Un diàleg imaginari., de Lluís Maria Todó
Leer
un libro de la primera a la última página de un tirón, sin parar, es una de las
sensaciones más gratificantes que se pueden tener. No siempre es posible. O no
tenemos tiempo, o no tenemos ganas o el libro es muy largo o es muy denso o…
mil cosas. Pero cuando sucede, es algo estupendo. Eso me ha pasado con el
último libro de Lluís Maria Todó, Un
diàleg imaginari. Todó siempre escribe en primera persona, pero este libro
es mucho más personal que cualquier otro Tanto por las circunstancias en que lo
ha escrito, como por el tema que trata, este precioso libro es antes que nada
un autorretrato literario del escritor realizado a través de los pinceles,
mejor dicho las plumas, de tres escritores franceses fundamentales en su
educación sentimental y profesional: “Stendhal, el maestro en las artes de
vivir, amar y escribir; Flaubert, artífice de una perfección impoluta que
parece costarle la vida; Proust, el más grande de todos, la compañía eterna, el
inventor de muchos de nosotros”. Este diálogo imaginario no es un ensayo
literario, ni mucho menos un estudio académico. Al contrario, se lee como una
novela de aprendizaje en la que el escritor se convierte en un personaje en
busca de un tiempo perdido en su memoria, cuando leyó o releyó estos autores y
como “le cambiaron la vida”. El libro de Todó no se si “te cambia la vida”,
pero si produce una doble sensación. Por un lado te lleva a recordar cuando y
como leíste tu estos libros o cualquier otro que pudo producir un efecto
parecido; por otro lado, y eso es algo que me comentó Ramon antes de que yo
leyera el libro, despierta un inmediato e irrefrenable deseo de leer o releer La cartuja de Parma, Rojo y Negro, Madame
Bovary y desde luego En busca del
tiempo perdido. Despertar este deseo es una de las cosas que más le
agradezco a Todó. Pero además, algunas de su reflexiones me han hecho sentirme
muy cercana, Por ejemplo, afirma que “cuando te haces mayor y has leído unas
cuantas páginas, agradeces que la voz de los libros, además de hechizarte el
oído, te resulte amistosa, cordial, que tenga aunque solo sea un poco de
sabiduría y de serenidad”. Hago mía esta frase y la aplico al cine. Después de
tantos años viendo películas que intentan provocar radicalismos vacuos y no son
capaces de soportar el paso del tiempo, agradezco muchísimo no solo
reencontrarme con los clásicos, sino apreciar en los nuevos creadores esa
capacidad de serenidad, de belleza y de inteligencia que no está reñida, ni
mucho menos, con la más rabiosa actualidad. O esta otra reflexión que hace al
hablar de Proust: “Proust te enseña a mirar, a sentir, a leer y a interpretar;
dicho de otra manera, te muestra todos los beneficios intelectuales y morales
que puedes sacar de un cuadro, un cuarteto de cuerda o la iglesia de un pueblo,
pero también de un jardín abandonado, un suburbio anodino o una tarde de
aburrimiento, porque la experiencia estética es siempre una operación intelectual
que no va ligada necesariamente a la belleza.” Es cierto y eso me invita a
justificar o entender, porque puedo pasarme una tarde viendo una serie sin
importancia o simplemente mirando pasar las nubes. No siempre hay que estar
viendo, leyendo o pensando cosas sublimes. Un
diàleg imaginari, es uno de esos libros-ventana que te dejan ver el
exterior y te ayudan a respirar mejor.
Un auténtico regalo.
EL
RINCÓN DE LAS RAREZAS
El misterio de God's Pocket, Amazon
Fue Ramon el que descubrió esta película explorando las plataformas. Le llamó la atención el actor, Philip Seymour Hoffman. Me preguntó si la conocía. No, no la conocía. Así que empezamos a verla sin ninguna expectativa. Fue una sorpresa. Nos encontramos ante una comedia negra, casi un melodrama negro, con un cadáver recalcitrante digno de Azcona, un barrio cerrado y endogámico anclado en un tiempo que puede ser los años 60 o los 70 o los 80, antes de los móviles y de Internet desde luego y un cronista cínico que acaba recibiendo una tremenda paliza. Cuando acabamos de verla, coincidimos en que era una rareza con un conjunto de actores estupendos encabezados por Philip Seymour Hoffman, Christina Hendricks, John Turturro y Richard Jenkins. Al día siguiente busqué información de la peli y me encontré con varias cosas curiosas: es la penúltima película de Seymour Hoffman estrenada en Sundance en 2014 pocos días después de su trágica muerte; es la primera película dirigida por John Slattery, un actor unido para siempre al personaje de Roger Sterling en Mad Men; es la adaptación de la primera novela del escritor Pete Dexter en la que recuerda la paliza que le mandó al hospital y le convirtió en escritor. También descubrí que la película se había estrenado en marzo del 2016 sin que yo recordara nada de ella. Luego leí algunas críticas, casi todas eran más bien desalentadoras. Supongo que esa es una de las razones por la que no me enteré que se estrenaba y por la que Slattery no ha vuelto a la dirección. Y sin embargo, algo tiene esta historia que la hace rara, especial. Empieza en un funeral, y lo que nos cuenta el film son los tres días antes de ese funeral que congrega a todo el barrio, durante los cuales Mickey Scarpato, el extraño, el que no perteneces a la comunidad, intenta enterrar al hijo de su mujer, la exuberante Jeanie, que ha muerto “accidentalmente” en la obra donde trabaja. El espectador sabe que esa muerte más que merecida, León era un chico despreciable, no ha sido un accidente. Pero no importa. Todos lo creen, todos menos su madre empeñada en averiguar qué le ha pasado a su hijo. Y ahí entra el periodista, el cronista del barrio, famoso en toda la ciudad al que le encargan escribir sobre el caso y acaba malherido en la calle, no sin antes haber obtenido algunos beneficios colaterales. Mientras Mickey intenta encontrar el dinero para el funeral de León, en el barrio ocurren otras cosas inesperadas, sobre todo las que conciernen al personaje de Turturro. La luz, el tono, la atmosfera, la propia evolución de los personajes, no son nada convencionales y pueden explicar la extrañeza de la crítica y supongo del público. El misterio de God's Pocket no es una película redonda, es irregular y en algún momento se le escapa de las manos al director, pero es uno de esos films honestos, inesperados que de vez en cuando te demuestran que el cine no se limita a los dos grandes mundos antagónicos: el cine comercial y el cine de autor. Hay vida más allá de estas dos categorías.
El
regalo de esta semana es una lectora feliz.
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