viernes, 31 de enero de 2025

ENCERRADOS

 

Entre las cuatro películas que me parecen más interesantes de este fin de semana no hay un nexo común aparente. Pero sí un poco más oculto. Las cuatro son historias de encierros. En una sala de control de una TV, en una masía en medio del campo, en una casa señorial y en uno mismo. Son películas que nacen de la pandemia aunque no tengan nada que ver con la pandemia. Nacen de unos meses en los que en todo el mundo vivimos encerrados en un único espacio donde nos vimos obligados a crear un universo propio. Son films de supervivencia, con pocos personajes, y un solo o casi, escenario. Pero por suerte, muy distintos entre sí.

 

Septiembre 5 de Tim Fehlbaum

Lo mejor de Septiembre 5 es su guion. Es perfecto, funciona como un mecanismo de relojería. Todo encaja donde tiene que encajar. Los actores convierten este guion en algo emocional y moral,y la cámara lo dota de una electricidad y agilidad casi imposibles de conseguir en un espacio cerrado y pequeño donde se apelotonan técnicos y realizadores frente a un conjunto de pantallas con las que tienen que jugar para contar la noticia. La noticia que el equipo de la ABC norteamericana se preparaba a dar el 5 de septiembre de 1972 era la de las competiciones del día en las Olimpiadas de Munich. Pero la noticia que se vieron obligados a dar fue la del secuestro del equipo olímpico israelí por parte del movimiento islamista Septiembre Negro. Era una situación inesperada para ellos, un grupo de profesionales de la redacción de deportes, que por su privilegiada posición fueron los primeros y los únicos que transmitieron el terrible secuestro en directo. Tuvieron que luchar para convencer a la emisora que estaban capacitados para hacerlo, inventar nuevas formas de filmar y acercarse a la noticia que se estaba produciendo en la Villa Olímpica. Lo que hicieron aquel día cambió para siempre la manera de dar noticias en directo. En ese sentido, el film es casi un documental de cómo funciona una sala de control y los diferentes enfoques que utiliza: cámara desde el tejado, cámara y retransmisión desde un punto cercano, documentación, presentador en estudio, entrevistas. Fue un día  muy largo. Pero la película no tendría el valor y la importancia que tiene solo por esto. Lo que hace de Septiembre 5 un film que debería enseñarse en todas las facultades de comunicación y pasarse en sesiones de trabajo en las redacciones de los medios de comunicación, es el dilema moral al que se enfrenta este equipo y su director: ¿deben informar de algo sin haberlo contrastado debidamente, o deben dar la noticia para no perder la oportunidad de ser los primeros? Ninguno de los que nos dedicamos al periodismo, aunque sea el de cine o el de cultura, nos podíamos sentir ajenos a este dilema. ¿Qué hacer? Recuerdo una situación muy alejada en dramatismo y en consecuencias a la de los profesionales de la ABC, pero que para mí fue determinante en mi manera de entender esta profesión. Fue en un festival, en Berlín concretamente. Mi amistad con un miembro del jurado, me permitió saber cuáles eran los premios varias horas antes de que se anunciaran. En ese tiempo en que no había twiter, ni teléfonos móviles, llamar a la redacción y decir los premios antes que nadie, era una tentación. ¿Qué debía hacer? ¿Traicionar a mi amigo que me lo había contado? ¿Arriesgarme a que otro se enterara y lo publicara antes? Reconozco que dudé. Al final no lo hice, no llamé a la redacción y como era de suponer, alguien de la competencia que también se había enterado, lo publicó. Pero yo me sentí bien conmigo misma. Fue ese día el que descubrí que no tenía madera de periodista. Lo que a mí me gustaba y me gusta, es escribir de cine. Por eso entendí muy bien el dilema al que se enfrentó este grupo humano que cambió la televisión. Un film ejemplar.

 

Tierra Baja de Miguel Santemases

El encierro de Carmen es hasta cierto punto envidiable. Carmen es Aitana Sánchez Gijón en todo su esplendor de mujer de cincuenta años. Carmen es guionista, pero ha dejado la profesión, “el cine me ha dejado a mí”, y se ha retirado a vivir en la casa de sus abuelos cerca del pueblo de Teruel Belmonte de San José, en el Bajo Aragón. Carmen es feliz sola, aunque todo el mundo se empeña en intentar ayudarla. Tiene pocos amigos, pero conoce a todo el pueblo. Un día, Carmen recibe una postal y hace una llamada de teléfono. Poco después, recibe una visita. La llamada nos da una pista de lo que pasa, pero hay que estar atento; la visita es la de un antiguo amor, un hombre al que quiso mucho, pero del que se separó hace veinte años. Él es director de cine, quiere que Carmen lea y corrija un guión que va a dirigir. A pesar de sus reticencias, Carmen acepta. No solo leer el guión, acepta que él vuelva a su vida. Y se pone a escribir. Esto es todo, pero es mucho. Lo mucho lo pone el paisaje, la casa, el pueblo, el cielo, los olivo, el gran árbol refugio. Lo mucho lo pone un perro al que Carmen acaba queriendo. Lo mucho lo pone la noche y la imaginación. Todo transcurre bajo la luz de un sol tardío, los tonos marrones de la tierra, el color verde de los olivos. Y una mujer que renace, que vuelve a vivir. Que toma una decisión y supera su encierro. Me gusta mucho esta película aragonesa, me gusta mucho que reivindique paisajes y espacios que no se han visto en el cine, Alcañiz es precioso, y la historia, en su sencillez, te conmueve. Un gran fresco de esa España vaciada y un buen reclamo para el eslogan “Teruel existe”. Existe y es realmente hermoso.

 

Fin de fiesta de Elena Manrique

Por muy bonito que sea el lugar, y lo es, no apetece nada estar encerrado entre los muros de ese gran jardín y las paredes de esa casa señorial andaluza. Lo que hace que no apetezca es su propietaria Carmina, una mujer rica, muy rica, poderosa, muy poderosa, heredera de una familia de terratenientes que domina el pueblo desde siempre. En esa casa trabaja Lupe, una criada para todo, explotada sin ninguna consideración por Carmina, que sabe que sin ella no podría vivir, pero es incapaz de agradecérselo. A esa casa llega Bilal, un inmigrante senegalés, recién desembarcado de una patera, que en su huida de la guardia civil acaba refugiándose en el cobertizo del jardín. Descubierto por Carmina y una vez superado el susto de encontrarse un adolescente negro en su propia casa, Carmina decide ayudarle porque ella es muy comprensiva y “un poco roja”. La única condición que le pone es que Lupe no se entere y para eso lo encierra en el cobertizo con libros y comida. Un Bilal agradecido acepta esta ayuda y el disfrute de la casa, la piscina, pero insiste en que él lo que quiere es ir a Marsella. Carmina le disuade continuamente, “ahora no, es muy peligroso” y mientras tanto se dedica a usarlo como un juguete nuevo, una muñeca de tamaño natural, hasta el punto de casi esclavizarlo. Cuando Lupe lo encuentra, el film da un giro, entre Bilal y Lupe se establece una complicidad de clase contra Carmina, Lupe si quiere ayudarlo. Lo que pasa cuando los tres personajes se encuentran y la señora se da cuenta que Lupe sabe que Bilal está en la casa es lo que cuenta la segunda parte del film que dedica su último tercio a relatar una delirante fiesta de señoritos andaluces, auténticos parásitos, hasta llegar a ese fin de fiesta anunciado en el titulo. Ejemplo del nuevo cine andaluz, Fin de fiesta se mueve en un terreno más propio de la comedia negra o el cine social, sin ser ni una cosa ni otra. Su cinismo convierte su sequedad en frescura y las tres actrices que componen este triángulo emocional son realmente estupendas.

 

Memorias de un caracol, de Adam Elliot

En rigor esta película, la más encerrada de las cuatro, debería llamarse, Memorias de una mujer caracol. Porque eso es esta triste y hermosa fábula en stop motion, que empieza con una anciana gritando “Patatas”. La anciana es Pinky, la única amiga de Grace. Y es Grace, una mujer triste y solitaria, la que le cuenta su vida a Sylvia, una caracol que forma parte de su colección. Porque Grace colecciona caracoles de todo tipo y sabe todo lo que hay que saber de los caracoles. Incluso lleva un sombrero de caracol y ella misma se siente un caracol. El día que Grace y su hermano mellizo Gilbert nacen, muere su madre y ellos se quedan al cuidado de su padre. Durante unos años son felices, los niños leen, se ayudan, están juntos. Papa los adora aunque no se pueda mover de una silla de ruedas. Y Grace empieza coleccionar caracoles. Pero cuando el padre muere, a Grace y Gilbert los separan para ir a distintos hogares de acogida. No cuento mas, solo decir que Grace se hace cada vez más caracol aunque no todos los caracoles acaban mal. La vida puede ser dura, de tonos apagados, agobiante, pero siempre deja una salida. Y aunque sucedan cosas terribles, y suceden en la vida y en la memoria del caracol Grace, como decía Sisa, Qualsevol nit pot sortir el sol. Cualquier noche puede salir el sol y Grace, cualquier día podrá salir de su concha. Cine de animación para adultos, inteligente, con humor negro y tierno. Y un personaje adorable, la vieja e imprevisible Pinky que le roba la película a Grace y Grace se la cede encantada. 

El regalo de esta semana es un caracol que Ramon me ha dibujado y que estoy segura le encantaría a Grace

 


 

 

 

sábado, 25 de enero de 2025

SOBREVIVIR

 

Vivir después de la muerte de otra persona o después de un determinado suceso.

Vivir con escasos medios o en condiciones adversas.

Permanecer en el tiempo, perdurar.

(de los diccionarios)

 

A veces me cuesta encontrar un nexo común entre películas muy distintas, pero esta semana me ha venido casi sin darme cuenta: Sobrevivir. Eso es lo que relaciona tres films tan diferentes que tienen como protagonistas un gato dibujado, un escritor fracasado y un arquitecto imaginado. 

 


Flow, un mundo que salvar, Gints Zilbadolis

Gints Zilbadolis tiene un nombre difícil, lógico si pensamos que es un joven director de cine letón. Aunque sea difícil no deberíamos olvidarnos de él. Mejor dicho, no deberíamos, ni yo creo que pudiera, olvidarnos de la(s) maravillosa(s) criatura que ha dibujado: un gato negro, pequeño, listo, solitario. Un gato que sobrevive en un mundo anegado por las aguas. Flow, un mundo que salvar no es una película hablada, es una película maullada, y ladrada y cantada. En esa aventura casi bíblica, los animales son animales, no están humanizados como en Walt Disney o en los cuentos. Son animales y se comportan como tales. El protagonista absoluto es un gato de grandes ojos dorados. En el mundo post apocalíptico en el que vive, los humanos han desaparecido y un gigantesco tsunami inunda poco a poco la tierra. Cuando su casa acaba sumergida bajo las aguas, el gato encuentra la salvación en un barquito de vela. Superando su miedo al agua, el gato salta a la embarcación donde se encuentra con un capibara, extraño animal brasileño de la familia de los roedores bonachón y dormilón. Poco a poco, esa pequeña barquita sin Noé, se va llenando de animales, una imponente ave secretario que se hace cargo del barco, un lémur de cola anillada, especie de urraca peluda que recoge toda clase de objetos. A ellos se sumará un perro labrador todo cariño y docilidad y algunos otros perros menos amables. Juntos emprenden un viaje siguiendo el curso del agua,  una aventura no exenta de peligros, en la que las alianzas serán imprescindibles para poder sobrevivir. Un fondo boscoso de enormes columnas y espacios urbanos misteriosos, de líneas bien definidas y colores brillantes, es el escenario donde este gato inolvidable corre, nada, trepa, duerme y come. Cosas que hacen los gatos porque son gatos. La historia es sencilla y la moraleja fácil; frente a la adversidad, mejor unidos aunque seamos distintos, que peleados cada uno por su lado. Haríamos bien los europeos en aprender de este grupito de animales si queremos sobrevivir al tsumani que se nos viene encima. Que cada uno escoja quién quiere ser: yo me pido el gato.

 


Miocardio, José Manuel Carrasco

En esta película claustrofóbica estamos ante un auténtico naufrago urbano que sobrevive con casi nada, mejor dicho sin nada, porque ha perdido toda su autoestima. La película empieza con una entrevista a un hombre mayor, un poco calvo, tristón (Luis Calleja). La entrevistadora le pregunta cómo empezó todo y él le cuenta. Le cuenta como una mañana, Pablo (únicamente Vito Sanz podía decir esos diálogos y poner esa cara de bebé viejo) se despierta y se da cuenta que ha tocado fondo, solo le queda suicidarse. Pero suena el teléfono. Corre a buscarlo, es Ana, una antigua novia que le anuncia que va a ir a verle. Y ahí está Ana, (Marina Salas) tan guapa como siempre. A partir de aquí, el narrador va contando la misma situación hasta cuatro veces, alterando las posiciones de los dos protagonistas. Y a través de esas cuatro repeticiones, vamos descubriendo su historia de amor y de desamor. Casi el mismo tema que Los años nuevos o Volveréis (Vito hace la conexión con Trueba), pero sin salir nunca de esa casa/prisión/salvación. Hay varias cosas curiosas en este pequeño y sencillo film. Una es la aparente base teatraln un solo espacio, dos personajes, que sin embargo no es nada teatral. La manera como se mueven en la escena los personajes y la forma de mirarse que dice tanto como las palabras, es algo difícil de ver en un escenario. Otra es la coincidencia de contar historias de parejas que se juntan, se rompen y se vuelven a juntar. Debe ser la crisis de los 40 años. La tercera es la profesión de cada uno de ellos. Pablo es un escritor de una sola novela, joven promesa que nunca llegó a escribir la segunda novela: un fracasado. Ana es actriz, la joven promesa que no superó nunca sus miedos: una fracasada. Cuando dos fracasos creativos se juntan, puede que surja la chispa y alguno de ellos consiga salir adelante. Una última cosa. Los efectos de la pandemia de hace ya ¡cuatro años! siguen viéndose en el cine. Esta es una película claramente de pandemia aunque nunca se diga esa terrible palabra. Si por desgracia nos vuelve a caer otra catástrofe del tipo que sea, siempre nos podremos refugiar en casa y recordar amores pasados.

 


The Brutalist, Brady Corbet

Es una de las películas del año. Sin duda. Aunque solo sea por su duración, casi cuatro horas, con un intermedio para estirar las piernas, por estar filmada en celuloide y en formato 70 mm. The Brutalist es CINE, una ópera, la ópera de un superviviente nato. László Tóth es judío, húngaro, arquitecto e intelectual. Cuatro cosas muy mal vistas en los oscuros años treinta y los terribles años cuarenta. László sobrevive al nazismo, a los campos de exterminio, a la larga travesía hasta la tierra prometida que le recibe con una imagen del revés, anunciado que no será fácil alcanzar la libertad. Sobrevive incluso a la mediocridad del American Way of Life y a la miseria que le lleva a tocar fondo. Ante las adversidades de la historia y de la sociedad, László es capaz de rearmarse. Pero en cambio, sucumbe ante el éxito que no esperaba, o sería mejor decir, ante el arrollador poder del dinero y lo que lleva como control y dominio de su voluntad, de su obra. La tentación es grande; construir un gran edificio brutalista a la gloria de la madre del gran capitalista Harrison Lee Van Buren, es decir, a su propia gloria. Todo parece irle bien. László consigue que su mujer y su sobrina se reúnan con él en América para vivir el sueño americano. Parece que puede dejar de sobrevivir y ponerse a vivir y a crear. Hasta que se encuentra frente a frente con la auténtica realidad de lo que quiere el dinero: poseerlo. Totalmente. Y de paso, destruirlo. El escenario de pesadilla donde se consuma la posesión de László no podía ser más espectacular ni más hermoso, las canteras de mármol de Carrara, imponente túmulo funerario para un arquitecto acabado. László Tóth es un personaje inventado (reconozco que en algún momento dudé si era real o no) al que llena de vida y de dolor creativo Adrian Brody. Su némesis, el rico capitalista sin escrúpulos, el Ciudadano Van Buren que lo quiere todo, es un creíble y ambiguo Guy Pearce. Tanto uno como otro tienen modelos a los que parecerse. De hecho, el personaje de Tóth parece inspirado en Ernő Goldfinger, un arquitecto húngaro que encontró refugio en Gran Bretaña en los años treinta. Goldfinger (una leyenda urbana dice que Ian Flening llamó así a uno de sus villanos por culpa de Ernő) fue uno de los representantes del movimiento arquitectónico conocido como Brutalismo, de donde toma el nombre la película. Esta arquitectura surgida en los años 50 como respuesta a la arquitectura de los años treinta y cuarenta, utilizaba materiales no manipulados, ladrillo y hormigón, en bloques de construcción de líneas rectas y colores monocromes. Herederos de La Bauhaus y de Le Corbusier, la arquitectura brutalista tuvo una deriva de gran utilidad en la construcción de viviendas sociales y tuvo una deriva perversa en el colosalismo soviético. Algunos de los grandes edificios construidos en esos años se encuentran entre los más famosos y reconocidos de la arquitectura de posguerra. La película de Brady Corbet no solo toma de ellos su título y la inspiración de su personaje principal. Como los brutalistas, Corbet deja ver los materiales que utiliza, construye un film de líneas cortante y en ángulo, frío y totalitario. Pero nada de eso impide que sea una gran película. Un monumento a la memoria de un tiempo que creíamos desaparecido pero sigue ahí, como una nube negra que nos amenaza.

El regalo de esta semana no podía ser otro que nuestra gata, la Negrita, excelente compañera para el gato negro de Flow.



 

 

 

 

 

 

sábado, 18 de enero de 2025

UN LIBRO, UNA OREJA

 

Esta semana que acaba con la muerte inesperada y casi inaceptable de David Lynch, aprovecho para hablar de un libro en el que he colaborado y rescatar una serie que me ha gustado.

 


El libro: Clásicas, modernas y extrañas. Historias feministas del cine. Colección Nosferatu

Elisa McCausland y Diego Salgado me pidieron el año pasado colaborar en un libro colectivo que iban a coordinar ellos. Se trataba de hacer una relectura de la presencia de las mujeres en la historia del cine, pero no desde un punto de vista ni historicista, ni académico. Ni siquiera cinéfilo. Para conseguir este objetivo, hacer un libro ecléctico pero riguroso, diverso pero con un eje central, contaron con diez colaboradores que, junto con ellos, escribimos los doce capítulos que lo componen. A mí me encargaron el primero, el que abre el libro. Toda una responsabilidad. Bajo el título de Las autoras polimorfas del cine mudo, se encuadraban las pioneras que en una época en la que el cine no era una industria ni una cultura, un tiempo en el que hacer películas era una aventura tanto física como del pensamiento, estas mujeres tuvieron un enorme protagonismo en las creación de los fundamentos de un lenguaje y un arte. He pensado mucho en estas pioneras viendo los devastadores incendios de Los Ángeles que han devorado una buena parte de la fábrica de los sueños que ellas contribuyeron a crear. Estos incendios son terribles no solo por la pérdida de casas, bosques y vidas, lo son, al menos para mí, porque de alguna manera destruyen un legado de imaginación, destruyen la idea de un cine que alimentó el imaginario de la gente desde hace mas de cien años. No sé que habrían sentido Alice Guy o Lois Weber viendo como su querido Hollywood ardía sin piedad. 


Pero bueno, vuelvo al libro coordinado por Elisa y Diego, Clásicas, modernas y extrañas. Estructurado en tres partes, cada una de ellas consta de cuatro capítulos en los que se avanza de forma transversal en el tiempo. En Clásicas, tras las pioneras, aparecen las estrellas como autoras en el cine clásico, y las técnicas, montadoras y otros oficios, como parte fundamental de la formación de un lenguaje. Casa, ciudad, paisaje es un texto sugerente que sitúa la mirada femenina como urbana en el cine de los años cuarenta y cincuenta. Modernas abarca los años sesenta a ochenta con aproximaciones desde el cine de autor y el cine de estudio. En este grupo de artículos el más interesante es el que escribe Elisa Mc Causland sobre Madres e hijas, un tema que daría para hacer una tesis doctoral; y la reivindicación del cine comercial que hace Elsa Fernández-Santos. Extrañas era el fragmento más complicado ¿Qué es ser extraña? A esto intentan dar respuesta los cuatro capítulos entre los que me ha gustado mucho el escrito por Desirée de Fez sobre la lo que ella llama Las edades de frontera, la adolescencia y la tercera edad. Pero si hay un texto realmente innovador y revelador, es el que cierra el libro, Ríos de sangre en el ojo del huracán, escrito por Diego Salgado donde, desde una perspectiva en los márgenes, traza una completa contrahistoria, en la que recoge todas aquellas creadoras, autoras, o simplemente outsiders, que desde el cine más marginal, el weird, el trash y el underground, sin tener en cuenta la industria o la crítica y sin necesidad de nadie, hicieron un cine completamente desprejuiciado. Estas contra autoras, presentes desde el cine mudo hasta ahora mismo, querían ganarse la vida haciendo lo que les gustaba sin aceptar ningún control, Para mí este artículo ha sido una auténtica sorpresa en el que he reconocido algunos nombres, pero he descubierto muchos otros. Y me ha encantado ver que el espíritu que impulsaba a las pioneras, de alguna manera sigue vivo en estas mujeres, las más olvidadas de las olvidadas. 


La serie: The Listeners. Filmin

The Listeners es una serie extraña (no es clásica, ni moderna) solo extraña. Está dirigida en sus cinco episodios por Janicza Bravo, un nombre habitual en las series; el guión es de Jordan Tannahill sobre su propia novela y está protagonizada por Rebeca Hall. The Listeners significa literalmente Los que oyen. Pero ¿qué oyen estos oyentes? Oyen un zumbido, lo que ellos llaman The Hum. Es un leve sonido que solo captan algunas personas. Como los misteriosos acufenos que nadie sabe explicar que son. Me imagino que el novelista y guionista debe tener acufenos y ha escrito esta novela que roza el horror como exorcismo contra ellos. Igual que a los que oyen estos ruidos permanentemente, los médicos son incapaces de darle una explicación a Claire de que es lo que oye y la perturba tanto. Este es el planteamiento de la serie, un misterioso ruido, una mujer que poco a poco se va desequilibrando, y una sombría comunidad de listeners en la que Claire encuentra refugio. No es una serie redonda, y como tantas otras, no saben acabarla bien. En todo caso no la saben acabar a la altura de la propuesta inicial. Pero vale la pena verla para intentar entender lo que les pasa y lo que viven los auténticos y reales listeners: todas las personas que padecen acufenos.

 

(una imagen lynchiana del propio Lynch)

La oreja de David Lynch

Nos ha cogido por sorpresa a casi todos. Lynch ha muerto. Pero ¿puede morir alguien como David Lynch? Yo creo que no. Puede desaparecer el cuerpo Lynch, pero el mundo Lynch, lo lynchiano, su universo hecho de girones de azul, no desaparecerá, como no ha desaparecido lo fordiano, del John Ford al que Lynch prestó su cuerpo en una última aparición memorable. Lynch siempre me gustó. Aun recuerdo las peleas siempre estimulantes, pero peleas al fin y al cabo, con José Luis Guarner por su postura frente a Terciopelo azul. De Lynch he escrito mucho, en distintos formatos y espacios, pero de lo que estoy más contenta es de un texto que reproduje en el blog hace años. Se trata de un texto que escribí en el 2006 para un libro colectivo que se llamaba Universo Lynch. El texto seguía su trayectoria (hasta ese momento) tirando de un invisible hilo azul que unía todas sus películas. Ahora que el Lynch cuerpo ha muerto, recuperar el Lynch azul de su cine puede ser un pequeño consuelo. Si alguien tiene ganas y tiempo de buscar El invisible hilo azul de David Lynch está en la entrada del 12 de junio del 2021.

El regalo de esta semana es una oreja lynchiana, una oreja que escucha.



 

sábado, 11 de enero de 2025

REPÓQUER ESPAÑOL

 

Se estrenan esta semana cuatro películas españolas.,  las cuatro tienen alguna cosa que las hace interesantes o especiales. Hay un documental precioso, un duelo madre e hija, una madre dividida y unas novias no demasiado felices. El repóquer se completa con una serie ambiciosa y desigual, pero importante.


As de Diamantes: Ciento volando de Arantxa Aguirre

Este documental es un diamante pulido. Pulido por la mirada de Arantxa Aguirre que se acerca al mundo creativo de Eduardo Chillida desde una perspectiva nueva. No es un documental biográfico, es un documental sensitivo. La protagonista es la casa museo de Chillida, Chillida Leku, la obra que construyó lentamente para que fuera el hogar de sus esculturas, la casa y el jardín, un jardín que invita a pasear y a dejarse mecer por el baile de las hojas en la superficie pulida de las  esculturas, un baile que da la sensación de que son las esculturas las que danzan con la luz. Ciento volando nos descubre otro Chillida, mas oculto, mas callado, mas intimo y sobre todo nos acerca a una obra impresionante: el proyecto del museo al aire libre de Chillida Leku. El titulo ya es una invitación a acercarse a este mundo. En una carta que Eduardo le escribe a su mujer Pilar, en un momento de dudas, le dice que “más vale ciento volando que pájaro en mano”, dándole la vuelta al refrán. Un refrán conservador que se transforma en soñador al enunciarlo de otra manera. Ciento volando, es una invitación a andar y pensar a la sombra de esculturas que bailan.

 


As de Picas: Desmontando un elefante, Aitor Echevarría

Una pica es algo que hace daño, punzante, la punta de una espada. Este film, debut en el largometraje de Aitor Echevarría, conocido como director de fotografía, tiene dos picas, dos punzones. La madre, Emma Suárez, la hija, Natalia de Molina. ¿Y el elefante? El elefante no es otro que el alcoholismo y su dependencia. Marga, la madre, arquitecta y muy inteligente, ha estado toda su vida entrando y saliendo de clínicas de desintoxicación para su adicción al alcohol. Blanca, su hija menor, bailarina con muchas inseguridades, intenta ayudarla y comprenderla. Entre las dos está el elefante de la dependencia de Marga. La película se mueve entre los ensayos de Blanca en una coreografía que es casi un combate y las rutinas de Marga en un intento de dominar su deseo de beber. Ellas tienen las mejores secuencias, los momentos más tensos. El duelo que establecen es lo mejor de la película en la que la figura de Darío Grandinetti, el padre, queda completamente desdibujada. Casi tan desdibujada como el propio alcoholismo, un elefante más presente en lo que no se ve que en lo que vemos. Un elefante que llena los espacios vacíos entre estas dos mujeres, tan distintas y al mismo tiempo tan cercanas. Un buen melodrama

As de Corazones: La mitad de Ana, Marta Nieto

La ópera prima de Marta Nieto es toda corazón. O la mitad del corazón. Ana es madre de Son, una niña de ocho años, una niña que quiere ser, o cree que es, un niño. Son empieza a sentirse mal en su papel de niña y Ana empieza a sentirse mal en su papel de madre. Ana es la propia Marta Nieto, desdoblada en actriz protagonista y directora. Una Marta dividida. Lo más interesante de una propuesta que merece ser tenida en cuenta, es el uso que hace del arte, concretamente de un cuadro muy especial. Porque Ana es vigilante en el Museo Reina Sofía donde, en la soledad de su sala, acaba siendo hipnotizada por el cuadro Un mundo, de la pintora vanguardista Ángeles Santos, un cuadro pintado en 1929, cuando la autora tenía 18 años. En este mundo onírico en el que habitan seres extraños y hadas que vuelan, Ana se pierde en las luces que iluminan las casas y las calles de una ciudad que ella reconoce. Para Ana, ese cuadro es un misterio, como lo es su hija y su deseo de ser otro. La mitad de Ana, o la mitad de Marta, anuncia una directora que dará mucho juego.

 


As de Trébol: Las novias del sur, Elena López Riera

Un trébol de cuatro hojas, de cuatro retratos, en realidad de varios retratos, de las novias del sur, las novias del pasado, las que posaban felices y asustadas, con sus vestidos blancos y sus ramos de flores, antes de darse de bruces con una realidad que casi nunca era de color de rosa. A partir de una foto de su madre el día de su boda, la directora se pregunta cómo debió sentirse esa mujer más joven que ella en este momento. Y eso la lleva a preguntar a un pequeño grupo de mujeres mayores el recuerdo de su boda, su vida de casadas, su primera vez. Lo que surge es un diálogo fresco y desinhibido en el que las mujeres se abren a contar experiencias y emociones muy intimas. Las novias del sur combina estas entrevistas de plano fijo y voz en of de la directora, que asume un rol fundamental en el relato, con materiales de archivo, fotos y videos domésticos. El resultado es tanto un film antropológico, como una historia de amor de distintas caras. Un trébol de vidas.

(Las novias del sur es un mediometraje de 45 minutos, una rareza entre los estrenos)


( la complicidad entre Sorogoyen y Trueba se ve en Volveréis: Alejandra visita el rodaje de Los años nuevos)

Comodín: Los años nuevos, Rodrigo Sorogoyen, Paula Fabra, Sara Cano, Movistar

El repóquer de esta semana lo hacemos con el último trabajo de Rodrigo Sorogoyen, por primera vez sin la inseparable Isabel Peña. Los años nuevos es una propuesta distinta en el terreno de las series. Está pensada como una película, realizada como si fuera cine. Tiene dos temporadas, pero en realidad es una unidad. Cuenta la historia de Ana y Oscar. Los dos cumplen años el 1 de enero. Cuando se conocen en la Nochevieja del 2015, están a punto de cumplir 30 años. Oscar es médico, Ana intenta encontrar su lugar en la vida. Los seguimos en su evolución como pareja y después como dispareja, a lo largo de diez años. En los cinco primeros, su relación se va construyendo poco a poco y culmina en un viaje a Berlín decisivo para sus vidas. En los cinco segundos vemos sus vidas separados y como una extraña fuerza del destino los va volviendo a acercar. A veces, aunque luches en contra, lo que está escrito está escrito, y estaba escrito que Ana y Oscar tenían que estar juntos. No hago ningún spoiler con esto porque no aclaro que les pasa en ese último año nuevo en el que cumplen 40 años. Interpretada por Iria del Río y Francesco Carril, esta serie tiene un extraño y curioso paralelismo con el cine de Jonás Trueba, (de hecho Franceso Carril es un habitual en su cine). Lo que Trueba ha ido construyendo película a película entre Itsaso Arana y Vito Sanz, desde que se conocen en La virgen de agosto, hasta que se separan en Volveréis, es casi lo mismo que les pasa a Ana y Oscar en Los años nuevos. Pero en este caso, la necesidad de llenar diez horas de serie, juega un poco en contra del conjunto, porque igual que en la vida, no todo es tan digno de ser contado y hay muchos momentos muertos o simplemente anodinos, que en el cine de Trueba no tienen cabida porque en una película el ritmo es otro y en la serie de Sorogoyen, pesan en algunos capítulos. Para mí, la segunda parte, los cinco capítulos de ellos separados pero añorándose, son mejores que los primeros cinco. Probablemente porque los personajes son más interesantes al hacerse adultos, o también, porque el mundo en crisis pero controlado, donde todo se daba por sentado, del fin de año del 2015 al fin de año del 2019, saltó por los aires en el 2020 y aun ahora no nos hemos recuperado de esa fractura emocional. Sorogoyen recomienda ver la serie seguida, cosa bastante complicada porque dura casi diez horas, pero en todo caso, si vale la pena ver cada una de las dos temporadas sin cortes. Es una manera de apreciar mucho mejor este fino retrato de una pareja de ahora mismo, del final de la juventud, de los deseos perdidos y los deseos conseguidos. Los años nuevos nos hace recordar como éramos y que hacíamos no hace tanto tiempo. Su cotidianidad y su naturalidad son la mejor baza para compartir las vidas de Oscar y Ana.

El regalo de esta semana es  una acuarela verde y naranja, una hoja del jardín con una flor del granado



sábado, 4 de enero de 2025

REGALOS

 

Aprovecho esta primera semana del año para hacer cuatro regalos tres estrenos de cine y una serie. Recupero una película del año pasado (solo de la semana pasada) y la enlazo con dos películas importantes de esta semana. La serie es algo especial.

 


Regalo Italiano 1

Parthenope de Paolo Sorrentino

Sorrentino siempre me gusta. Unas veces todo (La gran belleza, Fue la mano de dios), otras veces imágenes sueltas, secuencias aisladas. Parthenope se mueve entre los dos polos. No me gusta todo, pero hay cosas que me gustan mucho. A veces con las películas de Sorrentino tengo la impresión de que nacen de una imagen primera y una imagen final. Y después, busca como ligarlas. En el caso de Parthenope esa imagen primera es tan brillante como la de La gran belleza: una carroza del siglo XVIII flotando sobre las aguas con la ciudad de Nápoles al fondo. Ni Fellini la habría hecho mejor. La imagen final también es felliniana, pero teñida de sorrentino puro: Stefania Sandrelli en una calle de noche, mientras se oyen los cantos de los tiffosi del Nápoles celebrando la victoria de su equipo acercándose lentamente como un barco en el océano. Estas dos imágenes encierran la historia de Parhenope y de paso la de Nápoles y de paso la de Italia y si me apuran, la de Europa. Quizás demasiada ambición para las tiernas escamas doradas de la sirena Parthenope que nace en 1950 en las aguas azules del mar. Encarnada en Celeste Dalla Porta, esta sirena busca a la largo de la película una luz: la antropología. “La antropología es ver”, le dice el profesor que interpreta Silvio Orlando. Y cuando Parthenope ve al ser de agua y sal, piensa que lo ha entendido. Pero en realidad solo lo entenderá al final: esos cantos en las calles nocturnas son la antropología. Sorrentino sigue fiel a Fellini, pero ya se siente con fuerza para crear a partir del maestro su propio estilo. Podemos hablar de felliniano, pero en rigor hay que empezar a hablar de sorrentiniano. Me olvidaba de lo principal: la película es una belleza de principio a fin.

 


Regalo italiano 2

Queer, de Luca Guadagnino

Si Sorrentino enlaza con la tradición de cine italiano de Fellini, Guadagnino es un digno sucesor de Bertolucci. Desde que Bertolucci filmara la elegante El cielo protector o la sensual Belleza robada, ningún director italiano había sabido evocar como él ese aroma de decadencia y de belleza escondida en los más sórdidos rincones. Queer era un reto. No solo porque el relato autobiográfico de William Burroughs es casi infilmable (como casi todos sus libros), lo era sobre todo porque había que adentrarse en el cielo nada protector de un delirio alcohólico y de destrucción presidido por un deseo homosexual desaforado. Encontrar a Daniel Craig fue el primer acierto. Son pocos los actores que pueden acercarse a un personaje como William Lee sin dejarse un poco del alma en el camino. Craig es lo mejor de una película que tiene muchas cosas buenas. El segundo acierto fue montar un decorado del México onírico de los años 50 en Cinecitta, lo que le permitía jugar con los colores, las luces, los espacios, el sudor, el semen, el alcohol. Para mí, el tercer acierto es el de no querer ser original. Con Bertolucci escondido en la parte oscura del cerebro,  Guadagnino se fija en el más bertolucciano de los films de Huston, Bajo el volcán (hay una alusión directa: William está leyendo el libro de Malcolm Lowry) para contar el primer capítulo de la historia de este escritor drogadicto y homosexual en la noche mexicana. Un intermedio más sereno, (Bertolucci puro), da pie a un tercer capítulo en el que William y su joven acompañante se adentran directamente en el corazón de las tinieblas de Conrad/Coppola. Y llega el final, un final en el que Guadagnino demuestra que no tiene miedo a nada, con 2001 de Kubrick apareciendo en el horizonte del firmamento. Uf¡¡¡ Cuantas cosas juntas en una película que te arrastra en su belleza, en su dolor, en su pasión, en su coraje. Un gran regalo.

 


Regalo indio

La luz que imaginamos de Payal Kapadia

Esta sí que es un auténtico regalo inesperado. Es tan bonita, como emocionante, tan contemporánea como de toda la vida. Es un melodrama y es una comedia, es una historia de amor y una historia de amistad. Es preciosa, no puedo imaginar mejor luz que esta para empezar el año. Payal Kapadia es documentalista y eso se nota en la manera como filma la ciudad de Mumbai y sus gentes. Pero es mujer y eso se nota en la sensibilidad con que retrata a sus tres personajes femeninos. Y es directora y eso se nota en el control sutil pero férreo de las emociones y los espacios. Emociones de las cosas pequeñas que son las que cuentan en la vida. Espacios que nos condicionan a un ritmo acelerado o ralentizado según los vivamos. Para Payal Kapadia el tiempo es la única dimensión importante. Porque no se vive igual cinco minutos de felicidad, que cinco minutos de tedio, que cinco minutos de rabia. La historia es la de dos enfermeras y una cocinera. Las tres trabajan en un hospital. Prahba, está casada, pero su marido vive en Alemania y ella está paralizada en su espera; Anu, está enamorada de un musulmán, lo que la condena a la clandestinidad. Las dos comparten piso. La tercera, Parvaty, es mayor que ellas y se encuentra de repente en la calle por culpa de la especulación inmobiliaria. Tres mujeres, tres edades, tres conflictos y una luz que imaginan juntas y que alcanzan cuando son capaces de salir de la Mumbai nocturna y abigarrada. La amistad y la solidaridad por encima de todo. Y la armonía con el mundo. No se la pierdan.

 

Regalo 4 Una serie

Sugar, de Fernando Meirelles Apple TV –Movistar

Descubrimos esta serie explorando el catálogo de Apple TV. No había leído nada de ella. Pero vi que la hacía Colin Farrell y que la dirigía el brasileño Fernando Meirelles. Dos garantías de que algo tendría. Pero ¿por qué nadie había hablado de ella? Empezamos a verla y nos encontramos con un personaje de cine clásico: un detective privado encargado de encontrar a una joven rica desaparecida. El arranque es el de El sueño eterno, el personaje que interpreta Farrell es un heredero de Bogart. El cine negro de Hollywood está presente en diálogo constante con el pensamiento de John Sugar, el narrador de la historia. Te engancha desde el primer momento por su puesta en escena (el uso del cine clásico podría cansar, pero  el director consigue que sea un interlocutor imprescindible); por sus personajes inquietantes, llenos de zonas de sombra en ese Hollywood decadente de estrellas infantiles en declive; por el uso del espacio urbano y del coche azul. Todo funciona. Hasta que las pistas que te ha ido dando, casi sin darte cuenta, desembocan en un giro de guión inesperado. Y es ahí donde entiendo porque no ha gustado y no se habla de esta serie. Sugar se escapa de lo establecido y lo convencional. Sugar es una sorpresa que a mí, a nosotros, nos enganchó aún más. Desde aquí la recomiendo ver hasta el final de su octavo episodio antes de decidir si son pro o contra Sugar.

 Después de tantos regalos el regalo de esta semana es casi innecesario, pero lo voy a hacer de todos modos. Una preciosa sirena deconstruida.