viernes, 1 de mayo de 2015

FUTUROS Y HUMOR. D'A 2


Un festival es un lugar perfecto para ver películas. Pero también es el espacio ideal para confrontar posturas, reunir personalidades diversas y plantear retos de futuro. Al menos un festival de las dimensiones y objetivos del D’A de Barcelona. Preocupado por dar visibilidad a un  nuevo cine español que se teje en los márgenes de una industria paralizada por la falta de canales de financiación y una cierta incapacidad de adaptarse a los nuevos modelos de producción y explotación del cine, el D’A ofreció su plataforma a dos grupos de directores diferentes pero con un nexo común entre todos ellos: intentar hacer las cosas de otra manera.
Por un lado y en torno a una mesa redonda bajo el lema de Futuros (Im)posibles, reunió a cuatro de los jóvenes autores de la última hornada.  Miguel Llansó, Ion de Sosa,  Velasco Broca y Chema García Ibarra. Es reconfortante comprobar que los discursos más innovadores se repiten periódicamente entre la gente más inquieta. No es que lo que estos directores dicen, hacen o  piensan sea  nada totalmente nuevo, pero si es cierto que se enlazan en la tradición de aquellos creadores que han intentado escapar de la rutina en cualquier tiempo. Escuchándolos pensaba que su discurso era muy parecido al que tenía Marc Recha o Huerga a principios de los años 90, o Guerín y Almodóvar en los 80, o Arrieta y Zulueta en los 70, o Jorda en los 60, o…. podríamos remontarnos hasta el origen del cine. Pero lo que lo hace interesantes es que siga vivo este espíritu y que se presente siempre renovado y con un ímpetu subjetivo. No sé si estos (nuevos) directores tendrán o no futuro (¿habrá futuro para alguien en el terreno de la cultura en España? a veces me lo pregunto) pero lo que sí es seguro es que siempre habrá gente con necesidad de contar las cosas de otra manera, de acercarse al mundo desde distintos espacios: ya sea la lejana Etiopia; ya sea un sueño de androides en un Benidorm desierto poblado de zombies; o el salón de una casa donde una abuela lee una carta o esa India tan lejana de las postales turísticas.  El problema es que estos talentos en ciernes no sean capaces, por las razones que sean, propias o ajenas, de su propio devenir o del comportamiento de la sociedad, de llegar a su público natural y de dar el salto a una profesionalidad indispensable para continuar haciendo lo que les gusta hacer.
En el mismo día y en otra mesa redonda que se agrupaba bajo el lema de Posthumor se reunieron los componentes de los colectivos Venga Monjas, Burmin’Percebes, Miguel Noguera, Carlos de Diego y Carlo Padial. El tema: la comedia en este nuevo cine español que ha encontrado en Internet y en los medios de difusión que ofrece la red un lugar ideal para imponer un lenguaje de humor distinto (o no) pero en todo caso, entroncado con una tradición que tiene un largo recorrido en el cine español. Una tradición que siempre ha sabido entroncarse con la realidad que le corresponde y que va de Mihura a Berlanga.
Las dos mesas redondas me dejaron una sensación de optimismo. Y lo digo contenta porque a pesar de todas las dificultades, a pesar de que hay mucha confusión de ideas, a pesar de que todo es difícil, comprobar que hay gente que todavía tiene ganas de hacer cine como El cami mes llarg per tornar a casa, Les amigues de l’Agata, Antígona despierta, No todo es vigilia,  Searching for Meritxell o Taller Capuchoc,  por citar solo algunas de las películas que se han visto estos días, me hace pensar que el cine está vivo. Mejores o peores, estos y otros muchos títulos, son la garantía del relevo necesario para seguir adelante.

2
Más que de películas (quizás mañana haga un repaso de algunas de las que me han interesado) quiero acabar esta crónica con un baño de realidad. Estando en la cola para entrar a ver Juana a los 12, pasó a nuestro lado una mujer mayor, una  vagabunda con su carrito lleno con todas sus pertenencias. Estaba enfadadísima porque la gente que hacía cola ocupaba la acera y no la dejábamos pasar.  Mirando a los que esperábamos allí lanzó un grito: “Sois todos unos muertos en vida”.  Pere Vall y yo que estábamos hablando en ese momento, nos quedamos helados. ¿Era verdad lo que decía aquella mujer? ¿Éramos muertos en vida sumergidos en una sala oscura y en silencio en lugar de estar en la calle viendo el sol y paseando? Nosotros vemos la vida en la pantalla y esa mujer vive la vida en sus carnes. No sé qué extraña sensación me produjo ese grito airado después de un día de estar escuchando a los directores hablar y hablar de lo que se puede y no se puede hacer. Creo que la única conclusión posible es que hay que vivir la vida como uno quiera, viendo películas, haciéndolas o con un carrito lleno de cosas. No hay nada peor que los muertos en vida. En eso tenía la razón la señora.


No hay comentarios:

Publicar un comentario