Los archivos del
Pentágono
Esta
mañana me he dedicado a destruir papeles viejos que no sé porqué guardaba desde
hace mucho tiempo. Hacerlo me ha provocado una doble sensación. Por un lado una
especie de liberación, de dejar atrás el pasado, quitarme un peso de encima.
Pero por otro, una cierta nostalgia, la impresión de que se perdía la memoria.
Ha sido raro, pero muy interesante.
Sirva
esta extraña introducción para hablar de una película de papeles. Muchas clases
de papeles, Los archivos del Pentágono
de Steven Spielberg. La mejor película de Spielberg y una de las mejores que he
visto en los últimos tiempos.
En
esta historia hay un papel fundamental, el del periódico recién impreso, apenas
salido de las máquinas, aun con el olor a tinta fresco impregnándolo todo. Es
algo mágico. No sé si ahora las imprentas digitales huelen a plomo y a tinta
como las de los años setenta. Pero esta te lo transmite. Y ese olor no es
banal. Porque detrás de la linotipia y de la rotativa hay un periodismo de
investigación serio y riguroso que tiene las ideas muy claras: los medios de
comunicación están para servir a los gobernados NUNCA a los gobernantes. Esa es
una de las bases de la democracia y de la libertad. Una idea que
desgraciadamente se olvida demasiadas veces poniendo los medios de comunicación
(y no piensen que quiero eludir citar directamente a TV3 o a TVE) al servicio
de un partido, un gobierno, casi siempre traicionando a los ciudadanos. Este
respeto a la libertad no tiene nada que ver con defender una determinada forma
de pensar. Si no hubiera diversidad en la información, no serviría de nada. Hay
periódicos de derechas y conservadores, de izquierdas y liberales; hay medios
de comunicación que investigan y exponen de manera deshonesta, sin calcular las
consecuencias, solo pensando en ganar lectores con el amarillismo; hay otros
que nunca investigan y hay algunos que investigan y valoran que hacer con la
información que consiguen.
Spielberg
habla de esta duda entre saber y contar, entre intereses económicos y libertad
de expresión, entre arriesgarse o acobardarse. Entre el servicio a los
gobernados o la sumisión a los gobernantes. Y lo hace a partir de un hecho
histórico real: los papeles del Pentágono que demostraban las mentiras y
manipulaciones de distintas administraciones en torno a la guerra del Vietnam.
Papeles que desveló primero el New York Times pero que en realidad fueron
estudiados, analizados y denunciados en su totalidad por el Washington Post
poniendo en jaque a Richard Nixon un año antes de descubrirse el escándalo de
las escuchas del Watergate. Pero lo mejor de la película no es que nos ponga
frente a un escándalo político de enormes consecuencias. Lo mejor es como lo hace.
La cámara fluye, escribe sin que la veas como un buen periodista que no
necesita artificios literarios para contar lo que quiere. Los actores (incluso
siendo tan conocidos como Meryl Streep y Tom Hanks), desaparecen tras los
personajes. Todo encaja en esta filigrana de puesta en escena en la que no hay
una sola nota discordante. Los ambientes se respiran, la música acompaña, la
historia se narra. Kay Graham, la propietaria del diario, va creciendo ante
nuestros ojos, gracias una Meryl Streep que pasa de ser ignorada por el poder y
el dinero, a tomar las riendas de la situación ante el asombro de los hombres
que la rodean y siempre la han menospreciado. Ben Bradlee, el editor que interpreta
Tom Hanks, evoluciona de una simple rivalidad y competencia con otro diario a
una postura donde la conciencia se erige en única norma a seguir. Y todos,
absolutamente todos los demás actores funcionan como una orquesta bien
conjuntada. Cine político, cine militante, cine necesario. Simplemente CINE.
La peste
Curiosidades
y casualidades me llevan de pronto (y digo de pronto, porque no fue al momento,
sino días después, pensando la película de Spielberg) a darme cuenta de las tres
interesantes coincidencias entre La
peste, la serie de Alberto Rodríguez que se puede ver en Movistar y Los archivos del Pentágono. ¿Qué puede
haber en común entre estos dos excelentes productos, cada uno en su género?
Pues mucho más de lo que parece. Por ejemplo, los papeles. También en La peste son los papeles impresos los
que desatan la investigación y es un editor/impresor el que se entrega a
desentrañar el misterio de los asesinatos misteriosos en medio de la epidemia
de peste que asola Sevilla en el siglo XVI. Pero la coincidencia más notable es
la del personaje de Teresa Pinelo con la Kate Graham del Washington Post. Como
Kate, Teresa ha heredado un negocio después del suicidio de su marido; como
Kate, Teresa no tiene derecho a hablar por si misma y debe hacerlo por persona,
masculina, interpuesta; como Kate, Teresa acaba tomando las riendas de la situación.
La relación de Teresa y Mateo (excelentes Patricia López Arnaiz y Pablo
Molinero) tiene un componente de amor que no tienen nunca Kate y Ben, pero su amistad y respeto es uno de los elementos que hacen que la trama avance. Si la película de
Spielberg es CINE en estado puro, no tengo ningún reparo en decir que La peste de Alberto Rodríguez es
TELEVISIÒN en estado puro. Esta sería la tercera coincidencia.
Gracias, Nuria. Nos ha gustado esa comparativa y suscribimos tus palabras.
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