viernes, 31 de enero de 2025

ENCERRADOS

 

Entre las cuatro películas que me parecen más interesantes de este fin de semana no hay un nexo común aparente. Pero sí un poco más oculto. Las cuatro son historias de encierros. En una sala de control de una TV, en una masía en medio del campo, en una casa señorial y en uno mismo. Son películas que nacen de la pandemia aunque no tengan nada que ver con la pandemia. Nacen de unos meses en los que en todo el mundo vivimos encerrados en un único espacio donde nos vimos obligados a crear un universo propio. Son films de supervivencia, con pocos personajes, y un solo o casi, escenario. Pero por suerte, muy distintos entre sí.

 

Septiembre 5 de Tim Fehlbaum

Lo mejor de Septiembre 5 es su guion. Es perfecto, funciona como un mecanismo de relojería. Todo encaja donde tiene que encajar. Los actores convierten este guion en algo emocional y moral,y la cámara lo dota de una electricidad y agilidad casi imposibles de conseguir en un espacio cerrado y pequeño donde se apelotonan técnicos y realizadores frente a un conjunto de pantallas con las que tienen que jugar para contar la noticia. La noticia que el equipo de la ABC norteamericana se preparaba a dar el 5 de septiembre de 1972 era la de las competiciones del día en las Olimpiadas de Munich. Pero la noticia que se vieron obligados a dar fue la del secuestro del equipo olímpico israelí por parte del movimiento islamista Septiembre Negro. Era una situación inesperada para ellos, un grupo de profesionales de la redacción de deportes, que por su privilegiada posición fueron los primeros y los únicos que transmitieron el terrible secuestro en directo. Tuvieron que luchar para convencer a la emisora que estaban capacitados para hacerlo, inventar nuevas formas de filmar y acercarse a la noticia que se estaba produciendo en la Villa Olímpica. Lo que hicieron aquel día cambió para siempre la manera de dar noticias en directo. En ese sentido, el film es casi un documental de cómo funciona una sala de control y los diferentes enfoques que utiliza: cámara desde el tejado, cámara y retransmisión desde un punto cercano, documentación, presentador en estudio, entrevistas. Fue un día  muy largo. Pero la película no tendría el valor y la importancia que tiene solo por esto. Lo que hace de Septiembre 5 un film que debería enseñarse en todas las facultades de comunicación y pasarse en sesiones de trabajo en las redacciones de los medios de comunicación, es el dilema moral al que se enfrenta este equipo y su director: ¿deben informar de algo sin haberlo contrastado debidamente, o deben dar la noticia para no perder la oportunidad de ser los primeros? Ninguno de los que nos dedicamos al periodismo, aunque sea el de cine o el de cultura, nos podíamos sentir ajenos a este dilema. ¿Qué hacer? Recuerdo una situación muy alejada en dramatismo y en consecuencias a la de los profesionales de la ABC, pero que para mí fue determinante en mi manera de entender esta profesión. Fue en un festival, en Berlín concretamente. Mi amistad con un miembro del jurado, me permitió saber cuáles eran los premios varias horas antes de que se anunciaran. En ese tiempo en que no había twiter, ni teléfonos móviles, llamar a la redacción y decir los premios antes que nadie, era una tentación. ¿Qué debía hacer? ¿Traicionar a mi amigo que me lo había contado? ¿Arriesgarme a que otro se enterara y lo publicara antes? Reconozco que dudé. Al final no lo hice, no llamé a la redacción y como era de suponer, alguien de la competencia que también se había enterado, lo publicó. Pero yo me sentí bien conmigo misma. Fue ese día el que descubrí que no tenía madera de periodista. Lo que a mí me gustaba y me gusta, es escribir de cine. Por eso entendí muy bien el dilema al que se enfrentó este grupo humano que cambió la televisión. Un film ejemplar.

 

Tierra Baja de Miguel Santemases

El encierro de Carmen es hasta cierto punto envidiable. Carmen es Aitana Sánchez Gijón en todo su esplendor de mujer de cincuenta años. Carmen es guionista, pero ha dejado la profesión, “el cine me ha dejado a mí”, y se ha retirado a vivir en la casa de sus abuelos cerca del pueblo de Teruel Belmonte de San José, en el Bajo Aragón. Carmen es feliz sola, aunque todo el mundo se empeña en intentar ayudarla. Tiene pocos amigos, pero conoce a todo el pueblo. Un día, Carmen recibe una postal y hace una llamada de teléfono. Poco después, recibe una visita. La llamada nos da una pista de lo que pasa, pero hay que estar atento; la visita es la de un antiguo amor, un hombre al que quiso mucho, pero del que se separó hace veinte años. Él es director de cine, quiere que Carmen lea y corrija un guión que va a dirigir. A pesar de sus reticencias, Carmen acepta. No solo leer el guión, acepta que él vuelva a su vida. Y se pone a escribir. Esto es todo, pero es mucho. Lo mucho lo pone el paisaje, la casa, el pueblo, el cielo, los olivo, el gran árbol refugio. Lo mucho lo pone un perro al que Carmen acaba queriendo. Lo mucho lo pone la noche y la imaginación. Todo transcurre bajo la luz de un sol tardío, los tonos marrones de la tierra, el color verde de los olivos. Y una mujer que renace, que vuelve a vivir. Que toma una decisión y supera su encierro. Me gusta mucho esta película aragonesa, me gusta mucho que reivindique paisajes y espacios que no se han visto en el cine, Alcañiz es precioso, y la historia, en su sencillez, te conmueve. Un gran fresco de esa España vaciada y un buen reclamo para el eslogan “Teruel existe”. Existe y es realmente hermoso.

 

Fin de fiesta de Elena Manrique

Por muy bonito que sea el lugar, y lo es, no apetece nada estar encerrado entre los muros de ese gran jardín y las paredes de esa casa señorial andaluza. Lo que hace que no apetezca es su propietaria Carmina, una mujer rica, muy rica, poderosa, muy poderosa, heredera de una familia de terratenientes que domina el pueblo desde siempre. En esa casa trabaja Lupe, una criada para todo, explotada sin ninguna consideración por Carmina, que sabe que sin ella no podría vivir, pero es incapaz de agradecérselo. A esa casa llega Bilal, un inmigrante senegalés, recién desembarcado de una patera, que en su huida de la guardia civil acaba refugiándose en el cobertizo del jardín. Descubierto por Carmina y una vez superado el susto de encontrarse un adolescente negro en su propia casa, Carmina decide ayudarle porque ella es muy comprensiva y “un poco roja”. La única condición que le pone es que Lupe no se entere y para eso lo encierra en el cobertizo con libros y comida. Un Bilal agradecido acepta esta ayuda y el disfrute de la casa, la piscina, pero insiste en que él lo que quiere es ir a Marsella. Carmina le disuade continuamente, “ahora no, es muy peligroso” y mientras tanto se dedica a usarlo como un juguete nuevo, una muñeca de tamaño natural, hasta el punto de casi esclavizarlo. Cuando Lupe lo encuentra, el film da un giro, entre Bilal y Lupe se establece una complicidad de clase contra Carmina, Lupe si quiere ayudarlo. Lo que pasa cuando los tres personajes se encuentran y la señora se da cuenta que Lupe sabe que Bilal está en la casa es lo que cuenta la segunda parte del film que dedica su último tercio a relatar una delirante fiesta de señoritos andaluces, auténticos parásitos, hasta llegar a ese fin de fiesta anunciado en el titulo. Ejemplo del nuevo cine andaluz, Fin de fiesta se mueve en un terreno más propio de la comedia negra o el cine social, sin ser ni una cosa ni otra. Su cinismo convierte su sequedad en frescura y las tres actrices que componen este triángulo emocional son realmente estupendas.

 

Memorias de un caracol, de Adam Elliot

En rigor esta película, la más encerrada de las cuatro, debería llamarse, Memorias de una mujer caracol. Porque eso es esta triste y hermosa fábula en stop motion, que empieza con una anciana gritando “Patatas”. La anciana es Pinky, la única amiga de Grace. Y es Grace, una mujer triste y solitaria, la que le cuenta su vida a Sylvia, una caracol que forma parte de su colección. Porque Grace colecciona caracoles de todo tipo y sabe todo lo que hay que saber de los caracoles. Incluso lleva un sombrero de caracol y ella misma se siente un caracol. El día que Grace y su hermano mellizo Gilbert nacen, muere su madre y ellos se quedan al cuidado de su padre. Durante unos años son felices, los niños leen, se ayudan, están juntos. Papa los adora aunque no se pueda mover de una silla de ruedas. Y Grace empieza coleccionar caracoles. Pero cuando el padre muere, a Grace y Gilbert los separan para ir a distintos hogares de acogida. No cuento mas, solo decir que Grace se hace cada vez más caracol aunque no todos los caracoles acaban mal. La vida puede ser dura, de tonos apagados, agobiante, pero siempre deja una salida. Y aunque sucedan cosas terribles, y suceden en la vida y en la memoria del caracol Grace, como decía Sisa, Qualsevol nit pot sortir el sol. Cualquier noche puede salir el sol y Grace, cualquier día podrá salir de su concha. Cine de animación para adultos, inteligente, con humor negro y tierno. Y un personaje adorable, la vieja e imprevisible Pinky que le roba la película a Grace y Grace se la cede encantada. 

El regalo de esta semana es un caracol que Ramon me ha dibujado y que estoy segura le encantaría a Grace

 


 

 

 

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