Últimamente los domingos me dan muchos sustos. Recuperada ya
de la gala de los Goya, el domingo pasado fue el turno de Salvados de Jordi Évole. El tema era el 23 F y el título Operación Palace. He de reconocer que
durante un buen rato, como creo que muchos otros espectadores, pensaba que
estaba ante un programa en serio como lo son los que hace Évole normalmente. Al
ir escuchando lo que se decía y sobre todo a partir de la incorporación de José
Luis Garci, el peor actor sin duda de todos los que aparecieron, me di cuenta
de que era una tomadura de pelo. Mayúscula.
Me pasó con el programa un poco lo de los Goya.
Primero susto, luego indignación, después risa y al final,
tristeza.
Me explico.
Susto. Lo que iban diciendo aquellos personajes tan serios y
tan verosímiles, me ponía los pelos de punta. ¿Nos han podido ocultar esta
historia durante 33 años? ¿Cómo ha podido pasar? Yo recuerdo muy bien aquella
noche, aquel miedo, aquella sensación de volver a atrás. Y aun me estremezco
pensando lo que pudo haber sucedido sin la intervención del rey.
Indignación. Si, indignación, porque a medida que avanzaba
el programa me fui dando cuenta de lo que estaban haciendo y me sentí profundamente
engañada, manipulada. Si este espacio lo hubiera visto en El Intermedio lo habría celebrado con risas desde el primer
momento, pero en Salvados no. Ahí se
jugaba con mi credibilidad en un programa que hasta ese momento me había
parecido eso, creíble. Cosa que a partir de ahora no se si voy a atener tan
claro. ¿Por qué voy a pensar que los personajes que entreviste en sus programas están diciendo la verdad, si es capaz de manipularlos como le
da la gana? Hay que ir con cuidado con las cosas que se hacen porque tienen
consecuencias.
Risa. Pocas, la verdad. No me pareció un programa para reírse. No
es que no piense que es sano reírse de todo: la vida, la muerte, la
constitución, la monarquía, la patria, lo que haga falta. Pero hay contextos
donde esas risas funcionan como liberación y otros donde se convierten en
insultos o en estupideces. El programa de Jordi Évole acabó siendo una
estupidez.
Tristeza. La tristeza me llegó al día siguiente, cuando fui
consciente de la enorme capacidad de manipulación de los medios de comunicación
y la escasa capacidad de defendernos que tenemos ante ellos. Está claro que se
manipulan fotografías, se tergiversas declaraciones, se inventan
acontecimientos, se hacen crónicas periodísticas plagadas de errores que solo
detectas si conoces la noticia de primera mano. ¿Qué confianza podemos tener en
lo que nos cuenta la tele o lo que leemos en un diario? Ninguna. Y todo lo que
contribuya a acrecentar esta desconfianza es peligroso. Muy peligroso.
Se comentó que el programa Operación Palace era como el famoso programa de radio de Orson
Welles narrando la guerra de los mundos. Pero no es lo mismo. Aquí se jugaba
con una realidad histórica, no una ficción literaria y además una realidad
histórica que muchos recuerdan aun en primera persona y que ofrecía visos de
verosimilitud en algunas de los temas que planteaba. Welles hacía pura fantasía.
Que aterrorizara a la población se debía mas a una ingenuidad colectiva que a
su propia intención.
También se ha comparado con el falso documental Dark Side of the Moon del año 2002,
dirigido por William Karel para la cadena Arte , en el que se incide en la idea de
que nunca se llegó a la Luna y que todo fue un montaje americano. Sin embargo,
este documental, que ha hecho mas daño del que parece (he tenido discusiones
con personas serias que se lo han creído y se lo siguen creyendo) no es
exactamente igual. Es una producción de una cadena de televisión no vinculada a
ningún programa específico. Una falsa ficción como tantas se han hecho desde
que el cine descubrió su capacidad de manipular las imágenes.
Lo que hace que Operación
Palace deje este mal gusto, esta sensación de malestar, es precisamente el
estar ubicado en un programa serio; el no ser una falsa ficción (se podía hacer
una película con esta premisa y sería absolutamente aceptable); el no conseguir
ni la risa, ni la complicidad, ni siquiera la desacralización de la que tanto
se habló en el extraño debate posterior. El programa de Évole jugó con fuego y
se quemó.
De todas formas Évole ya tiene en cuenta un poco esto que dices, aunque ponga la cara al documental, no pone la marca Salvados en él. En ningún momento se dice que sea un programa de Salvados, para no crear un precedente dentro de ese programa en sí. Ya desde el principio no es un Salvados. En ese caso y en mi opinión, todo vale.
ResponderEliminarEs cierto que no es un Salvados, pero ocupaba su espacio de tiempo, él lo vendió como suyo desde días antes y el formato era el de su programa. Todo vale, quizás si. Pero yo creo que hay espacio para cada cosa. Y sigo pensando que ese no era el mejor.
ResponderEliminarCreo que el programa de Èvole es una manera de volver a mover el tema del 23 F, donde no se puede desclasificar la información,y a mi manera de verlo ver hasta que punto pueden manipularnos, aquí se dijo que era falso al final, lo que no me parece de recibo es decir que puede no se pueda tener claro un programa que ha demostrado con creces y ha dado una informacion a la gente que no tiene precio. Manipular es no entender el mensaje y dar opiniones para desacreditar a uno de los pocos periodistas a los que podamos dar las gracias
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