sábado, 25 de enero de 2025

SOBREVIVIR

 

Vivir después de la muerte de otra persona o después de un determinado suceso.

Vivir con escasos medios o en condiciones adversas.

Permanecer en el tiempo, perdurar.

(de los diccionarios)

 

A veces me cuesta encontrar un nexo común entre películas muy distintas, pero esta semana me ha venido casi sin darme cuenta: Sobrevivir. Eso es lo que relaciona tres films tan diferentes que tienen como protagonistas un gato dibujado, un escritor fracasado y un arquitecto imaginado. 

 


Flow, un mundo que salvar, Gints Zilbadolis

Gints Zilbadolis tiene un nombre difícil, lógico si pensamos que es un joven director de cine letón. Aunque sea difícil no deberíamos olvidarnos de él. Mejor dicho, no deberíamos, ni yo creo que pudiera, olvidarnos de la(s) maravillosa(s) criatura que ha dibujado: un gato negro, pequeño, listo, solitario. Un gato que sobrevive en un mundo anegado por las aguas. Flow, un mundo que salvar no es una película hablada, es una película maullada, y ladrada y cantada. En esa aventura casi bíblica, los animales son animales, no están humanizados como en Walt Disney o en los cuentos. Son animales y se comportan como tales. El protagonista absoluto es un gato de grandes ojos dorados. En el mundo post apocalíptico en el que vive, los humanos han desaparecido y un gigantesco tsunami inunda poco a poco la tierra. Cuando su casa acaba sumergida bajo las aguas, el gato encuentra la salvación en un barquito de vela. Superando su miedo al agua, el gato salta a la embarcación donde se encuentra con un capibara, extraño animal brasileño de la familia de los roedores bonachón y dormilón. Poco a poco, esa pequeña barquita sin Noé, se va llenando de animales, una imponente ave secretario que se hace cargo del barco, un lémur de cola anillada, especie de urraca peluda que recoge toda clase de objetos. A ellos se sumará un perro labrador todo cariño y docilidad y algunos otros perros menos amables. Juntos emprenden un viaje siguiendo el curso del agua,  una aventura no exenta de peligros, en la que las alianzas serán imprescindibles para poder sobrevivir. Un fondo boscoso de enormes columnas y espacios urbanos misteriosos, de líneas bien definidas y colores brillantes, es el escenario donde este gato inolvidable corre, nada, trepa, duerme y come. Cosas que hacen los gatos porque son gatos. La historia es sencilla y la moraleja fácil; frente a la adversidad, mejor unidos aunque seamos distintos, que peleados cada uno por su lado. Haríamos bien los europeos en aprender de este grupito de animales si queremos sobrevivir al tsumani que se nos viene encima. Que cada uno escoja quién quiere ser: yo me pido el gato.

 


Miocardio, José Manuel Carrasco

En esta película claustrofóbica estamos ante un auténtico naufrago urbano que sobrevive con casi nada, mejor dicho sin nada, porque ha perdido toda su autoestima. La película empieza con una entrevista a un hombre mayor, un poco calvo, tristón (Luis Calleja). La entrevistadora le pregunta cómo empezó todo y él le cuenta. Le cuenta como una mañana, Pablo (únicamente Vito Sanz podía decir esos diálogos y poner esa cara de bebé viejo) se despierta y se da cuenta que ha tocado fondo, solo le queda suicidarse. Pero suena el teléfono. Corre a buscarlo, es Ana, una antigua novia que le anuncia que va a ir a verle. Y ahí está Ana, (Marina Salas) tan guapa como siempre. A partir de aquí, el narrador va contando la misma situación hasta cuatro veces, alterando las posiciones de los dos protagonistas. Y a través de esas cuatro repeticiones, vamos descubriendo su historia de amor y de desamor. Casi el mismo tema que Los años nuevos o Volveréis (Vito hace la conexión con Trueba), pero sin salir nunca de esa casa/prisión/salvación. Hay varias cosas curiosas en este pequeño y sencillo film. Una es la aparente base teatraln un solo espacio, dos personajes, que sin embargo no es nada teatral. La manera como se mueven en la escena los personajes y la forma de mirarse que dice tanto como las palabras, es algo difícil de ver en un escenario. Otra es la coincidencia de contar historias de parejas que se juntan, se rompen y se vuelven a juntar. Debe ser la crisis de los 40 años. La tercera es la profesión de cada uno de ellos. Pablo es un escritor de una sola novela, joven promesa que nunca llegó a escribir la segunda novela: un fracasado. Ana es actriz, la joven promesa que no superó nunca sus miedos: una fracasada. Cuando dos fracasos creativos se juntan, puede que surja la chispa y alguno de ellos consiga salir adelante. Una última cosa. Los efectos de la pandemia de hace ya ¡cuatro años! siguen viéndose en el cine. Esta es una película claramente de pandemia aunque nunca se diga esa terrible palabra. Si por desgracia nos vuelve a caer otra catástrofe del tipo que sea, siempre nos podremos refugiar en casa y recordar amores pasados.

 


The Brutalist, Brady Corbet

Es una de las películas del año. Sin duda. Aunque solo sea por su duración, casi cuatro horas, con un intermedio para estirar las piernas, por estar filmada en celuloide y en formato 70 mm. The Brutalist es CINE, una ópera, la ópera de un superviviente nato. László Tóth es judío, húngaro, arquitecto e intelectual. Cuatro cosas muy mal vistas en los oscuros años treinta y los terribles años cuarenta. László sobrevive al nazismo, a los campos de exterminio, a la larga travesía hasta la tierra prometida que le recibe con una imagen del revés, anunciado que no será fácil alcanzar la libertad. Sobrevive incluso a la mediocridad del American Way of Life y a la miseria que le lleva a tocar fondo. Ante las adversidades de la historia y de la sociedad, László es capaz de rearmarse. Pero en cambio, sucumbe ante el éxito que no esperaba, o sería mejor decir, ante el arrollador poder del dinero y lo que lleva como control y dominio de su voluntad, de su obra. La tentación es grande; construir un gran edificio brutalista a la gloria de la madre del gran capitalista Harrison Lee Van Buren, es decir, a su propia gloria. Todo parece irle bien. László consigue que su mujer y su sobrina se reúnan con él en América para vivir el sueño americano. Parece que puede dejar de sobrevivir y ponerse a vivir y a crear. Hasta que se encuentra frente a frente con la auténtica realidad de lo que quiere el dinero: poseerlo. Totalmente. Y de paso, destruirlo. El escenario de pesadilla donde se consuma la posesión de László no podía ser más espectacular ni más hermoso, las canteras de mármol de Carrara, imponente túmulo funerario para un arquitecto acabado. László Tóth es un personaje inventado (reconozco que en algún momento dudé si era real o no) al que llena de vida y de dolor creativo Adrian Brody. Su némesis, el rico capitalista sin escrúpulos, el Ciudadano Van Buren que lo quiere todo, es un creíble y ambiguo Guy Pearce. Tanto uno como otro tienen modelos a los que parecerse. De hecho, el personaje de Tóth parece inspirado en Ernő Goldfinger, un arquitecto húngaro que encontró refugio en Gran Bretaña en los años treinta. Goldfinger (una leyenda urbana dice que Ian Flening llamó así a uno de sus villanos por culpa de Ernő) fue uno de los representantes del movimiento arquitectónico conocido como Brutalismo, de donde toma el nombre la película. Esta arquitectura surgida en los años 50 como respuesta a la arquitectura de los años treinta y cuarenta, utilizaba materiales no manipulados, ladrillo y hormigón, en bloques de construcción de líneas rectas y colores monocromes. Herederos de La Bauhaus y de Le Corbusier, la arquitectura brutalista tuvo una deriva de gran utilidad en la construcción de viviendas sociales y tuvo una deriva perversa en el colosalismo soviético. Algunos de los grandes edificios construidos en esos años se encuentran entre los más famosos y reconocidos de la arquitectura de posguerra. La película de Brady Corbet no solo toma de ellos su título y la inspiración de su personaje principal. Como los brutalistas, Corbet deja ver los materiales que utiliza, construye un film de líneas cortante y en ángulo, frío y totalitario. Pero nada de eso impide que sea una gran película. Un monumento a la memoria de un tiempo que creíamos desaparecido pero sigue ahí, como una nube negra que nos amenaza.

El regalo de esta semana no podía ser otro que nuestra gata, la Negrita, excelente compañera para el gato negro de Flow.



 

 

 

 

 

 

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