Corpus Christi
El engaño en esta película
polaca es evidente. En un país tan profundamente hipócrita y católico, pero al
mismo tiempo tan profundamente falso y comunista, aunque las dos cosas parezcan
contradictorias, que Daniel engañe a todo un pueblo haciéndose pasar por un
joven sacerdote, cuando en realidad es un delincuente cumpliendo condena, no parece
tan fuera de lugar, No sé si se puede decir “los polacos”, pero si “ciertos
polacos”, están dispuestos a dejarse engañar por alguien que les de seguridades
y les solucione problemas. Y Daniel, con su energía, su fe, su voluntad,
consigue incluso que se puedan cerrar
las heridas del alma que no dejan vivir a las gentes de ese pueblo tras una
terrible tragedia que costó la vida a siete jóvenes. Bajo la apariencia del
Padre Tomasz, un sacerdote poco ortodoxo y muy cercano, Daniel vive un engaño
que le sirve tanto a él como a los demás. El film de Jan Komasa se suma a una
tradición de cine polaco muy interesante que comienza en los lejanos sesenta
con Polanski y llega hasta ahora, un cine que podemos definir como de un
clasicismo radical en el que el clasicismo le viene de la perfecta linealidad
de la narrativa, y la radicalidad la aporta la interpretación de Bartosz
Bielenia, un actor capaz de transmitir poder y fuerza solo con su mirada
alucinada. Corpus Christi es una
película que no engaña, al contrario: permite conocer la realidad de un país
que se ha incorporado a la Unión Europea sin dejar atrás sus viejas costumbres
heredadas de tradiciones políticas y sociales muy autoritarias y de obligado
seguimiento. Una Polonia que si intenta engañar.
(una reciente protesta contra
el AVE en Euskadi, la foto es de los periódicos)
Ane
Esta es una película española
hablada en euskera y ambientada en Vitoria. Estamos en el año 2009. Lide
trabaja como vigilante de seguridad en las obras del AVE que deben unir las
tres capitales vascas. Está separada de Fernando y vive con su hija Ane de 17
años a la que cree conocer. El engaño aquí lo provoca el personaje de Ane, la
adolescente eco-euskalduna que forma parte de un colectivo empeñado en que las
obras del tren no se lleven a cabo, provocando accidentes, atrasos y acusaciones
de traidores, entre otros a su propia madre. Como ya pasó con la autopista de
Lizarán objetivo prioritario de ETA durante toda su construcción, la llamada Y
vasca que conectará las tres capitales entre sí y con Francia y Madrid, no debe
existir: mejor aislados que unidos a la chusma extranjera (ese era el concepto
que presidía los atentados a la autopista). De hecho el AVE aun está en
construcción trece años después del inicio de las obras y siguen las protestas
en contra de su llegada a Euskadi. En la película, Ane engaña a su madre y a su
padre bajo una apariencia de joven rebelde ecologista, cuando en realidad no es
más que un peón en un juego mucho más grande. La gracia y el principal interés
de esta prometedora y estimulante opera prima es que Sañudo, el director,
enfoca el problema desde la perspectiva de un conflicto personal: el de una
madre que se da cuenta que no conoce a su hija. Lide está convencida y así
intenta hacérselo a entender a su intolerante hija, que el tren será bueno para
todos, incluso para las personas que ahora van a sufrir las consecuencias de
las expropiaciones. Ane no lo entiende, para ella, las obras del AVE y el
propio tren son un atentado contra la sociedad y contra el país. Rodada con
gran austeridad y rigor, Ane cuenta
entre sus alicientes la presencia de una actriz estupenda, Patricia López
Arnaiz que encarna a Lide, la madre. Ane
es una película arriesgada y valiente en todos los sentidos. Ayuda a
reflexionar sobre las difíciles relaciones tanto las familiares como las nacionales.
Una grata sorpresa.
Vitalina Varela
El nuevo film del portugués
Pedro Costa es una película fascinante, pero de una gran dureza. Formal sobre
todo, pero también argumental, si es que podemos hablar de argumentos en el
cine de este director tan poco dado a las narraciones. Vitalina Varela es una
mujer de 55 años, campesina de Cabo Verde, que llega a Lisboa tras la muerte de
su marido al que no ha visto en 25 años. El engaño en esta película es el que
vive Vitalina creyendo en un sueño imposible. Cuando llega a Lisboa, la mujer se encuentra sola en un mundo
de hombres, un barrio donde nadie la conoce, nadie la ayuda, mujer e inmigrante
perdida en su desolación. Todo el film está rodado en el barrio lisboeta de Fontainhas
que se ha convertido en el núcleo central de la obra de Pedro Costa. La
historia transcurre siempre de noche, en espacios cerrados, laberintos de
pesadilla, rincones de miseria. Y sin embargo, quizás eso explique porque Costa
gusta tanto a determinada critica, es de una belleza deslumbrante hecha de claro
oscuros de Caravaggio y de Rembrandt, con una luz nocturna enfocada a lo que
quiere iluminar, creando imágenes y atmósferas fascinantes. Este es su
principal atractivo, ver Vitalina como una experiencia estética más que como un
documento de cine social. Toda esta creación de imágenes poderosas parte de la
vida de la auténtica Vitalina, una mujer
que llena con su presencia los espacios de luces y sombras por donde deambula
como una sonámbula. Pero yo no quiero engañar a nadie. Vitalina Varela es una película que exige del espectador una
entrega absoluta, un dejarse llevar. No es una película que recomendaría a todo
el mundo. Aunque, ¿por qué no? En definitiva, la vida está hecha para descubrir
cosas y decidir por uno mismo si nos gustan o no nos gustan, nos interesan o no
nos interesan. A mi me gusta y me interesa, Con eso no engaño a nadie.
EL RINCON DE LAS SERIES
Antidisturbios
(Movistar)
La serie de esta semana tampoco engaña a nadie. Antidisturbios es sin duda la mejor serie española del año y probablemente una de las mejores entre todas las estrenadas en este maldito año del bicho. Me sabe un poco mal decir esto. No porque Antidisturbios de Rodrigo Sorogoyen no se lo merezca, sino porque la experiencia me ha demostrado que crear demasiadas expectativas sobre algo, produce luego alguna decepción. Y no querría que eso pasara. Antidisturbios nace como un cruce entre Que Dios nos perdone y El reino. Tiene algo de las dos, pero sobre todo tiene tiempo para desarrollar en seis capítulos una trama que abarca mucho más que la vida de este grupo de hombres de un cuerpo de policía particularmente odiado y en muchos casos desconocido. Sorogoyen y su coguionista Isabel Peña son conscientes de que el titulo es provocador: ¿será una apología de los antidisturbios?, se pregunta una cierta izquierda; ¿será un ataque a la policía?, piensa una cierta derecha. Pues no, ni una cosa ni otra, Porque el tema central de esta serie imprescindible vuelve a ser la corrupción que como una tela de araña se extiende en todos los estamentos de la vida política. Una corrupción que escoge como chivos expiatorios a este grupo de antidisturbios sobre los que recae la acusación de una mala praxis con resultado de un muerto. Un hecho fortuito y desafortunado que desencadena una cadena de represalias y complicaciones en las que poco a poco el foco se va centrando en el personaje de Laia, la investigadora de Asuntos Internos dispuesta a llegar hasta el fondo de la historia. Si la serie solo fuera el argumento ya sería importante, pero no la gran serie que es, Lo que la hace grande es la forma como está rodado cada capítulo, cambiando el ritmo, los angulares, la luz. Una de las cosas más sorprendentes de Antidisturbios es que no empatizas con nadie, bueno casi nadie. Los personajes de Diego y Salva, son los únicos que despiertan cierta comprensión, pero los demás y sobre todo el personaje de Laia, son decididamente desagradables. Y sin embargo, no puedes dejar de querer ver hacia donde los conducen sus errores, y sus intuiciones. Retrato de una época que sigue estando ahí, la historia se sitúa en Madrid entre el verano del 2016 y el verano del 2017, unas fechas nada fortuitas ni elegidas al azar, sino plenamente justificadas. Antidisturbios es un regalo que vale la pena ver. Si los Goya dieran cabida a las series, ésta sin duda lo ganaría todo. Creo que no les engaño.
El regalo de la semana son
unas hojas que creo le gustarían a Pedro Costa
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