que podíamos definir como “experimentales”. Son cuadros “normales” que dejan memoria de su tiempo desde la excelencia de su realización. Como el buen cine
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La semana que viene volveré a hablar de series, lo prometo.




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