La casualidad ha querido juntar en las carteleras tres
documentales. Bueno, uno se estrenó el viernes pasado, otro se estrenará la semana que viene y el tercero lo hace este viernes. Espero que duren lo
suficiente para que estas líneas le sirvan de algo. Si no, al menos que quede constancia
de su existencia.
El primero, estrenado el dia 17, se llama La Jungla Interior, lo dirige Juan
Barrero y lo protagoniza su mujer, Gala Pérez. No estoy segura que esta jungla
del pensamiento y las sensaciones sea exactamente un documental. Rodado en tres
tiempos más o menos cronológicos, el film nos lleva a un viaje de exploración
en busca de una extraña orquídea perdida en una selva exterior, para acabar demostrándonos
que la auténtica orquídea se encuentra en nuestra propia casa y es tan desconocida
y misteriosa como la flor mas oculta. Una mirada al pasado, la infancia,
ese territorio de confianza habitado por una anciana que guarda la memoria del
mundo, es el espacio vital donde Juan y Gala se plantean como mirar el futuro.
Él, no quiere pensarlo, ella lo tiene muy claro. Él se marcha a buscar su
orquídea, ella se queda cuidando su propia flor. La combinación entre un cine
casi herzogiano (quizás por eso la narración de la selva exterior es en alemán)
y un cine casero que indaga en la jungla interior, produce una extraña
sensación en el espectador que a veces se siente como un voyeur en un
territorio muy íntimo y en otras, en cambio, se siente como un aventurero
darwiniano. Darwin, por cierto, no está muy lejos de esa jungla.
(esta foto es de Ramón, del año 1971, más o menos de
la época en que Salgado empezó a hacer fotos)
Darwin también aparece en el segundo documental que tiene algo de alemán. Se trata de La sal
de la tierra, el retrato que Wim Wenders ha hecho del fotógrafo Juan
Sebastiao Salgado que se estrena la semana que viene. La primera sensación que me produjo la película fue la del
error de casting en el director. La figura de Salgado es la de un hombre de
acción, un hombre que va allí donde la historia le lleva. Es una figura
herzogiana y parecería lógico que fuera Herzog, un alma gemela, quién hiciera
su retrato en lugar del muy urbano y contemplativo Wenders, un director capaz
de entender a Ozu o a Nicholas Ray, pero muy alejado de la aventura de Salgado.
Y sin embargo, a medida que el documental avanza y vamos viendo la trayectoria
vital y profesional del fotógrafo, entendemos porque Wenders se ha sentido
fascinado por él y su obra. Y porque, al final es mejor que haya sido el
reflexivo Wenders el que nos la cuente más que el impulsivo Herzog. Salgado ha
sido el testigo privilegiado de la barbarie que ha asolado el mundo en el
último tercio del siglo XX. Su cámara ha recogido la muerte en todas su
variantes, la explotación del hombre, la destrucción de la humanidad. Y lo ha
hecho dotando a sus fotografías de una belleza sobrecogedora que te produce
dolor al verlas. Tanto dolor que ni él mismo pudo soportarlo y llegó un momento
en que decidió dejar de hacer fotos de la maldad del mundo y retirarse a
plantar árboles, repoblando un desierto hasta convertirlo en selva. Y fue
entonces cuando volvió a sentir el deseo de hacer fotos. Pero esta vez no de
muerte, sino de vida. Un homenaje a la tierra, a la naturaleza, al planeta. Y
empezó por las Islas Galápagos recordando a Darwin. El resultado es de una
belleza enorme. Y de una esperanza enorme también. Porque, dejar constancia del
horror es importante. Pero dejar constancia de la belleza de nuestro mundo,
también.
(esta foto, también es de Ramón de un viaje a
Andalucía en 1971 donde descubrimos a Paco de Lucía por primera vez)
El tercer documental que que se estrena este viernes habla precisamente de eso, de
belleza. De la belleza de una música que solo puede salir de unos dedos
privilegiados, únicos. Los de Paco de Lucía. El documental que ha dirigido su
propio hijo se titula Paco de Lucía, la
búsqueda. El título es perfecto. Porque Paco, el hijo de Lucia la
portuguesa, se pasó toda su vida buscando ese momento mágico en el que la
música que salía de sus manos se convertía en algo sublime. Una larga entrevista
que repasa su vida nos permite descubrir no solo historias y anécdotas, sino conocer a un
hombre divertido, irónico, y muy sensato. De sus palabras me quedo con la
famosa frase que le trajo tantos problemas en el tardofranquismo. “La mano
izquierda es la que crea, la inteligente; la mano derecha es la que ejecuta”. Y
a continuación nos da una lección de honestidad:
“el día que gané dos millones de pesetas y las puse en el banco, dejé de
decir que era de izquierdas”. Dejó de decirlo, pero no de serlo. Porque un
hombre que no se acomodó nunca, que se empeñó en recorrer caminos desconocidos
y arriesgarse en nuevos experimentos
musicales, no puede ser nunca un hombre
conservador. Si les gusta su música disfrutarán mucho. Si no les gusta o no la
conocen bien, también disfrutarán. Es un placer oírle tocar y oírle hablar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario