(no suelo poner
fotos de película, pero esta me gusta mucho y además es una imagen perfecta de
esta mujer fantástica)
Esta
semana quiero hablar de dos mujeres fantásticas. Una en la pantalla, la otra en
la vida real.
La
primera es Marina Vidal, es decir Daniela Vega, la protagonista de Una mujer fantástica de Sebastián Lelio.
Marina es una mujer estupenda, mucho más mujer que muchas mujeres. Marina tiene
una dignidad y un dolor dentro que la actriz sabe transmitir de una manera
sutil, sin aspavientos, sin esfuerzo. Esta es una película que no se puede
contar. No porque no quiera explicar de qué va (que no quiero) sino porque si
se cuenta, se reduce su historia a un mero (melo)drama. Y no lo es, es mucho más.
Es un retrato de una sociedad hipócrita, pero sin poner el acento en su maldad,
comprendiéndola; es el relato de una pérdida, pero sin caer nunca en el
sentimentalismo; es la mirada sobre un ser desvalido que se crece frente a una
adversidad inesperada; es la forja de una dignidad que el film respeta incluso
en su puesta en escena, sobria y distanciada. Y es una gran historia de amor
fantástica. El amor de Marina la llevará hasta poder despedirse de Orlando
siguiendo la sombra de su fantasma. Y solo después de decirle adiós, podrá
cantar dos hermosísimas arias: Sposa son disprezzata, de Vivaldi y Ombra mai fu, de Handel, con una voz
espectacular. No en balde Daniela Vega es una de las mejores cantantes
líricas chilenas y una mujer fantástica sin duda.
La
segunda mujer fantástica es AnneWiazemsky. En medio del ojo de este estúpido
huracán doméstico que estamos viviendo, no nos damos cuenta que ahí fuera pasan
muchas cosas. Cosas buenas, algunas,
cosas malas, muchas. Quizás por eso nadie se hizo eco de la muerte de esta
estupenda mujer el pasado día 5 de octubre. Yo misma me enteré casi por
casualidad. Y me supo mal, muy mal. En primer lugar porque es una mujer de mi
generación, Anne W. tenía 70 años, yo tengo 67. Demasiado cerca. En segundo
lugar porque aunque ella era miembro de una familia de la aristocracia francesa
en el Paris de los años 60 y yo una hija de refugiados en la Barcelona del
franquismo, teníamos algo en común: la música que oíamos, los libros que
leíamos, las ideas que defendíamos. Aunque eso,
yo entonces, ni siquiera lo sabía. Tardaría unos años en descubrir en
un pase en la Filmoteca el año 1973, la película de Bresson Au hasard
Balthazar, donde Anne W. deslumbraba con su luz y su mirada baja. Pero al
que si conocía era a Godard y también los Cahiers du Cinéma y también los
efectos del famoso Mayo del 68. Sabía
que Godard había hecho una película que se llamaba La chinoise y que el director francés reivindicaba el Libro Rojo de
Mao como si fuera la Biblia. Sabía, también, que vivía con la protagonista de
la película, lo que, en ese momento, me producía mucha envidia.
Más
tarde, cuando vi la película, cuando vi lo que Godard había hecho dentro del
Grupo Dziga Vertov, me di cuenta de lo
estúpida que era yo, pero sobre todo, de lo estúpido que era ese director
ególatra, inseguro y pedante que abandonó el cine para adentrase no se sabe
bien en qué. Esta idea me la confirmó la propia Anne W. cuando publicó el
divertido libro Un año ajetreado en
el que relataba sin ningún pudor y sin miedo su relación con el Temible Godard.
Y lo hacía con humor y con ironía y con amor por ese (mal) genio que no supo
sobrellevar la ola de rebeldía que cubrió Francia en el año 1968.
La
muerte de Anne W. coincide con el estreno de Mal genio, el film que Michel
Hazanavicius ha dedicado a Godard y AnneW, justamente a partir de su
libro de recuerdos. Es una película
divertida, que nos muestra a Godard, interpretado por Louis Garrel desde el respeto pero no la
reverencia, como lo que era: un hombre pedante, muy convencional e incluso
reaccionario, pero convencido que era la voz de la revolución. La mejor impresión del personaje de Godard, a
parte de la que ofrece Anne W. en su libro, es la que ha hecho la actriz que la
interpreta en la película. Stacy Martin confiesa haberse empapado de la época
viendo las películas de François Truffaut, “por la forma en que las personas
hablan, la forma en que se mueven, la forma en que se comportan. Las películas
de Truffaut me ayudaron a encontrar una textura, un tono. Las películas de
Godard están completamente reescritas en la edición, lo que hace difícil
obtener inspiración directa sin caer en la caricatura. Necesitaba algo más
natural, más cotidiano y las películas de Truffaut fueron muy útiles para esto”.
No como las de Godard en esa época. Cine inútil en definitiva del que nadie se
acuerda ya. Yo, por mi parte, me quiero acordar aquí de Anne W., una mujer
fantástica.
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