sábado, 14 de octubre de 2017

FANTÁSTICA (S)





(no suelo poner fotos de película, pero esta me gusta mucho y además es una imagen perfecta de esta mujer fantástica)
Esta semana quiero hablar de dos mujeres fantásticas. Una en la pantalla, la otra en la vida real.
La primera es Marina Vidal, es decir Daniela Vega, la protagonista de Una mujer fantástica de Sebastián Lelio. Marina es una mujer estupenda, mucho más mujer que muchas mujeres. Marina tiene una dignidad y un dolor dentro que la actriz sabe transmitir de una manera sutil, sin aspavientos, sin esfuerzo. Esta es una película que no se puede contar. No porque no quiera explicar de qué va (que no quiero) sino porque si se cuenta, se reduce su historia a un mero (melo)drama. Y no lo es, es mucho más. Es un retrato de una sociedad hipócrita, pero sin poner el acento en su maldad, comprendiéndola; es el relato de una pérdida, pero sin caer nunca en el sentimentalismo; es la mirada sobre un ser desvalido que se crece frente a una adversidad inesperada; es la forja de una dignidad que el film respeta incluso en su puesta en escena, sobria y distanciada. Y es una gran historia de amor fantástica. El amor de Marina la llevará hasta poder despedirse de Orlando siguiendo la sombra de su fantasma. Y solo después de decirle adiós, podrá cantar dos  hermosísimas arias: Sposa son disprezzata, de Vivaldi y Ombra mai fu, de Handel, con una voz espectacular. No en balde Daniela Vega es una de las mejores cantantes líricas chilenas y una mujer fantástica sin duda.




La segunda mujer fantástica es AnneWiazemsky. En medio del ojo de este estúpido huracán doméstico que estamos viviendo, no nos damos cuenta que ahí fuera pasan muchas cosas. Cosas  buenas, algunas, cosas malas, muchas. Quizás por eso nadie se hizo eco de la muerte de esta estupenda mujer el pasado día 5 de octubre. Yo misma me enteré casi por casualidad. Y me supo mal, muy mal. En primer lugar porque es una mujer de mi generación, Anne W. tenía 70 años, yo tengo 67. Demasiado cerca. En segundo lugar porque aunque ella era miembro de una familia de la aristocracia francesa en el Paris de los años 60 y yo una hija de refugiados en la Barcelona del franquismo, teníamos algo en común: la música que oíamos, los libros que leíamos, las ideas que defendíamos. Aunque eso,  yo entonces, ni siquiera lo sabía. Tardaría unos años en descubrir en un pase en la Filmoteca el año 1973, la película de Bresson Au hasard Balthazar, donde Anne W. deslumbraba con su luz y su mirada baja. Pero al que si conocía era a Godard y también los Cahiers du Cinéma y también los efectos del famoso Mayo  del 68. Sabía que Godard había hecho una película que se llamaba La chinoise y que el director francés reivindicaba el Libro Rojo de Mao como si fuera la Biblia. Sabía, también, que vivía con la protagonista de la película, lo que, en ese momento, me producía mucha envidia.
Más tarde, cuando vi la película, cuando vi lo que Godard había hecho dentro del Grupo Dziga Vertov,  me di cuenta de lo estúpida que era yo, pero sobre todo, de lo estúpido que era ese director ególatra, inseguro y pedante que abandonó el cine para adentrase no se sabe bien en qué. Esta idea me la confirmó la propia Anne W. cuando publicó el divertido libro Un año ajetreado en el que relataba sin ningún pudor y sin miedo su relación con el Temible Godard. Y lo hacía con humor y con ironía y con amor por ese (mal) genio que no supo sobrellevar la ola de rebeldía que cubrió Francia en el año 1968.

La muerte de Anne W. coincide con el estreno de Mal genio, el film que Michel  Hazanavicius ha dedicado a Godard y AnneW, justamente a partir de su libro de recuerdos. Es una película divertida, que nos muestra a Godard, interpretado por Louis Garrel desde el respeto pero no la reverencia, como lo que era: un hombre pedante, muy convencional e incluso reaccionario, pero convencido que era la voz de la revolución.  La mejor impresión del personaje de Godard, a parte de la que ofrece Anne W. en su libro, es la que ha hecho la actriz que la interpreta en la película. Stacy Martin confiesa haberse empapado de la época viendo las películas de François Truffaut, “por la forma en que las personas hablan, la forma en que se mueven, la forma en que se comportan. Las películas de Truffaut me ayudaron a encontrar una textura, un tono. Las películas de Godard están completamente reescritas en la edición, lo que hace difícil obtener inspiración directa sin caer en la caricatura. Necesitaba algo más natural, más cotidiano y las películas de Truffaut fueron muy útiles para esto”. No como las de Godard en esa época. Cine inútil en definitiva del que nadie se acuerda ya. Yo, por mi parte, me quiero acordar aquí de Anne W., una mujer fantástica.

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