miércoles, 9 de junio de 2010
DOS APUNTES QUE NO SON DE CINE
(prefiero ver flores que nubarrones negros)
Ayer hubo una huelga de funcionarios en España. Fue un ensayo para una posible huelga general en protesta por las medidas tomadas por el gobierno de Zapatero para contener la crisis (dichosa palabra¡¡¡). Al margen del derecho de unos y otros a protestar por lo que quieran, tanto los discursos de los dirigentes sindicales, como los argumentos esgrimidos para convocar la huelga me han sonado a algo muy viejo. Tengo la sensación de que los sindicatos, y no solo ellos, no se han dado cuenta de que la situación mundial es muy distinta a la de hace veinte años, y actúan como si las relaciones capital/trabajo fueran las mismas de siempre. Las huelgas eran un instrumento de presión para conseguir mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores cuando los patronos eran claros y reconocibles. Pero ahora no. Ahora el patrono somos todos en realidad, porque hacer una huelga general contra el estado es hacer una huelga contra nosotros mismos: los únicos perjudicados somos los ciudadanos. No hay un patrono que pierda dinero con esa huelga. Lo perdemos todos. Los sindicatos se enfrentan a un problema del siglo XXI con soluciones del siglo XIX. Así no vamos a ningún sitio.
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Ayer por fin entendí algo de lo que está pasando en el mundo con la dichosa crisis. Un economista muy sensato explicó que la situación no es peor ni mucho menos que la de los años 70. Explicó que el pesimismo instalado en la sociedad del miedo es una de las causas de que la crisis se viva tan mal. Y sobre todo explicó que en realidad las crisis económicas mundiales que se producen periódicamente están provocadas por una necesidad de cambio de ciclo en el poder económico mundial. De la crisis de los setenta surgieron Margaret Thatcher y Ronald Reagan y un largo periodo de bonanza económica que parecía instalada en el mundo para siempre a costa de muchas pérdidas de conquistas sociales. Esa época es la que se ha acabado. Lo que salga de la crisis de ahora mismo, es algo que depende en parte de cómo la gestionen los gobiernos, pero también de cómo reaccionemos los ciudadanos ante ella: con fórmulas caducas de protesta por las relaciones de poder capital/trabajo no vamos a salir adelante. ¿Cómo lo vamos a hacer? No lo sé. Pero una de las pocas armas que tenemos es no dejarnos arrastrar por el pesimismo que desde todos los frentes nos acecha.
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Muy de acuerdo contigo, Nuria; debemos temer exclusivamente al propio miedo.
ResponderEliminar“tener miedo de tener miedo”.