sábado, 1 de marzo de 2014

TODOS TENEMOS UNA PHILOMENA


(Mila es mi Philomena particular. Sensatez, calidez y sabiduría popular)
Se me ponen los pelos de punta pensando que habría hecho Ken Loach o Mike Leigh con el argumento y los personajes de esta película. No quiero ni imaginarlo. Monjas malísimas que roban bebes a pobres e inocentes chicas; americanos ricos que se creen con derecho a comprar esos bebes en un lucrativo negocio para las monjas; un periodista cínico que se aprovecha de la situación. Todo esto está en Philomena, la última película de Stephen Frears. Pero cualquier parecido con el tremendismo social de denuncia que estos directores han ejercido a lo largo de los años, desaparece en manos de Frears. Y no porque haga una película amable, sino precisamente porque hace una película viva, inteligente, irónica, no un alegato, ni un linchamiento, ni una proclama.
Aquí tenemos el drama personal de una mujer mayor que encarna la esencia de la sencillez, capaz de disfrutar del sexo y de la vida sin miedo a llamar las cosas por su nombre, pero sin ganas de ajustar cuentas con nadie y lo que es mas importante, con capacidad de perdonar. Ella solo quiere saber. Y para saber contacta con un periodista descreído y mordaz que aprende con ella lo que de verdad es importante. Y lo importante no suele ser lo que nos creemos que es.
Pero si este precioso guión funciona es gracias a la interpretación de dos actores en estado de gracia. Steve Coogan y Judi Dench cruzan entre si unos diálogos inteligentes -que maravilla el concepto bi-curioso aplicado a los gays- y se crecen uno frente al otro. Las monjas son malas o tontas como corresponde, pero reciben el desprecio que se merecen; los americanos son menos estúpidos y prepotentes de lo que se podía esperar y acaban siendo los aliados. Y aunque podemos prever lo que va a pasar, todo termina como en una novela romántica. Como dice Philomena: “no me lo habría imaginado ni en un millón de años”.


Aprovecho que esta semana no hay películas dignas de ser comentadas y en la que estamos sumergidos en la ola Oscar, para reivindicar tres actrices británicas absolutamente imprescindibles. La primera Judi Dench, en liza por el Oscar a la mejor actriz por esta Philomena. Con sus 79 años, Dench llena de vida sus personajes, ya sea una muy especial M en la serie James Bond, ya sea esta mujer común y corriente imbuida de eso que se llama sabiduría popular. La segunda también tiene 79 años, es Maggie Smith, una presencia arrolladora en la serie Downton Abbey, culminación, de momento, de una carrera donde su especialísimo rostro ha robado escenas en decenas de películas. La tercera es un poco más joven, Helen Mirren tiene casi setenta años y sigue conservado ese atractivo entre salvaje y aristocrático que tenía en Age of consent, de Michael Powell hace 45 años. Si no han salido este fin de semana a disfrutar del aire frío, recuperen algunos de los films de estas tres damas del cine mundial. No lo lamentarán.

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