Si tuviera que escoger un
personaje clave de esta semana (no solo de cine) diría que es sin duda Joe
Biden. El presidente de Estados Unidos ha estado en Europa para relanzar una
idea que Trump había dejado por completo de lado. América is back, América ha vuelto. América está otra vez del lado
de los aliados. Es una gran noticia para el mundo. Y tanto las conversaciones,
fueran de 50 segundos o de cuatro horas, como las intenciones, han abierto un
camino nuevo y esperanzador para todos. Al menos en nuestro contexto donde el Yanqui go home se ha transformado en Yanqui come home. Ven a nuestra casa y ayúdanos
a protegernos de la doble amenaza que viene del otro lado del nuevo telón de
acero: la Rusia de Putin, la China de Xi Jinping.
Biden como americano y Biden
como persona mayor (que no vieja, ya he dicho varias veces que son dos concepto
diferentes) me permite centrar esta entrada en tres ejemplos de americanos
mayores: un documental político estupendo, una serie inteligente y divertida y
un estreno on line que habla de un paraíso que es en realidad un infierno.
The
Fog of War: Eleven Lessons from the Life of Robert S. McNamara. (Amazon)
La
niebla de la guerra o Rumores
de guerra como se ha traducido en España, es un documental de Errol Morris
del año 2003 disponible en Amazon. Supongo que debí ver este trabajo de uno de
los mejores documentalistas del mundo en el Festival de Cannes del 2003, pero
en ese momento no tenía la capacidad de entenderlo en toda su profundidad
política. En el 2003 estábamos a punto de entrar en la Guerra de Irak o ya habíamos
entrado y no estaba el horno para políticos americanos. Veinte años después, ha
sido un buen amigo el que nos ha descubierto que el documental estaba en
Amazon. Su recomendación entusiasta nos llevó a buscarlo. Y la verdad es que
vale mucho la pena. Ahora, en este 2021, escuchar las once lecciones del
secretario de estado más odiado de la historia de Estados Unidos, es en sí
misma una lección de Historia. Morris plantea el documental como una larga
entrevista con McNamara que en ese momento tiene 85 años y una lucidez
envidiable respecto a su papel en la evolución del mundo a lo largo de los 50
años que van del final de la II Guerra Mundial, hasta el encuentro que tuvo en
1995 con el ex ministro de asuntos exteriores de Vietnam. Entre esas dos fechas,
McNamara hace un repaso de las guerras y conflictos en los que se vio envuelto
sin falsas culpabilidades, con un cierto cinismo no carente de emoción y
sensación de haberse equivocado, no una, sino muchas veces: los bombardeos
sobre Japón en 1945; la crisis de los misiles de Cuba; la muerte de Kennedy; la
guerra de Vietnam, sin duda la que le produce más pesadillas y de la que da una
visión interesante y válida para ahora mismo, una lección que no está entre sus
once propuestas pero que se puede resumir en una frase. “Conseguir que se
entiendan tus intenciones al emprender una acción es tan importante o más que
la propia acción”. Este hombre inteligente, protagonista privilegiado de la
guerra fría, intenta desde el presente dar una explicación de la guerra de
Vietnam que nos puede parecer cínica (lo es) pero que también se puede entender
en su contexto. Morris filma a McNamara siempre en plano medio y le deja
expresarse, emocionarse, regañarse, sin mover la cámara, sin intervenir en el
rodaje de la entrevista. Es luego, en el montaje, donde su enorme talento como
documentalista se pone al servicio de lo que está contando con el uso de un
material de archivo impresionante que a veces ilustra, a veces contradice, el
discurso del político. De las once lecciones de McNamara me quedo con dos que
creo deberían aplicarse ahora mismo todos los políticos, desde los locales
hasta los mundiales: Lección 1: Empatizar
con el enemigo, algo fundamental para entender sus razones y con ello
combatirlas más eficazmente. Lección 3:
Hay algo más allá de uno mismo. Reconocer esto es darse cuenta de que el
mundo es mucho más grande que los escasos límites mentales y políticos suelen
marcar a los políticos. Un hombre de 85 años ofrece su inteligencia, su
experiencia y su capacidad para que la escuchemos. Que nos la creamos o no, es
cosa de cada uno. Como me dijo el amigo que me la recomendó: “Es un cínico y un
narcisista, pero el fondo de dolor y sorda desesperación, creo que es sincero.
Por eso se resquebraja tan a menudo la máscara y llora”.
El método Kominsky (Netflix)
El 19 de noviembre del 2019
escribí sobre esta serie que entonces tenía dos temporadas y estaba
protagonizada por Michael
Douglas a sus 75 años y Alan Arkin a sus 85 años. Sandy y Norman eran amigos,
con muchos años, mucha experiencia, mucha inteligencia y sentido del humor para
reírse de sí mismos y de su profesión. Acababa ese texto diciendo: “La historia
no termina, hay un continuará, pero si no continua no pasa nada.” Pues bien, ya
tenemos la continuación en una tercera temporada. Alan Arkin dijo al final de
la segunda que no quería seguir trabajando. Por eso esta tercera entrega de
seis capítulos de 25 minutos empieza con el funeral de Norman. La desaparición
de Norman, personaje y actor, se nota mucho, pero no por eso deja de ser ácida,
divertida, inteligente. Douglas se ve obligado a asumir más protagonismo, al
menos al principio. Porque a partir del segundo capítulo entra en escena un
nuevo personaje que le da un giro inesperado a la historia. Ese nuevo personaje
es Roz, la ex mujer de Sandy y madre de su hija Mindy, que regresa a la vida de
su marido. Si la química con Arkin ya era buena, la que se produce con Roz, es
espectacular. Porque Roz no es otra que una irreconocible Kathleen Turner,
pareja inolvidable de Douglas en Tras el
corazón verde y La guerra de los Rose.
Este reencuentro después de 30 años, sirve para demostrar dos cosas: una, que
siguen funcionando muy bien juntos; dos, que el tiempo no pasa igual para
todos. Disfrútenla y si pueden recuperen las dos anteriores temporadas. Vale la
pena.
Estoy segura que ni Joe Biden, ni Robert McNamara, ni Michael Douglas, ni Kathleen Turner acabarían nunca en un lugar como The Villages, ese cielo en la tierra que más parece un infierno de colores. El documental de Lance Oppenheim se adentra en esa Disneyandia de viejos en Florida, una ciudad ficticia como la del Show de Truman donde viven 130,000 jubilados al margen del mundo y de la sociedad. TheVillages es un gueto de lujo, una cárcel dorada a la que entras voluntariamente y de la que no quieres salir. Un horror. Es un refugio para gente de más de 70 años, con dinero, blancos y republicanos muy conservadores. Los votantes de Reagan en los ochenta, los fans de Trump ahora mismo, han encontrado en este falso cielo un lugar donde intentar detener el tiempo. Sus habitantes son lo que el director llama “joveviejos”. “The Villages, en Florida, es el cielo de los viejos: una ciudad diseñada especialmente para jubilados, donde cada mañana es igual, donde se suceden las clases de aquaerobic, golf, bailes de salón, bailes orientales, y cualquier tipo de actividad que uno pueda imaginar. Y todas las noches, viudas pudientes recorren los bares buscando a su alma gemela”, decía un excelente crítica de la serie. En este micro universo de seres que han decidido voluntariamente apartarse del mundo, Oppenheim sigue en particular a cuatro personas. Anne y Reggie, un matrimonio que llevan juntos más de 50 años, Bárbara, una viuda reciente que no acaba de encontrar su lugar en el Village y Dennis un vividor de 80 años, sin casa propia, un intruso en el paraíso, en busca de viudas ricas que le dejen vivir en sus casas durante un tiempo. Los cuatro son la prueba de que ese cielo no es tan azul ni tan bucólico como se pretende. Aunque no hace falta que ellos lo pongan de manifiesto. Ver las caras de estos zombies y asistir a sus fiestas y sus reuniones, es más que suficiente para darse cuenta de que los Villages del mundo no son la solución al problema de envejecer.
El regalo de esta semana es un cuadro que me sirve para llamar
la atención sobre un estreno interesante que merecería no pasar desapercibido: Destello bravío de Ainhoa Rodríguez,
retrato de las mujeres de un pueblo de la España vaciada, entre el documento y
el realismo mágico, desinhibido y estremecedor, como ese destello bravío que
pasa y de repente lo cambia todo, o no.
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