viernes, 27 de junio de 2025

DERIVAS

 

A la deriva es el título de la mejor película que se estrena esta semana. No solo porque el film de Jia Zhangke es realmente interesante en todos los sentidos. Si es el mejor título es porque de alguna manera representa mejor que ninguna otra frase como me siento: A la deriva. Y hablo en primera persona del singular porque no pretendo hacer extensivo mi deriva al resto del mundo. Pero tanto la situación política internacional, cada día más derivada hacia un camino de autodestrucción colectiva, como la situación política interna, cada vez mas derivada a una espiral de miseria moral teñida de auto indulgencia, hacen que me sienta a la deriva.. Pero basta ya de tonterías. Vamos a Jia Zhangke

 


A la deriva, Jia Zhangke

La fecha d este film extraordinario es 2024, pero en realidad debería ser 2001-2022, porque esos son los años que recorre el film, no solo en la ficción que nos cuenta, una triste historia de amor, si no en los tiempos de una China que en este siglo XXI ha pasado de ser un país escondido a ser el puto amo del mundo sin levantar la voz. Cuenta el director que estaba escribiendo una historia de amor clandestina entre una trabajadora y su jefe, cuando estalló la pandemia. Horror, todo se tuvo que parar. Pero a un creador como Zhangke no se le detiene fácilmente. En pleno confinamiento, decidió darle una vuelta a su historia. Se mantenía el espacio, la ciudad de Datong, el amor clandestino entre dos seres desvalidos, la trabajadora Quiao Quiao y su jefe Guao Bin, pero se convertía en una historia en el tiempo. Empezaba en el 2001, cuando Quiao Quiao se enamora de Guao Bin, sin conseguir que su amor llegue a consolidarse antes de que él decida marcharse a buscar nuevos caminos en otro lugar. Continúa en los años 2006-2008 cuando Quiao Quiao decide ir en su busca a la zona de la construcción de la inmensa y monstruosa Presa de las Tres Gargantas. Cuando encuentra a Guao Bin, comprueba que nunca podrá estar con él. La historia da un salto y la deriva de Quiao Quiao y Guao Bin, vuelve a cruzarse en plena pandemia. Los dos son mayores, pero aun son capaces de reconocer el amor que se han tenido. El argumento es muy simple. Lo que no es simple es la película. Porque para contar esa triste historia de amor, Zhangke utiliza la imaginación y el material rodado y descartado de sus películas anteriores. Y con ellas, a modo de puzle, construye un nuevo juguete. Cuenta con la ventaja de tener a su lado a la actriz Zhao Tao, su mujer  y protagonista de todas sus películas desde el año 2000. Lo que quiere decir que podía verla crecer en pantalla, desde que era una joven moderna y divertida hasta ahora mismo, una mujer guapa y segura. Veintidós años de la vida de Zhao Tao discurren en las imágenes de A la deriva. Veintidós años en los que el mundo, y China, han cambiado de forma radical. Veintidós años a la deriva en la que estamos todos sumergidos.

 


Borau y el cine. Germán Roda

Borau, José Luis Borau, nunca estuvo a la deriva. Si acaso, se dejó arrastrar por diversos ríos, pero siempre controlando el timón de sus barquitos, de sus películas como productor o como director. El documental de Germán Roda tiene el valor de devolvernos su nombre, su presencia permanente en su cine y en la gran influencia que tuvo sobre varias generaciones de cineastas españoles. Esto es lo mejor de Borau y el cine. Lo peor es que el documental no le hace justicia a su capacidad transgresora. Basado en entrevistas a personas que le conocieron, le estudiaron o trabajaron con él, el documental no deja de ser una colección de “interesantes” bustos parlantes sobre una figura que tenía muchas capas. ¿Cómo haría yo un documental sobre Borau? Pues no lo sé. Tendría que planteármelo. Pero lo que si intentaría sería reflejar su capacidad de arriesgarse con films de género: Brandy, un espagueti western, Crimen de doble filo, un noir amoral que coló a la censura, Hay que matar a B, un film de espionaje sin espías, más francés que americano. Su inteligencia al hacer una película profundamente española Furtivos, con el retrato de una madre posesiva y destructiva (¿España?), un film que le colocó entre los mejores del cine español y que solo él era capaz de interpretar. De las fuerzas que le dio Furtivos, Boraa sacó energías para dos películas fuera del tiempo y muy dentro de su tiempo. La Sabina y Rio abajo. Tras este esfuerzo personal y económico vuelve a un cine casero, entrañable, pero con una bomba de relojería escondida en una tienda de indios: Tata mia. Celia, la serie, es un regalo que se hace a si mismo antes de encarar los dos films más difíciles de su carrera como director: Niño nadie y Leo, ambos con Iciar Bollain como médium de sus delirios. De este breve repaso ya se desprende que Borau no era una personal convencional (en ningún sentido), y que bajo su apariencia bondadosa de oso cariñoso, se movían ideas y pasiones muy tumultuosas que, por desgracia, el documental no enseña. Quizás porque es imposible enseñarlas. En todo caso, gracias a Germán Roda y a todos los que participan en el documental por recuperar la memoria de un hombre muy especial.

(En Flixole hay un buen número de sus películas, por si les apetece verlas).


Mi prima María Schneider, Vanessa Schneider, Ed Circe, 2024

María si vivió a la deriva. María, María Schneider, la casi adolescente que se vio envuelta en una película cargada de dolor y de violencia cuando no estaba preparada para asumirlo. La mujer que arrastraba una falta de cariño desde pequeña y que a pesar de eso, fue una adolescente atrevida, libre, juguetona. A los 19 años aceptó un trabajo aparentemente magnífico: ser la protagonista de El último tango en París, de Bernardo Bertolucci, con Marlon Brando. Un regalo envenenado del que no salió ilesa. Esto lo sabíamos desde hace años. Lo que el libro escrito por su prima Vanessa, diecisiete años más joven que ella, nos cuenta, no es su vida y su calvario, es otra cosa mucho más interesante: un relato vital, acronológico, de momentos en común y de vidas paralelas entre la actriz y su deriva al mundo de las drogas y como consiguió superar los escollos de su río, y la niña, hija del 68 (Vanessa nació en 1969 en una familia de progres y hippies) que tuvo que salir adelante en un contexto familiar muy peculiar. Narrado en textos cortos en tiempo presente, este libro es la pequeña historia de dos mujeres, María y Vanessa, enmarcada en la gran historia de la mitad del siglo XX. Dos vidas bonitas, diría María. Dos vidas que nos dan algunas pistas sobre el camino que nos ha dejado a la deriva.

El regalo de esta semana es un cuadro “a la deriva”



 

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