(no
puedo evitar poner una imagen poco conocida de uno de los films Lumière)
Primera
luz: ¡Lumière! Comienza
la aventura
La
semana pasada se estrenó la que para mí es la mejor película del año (y a lo
mejor de todos los años). Se llama ¡Lumière!.
Aparece como una película de Thierry Frémaux., pero para ser justos debería
decir de los Hermanos Lumière, Auguste y Louis, y de todos los camarógrafos que
mandaron a recorrer el mundo en los cruciales años de 1895 a 1905. Creo que la forma mas adecuada sería decir
que ¡Lumiere! no es "de", sino que existe “gracias a" Thierry Frémaux. Y no solo por este film magnifico e imprescindible, sino por el excelente trabajo que el director
artístico de Cannes realiza en Lyon al frente de la casa museo que alberga el Instituto
Lumière donde se recupera, restaura, conserva y da nueva vida a la ingente obra
que dejaron estos creadores del lenguaje del cine. Frémaux ha seleccionado 108
de los más de 1400 films de menos de un minuto que se conservan y los ha
organizado por temas de manera que mientras los ves te vas empapando de cómo
vivía la gentes de esa época: la familia, los obreros, la ciudad, y poco a poco vas descubriendo el horizonte más
lejano en las películas que enviaban los operadores desde los lugares más
remotos: México, Vietnam, Barcelona… Ver estas pequeñas joyas en un blanco y
negro perfecto, nos permite disfrutar a muchos niveles. Para mí el primero ha
sido el del placer de ver la vida discurrir ante los ojos. Pero hay más
sorpresas. Como la de acabar con el tópico de que los Lumière filmaban la
realidad y Méliès filmaba la fantasía. No
es cierto. Estos film demuestras que los que filmaban estos cortos eran ya directores
de cine. Sabían donde poner la cámara, como iluminar para conseguir un efecto
dramático, buscaban el encuadre justo y lo que es más importante, tenían una
puesta en escena muy elaborada con una clara dirección de actores. Es decir, hacían CINE, con mayúsculas y hacían
ficciones sobre la realidad. Poesía y belleza, risas y dramas, todo aparece en
esta película-río-historia que Frémaux va narrando con humor y con
inteligencia, mostrándonos como un detective los detalles que se escapan a un simple espectador. No me cabe
duda: es la mejor película del año.
(Volker
Schlondörff recibe el premio Mirada Internacional del 26 Festival de Cine de Madrid)
Segunda
luz: Schlondörff
El
fin de semana pasado estuve en Madrid, invitada por la Plataforma de Nuevos
Realizadores que organiza el Festival de Cine de Madrid. En concreto me
invitaron para que participara en un homenaje al director Volker Schlondörff al
que se le entregaba el premio Mirada Internacional. Fue un placer encontrarme
con este director alemán que lleva nada menos que 51 años haciendo cine. Su
primera película, absolutamente moderna en todos los sentidos, fue El joven Torless realizada en 1966 cuando
tenía 25 años y desde entonces, Schlondörff ha hecho 43 mas hasta la última,
estrenada hace apenas unos meses. Esto solo ya hacía apetecible la invitación a
conocerle y tener un coloquio con él y con el público. Pero resultó mucho mejor
cuando me encontré con un hombre de un sentido del humor inacabable, que habla
cinco idiomas cambiando de uno a otro sin problemas, que conoció a Billy Wilder,
a Fritz Lang, que trabajó con Louis Malle o Jean Pierre Melville, que fue
contemporáneo de la nouvelle vague y del nuevo cine alemán y que, y eso es lo
mejor, sigue reflejando su tiempo como lo ha hecho siempre a través de sus
películas.
Schlondorff
es un director europeo nacido en Alemania, formado en Francia, que ha trabajado
en Inglaterra y Estados Unidos, ha vivido en Italia, conoce bien Polonia y es
feliz en cualquier lugar donde exista la tolerancia y la curiosidad. Es un
hombre sin fronteras que entiende el valor de mezclarse con otras culturas, con
otras gentes. Un soplo de aire fresco en medio de este ambiente viciado en el
que vivimos. Fue muy divertido escucharle hablar de cómo en los cuatro días que
había estado en Madrid había estado viviendo en una especie de tsunami de
emociones y de recuerdos, pasando de una película hecha hace cincuenta años, a
otra de hace veinticinco o de una de hace cuatro años a otra de hace treinta,
saltando de una a otra con todos los recuerdos que las acompañaban. Un montón
de fantasmas del pasado y del presente se agolpaban en su memoria y los
compartía con nosotros. Pero no solo el pasado. Schlondörff no es una persona
nostálgica. Vive su tiempo como lo ha hecho siempre y por eso es un hombre
preocupado por la deriva populista y nacionalista, xenófoba y reaccionaria que
se extiende por Europa, por España, por Catalunya.
Agradezco a la Plataforma y al Festival esta oportunidad de conocer a Schlöndorff y desde aquí quiero reconocer el inmenso trabajo que hacen por dar a conocer a nuevas voces, semillas del futuro.
Agradezco a la Plataforma y al Festival esta oportunidad de conocer a Schlöndorff y desde aquí quiero reconocer el inmenso trabajo que hacen por dar a conocer a nuevas voces, semillas del futuro.
(el
por qué de estas vasijas de Ramon, lo sabrán si ven la película de Kore-eda)
Tercera
luz (o mas bien sombra): El tercer
asesinato
Hay
luz en esta película oscura. Hay una extraña luz que se cuela por la ventana de
una celda de prisión. Es una luz que ilumina apenas una película sombría. O
mejor que sombría, una película metafísica. No se asusten. En realidad es un
film que habla de un crimen, del acusado del crimen y del abogado que lo
defiende. Pero tratándose de Kore-eda, nada es tan sencillo como en una serie
de televisión de juicios. Hay un muerto,
si. Pero ¿por qué lo mató el asesino confeso? ¿lo mató en realidad, si o no? El
film discurre ante nuestros ojos a través de conversaciones entre el abogado,
el asesino, la familia de la víctima. Y
poco a poco nos va sumergiendo en un universo de padres e hijas, la familia
siempre importante en Kore-eda, aunque no unos padres y unas hijas
convencionales. Hay dos hijas adolescentes y una hija ausente. Hay un doble
conflicto, Hay un asesinato anterior, cometido por el mismo hombre treinta años
atrás. Y hay un tercer asesinato. Sí, lo hay aunque no lo veamos. Es una
película que cansa en algunos momentos, que invita a desconectar, pero si se
tiene paciencia, hay una secuencia al final, espléndidamente rodada, magnífica
en su contenido, que justifica todo el film. Y lo explica. Una luz teñida de
sombras.
(esta
vez era muy claro que lo que hacía falta era un ciervo de las acuarelas de
Ramon)
Cuarta
luz. En cuerpo y alma
Esta
es una luz onírica, de sueño. Un sueño soñado a dos. Un sueño de amor en el
bosque: el amor de un ciervo imponente y una dulce cierva. Es una luz de
invierno, acuática y blanca que contrasta con la luz de verano, fría y azul de
un espacio completamente inhóspito: un matadero donde los animales miran por
los tablones antes de ser sacrificados. Es aquí donde se encuentran dos almas
perdidas que no tienen cuerpo. Un hombre solitario y callado, una mujer joven
con un profundo miedo al contacto, al mundo. Sin saberlo, los dos están conectados
y a través de sus sueños llegaran a conquistar el cuerpo que les falta. Hay dos
partes muy claras en esta película. Mejor dicho tres: el sueño, precioso y
silencioso, siempre en alerta, pero nunca en peligro; la vida en el matadero, más
que cruel, indiferente a la muerte que les rodea; el mundo de María y Endre,
que poco a poco les aleja del matadero y los lleva hacia sus nidos respectivos.
La nueva película de la húngara Ildikó Enyedi ganó el Oso de Oro de Berlín este
año. Si se dejan llevar por la sugerente
relación de los ciervos entenderán porque se lo merecía.
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