Esta semana voy a hablar de
tres películas que pasan en el verano, aunque no son exactamente “de verano”.
Dos son estrenos este viernes, la otra se estrenó hace unos días.
(Ojos
Negros en Teruel)
Ojos
negros
El verano es el tiempo en que
pasa esta historia. El espacio es el de Ojos negros, un pequeño pueblo de la
España olvidada, de la mas olvidada aun provincia de Teruel que espero que este
film despierte el deseo de conocer. La protagonista es una adolescente de ojos
negros. Callada, muy observadora, ajena al entorno. Se llama Paula y la
interpreta Julia Lallana, la hermana pequeña de una de las dos directoras,
Marta Lallana, la otra es Ivet Castelo, las dos son alumnas de la Pompeu. En
realidad este film pequeño, sencillo, sin pretensiones, es su proyecto de fin
de carrera convertido en estreno gracias a la participación de Filmin y Nanuok.
Ojos negros es una historia de
mujeres: Paula, la adolescente urbanita trasladada al pueblo de su madre contra
su voluntad, debe aprender a vivir con su abuela y su tía, dos mujeres adustas
y cansadas que no saben muy bien qué hacer con ella. Alicia, la amiga que
conoce en ese pueblo, le permite un respiro emocional y sobre todo lúdico, pero
es incapaz de darle a Paula lo que está buscando. Historia de silencios en
espacios amplios y secos, de miradas y descubrimientos, de dolor y crecimiento,
se ha hablado como referentes del film desde Verano 1993 de Carla Simon, hasta El espíritu de la colmena de Víctor Erice. Sin negar estos
antecedentes, lo que distingue este film lleno de emociones contenidas y
sentimientos, es la frescura de la mirada tanto de su joven protagonista como
de las directoras, hacia un entorno desconocido y hasta cierto punto hostil que
acaba siendo el mejor espacio para asumir la dificultad de dejar atrás la
infancia.
(Mi
ejemplar de Anna Karenina)
La
vida sense la Sara Amat
También de dejar la infancia
atrás habla el debut como directora de Laura Jou, una película que provoca
distintas reacciones. He hablado de ella con bastante gente indignada con su
historia, con lo que podemos llamar, su mensaje. Antes de seguir un breve
resumen. Un pueblo del interior de Catalunya, un grupo de adolescentes, uno de ellos,
Pep, viene de la ciudad y está enamorado de una chica del pueblo, Sara Amat. Un
día, Sara desaparece. Todo el pueblo la busca, y Pep se la encuentra escondida
en su habitación. A partir de aquí, la historia se divide en lo que pasa dentro
de la habitación y lo que pasa fuera. Si tomamos este argumento, que viene de
una novela de Pep Puig, al pie de la letra, la verdad es que da un poco de
grima ver lo reaccionario que llega a ser. Porque Sara se escapa sobre todo
cuando descubre la infidelidad de su madre y Pep la esconde y la protege sin
importarle lo que puedan estar sufriendo los que la buscan. No sé si es lo mas
edificante como lección moral y entiendo el cabreo de algunos de mis amigos
ante el film. Pero yo la he querido leer de otra manera. Para mí, Sara
desaparece del pueblo y lo que pasa en esa habitación, en esa casa de la que no
sale en diez días, es algo que Pep se inventa. El niño proyecta su dolor de la
vida sin Sara Amat evocándola como un ser al que cuidar y proteger. Solo así acepto
y entiendo esta historia inverosímil desde un punto de vista
naturalista. Pero creo que soy la única que ha hecho esta lectura de la
película. Otra cosa, al margen de los buenos resultados, es como se ha
producido este film que aparece como la primera producción de la Xarxa de
Comunicación Local, es decir, la Red Audiovisual de la Diputación de Barcelona
que ha pagado este film coproducido por Massa d’Or, la productora de Isona
Pasola. De repente, esta película ilumina un poco uno de los grandes misterios
de este verano: el de la extraña alianza de Junts per Cat con el PSC en la Diputación
de Barcelona que tanto ha molestado a Esquerra. Para entendernos, la Xarxa de
Comunicación Local es la que le paga 6.000 euros mensuales a Marcela Topor, la
mujer de Puigdemont, por un programa semanal en su canal de televisión. Y la
que ha soltado una buena cantidad de dinero para que la presidenta de la
Academia financie este film. Los monises, que dice Ramón de España…
(la
isla de Utoya
Utoya
(y) 22 de julio
Otra clase de verano muy
distinto es el que aparece en estos dos films, que recuerdan el atentado en el
distrito gubernamental de Oslo y la horrible matanza del 22 de julio del 2011 en
la pequeña isla de Utoya. Un solo hombre, Anders Behring Breivik, neonazi, militante
de extrema derecha, convencido de su superioridad moral, ética y racial, decidió
que era hora de acabar con los jóvenes de la Liga Juvenil del Partido Laborista
Noruego asesinando a sangre fría a los asistentes a un campamento de verano en
la isla de Utoya. Murieron 77 personas, ocho en Oslo y 69 en Utoya, casi todos adolescentes
que estaban allí de vacaciones. Los dos films se complementan muy bien y vale
la pena verlos seguidos. Primero el que se estrena en cines, Utoya, del noruego Erik Poppe, después
el que se puede ver en Netflix, 22 de
julio, de Paul Greengrass. El Utoya
noruego, se centra en el ataque a la isla. Empieza mostrando muy rápidamente el
atentado con bomba en el centro de Oslo, y hace una breve presentación de
personajes antes de que asistamos a los 72 minutos de pesadilla que duró el
ataque en esa ratonera, narradas en un espectacular plano secuencia en el que
nunca vemos al atacante, ni sabemos nada de él, porque la película no pierde el
punto de vista de Kaja, una joven de 18 años que está en el campamento con su
hermana. La ansiedad, el miedo, la sensación de abandono, el pánico, se
extienden al espectador convertido en una víctima mas de la intolerancia y la
barbarie. El film de Paul Greengrass, en cambio, sigue en paralelo al autor de
los ataques y un superviviente, desde la preparación del atentado, la
consumación de la matanza y sobre todo el juicio que condenó a Breivik.
Identificado con un movimiento de extrema derecha llamado Los Caballeros
Templarios, Breivik se definía a si mismo como un cazador de marxistas y
anunciaba que no estaba solo, que había muchos mas y que no se podría acabar
con ellos. Las dos películas sirven para recordar este hecho espantoso, pero
sobre todo sirven para advertirnos de que estamos perdiendo el tiempo en
tonterías, porque efectivamente, los templarios y sus locos seguidores ya están
aquí y nos rodean por todas partes. En ese sentido, las últimas palabras que le
dice el neonazi de la ultra derecha a su abogado al conocer su sentencia son
reveladoras: “Lo haría todo otra vez si pudiera”.
EL RINCÓN DE LAS SERIES
Residue
A veces bucear en las
plataformas da buenos resultados. Te puedes encontrar con sorpresas escondidas.
Fue Ramon el que descubrió ésta. Se llama Resdidue,
es inglesa y tiene ya cuatro años. Se trata de una miniserie de tres capítulos de
45 minutos que se pueden ver como el piloto de un proyecto que nunca existió o
como una película en tres partes con un final abierto. En todo caso, su propia
existencia truncada la convierte en un producto inacabado pero acabado, si es
que eso es posible. Sucede en Londres en un futuro cercano. Una explosión deja
el centro de la ciudad convertido en una zona catastrófica aislada por la
amenaza del riesgo de contaminación química. Hay tres personajes centrales.
Jennifer (Natalia Tena), una fotógrafa que busca que hay más allá de los
rostros de la gente, su novio Jonas (Iwan Rheon), encargado de comunicación del
Ministerio del Interior y el policía Mathis (Jamie Drawen) que pierde a su hija
en la explosión. Estos tres seres perciben que tras la catástrofe hay algo mas,
oculto y siniestro, que va desde una conspiración gubernamental hasta un terror
fantástico. Las imágenes son impresionantes y la narración envolvente. Y sin
embargo, esta serie de ciencia ficción post apocalíptica nunca tuvo una
continuidad. La primera reacción es de rabia porque querrías saber que les pasa
a los tres protagonistas abandonados a un destino muy incierto. Pero por otro,
casi me alegro de que no me lo expliquen. El final de Residue me deja con una sensación inquietante sobre un producto acabado
por inacabado. Si les gusta la ciencia ficción búsquenla. Y aunque no les
guste, hay suficientes elementos en ella para verla.
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