sábado, 15 de marzo de 2014

MATTHEW McCONAUGHEY


(espero que mi sobrino Manolo no se enfade porque ponga una foto suya donde se parece a MM en True Detective. Aclaro que Manolo es así desde siempre. Flaco y guapo )
No voy a escribir más su nombre. Si ya es difícil pronunciarlo, más es escribirlo sin dejarse alguna c, o alguna h. Así que, a partir de este punto, en este texto será MM. Lo aclaro porque seguramente tenga que citar alguna vez el nombre de este actor de voz reposada y guaperas de moda hasta que aceptó un pequeño pero inolvidable papel en El Lobo de Wall Street, antes de convertirse en un estupendo fugitivo en Mud y en el enfermo de sida mas flaco que un esqueleto de Dallas Buyers Club, película que se estrena ahora y llega con la aureola del merecido Oscar que le ha permitido ganar.
Sobre este film solo quiero decir una cosa: lo que deja entrever respecto al comportamiento de las farmacéuticas y los hospitales en el tratamiento del SIDA en sus primeros años, pone los pelos de punta. No solo experimentaban con los enfermos como si fueran cobayas humanas, lo peor es que, sabiendo que existía una posibilidad de curación, o al menos de cronificación de la enfermedad, se negaron a investigarlo y a ofrecerlo a los enfermos por una simple cuestión económica. Lo que hace Ron, el vaquero tejano de MM, no es solo eso tan lícito de luchar por la propia supervivencia, sino eso tan lícito igualmente, de ayudar a otros a luchar por su supervivencia. Esto le lleva a montarse un chiringuito (no llega a ser negocio) para ofrecer a drogotas y travestis, la medicina que consigue en México y que le ha salvado la vida, o al menos se la ha alargado unos cuantos años. La película nunca cae en el melodrama sentimental de enfermo moribundo, tampoco se pasa de la raya en la denuncia de los malvados que controlan la USFDA que le persigue. Ron, a pesar de su aspecto cadavérico, está lleno de energía y de imaginación.
De todos modos, si MM merecía ganar un Oscar yo se lo habría dado por su personaje de Rust en True Detective. Hacía tiempo que no veía una serie (o una película) de una calidad tan grande en todo. En la historia, contada en una estructura de tres tiempos; en los paisajes, esa Louisiana mórbida, calurosa, de pantanos y serpientes; en  los dos protagonistas, seres imperfectos que arrastran un pasado que les lastra el futuro y que a pesar de sus diferencias acaban encontrando un camino juntos; en la maldad de los hombres escondidos tras las máscaras y los rituales antiguos; en los monólogos metafísicos de Rust que elevan los textos a categorías filosófica. Sobre todo el último diálogo entre los dos detectives mirando la noche y las estrellas. Hay momentos espectaculares: el ya famoso plano secuencia del final del capítulo 4; la música de los créditos iniciales; el relato del asalto a la granja donde lo que oímos no se corresponde a lo que vemos; la secuencia de la iglesia en la carpa…
Viendo esta serie no pude menos que recordar los libros de John Connolly protagonizados por el detective Charlie Bird Parker. Rust, igual que Charlie, ha perdido a su mujer y a su hija; Rust, igual que Charlie, no acepta la estrechez mental de la policía; Rust, igual que Charlie, sabe que el mal vive en la tierra y se manifiesta de formas oscuras; Rust, igual que Charlie, persigue un asesino en serie despiadado y cruel. Estoy segura que el guionista y creador de la serie, Nic Pizzolato, se ha leído la serie de novelas de Charlie Bird Parker. Pero lo mejor es que no las ha copiado, ni las ha imitado. Ha sabido, en cambio, recrear su atmósfera asfixiante, incorporando un soplo de aire fresco en la figura del contrapunto de Rust, el detective Marty.
No se que fue primero, el rodaje de Dallas.. o el del fragmento del presente de True Detective, pero de lo que si estoy segura es que el físico de mejillas chupadas y pelo casi blanco de MM, se aprovechó en las dos para enriquecer los personajes de Ron y de Rust.



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